Historias en Los Bolsillos


Un día de invierno, buscando calidez para sus manos, encontró un montón de historias que llevaba ya acumuladas entre las paredes ásperas de sus jeans...

Estaban ahí.. Esta vez no iban vestidas de letras ni matizadas con los colores del alma; algunas eran muy buenas, y otras mejor aún: reales, pero ya casi no las escribía por una razón muy simple y al mismo tiempo poderosa: se había dedicado a vivir.

Ante los ojos de las demás personas era alguien de lo más normal, pero tras la luz de su mirada habitaba toda la magia que le permitía descubrir, pero sobre todo descifrar a los personajes que merodeaban en los lugares más comunes; así como también a los seres mágicos que de cuando en cuando lograban traspasar esa delgada línea que delimita el mundo real del imaginario.

La nostalgia también se hacía presente... Era inevitable al leer las páginas sueltas del pasado... Ya no dolían, pues ella había dejado de ser esa persona.... Y era curioso al mismo tiempo... Una sensación extraña, porque al leer lo que quedó atrapado en letras y pertenecía a los tiempos que ya no volverían, sentía como si estuviese leyendo la historia de alguien más distinto a ella.

Su cuaderno de diario, (que tardó poco más de 5 años en llenarse), aún tenía algunas hojas en blanco... Escribir un buen final cuando todo alrededor es incierto se puede convertir en una aventura tan grande como la vida misma; y aunque había madrugadas en que se sentía seducida por el silencio y la paz que encontraba en las letras, el tiempo y el cansancio físico también se hacían presentes hasta volverse impertinentes y era quizá que por eso su alma se había acostumbrado a vivir más centrada en la realidad.

Después de tantos años la realidad ahora era distinta... Si bien era cierto que aún pasaba tiempo inmersa en su mundo de magia y fantasía; lo que le reflejaba el presente también era especial y lleno de esperanza.

En el regreso a casa, junto a esa historia inconclusa de fantasmas, el cuento sobre la fábrica de los corazones rotos y tantas, tantas otras historias; metió un papel en el que hablaba de una mujer madura con el alma llena de ternura y la seguridad que da el saber lo que se quiere y en tiempos de tormenta (y aunque el mundo que te rodea sea un caos); te centra justo en el sitio donde debes estar.

No había prisa y no importaba tampoco que el cuaderno de diario aún tuviera páginas sin nada escrito. La apremiante realidad quizá indicaba que así quedaría para siempre; pero el alma de aquella mujer tenía la certeza de que para atrapar lo más valioso no era necesario escribir sin presionar a la vida por lo incierto o haciendo hincapie por lo que no está.

Las historias llegarán a su tiempo...

Gracias por seguir ahí. Aunque permanezca en silencio.

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