Bitácora de Viaje: Primeras Horas en Uruguay.


...No sé si a ti te habrá pasado alguna vez, que el recuerdo de algunos de los mejores momentos que viviste, los guardas en tu memoria tal y como si fueran la imagen de una fotografía o la proyección de una película donde te reconoces a ti mismo como protagonista... Eso fue lo que me pasó a mi en el instante mismo en el que viajaba a bordo de un autobus, con Vane al lado mío y de camino al Parque del Plata.
Un par de días antes de yo salir de Cd. Juárez, uno de los hermanos mayores de Vane (que todos los años va a vacacionar a ese lugar), pensando en la cercanía del aeropuerto con esa playa, tuvo la genial idea de invitarnos para alcanzarlo a él y a su familia, llegando yo a Uruguay.
Cuando Vane me lo propuso, ella misma tenía un poco de duda acerca de si yo accedería a ir o no, ya que después de tantas horas de vuelo lo más lógico era que lo único que quisiera hacer al llegar era descansar; pero la sola idea de tener la posibilidad de llevar a cabo uno de los tantos planes con los que tantas veces mi amiguis y yo "alucinamos barato" fue lo que me hizo decir "Sí" y aceptar esa invitación.
Después que los nervios y la preocupación de El Primer Encuentro se evaporaron; lo que recuerdo es que todo lo que sucedió durante ese primer día en Uruguay fue demasiado rápido...
Cuando menos lo pensé yo ya iba viajado otra vez, sólo que ahora con Vane al lado mío. Algunos minutos después ya estaba en la casa que durante varios días había estado ocupando su familia y con una sensación muy extraña, -pero padre al mismo tiempo- que me hizo olvidar que a pesar de que era la primera vez que convivía con todos ellos, y yo soy la persona más "penosa" del mundo (hasta para pedir un vaso de agua en casa de alguien que no conozco), en ningún momento me acordé de eso, o me sentí como si no perteneciera ahí.
Mientras estás viviendo algo, siempre sabes cuáles son las imágenes o los momentos clave que archivarás para siempre en tu interior; y por esa razón yo trataba de observar con atención todo, para que no se me escapara nada y poder "atrapar" así en mi interior lo más que se pudiera.


Así fue como me quedé con la imagen de la primera vez que vi a Vane en el aeropuerto; con el instante mismo en que mientras ella me mostraba algunas de las cosas que traía para mi en su mochila, a través del cristal de ese vehículo en movimiento ambas descubrimos la salida total del sol, que se impuso majestuoso y cálido sobre el horizonte.
Era el primer amanecer que contemplábamos juntas, y representó también el punto donde se dieron las primeras conversaciones de las muchas que tendríamos durante todo el tiempo que yo permanecí en su país.
El trayecto hacia Parque del Plata no fue muy largo y yo lo disfruté mucho quizá por eso. Si he de ser sincera, yo tenía un poco de temor de que una vez estando una frente a la otra, la relación no fuera a ser la misma; pero además de que desde el primer instante la charla se dio como siempre, entre más observaba a Vane, más me daba cuenta de que como persona, ella era todavía mucho más de lo que yo siempre imaginé.
La sensación de estar viviendo algo en el presente y dudar todavía así de que es real, fue un sentimiento que permaneció conmigo durante cada uno de los días que estuve en Uruguay y quizá por eso "no me la creía" cuando recargada sobre mi propia maleta, descubrí que Vane es como "un cascabelito" que no para nunca; pues en su eterna naturaleza de niña inquieta, caminaba de un extremo a otro de la calle, asomándose y pendiente por si el auto de su hermano (quien quedó de pasar por nosotras en el sitio donde el autobus nos dejó), le daba por aparecer en cualquier momento.

Me encantó conocer su familia y sentirme desde un inicio como si fuera parte de ellos. Disfruté la charla en la playa y durante los instantes de sobremesa, las conversaciones fluyeron tal y como si ellos me conociesen de años atrás.
Respecto a Vane, me bastó muy poco tiempo para darme cuenta que es la única persona que he conocido con la capacidad de emocionarse como si fuera un niño pequeño, que en cuanto ve la playa a unos cuantos metros de distancia, se muere de ganas por ya salir corriendo para meterse al mar.
La verdad yo tenía muchas ganas de "hacerle segunda", y mínimo mojarme las"gordis" en el agua; pero el dolor de mis oídos y garganta (como consecuencia de la gripa que ya traía desde Juárez, y que se agravó con tantas "subidas" y "bajadas" en el avión), aún no desaparecía del todo, y por eso preferí permanecer como simple espectadora; pero para mi ya era demasiado el hecho de haber podido volver a la playa antes de lo que ni en mis sueños más locos hubiera imaginado, para estar ahí con mi mejor amiga, y todavía más invaluable fue la imagen de verla a ella jugando en el agua tan feliz.


Parque del Plata es un lugar en el que además de la calidez de la arena que bordea el océano, se percibe una atmósfera de apacibilidad desde cualquier punto donde te detengas.
Con una apariencia similar a la de una Villa; además de la vegetación que se hacía presente en cada espacio; el lugar se caracteriza por estar repleto de casitas pequeñas -algunas de ellas muy rústicas- y que en su mayoría se rentan ya amuebladas a los turistas que deciden ir a vacacionar ahí.
Para alguien como yo, que venía de una ciudad mucho más grande y que en los últimos años se ha visto invadida por una ola de violencia; estar en un lugar como ese, representó la posibilidad de "desintoxicarme". A pesar de que fue sólo un día el que estuvimos ahí, disfruté demasiado volver a estar de frente al mar y poder compatirlo con Vane.


Por la tarde regresamos a Montevideo, para llegar a la terminal de autobuses de nuevo y de ahí partir con rumbo hacia Salto, y fue muy curioso porque fue como si a partir de ese punto hubiese comenzado la convivencia de manera más formal.
Antes de la hora de partir, anduvimos un rato por un centro comercial donde lo primero que me llamó la atención fue ver a gente cargando para todos lados su termo, su bombilla y su recipiente para tomar "Mate", pero bueno, eso es tema para otro post.
Para hacer tiempo se nos ocurrió entrar a comer a un McDonald's. A mi no me cayó el 20, hasta que casi, casi tenía la hamburguesa en la mano, de que ese momento del que tanto hablamos, de poder un día ir a comer juntas, lo estábamos viviendo por fin, y eran los detalles de ese tipo, los que me hacían poner los pies sobre la tierra y darme cuenta que todas esas cosas de las que durante tanto tiempo hablamos y planeamos, teníamos por fin la posibilidad de vivirlas en el presente.
Casi a la medianoche emprendimos el camino hacia la ciudad donde toda su vida ha vivido mi mejor amiga. No sé si fue por lo nostálgico que se tornó la noche tras la lluvia que nos acompañó durante todo el recorrido; que por primera vez en muchas horas tome conciencia de lo lejos que estaba de mi casa, de mis cosas y de mi mundo; pero por una extraña razón no echaba de menos nada en lo absoluto, pues me bastaba con voltear hacia el lado contiguo de mi asiento, para mientras veía a Vane -en un intento por encontrar la posición que le permitiera viajar del modo más confortable-, yo tener al mismo tiempo la certeza de que sin importar el lugar que fuera, estando ella al lado, yo iba a estar bien también.
Cuando Vane dijo que no podía dormir mientras viajaba, yo me propuse permanecer en vigilia... La verdad fui muy ilusa al pensar que podía lograrlo, pues tras tantas horas de vuelo y más aparte el cansancio propio de ese día, hacer era algo así era humanamente imposible. Lo último que recuerdo es haber visto la densa oscuridad, matizada por las intermitentes gotas de lluvia azotando la ventana del vehículo que seguía avanzando; además de las luces de los autos que viajaban al mismo tiempo por la carretera, iluminando el pasillo central del autobus.
Cuando me desperté me di cuenta de que Vane en realidad no había dormido nada, y por la forma como estaba en su asiento, tan concentrada observando todo lo que pasaba y unos segundos después iba quedando atrás, a través de la ventana; me di cuenta que habíamos llegado por fin a Salto.
En cuanto ella consideró que yo estaba de nuevo en mis 5 sentidos, comenzó a explicarme cosas acerca de cada lugar por el que íbamos pasando durante esos primeros minutos y en la entrada a su ciudad.
Para mi era muy curioso, porque a pesar de que muchos de esos lugares ya eran familiares para mi a través de sus conversaciones de tanto tiempo, era algo distinto verlos ya en la realidad y darse cuenta que eran diametralmente diferentes a como alguna vez yo los imaginé.
No se si era el sueño y el cansancio; o la atmósfera irreal con la que la madrugada reviste a veces los lugares a donde llegas después de mucho tiempo o por primera vez.
Salto no coincidía en nada con la postal imaginaria que muchos meses atrás yo me había fabricado; pero eso no quería decir tampoco que la imagen que tenía frente a mis ojos me desagradaba... Era quizá sólo eso... La sensación de estar en un lugar desconocido donde cada cosa la percibía como si fuese la proyección de una película antigua en la que no sabes nunca lo que va a pasar.
Si hubiera estado en otro lado, tal vez experimentar algo como eso hubiera hecho que el miedo o la incertidumbre me hubieran invadido por completo; sin embargo, la certeza de saber que estaba en buenas manos fue algo que Vane me hizo tener muy presente siempre, incluso un instante antes de que tras casi 48 horas que fueron conformadas por un largo viaje, escalas, aeropuertos, emociones intensas y momentos mágicos -pero que se evaporaron como el agua-, pude por fin poner la cabeza en una almohada y cerrar los ojos para intentar soñar en un espacio en el que nunca me sentí desconocida...
Ahí terminó nuestro primer día, pero todos los siguientes esperaban por llegar ya...

VANE

Estaba amaneciendo, el sol nos encontró en la parada de autobuses para seguir con nuestro próximo destino. En la playa de Parque del Plata nos esperaba parte de mi familia.

La espera ahí fue muy emocionante porque Martu y yo comenzamos a compartir nuestras primeras charlas y lo hicimos con toda naturalidad, como si nos conociéramos de toda la vida. Cada minuto era importante ya que Martu iba a estar conmigo sólo diecisiete días.

Sonrisas, gestos, miradas cómplices, chistes, todo lo guardaba en mi mente para no dejar escapar los detalles, esos que me iban a permitir terminar de conocer más a fondo a esa personita que es mucho más especial de lo que se ve a simple vista, sus ojos, y sonrisas me lo contaron, y delataron al enorme corazón que tiene dentro, aunque eso yo ya lo sabía desde antes.

Ya en el “bus” comenzamos a intercambiar algunos regalitos, yo no dejaba de cuidar a cada instante el sombrero Mexicano que Martu me había dado, tenía miedo de que en un descuido se quedara olvidado en algún lugar.

En veinte minutos ya estábamos en Parque del Plata, mi hermano que es un bombonazo pasó por nosotras para llevarnos a la casa. Algo cansadas por las horas que pasamos sin dormir, pero con el alma cargada de ilusiones y cosas por hacer, estábamos listas para disfrutar de un hermoso día en compañía del mar.

Como buena pisciana adoro el mar, y ni bien lo vi no dudé ni un segundo en lanzarme, lástima que Martu a causa de su gripe no pudo ni siquiera caminar descalza por la arena. Allí comenzamos a tomar las primeras fotos, compartir charlas con mí hermano y cuñada, poco a poco Martu se instalaba en nuestro país, y se ganaba el corazón de mi familia, mi sobrina no dejaba de decirme: "tía me mata de amor escucharla hablar", eso fue una constante, Martu y su acento conquistó a todo aquel que se detuvo a escucharla.

Así terminó nuestro día en Parque del Plata, no nos pudimos quedar más tiempo porque mí familia también se iba al día siguiente.

Martu y yo partimos a Montevideo, esa era nuestra parada antes de viajar a nuestro último destino: Salto, la ciudad donde vivo.

En el “bus” ya más tranquilas pudimos hablar con más calma, yo le iba contando sobre cada cosa que veíamos, tiendas, paisajes; la lluvia le puso un marco ideal al viaje.

Antes de llegar yo ya había aceptado la invitación a comer que me había hecho Martu, no me pude resistir a semejantes palabras: hamburguesas y de Mc Donald's, creo que es lo único que me gusta de los gringos. Después de una cena tan especial –era la primera que compartimos juntas-, ya estábamos listas para volver a la carretera, once treinta de la noche ya estábamos en el “bus”, la lluvia continuaba y nuestra charla también, nos pusimos cómodas para recorrer quinientos kilómetros, seis horas de viaje nos separaban de nuestro último destino.

Yo no puedo dormir cuando viajo, Martu no tuvo problemas con eso, cayó rendida, mientras dormía –seguramente iba soñando cosas hermosas y mágicas- yo veía caer la lluvia, por mi cabeza pasaban millones de cosas: historias, letras para canciones, ideas para el blog, todos los planes para realizar con Martu; llevaba más de cuarenta y ocho horas sin dormir pero no me sentía cansada, me moría de ganas por despertar a Martu, pero preferí velar su sueño y disfrutar de su compañía aunque ella seguía rendida bajo los encantos de un profundo, reparador, y tranquilo sueño.

El lugar donde nací nos dio a bienvenida a las cinco treinta de la madrugada, ya estábamos en mi querido Salto, ese lugar que conocía de punta a punta, pero esta vez lo iba a recorrer en compañía de mi gran amiga, estaba segura que lo iba a ver de otra manera. Aquí comienza otra historia.

Continuará...

Comentarios

Es curioso participar de un post y después intentar dejar un comentario, pero lo voy a tratar de hacer.
La verdad que disfruté muchisisisisisisimo cada cosa que vivimos, y esta bitácora es la excusa perfecta para revivir todo otra vez.

Ay Martu...¿no queres venir otra vez?, la verdad después de que te fuiste se te extraña horrores por acá, pero en fin...no me quiero poner nostálgica, esta bitácora es para recordar momentos maravillosos, y volver a disfrutar de tu compañía.
Todos esos días que estuviste conmigo fueron de las mejores cosas que viví, de verdad lo digo DE LAS MEJORES COSAS QUE VIVI!!!!.

Bueno tesorito creo que no tengo nada más para decir, todo está ahí en tu versión, y mi versión de los hechos.

Te dejo muchos y enormes abrazototototototototototototes de oso panda.

P.D. Te quiero!
Ericarol dijo…
Chicas
que bueno que hayan posteado las dos versiones,,,, lo he disfrutado con ustedes. Me recuerda la primera vez que fui a Vitoria en España. Mi amiga de la infancia se habia criado alla pero nos conocimos en Rep.Dom. y siempre, de niñas y adolescentes, ella me hablaba de esa ciudad que ella adoraba y me parecia tan lejos llegar a conocerla. pero un dia, en el 2006, casi veinte años despues de soñarlo, llegué y fue un dia que jamas olvidare. Mi amiga y yo hemos estado separadas en los últimos 19 años, por un gran oceano, pero siempre nos hemos querido y nos hemos cuidado como si vivieramos en la misma casa.
Que viva la amistad!!!!
Besos y abrazos, con todo el corazón. me gustaron las fotos!!! :=)
Anónimo dijo…
Pues tal vez no se conoceran de toda la vida, pero gracias a este medio ya se conocían lo suficiente para platicar como grandes amigas. Sigo diciendo: que chido viaje te echaste en vagaciones :)

Saludos hasta Juarez!

PD: Siempre cuando pienso en ir a otro país, nunca pienso en los autobuses, unicamente en aviones; como que eso de viajar en los autobuses entre ciudad y ciudad ha de ser como una costumbre local. Obviamente no es así. :P

PD 2: Que cura lo del acento :P
SERHUMANA dijo…
Que buena bitacora de viaje!!!!!!!!!! Y me gusta leer la version de la dos, je, como lo dice cada una.
Obviamente, espero mas bitacora de viaje!!!!!!!!! Asiq ue estaban todos con los termos por la calle. Si, en Uruguay son más materos que acá!!!!!!!!! Yo los copio en lo del termo, je, para que no se me enfrie el agua.
BESOS A LAS DOS!!!!!!!!!!!

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