La vida desde el interior de un UBER


Todos hemos escuchado decir alguna vez que la vida es un viaje (y la mía no es la excepción)... Aunque llevo ya algunos kilómetros recorridos, el camino es siempre impredecible y en mi caso concreto, ni yo misma hubiera creído que tras casi cinco años viajando en moto, a finales del 2016 la vida me llevaría a cerrar ese ciclo para convertirme en chofer de UBER.

Así es el destino... Y aunque cada persona tiene sus motivaciones y razones para decidir manejar para alguien más, la mía es muy simple y se reduce a la misma de millones de personas en este país, quienes para hacerle frente a la crisis económica, lo hacen de la única manera que saben hacerlo: trabajando.

Llevo apenas un par de semanas y alrededor de 36 viajes en los que además de encontrarme con pasajeros que me han contado su vida en apenas unos cuantos kilómetros, son muchos los pensamientos que viajan en esos instantes a solas en que conduzco de madrugada por las calles oscuras de esta ciudad... Sobre eso y las historias breves que se entretejen con cada pasajero es lo que eventualmente quiero escribir en esta especie de nuevo apartado especial.

Yo nunca lo hubiera imaginado, pero es distinta la percepción que se tiene del lugar en el que siempre has vivido al frente de un volante y entre cuatro paredes de cristal empañadas por el frío... Cuando las avenidas se quedan por completo desiertas y la oscuridad se apodera de todo... Es entonces cuando más que temerle a la inseguridad, irónicamente, lo primero que te viene a la mente son todas las historias de "muertos y aparecidos" que has escuchado a lo largo de tu vida, y es entonces cuando encender la radio -aunque no haya nada interesante en la programación- produce un respiro de alivio.

Es un poco extraño también caer en la cuenta que mientras uno deambula entre calles y fraccionamientos buscando una dirección en concreto, dentro de cada una de esas casas hay quienes ya se encuentran dormidos, soñando... Son también muy diversas las razones que propician que a deshoras de la noche existan quienes quieren trasladarse de un sitio a otro, y es ahí donde mi trabajo tiene una razón de ser.

¿Que sí no tengo miedo de andar sola manejando tan tarde? es la pregunta constante que me hace la gran mayoría de los pasajeros. Supongo que sucedió algo similar a mis primeros kilómetros en moto, que la necesidad de un ingreso extra propició que aunque ese sentimiento tan humano viajaba a cada instante conmigo y a flor de piel, tras algunos kilómetros terminó por quedarse en la cajuela...

Siempre he sido de esas personas que piensan que no puedes salir a la calle pensando en que algo malo puede pasarte; porque si bien es cierto ninguno de nosotros estamos excentos de eso, tampoco se puede permitir que el temor te paralice y menos si se trata de trabajar.

Obvio no soy de palo, y en los instantes en que el temor se asoma tras los cristales empañados de ese vehículo que ahora es mi herramienta de trabajo, simplemente trato de ignorarlo y enfocar mi mente en las conversaciones que llegan a darse mientras yo conduzco, en el sentimiento de estar aprendiendo algo nuevo a esa hora en que la ciudad se ve por completo distinta; además de la certeza tan absoluta de saber que el trabajo de promotoría durante cinco años en distintos puntos de la ciudad, de alguna manera me preparó para estar hoy al frente de un volante.

Son muchas las cosas que podría comentar, pero esto apenas comienza... Son apenas los primeros kilómetros de un trayecto que espero sea prolongado, y en el que me gustaría surgieran historias interesantes para compartir...

Definitivamente la vida se observa diferente desde el interior de un UBER...

Nos leemos en el próximo viaje...

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