Remembranzas Fantasmagóricas (Capítulo XXV).


...Era alrededor de las 3 de la tarde cuando la vio por primera vez... Él era un simple pescador, que como todos los días se encontraba trabajando para ganarse el sustento del día; en una jornada más como tantas otras hasta que ella apareció.

La vio pasar y quedó impresionado, pues jamás en su vida había visto una mujer tan hermosa. Era elegante y con ese porte que tenían las señoritas "finas", hijas de familia acaudalada; pero también a simple vista se podía percibir que ella era diferente, pues a diferencia de ese tipo de mujeres, ella no era arrogante y la sencillez de los bordados sobre la tela de lino que conformaba su vestido, sin él ser un hombre muy "entendido" de esas cosas, le hizo darse cuenta de que se trataba de alguien con clase, pero que al mismo tiempo no hace alarde de ello.

Néstor era un hombre simple que jamás pensaba en el futuro ni pensaba en el destino. Él vivía de modo simple el día a día, porque así fue como lo aprendió. No era mexicano, tenía tan sólo 27 años y una larga historia detrás de él. Como tanta gente, llegó hasta el Puerto de Veracruz apenas unos meses antes, sin ningún tipo de equipaje más que unas cuantas prendas, y sin nada más en los bolsillos que sus ganas de trabajar.

El único hogar que conoció, estuvo un día en República Dominicana; pero al morir su madre, cuando él tan sólo tenía 8 años no fue para nada fácil; puesto que aunque unos tíos lejanos se hicieron cargo de él, la vida en una casa que no era la suya fue un verdadero infierno y fue cuando Néstor decidió a partir de entonces cuidar de si mismo.

Así fue como se convirtió en hombre, y llegó hasta Veracruz, luego de varios años de viajar por diversos países; en los que se ganó la vida trabajando de todo lo que se pudiera y alimentándose muchas veces de lo que la gente en los caminos le regalaba o él obtenía a cambio de su trabajo. Cuando se marcho de su natal Bonao; era muy flaquito y bajo, pero esa falta de peso y estatura se compensaba con la inteligencia que tenía a pesar de sólo saber leer y hacer cuentas. La vida no le permitió nunca más volver a la escuela, pero al convertirse en hombre él pensaba que sabía exactamente todo lo que un adulto debe de saber...

Pero esa era la historia contada de otros días ya gastados. En el presente, algo que nunca había sentido le estremeció el corazón e hizo que se quedara pasmado con el trozo de red que tenía entre las manos y con el que ayudaba a los pescadores del puerto a llevar hasta la orilla el banco de peces que el mar les regaló tan generosamente por haber permanecido entre sus aguas desde antes de rayar el sol.

La dama se alejó de ahí, sin ni siquiera darse cuenta que él fue acompañándola con la mirada... Había llegado procedente de España, a bordo del Ypiranga... El mismo barco que dos años antes llevó a un general al exilio y a ella, la alejó de una tierra y de un país donde pensó un día que lo perdió todo.

Intrigado por verla otra vez y saber un poco más de ella; al terminar su jornada y ya cuando estaba cayendo la tarde: Néstor se dirigió hacia la zona de la ciudad donde se encontraban los lugares de alojamiento para las personas que llegaban al puerto, procedentes en barco.

Permaneció durante un buen rato sentado muy cerca de uno de los hoteles en los que era evidente, no se permitía la entrada a alguien como él. Pero aún así, a pesar de eso, algo en su interior le hacía saber que aquella hermosa mujer que él buscaba y tanto lo inquietó  aquella tarde; estaba hospedada ahí... Pero ni siquiera podía acercarse a preguntar, porque además de que sería rechazado, en cuanto cruzara la puerta principal: no tenía ni la menor idea cuál era el nombre de ella.

Después de un par de horas, Néstor comenzó a sentir esa sensación de vaciedad que a veces experimentaba cuando por momentos le pesaba no tener familia, o alguien cercano. La única persona que alguna vez le demostró que le importaba y lo quería, fue su madre; y desde que ella dejó de existir, nunca más alguien volvió a preocuparse por él.

En cierta forma eso lo volvió un hombre duro; de pocas palabras, y a pesar de que por fuera era un muchacho alto y fuerte, por dentro seguía siendo el mismo niño que a los 8 años se quedó completamente solo.

A veces, por las noches, cuando no podía dormir, pensaba en su madre... En que era ella quien lo acompañaba y no permitió que nada malo le sucediera durante todo ese tiempo que llevaba vagando. Néstor no sabía lo que era rezar; pero desde muy pequeño aprendió de su madre que existía Dios, y quizá por eso tenía la convicción de que ella, desde el lugar donde estuviera; algún día intercedería por él para que pudiera tener una esposa y una familia como esas que a veces le gustaba ir a observar los domingos en la plaza o al salir de la misa de la 1 de la tarde.

Néstor se sentaba al borde de la fuente en pleno atrio de la iglesia, o en alguna banca del parque, y desde ahí se podía quedar horas y horas mirando a los niños jugando con sus padres... Alguna vez le tocó estar cerca de alguno de ellos y regresarle algún balón o encaminarlo para que volviera con sus padres; recibiendo a cambio una hermosa sonrisa; y sin haber vivido nunca algo parecido a eso; algo dentro de él le decía que eso debía ser lo más valioso para cualquier persona: su familia.

En cuanto la vista del edificio de alojamiento que tenía frente a él comenzó a tornarse borrosa por las lágrimas que le produjeron esos pensamientos; Néstor se secó con la manga de su camisa de manta, y decidió que era tiempo de irse ya, antes de que la tristeza llegara y lo envolviera.

Comenzó a andar sobre una de las avenidas principales, y dio vuelta hasta que sus pasos lo llevaron por todo el Malecón; más sin embargo la tristeza no le permitió aquella tarde, disfrutar del color del cielo, justo en ese espacio del día en que parece que se resiste a marcharse y prolonga su estancia un poco más, mientras viste de tonos cálidos al cielo y el mar.

Aquella tarde calurosa de principios de Enero de 1913; una brisa fresca se hizo presente, y fue lo que de pronto propició que Néstor, que hasta entonces había ido caminando con la mirada clavada en el suelo, envuelto en sus propios pensamientos y emociones, de repente mirara de modo inconsciente hacia el frente y entonces su corazón se estremeció...

¡Ahí estaba ella!, la mujer que conoció ese mismo día... En el instante en que se percató de que de verdad era ella, llevaba una especie de libro en una de sus manos, mientras con la otra cargaba una pequeña maleta, al tiempo que caminaba en forma decidida con destino hacia alguna parte.

Ni siquiera lo pensó. Néstor comenzó a seguirla de manera discreta y así fue como llegó junto con ella hasta la estación del tren.

Estando a poca distancia, vio como compró un boleto en la taquilla; y al sacar un billete para pagarlo, él vió a lo lejos como se caía un papel doblado del libro que aquella bella dama llevaba entre sus manos.

Ella no se dio cuenta, porque en ese momento apareció un auto (como los que ya empezaban a verse en las grandes ciudades); que proveniente del alojamiento donde él permaneció mucho tiempo sentado en las afueras; y la mujer se acercó a toda prisa para recibir otro par de maletas un poco más grandes que por orden de ella misma, fueron subidas de inmediato a uno de los vagones del tren que ya había arribado apenas unos pocos minutos atrás...

Néstor no supo en que momento el andén se llenó de gente... De verdad había estado con todos sus sentidos concentrados en aquella joven desconocida que tanto lo intrigaba; y su corazón dio un vuelco cuando la vio subir a uno de los vagones, mientras en ambos costados de los andenes, la gente que llegaba se reencontraba con sus seres queridos en medio de cálidos abrazos.

Una vez más, la sensación de vacío... Casi, casi, como si estuviera perforándole el estómago... Pero a partir de ahí todo sucedió muy rápido... El tren empezó a andar... Era un hecho... ¡Ella se iba!... No sabía quién era, ni hacia donde se marchaba... En cuanto se dio cuenta de eso algo extraño lo ensombreció por dentro, y siguiendo sus impulsos, corrió entre la gente, rescató el pedazo de hoja que unos minutos antes se le cayó muy cerca de la taquilla de boletaje, y corrió con toda la fuerza que fue capaz de imprimir a sus piernas para alcanzar el tren que ya empezaba a alejarse de la estación... Por un momento él pensó que no lo lograría; pero cuando el último vagón de carga comenzó a alejarse del andén, Néstor alcanzó a colgarse de una de las barras del costado, y aunque eso le costó algunos raspones por la forma en que se aferró a aquel pedazo de hierro para no caerse; el esfuerzo valió la pena... 

Tres horas después todo quedó en silencio en aquella estación... Los andenes se vaciaron de gente, la oscuridad de la noche se instaló en todos los rincones vacíos; porque el tren se había alejado ya, llevándose consigo a tanta gente, cada una de ellas con un destino y una historia definida... Entre ellas la de una mujer muy bonita que no se sabía bien a ciencia cierta hacía dónde se dirigía o cual era su destino; y la de un muchacho dispuesto a arriesgarse y jugarse todo, con tal de averiguarlo y no perderla...

Continuará...

Comentarios

Renata dijo…
me gustaaaaa! las fotos y el título están geniales!
Luis Elbert dijo…
Excelente historia... :)

Me quedé con ganas de seguir leyendo más :B

Saludos, Martuchis n___n
No sé en que punto me perdí, hay cosas que no entiendo, seguro que soy yo que no puedo recordar bien el hilo de la historia y el rumbo que tomó ahora.

Después te pregunto...
he estado esperando la continuacion desde hace mucho tiempo.. y ahora q la leei, yo tambien me he perdido un poco como si fuera otra historia paralela a la anterior,, espero y en la continuacion se puedan aclarar varias cosas que se han estado quedando por asi decirlo...

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