Tus cosas en mis bolsillos

Hace un año atrás llevaba las manos en los bolsillos resguardando los pedazos de un corazón roto.
De lado izquierdo, los sueños que a nadie le cuento, e iban muy bien acomodados junto a las monedas grandes y pequeñas que a diario voy utilizando; (del mismo modo que procuro llevar siempre un par de chicles con sabor a sandía).

Más de trescientos días han pasado desde entonces, y es increíble como del otoño a la víspera de la Primavera me has cambiado esa historia.

Hoy, mientras camino por las mismas calles de siempre y de camino hacia cualquier parte, me doy cuenta que desde que tú te empeñaste en formar parte de mi vida, el espacio en los bolsillos del alma y de los jeans me resulta insuficiente.

A diario, por las noches, llego a casa y vacío sobre el escritorio todas las cosas que acumulé a lo largo del día. La diferencia ahora es que tú estás ahí esperándome con la curiosidad tan evidente, tras esos lentes en los que te apoyas para leer bien y que sin proponértelo generan en tí ese halo de intelectualidad que te vuelve irresistible... El mismo con el que te dedicas a leer todas mis historias cuando yo no estoy.

Cada noche me preguntas si llevo para ti algo... Lo haces con una sonrisa, puesto que sabes que mi vida entera desde hace apenas unos cuantos meses está repleta de ti.

Cerca de la madrugada vacío sobre una superficie sólida todo lo que quedó del día; y es ahí donde encuentras los pedazos de un corazón roto que a base de besos y mucha paciencia has ido restaurando. Del mismo modo que todos los abrazos que no te pude dar en el transcurso de las horas que estuve lejos.

Hace poco te encantó descubrir que llevo un celular cargado de notas electrónicas donde escribo cada vez que te extraño; al igual que un libro con poemas de Elvira Sastre para leerte cuando los problemas del mundo te agobian, tienes pesadillas o no puedes dormir.

Desde entonces me pides que al final del día te revele en mi propia voz las mismas palabras que incluso antes de que yo lo haga, tú ya has leído, y me enamora que me pidas también que escriba sobre tus imperfecciones, porque entre besos con sabor a sandia afirmas que ante los ojos de nadie más, nunca te reflejaste así.

Yo no puedo hablar de tu pasado, pero me encanta la forma como me ayudas a lidiar con el mío... Del mismo modo que me hablas sobre las historias que tú también vas atrapando y quieres que yo escriba... Aunque para serte sincera, me gusta más cuando con la luz apagada sueñas despierta, y entonces juegas a escribirlas con tus manos junto a mi.

La verdad unos meses son muy poco tiempo. Pero hoy conoces perfecto todo lo que llevo. Sabes y asumes que no siempre mis bolsillos están llenos de cosas buenas, y del mismo modo que puedes encontrar un "te quiero" dicho del modo más sincero, están los pedazos puntiagudos de esperanzas rotas de otros tiempos; así como mis miedos y sentimientos no valorados de otros tiempos.

Es increíble que hoy lo sepas y no es que no te importe... Sino que has aprendido a quererme así y a convivir con ello. Hoy tus manos buscan abrigo en esos bolsillos mientras caminamos durante los días fríos; porque de alguna manera hemos ido guardando trocitos de instantes buenos y malos que son los que han ido plasmando estas páginas sueltas de una historia en común.

La verdad no sé que habrá cada noche sobre el buró contiguo a la cama cada vez que regrese a casa. Espero tener de reserva una sonrisa o tal vez un beso con sabor a sandía para cada uno de tus amaneceres o que ahuyenten tus miedos e insomnios a las tres de la madrugada.

También espero guardar esperanzas para matizar lo que entre tú y yo aún es incierto y sin importar el tiempo que la vida nos conceda, entre lo bueno y lo malo que se acumule en el día, el espacio en mis bolsillos esté repleto en su mayoría de esas cosas que yo sé, contribuyen para que sonrías y te sientas feliz. 

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