El Punto Donde Convergen Todos Los Puntos

...1:30 p.m en la Plaza San Jacinto (o de "Los Lagartos") de El Paso, Tx... El reloj atrapa la fracción de una hora, que no obstante todos la viven al mismo tiempo, eso no significa que para todos represente lo mismo o sea igual.

Para algunos, su paso por el lugar es similar al segundero del reloj: Caminan por la vida y llegan hasta ese punto con prisa; mientras que otros, "merodean" por la plaza y se dejan acariciar por los rayos del sol en un día en que el clima ha sido "benévolo y cálido", o están ahí para gastarse los minutos de "espera", mientras se llega el tiempo de partir hacia otro lugar.

En ese punto, también se encuentran muchas personas, a las que de sólo verlas llegas a comprender lo que significa la impaciencia de haber esperado quizá durante muchos días para volver a ver a alguien a quien se ama.

Para nada necesitas conocer la historia previa a ese momento, pues el simple hecho de estar ahí te vuelve "cómplice" y te involucra a tal grado, que puedes llegar a experimentar -en el momento justo del encuentro- el sabor tan contrastante que produce la felicidad que se resume a un abrazo y un beso; pero que al mismo tiempo es tan agrio y efímero; puesto que una vez que dos esencias tan distintas coinciden en esa Plaza, para compartir aunque sea un momento del día, eso no garantiza que el tiempo desacelere su marcha... Por el contrario, parece una ironía, pero las manecillas dan vuelta más rápido y con mayor velocidad.

Desde ese lugar también se percibe la actitud de quienes han aprendido a ignorar el tiempo. Se refleja en los ojos de los ancianos que tras haber visto y vivido mil cosas durante años, van ahí todos los días, para ocupar alguna de las bancas que hay en los alrededores y así evidenciar con su postura física que han perdido ya toda noción del tiempo...

Para ellos las horas transcurren de distinta forma, sus días se gastan en la lectura superficial de los papeles impresos que de forma "sensacionalista" cuentan lo que pasa en el mundo y sus rincones distantes; y ellos, como no tienen ya premura ni obligación de nada, invierten el saldo de sus vidas en charlas que no llevan a ningún otro lado que no sea el pasado; o se ahorran las palabras y deciden no invertir en la compañía, para ganar un poco más de las mañanas soleadas o del eterno espectáculo de mirar a gente mucho más joven pasar.

Ahí, es el lugar perfecto para atestiguar como la vida de muchas personas coincide únicamente por un segundo, para nunca más volver a encontrarse. Hombres y mujeres, que viajan a pie, a bordo de autobuses o automóviles, observan a través de los cristales, se miran a los ojos sin decir nada, los niños son capaces de ofrecer a los desconocidos una sonrisa o "sacada de lengua" muy espontánea, para que pasados unos minutos y luego de experimentar ternura, esos desconocidos recuerden que sólo están ahí "de paso" y necesitan correr a toda prisa para no perder la oportunidad de abordar quizá el último autobus que los llevará hacia otro punto de la ciudad.

Las casualidades no existen y La Plaza San Jacinto tal vez es un lugar donde Dios demuestra como se "entretejen" sin enredarse los hilos de la existencia de muchos seres humanos... Algunos pasarán en distinta dirección y por la misma acera, pero si no es su destino "encontrarse" para aprender uno del otro, simplemente estarán ahí: a la misma hora, en el mismo sitio y a muy pocos metros de distancia, y sin importar o no si sus miradas se cruzan aunque sea por una milésima de segundo, estarán destinados a seguir caminos diferentes, a alejarse para nunca más volver a coincidir.

En ese escenario, yo misma soy testigo y personaje principal de todo lo que pasa. En un intento por escapar de mis propios pensamientos -al igual que los ancianos- me repito a mi misma -hasta casi convencerme- que el tiempo no existe, que no tiene importancia; camino sin prisa y correspondo a la una sonrisa de algún niño que se cruce en mi camino...

También me divierto caminando a paso apresurado, fingiendo que tengo prisa, inventándole historias y un pasado a cada persona que veo y se sienta junto a mi, luego de abordar un autobus.

Me dejo envolver por la tibieza del sol en un día cuando el clima ha sido demasiado "generoso"; tomo fotografías con la falsa pretensión de atrapar un trozo de tiempo y guardármelo en el bolsillo trasero de mis jeans para conservarlo durante toda la eternidad; mientras al mismo tiempo voy buscando encontrar en los ojos de algún desconocido la ternura que tanto necesito... Pero eso es también un engaño, puesto que todo eso sé muy bien sólo una persona que no está ahí me lo podría dar.

Día a día las mismas historias se repiten. La Plaza nunca está sola y cuando eso, por alguna razón de verdad llega a suceder, se acompaña de la luz y la sombra que marcan la diferencia entre un día y otro; de las manecillas de ese reloj que sólo se puede mirar con ojos normales o de impaciencia, pero que a final de cuentas, mucho más allá de estar ahí para recordarnos que el tiempo no espera por nadie, es también un indicador de que sin importar cual sea el motivo que perfile tus pasos hasta ese lugar, La Plaza San Jacinto es como "El Aleph" de Jorge Luis Borges: El punto donde convergen todos los puntos.

Comentarios

dehg dijo…
Hola Martha, me encanto tu post, y aunque el Paso no esta en mi lista de lugares-un-dia-a-visitar, seria bueno que me diera una vuelta por la Plaza de San Jacinto si llego a estar allí alguna vez.
Te mando un abrazo enorme desde aquí.
Cisco dijo…
Bonita descripcion y percepcion.

Que buen que las comunidades (En todos lados) se esfuerzan por mantener un lugar para que la gente puede "merodear" o descanzar o tal vez refleccionar.
Saludos..

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