Bitácora de Viaje: Recorrer un Pequeño Gran País en Moto.


Intentando atrapar a través de la lente la vida como la ve Vane.

... De la primera vez que yo me subí a una moto, tengo recuerdos vagos y no muy gratos...

A pesar de que el romance de mis padres y sus primeros años de convivencia se dio prácticamente "en moto" (dice mi mamá que la utilizaban hasta para ir y regresar con las bolsas del súper), la verdad yo nunca tuve el mismo "espíritu aventurero" que ellos, y mi escaso contacto con esos vehículos tan audaces -y al mismo tiempo tan peligrosos- fue tan negativo, que no obstante que no sabría decir cuántos años tenía ni cuando fue la primera vez que viajé sobre dos ruedas, supongo que ya tenía la edad suficiente para que eso se quedara grabado en mi cabecita "descocada" y llena de chinos y a partir de ahí no me quedaran ganas de volverme a subir otra vez.


Yo en la fuente de una de las plazas principales de la Zona Centro.

Digo que tuve una mala experiencia con esos vehículos, porque en la época cuando pasaba grandes temporadas en casa de mi abuelita materna, uno de mis tíos, que en ese tiempo estaba soltero, tenía un grupito de amigos que casi todas las tardes iba a visitarlo.

Una escena común de Salto, captada mientras esperaba a Vane.

Entre esa bolita de chavos se encontraba, "El Bello" (que le decían así porque estaba muy guapo); él tenía una moto, y siempre, cuando iba a buscar a mi tío, lo dejaba pasearse en ella, y como yo era la víctima más cercana, siempre me pedía que lo acompañara.

Ahora que lo pienso, por ser en ese entonces demasiado pequeña, mi tío para todo me agarraba de "conejillo de indias". Cuando por fin me lograba convencer para que aceptara subir con él a la moto y después de "jurarme" por toda la corte celestial que "iría despacito"; en cuanto colocaba sus manos sobre los manubrios, "el espíritu chocarrero de la velocidad" lo invadía a tal grado, que hacía caso omiso de su promesa, de que yo iba en el asiento de atrás y manejaba como si fuera piloto de la Fórmula 1 y estuviera en el circuito del Grand Prix... Entonces a mi no me quedaba de otra más que aferrarme a él a través de su espalda como gato esponjado y asustado, además de rezar porque el paseo convertido en pesadilla, terminara lo más rápido posible.

Así era muy común ver los estacionamientos durante el día.

Cuando recién conocí a Vane, y ella me platicaba que desde muy niña había aprendido a andar en moto y que era uno de los medios de transporte más comúnes en su ciudad, imaginar como era su vida diaria viajando sobre dos ruedas se me hacía algo muy audaz, para una chava de su edad.


Más motociclistas en la Zona Centro de Salto.

Durante las charlas, cuando ella me contaba lo padre que era viajar así, yo experimentaba algo muy contradictorio: porque por un lado, la pasión con la que ella hablaba sobre esos vehículos, despertaba tanto mi curiosidad por arriesgarme un día a dar un paseo; mientras que en la otra cara de la moneda, tenía muy presente siempre la mala experiencia con mi tío, además del recuerdo muy vivo de como le quedó la pierna a un primo, después que se quemó con el escape de una moto que le prestaron en una ocasión cuando vino de vacaciones a Cd. Juárez.

Esa era la única razón que yo tenía para rehusarme a salir a pasear en moto. Vane siempre fue muy respetuosa de eso; y cuando hicimos una lista de todas las actividades que haríamos una vez estando yo en Uruguay; la posibilidad de ir en la moto juntas hacia algún lado, quedó anotada en la lista como una sugerencia "tentativa" de algo que podía suceder o no.


La sombra que siempre nos acompañó a la misma velocidad...

Días antes de llegar al pequeño gran país de mi amiguis, lo estuve pensando mucho... Si he de ser honesta la idea no terminaba de agradarme del todo; pero por otro lado estaba muy consciente de que por miedo podía perder la oportunidad de vivir una experiencia padre y distinta, puesto que a parte de que algo en mi interior me decía que Vane era la chica más prudente del planeta, se me hacía muy mala onda viajar desde tan lejos para ni siquiera tener el valor de atreverme a correr el riesgo.

A pesar de que no me decidía, ya no quise pensar más en eso, y durante los días previos al viaje llegué a la conclusión de que respecto al paseo en moto, haría lo que me saliera del alma hacer cuando se diera ese momento, y evitar así la presión por no saber que hacer.

Mujer Motociclista en la Calle Uruguay (una de las Avenidas Principales).


Vane
ya me lo había dicho, que Salto era el departamento de Uruguay con el mayor número de motocicletas; pero aún así me impresionó descubrir durante los primeros días por las calles de esa hermosísima y tranquila ciudad, que de verdad toda la gente andaba en moto.

Por las principales avenidas, era muy común ver grupos de chavos y chavas "motoqueros"; y también a mujeres jóvenes, parejas; algunas mamás con sus niños pequeños en el asiento de atrás (y muy responsables con su "casquito" puesto), así como señoras de la edad de mi mamá que manejaban con gran maestría sus vehículos e iban a todos lados con su bolso colgado al hombro y conduciendo como si nada.

Una de las tiendas más grandes en la Zona Centro.

Así como a diario las calles se convertían a toda hora en un desfile interminable de motos de todos los modelos, colores y tamaños, antiguas, modernas y algunas otras que te daba risa (porque era más el ruido que hacían al pasar y parecían "Moyotitos" de juguete), era bien común encontrar en casi cualquier punto de la ciudad, lugares especializados donde las vendían; (al igual que también los accesorios y refacciones que requieren).

Mientras que en cada colonia y prácticamente casi en cualquier esquina, era muy frecuente encontrar letreros que decían "Gomería" y que no era otra cosa que lo que acá en México conocemos como "desponchadora" o "vulcanizadora". Negocios abiertos prácticamente durante las 24 horas del día; pues en una ciudad con tantas motocicletas, uno nunca sabía cuando una rueda podía pincharse y darle una sorpresa al conductor de la moto... Que fue exactamente lo que a Vane y a mi nos pasó un par de veces.

En Uruguay, la moto más que un transporte, es un estilo de vida.

La moto en Uruguay es mucho más que un medio de transporte; es todo un estilo de vida... Eso fue lo que yo percibí y la impresión que me daba al ver que todos los familiares de mi mejor amiga la utilizaban a diario. En las calles, vi también a familias enteras trasladarse de un punto a otro y coincidir a veces en el lapso de tiempo que dura el cambio de luz en un semáforo; mientras que los más jóvenes, durante los fines de semana era muy característico verlos pasar en grupos con rumbo hacia La Costanera, (lugar donde se encuenta el río y en la parte de la orilla existen algunos "boliches" = "Antros"), y se acostumbra mucho que todos acudan los fines de semana para aparcar sus motos ahí.

De paseo por La Costanera.

No recuerdo con exactitud como se dio el momento en que decidí aceptar subirme en moto para ir a dar un paseo. Hasta donde me acuerdo, el plan original era utilizar ese vehículo solamente una vez durante mi estadía en Uruguay, para ir a uno de los lugares que teníamos planeado visitar y se encontraba demasiado alejado.

Nada más tengo muy presente que después del primer día, cuando fuimos caminando hasta el río, ese lugar me gustó tanto, que hasta ella -que es la persona que mejor me conoce- se dio cuenta; entonces a la mañana siguiente, en uno de esos ratitos en que nos sentábamos sobre una barda de ladrillo (en el exterior de la casa de su hermana); de pronto Vane tuvo la espontánea idea de invitarme para que volvieramos a ir hasta ese lugar.



Los paseos bordeando el río, sin duda eran los mejores...

No lo pensé dos veces y el miedo se apoderó de mi hasta que ya estaba arriba del asiento. Siempre escuché a mi papá decir que el chiste de andar en moto consistía en "acoplarse" al que va conduciendo, pero a mi la sola idea de pensar en como se inclinan las motos a veces al momento de dar la vuelta me hacía agarrarme con más fuerza a la parrilla colocada en la parte trasera de la moto de mi amiguis...

Durante los primeros minutos eso era lo único que pasaba por mi cabeza, pero al mismo tiempo pensé también en que tenía que depositar toda mi confianza en Vane y estando ella al frente del manubrio, nada tenía porque pasar.

Durante otro recorrido por el pequeño gran país.


Creo que eso fue lo mejor que pude haber hecho, porque efectivamente, Vane es la persona más cuidadosa y prudente al conducir. Aunque ella me había contado que en sus primeros años de "Motoquera", como a todo mundo le ganó en alguna ocasión la adrenalina; los accidentes que ya había tenido, le habían dado no sólo la pericia, sino un respeto por la velocidad.



Tras varios minutos en el asiento trasero, el pensamiento de que estando con mi mejor amiga nada podía pasarme, diluyó cualquier temor que pudiese haber quedado. Eso, sumado a la belleza del paisaje que surgía a nuestro paso con cada camino recorrido, hizo que además del sentimiento de confianza, una sensación de paz me invadiera, al descubrir lo distinto que se puede percibir un lugar cuando lo recorres sobre un vehículo motorizado de dos ruedas y en compañía de alguien tan especial.

Casi en el límite entre Argentina y Uruguay.

Edificio Antiguo.


Así fue como Vane me llevó a conocer su mundo; Salto es una ciudad hermosa, y ahora sé que la visión de atravesar por caminos, parques, edificios históricos y lugares espectaculares al aire libre, (e incluso llegar al punto en la carretera donde se encontraba el límite entre un país y otro), no hubiera sido nunca la misma si hubiésemos llegado hasta ellos de otra manera.



Plaza de los Treinta y Tres Orientales.

Escuela de Arte en una Calle de Salto, Uruguay.

Plaza Artigas y al fondo la Catedral de Uruguay.


Edificio de Correo.


Todavía tengo muy frescas en la memoria todas las imágenes de las calles y lugares por las que pasamos. Pero más allá de eso, me quedó para siempre también la sensación de libertad que te da el sentir como el viento te desacomoda el cabello y te toca la cara.

Mientras viajábamos hacia algún lado, (y yo no iba tomando fotos), me gustaba mucho ver el reflejo del sol recortando nuestras siluetas y deslizándose a la misma velocidad que nosotras mientras avanzábamos por el camino.


Hasta la sombra quería "atrapar"...


Disfruté mucho del sonido del viento (que en silencio a veces dice mucho más que un montón de palabras); me encantó la forma como se discipaban los pensamientos de mi mente mientras Vane concentrada conducía y yo permanecía en el asiento de atrás como simple espectadora sin preocuparme de otra cosa distinta que no fuera vivir y aprovechar al máximo ese momento.




En espacios abiertos y con el sonido exterior acompañándonos siempre, para cualquiera hubiera sido lógico pensar que cualquier intento de conversación sobre la moto era prácticamente imposible.

Sin embargo, con Vane hasta eso fue distinto, porque lo que en un principio era alguna explicación sobre algún lugar o edificio en concreto por el cual pasábamos; luego, y aunque fuera en un tono más alto de voz, se convirtió en la charla sobre cualquier cosa que nada tuviera que ver con lo que veíamos en el camino; y fue así como los trayectos hacia varios de los lugares que visitamos se volvieron doblemente especiales, puesto que en ellos se dieron muchas de las grandes conversaciones como las que siempre surgen entre mi mejor amiga y yo.


La verdad yo nunca pensé que me acostumbraría tan pronto a todo eso...

En los momentos cuando todavía estaba ahí y con el vehículo en movimiento, me di cuenta que muchas de las cosas que pensaba o sentía en ese instante, no las iba a volver a experimentar hasta que la vida me volviera a regalar la posibilidad de ponerme otra vez el casco y montarme en la moto, justo un minuto después de que Vane hubiera echado a andar el motor, para luego lanzarnos a lo que nos deparara la aventura en carretera.


Eso era parte de las cosas que pensaba y guardaba sólo para mi en el silencio, y era quizá lo que también propició que de modo inconsciente y durante algunos trayectos a mi me diera por colocar mis manos sobre la espalda de mi amiga; puesto que de esa manera yo sentía que podía no sólo hacerle saber lo bien que me hacía estar allí con ella; la seguridad que me daba viajar en su compañía; sino que también era una forma de atrapar un poquito más de toda esa experiencia y guardarla así, para siempre en mi.

Fuimos y regresamos juntas atravesando por muchas calles y lugares, y no obstante que fue una experiencia única recorrer el pequeño gran país en moto, Siento un poco de nostalgia cuando recuerdo el último paseo…


Fue toda una experiencia recorrer junto a Vane las calles de Salto.

Pero bueno, no quiero hablar de eso, me quedo mejor con las imágenes y las sensaciones recopiladas en cada uno de los trayectos y con la idea de que es el primer día en Salto, Vane me acaba de invitar para ir con ella a dar un paseo por el río, regalándome con ello la posibilidad de vivir una experiencia única y una visión diferente que se reflejará en los colores de las siguientes páginas de esta bitácora de viaje....

La Versión de Vane...


Esta niña es mi "Mejor Amiguis"

Desde chica siempre me gustó hacer cosas diferentes, y todas ellas relacionado con lo artístico: pintar, escribir, la música, el contacto con la naturaleza, también cosas que me hacen parecer un “bicho raro” hasta el fútbol me gusta, y como si eso fuera poco soy una loca apasionada por las motos, y además tengo una ¡que peligro!!!.

Yo siempre dije que el lugar donde vivo se ve de otra manera si te subís en dos ruedas y salís a recorrerlo.

De camino a donde fuera, ¡la vista era padrísima!.

Pero no todo es color de rosa, en el año 1999 (faltaban dos días para que llegara el 2000) me chocaron, me raspé hasta el alma, por milagro me salvé de sufrir lesiones graves y que Diosito me llevara con ÉL pero aún así seguí con mis aventuras en la moto.

Este tema siempre salía en las charlas con Martu, yo le contaba lo diferente que se percibe todo desde una moto, lo libre que te sentís cuando el viento roza tu cara, y despeina tus cabellos, siempre hablábamos de todo eso, y en la emoción que me provocaba pensar en la posibilidad de que ella me acompañara. Pero todo eso estaba en mis pensamientos, yo sabía del miedo que Martu sentía al escuchar estas palabras: subir en moto.



Puente de Camino al Río.

Al tercer día de estar juntas Martu empezó a mirar mi moto con cariño, se veía como niño preguntando para que servia cada cosa que le parecía curiosa, creo que antes de lanzarse a la aventura quería familiarizarse con el vehículo de dos ruedas. En un momento no aguanté mis ganas y le hice una invitación: ¿Querés ir a ver el río en moto?, fue tan grande mi sorpresa cuando obtuve un "Sí" por respuesta.




Así fue como con un poco de "cagazo" (expresión muy mía y poco elegante) Martu se subió a la moto conmigo.

Al principio le faltaron manos para agarrarse, pero ese miedo desapareció al recorrer algunos kilómetros, pero al final se sintió tan segura que hasta terminó sacando fotos, y muchas de esas imágenes que ella atrapó con su cámara lo hizo con tanta naturalidad que parecía una experta en eso de ser “motoquera”.

Así nos veíamos Vane y yo paseando en plena Zona Centro.


Esa primera experiencia fue tan positiva que después nos lanzamos a recorrer toda la ciudad en mi moto, yo estaba feliz por eso, ya que un pequeño problema de salud que tuve el año pasado me obligó a guardar esa moto –que tanto quiero- pero gracias a Martu recorrimos mi querido Salto de punta a punta, tal vez puede ser algo muy simple pero… ¡Como disfruté hacer eso y en compañía de ese tesorito que tengo de amiga!!!

Mas allá de mi experiencia en conducir esos vehículos, al momento de llevar a Martu conmigo era mucha la responsabilidad y mi precaución en las calles, a mí que me pasara cualquier cosa, pero a ella no. A veces iba tan concentrada en el tránsito que me mantenía callada, pero bastaba que Martu pusiera sus manos en mi espalda para saber que ella estaba segura ahí, y me hacia sentir su compañía.

Desde que Martu se fue casi no he usado mi moto, tal vez porque ahora no me parece tan divertido recorrer la carretera sola, y si algún día lo vuelvo a hacer voy a ver todo de una manera distinta, puede parecer exagerado pero si Martu, ¡te voy a echar muchísimo de menos!!!.

Uno de los paisajes más hermosos que he visto en toda mi vida, vine a encontrarlo en Salto, Uruguay...


Continuará...

Comentarios

Mariana dijo…
Martu me encantan tus posts de Salto, y lo que mas me gusta es el sentimiento con que lo escribes... y que interesante es conocer otras culturas de primera mano como lo hiciste tu. Gracias por compartirnos!!

Te mando un beso!
Anónimo dijo…
HOLA

SALUDOS, HEY QUE BONITAS FOTOS
ME ENCANTO!!

EL RELATO DEL RECORRIDO ESTA MUY PADRE, HA DE HABER SIDO UNA SUPER EXPERIENCIA, NO SOLO POR EL VIAJE, SI NO PORQUE ESTUVISTE CON TU MEJOR AMIGA, Y PUDISTE DISFRUTAR DE OTROS LUGARES NUEVOS Y GENIALES

SALE, CUIDATE MUCHO QUE ESTES BIEN

ByE

SALUDOS DESDE DURANGO
Ya lo dije antes, es raro participar en un post y después intentar dejar un comentario.
Nada mas me gustaría decirte que desde mi moto hoy todo se ve diferente, y me hace mucha falta tu compañía para que la aventura vuelva a tener la emoción de antes, en fin...
Todo es cuestión de tiempo, y sé que en un futuro no muy lejano vamos a estar juntas en la carretera otra vez.

Gracias por vencer el miedo y haber compartido esa locura conmigo. Gracias! gracias! gracias!

Que tengas un súper día, y no te olvides que te ¡adorooo!!!
SERHUMANA dijo…
Buenisima la bitacora de viaje!!!!!!!!! Me encantaron las fotos!!!!!!!!!
En cuanto a la moto, yo les tengo muchisimo temor, y muchisimo respeto, no creo que me suba alguna, (de mas chica si, pero ahora nooooooooo!!!!!!!!!!!!).
Y pensar que los nombres de los lugares son muy parecidos a los de Argentina. Compartimos muchas partes de la historia con los mismos protagonistas.
En cuanto a Vane, me gusto eso que lei que le gusta el futbool, a mi tambien!!!!!!!!!!!!
BESOS GRANDES A LAS DOS!!!!!!!!!!
Victoria dijo…
la libertad de que el viento te de en la cara y revuelva tu cabello... QUE ENVIDIA!
que bonito que pudieron hacerlo juntas, que bueno que decidiste confiarte a tu amiga para que te regalara la posibilidad de ver su mundo en dos ruedas...

seguiremos esperando mas de este viaje
Mr. Magoo... dijo…
Martha, este relato esta fregon, y las fotos ni se digan, me transportaste a Salto, es un lugar muy bonito, genial, tiene un toque muy bohemio, entiendo que no te hayas querido regresar y eso de andar en moto, es fregon. Felicidades por esta oportunidad que la vida te ha regalado y puesto en el camino, veras que alrato te das otra vuelta.

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