Reencuentro...


Volví a reencontrarme con mi abuela después de muchos años de no vernos. La ocasión perfecta fue durante los preparativos de una comida que ella planeaba llevar a cabo esa misma tarde, con la intención de reunir a todos sus hijos y los nietos, tal como en los viejos tiempos otra vez.

Hacía mucho tiempo que yo no iba de visita hasta su casa, y aunque en su interior, y con el tiempo mis tías ya tenían designado todo de manera diferente, desde el instante mismo en que volví a poner un pie ahí, fue una grata sensación percibir desde antes de llegar a la cocina esa indescriptible calidez que lo llenaba todo con el simple hecho de que ella estuviera ahí.

El día no llevaba mucho de avanzado, eran quizá las primeras horas previas al mediodía, pero parecía que el pasado y el futuro habían logrado coincidir en un mismo punto en armonía perfecta; por eso, al cruzar el umbral de la puerta que da a la cocina, fue extraño y al mismo tiempo hermoso descubrirla, en esa casa ya tan distinta, atareada entre sartenes y todo un despliegue de utensilios, carnes y verduras, inmersa en la premura de tener lo antes posible todo listo.

Me hubiera encantado saludarla con un beso, y sentir su piel tan cálida como suave y con ese aroma tan sutil a "limpio" que era tan característico de ella. No lo hice, pues consideré poco pertinente interrumpirla mientras se hallaba tan concentrada como ocupada; pero no obstante eso, ya era de por si un regalo la posibilidad de poder volver a verla mientras ella refunfuñaba por no encontrar ya los ingredientes y enseres de la cocina donde antiguamente ella los había guardado; mientras la luz clara de la mañana se introducía silenciosa y descarada a través del cristal de la ventana, iluminándolo todo; haciéndome saber que aquello simplemente no era un espejismo ni tampoco un simple sueño o aparición.

Contenta, pero yo todavía sin poder creerlo, pasados apenas unos minutos de mi llegada, mi abuela sin perder la concentración en lo que hacía, por primera vez volteó a mirarme y después me regaló una gran sonrisa. Me pidió como siempre que le contara como estaban mis papás y mis hermanos, para luego empezar a platicarme que ella estaba muy feliz en el lugar donde vivía desde hacía ya varios años, pero que al mismo tiempo estaba muy contenta de tener esa oportunidad de volver para reunirse con todos nosotros (que sabía la extrañábamos cada quien a su manera).

Mientras yo la escuchaba expresarse así, a la par de contagiarme su entusiasmo, yo pensaba en mi interior que de alguna manera todo eso que ella compartía en ese instante yo ya lo sabía... ¿Cómo?, no lo sé... Pero era una certeza que tenía de algunos años a la fecha; mientras al mismo tiempo me sentía feliz y agradecida por esa oportunidad de yo también volver a verla siendo ya ahora una mujer adulta porque sería como un regalo que ella me conociera de un modo distinto a la niña que había sido cuando ella se fue.

Cuando eso sucedió yo acababa de terminar la educación básica. En ese entonces su mejor consejo fue que no dejara los estudios y así lo hice. Al poco tiempo ella recibió el llamado para irse y no hubo tiempo para despedidas, yo jamás la volví a ver y no dimensioné la falta que me hacía hasta que la vida comenzó a enseñarme a través de sus lecciones lo hermoso y lo difícil de estar en un disfraz de humano... 

Era evidente que las emociones y los pensamientos surgían y recorrían de igual manera mi mente y mi alma en forma atropellada, llevándome en un microsegundo a imaginar todos los posibles escenarios y lo distinta que hubiera sido mi vida si ella hubiese estado presente en mi vida en mis primeros logros como profesionista, cuando me rompieron el corazón o el día en que descubrí que el amor verdadero puede estar en un disfraz similar al que yo siempre he llevado puesto...

A la par de ese desfile de pensamientos y emociones en tropel, en ese instante ella pareció leer mi mente y detuvo su charla para pedirme que le contara lo que había sido de mi en todos estos años... Yo tenía muchas ganas de contarle todo. Ella sabía de antemano que yo era alguien que siempre había tratado de hablar con la verdad, pero ahora era tan distinto y la emoción por esa oportunidad de hablar y de alguna manera volver a conocernos en una charla de mujer a mujer hacía que un nudo se me hiciera en la garganta.

Ella me sonrió y puso en evidencia que tenía todo el tiempo del mundo y estaba dispuesta a esperar a que yo estuviera lista o a que se diera el momento, y fue así como entre los aromas de varias cosas que ya se adivinaban deliciosas, que ella se concentró en darme una lección nueva que consistía en algo tan simple como disfrutar del instante que se vive, mientras cada cosa toma su tiempo y lugar preciso.

Yo seguía ahí sin poder articular palabra alguna, había perdido ya la noción del tiempo y mi única certeza era la de saber que para mi ese era apenas el comienzo de un gran día.
La comida estaba ya casi lista y a pesar de que mi abuela apenas llevaba unas cuantas horas ahí, en esa cocina tan distinta a la de hacía algunos años, ya comenzaba a impregnarla con detalles de su esencia, pues los cajones y las portezuelas de la alacena poco a poco iban llenándose de ingredientes utensilios, hierbas y especias tan únicas como ella.

Era evidente que seguía escuchando mis pensamientos tal y como si mi alma pudiera expresarlos por su propia convicción y voz... Ese instante fue tan mágico como indescriptible, porque sin haberle yo preguntado, en silencio y con una sonrisa me hizo saber que sí, ella estuvo ahí acompañándome una tarde especial de hace muchos años, cuando conocí al único hombre que fue importante en mi vida.

Su voz en tiempo real me trajo de nuevo al presente y con una expresión de total complicidad me hizo saber que ya quería que empezaran a llegar todos los demás, conocer a los bisnietos que no la conocieron a ella tampoco, y también me comentó que como la comida ya estaba prácticamente lista, si era necesario saldría de casa un poco más temprano y rápido, para ir por mi hermano mayor y llevarlo desde su trabajo para que estuviera presente en esa comida familiar.

Me pareció buena su sugerencia y yo me ofrecí a ayudarle a limpiar la sala y el comedor mientras ella volvía, pero me llamó profundamente la atención el hecho de que hiciera especial hincapié en la presencia de mi hermano, quien sin ahondar en detalles en este momento siento que es el más vulnerable de nuestra familia por la cantidad de problemas que ha tenido que afrontar.

No la vi salir, y una vez más tampoco hubo despedidas, pero fue maravilloso volver a verla, saber que eso no fue un simple sueño, sino uno más de esos tantos reencuentros a lo largo de estos años en el mundo imaginario, y que curiosamente siempre se da con la gente querida que ya se ha ido, justo en esa casa, a la que ella volvió de madrugada después de más de una década en que dejó de existir.

Gracias por la visita. Ojalá nos volvamos a encontrar pronto en otro sueño.

Comentarios

Sergio dijo…
Qué hermoso sueño, me da gusto Martuchis, saludos y un abrazo.

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