"Fausto" (de Charles Gounod)

PRIMER ACTO

* Fotos: Víctor Barajas públicadas en Revista FB! / Toledo Opera Theatre.

...Cuando las piernas del telón se deslizaron, lo que había en el escenario nos hizo retroceder en el tiempo hasta la Edad Media. Época en la que en algun lugar de Alemania, y al caer la noche, el Dr. Fausto lamenta el infortunio, de que aún habiendo adquirido muchos conocimientos a lo largo de su vida, eso, de nada le sirve al tratar de desentrañar los grandes misterios de la existencia.


En un arranque de desesperación decide acabar con su vida y pretende beber una copa con veneno. Cuando está a punto de hacerlo, el eco lejano de los cantos de los campesinos que alaban a Dios y a la naturaleza lo detiene, y como un último recurso invoca a Satanás, quien acude a su llamado de inmediato y se presenta ante él como "Mefistófeles", el único capaz de poner a sus pies todo cuanto desee: riquezas, fama y poder... Sin embargo, a Fausto no le interesa nada de eso y añora una sola cosa que supera todas las anteriores: "¡Juventud!".

Mefistófeles está dispuesto a concederle tal deseo a cambio de poseer su alma después de morir, y aunque al principio Fausto duda y se resiste; Mefistófeles lo convence, mostrándole una visión en la que la hermosa Margarita, aparece hilando en una rueca. Fausto, fascinado acepta el pacto y es así como a cambio de su alma, recobra su apariencia de muchos años atrás.

En la plaza del pueblo, mientras todos cantan y beben, Valentín (el hermano de Margarita), está a punto de partir a la guerra y apoyando su fe en una medalla que su hermana le regalara, pide que le ayude y le proteja (en este 1er. acto de la ópera, Valentín interpreta un aria de despedida que se ha hecho célebre). Mientras que Siebel, un amigo de Valentín que siempre ha estado enamorado en silencio de Margarita, promete cuidar de ella en su ausencia.

Durante el festejo, Wagner, un estudiante, intenta entonar una canción, pero es interrumpido por Mefistófeles, que de pronto aparece y se apodera de la atención de todos al entonar "El Becerro de Oro", los campesinos lo acompañan con sus voces sin sospechar que la frase de: "Y Satán conduce el baile", tiene mucho más sentido del que ellos imaginan... Cuando termina, profetiza la muerte de Valentín, y maldice a Siebel, vaticinando que toda flor que el joven tome entre sus manos se marchitará de inmediato.

Wagner ofrece una copa a Mefistófeles, y este la rechaza asombrando a la muchedumbre al hacer brotar vino nuevo de un viejo barril, del cual ofrece un brindis a la salud de Margarita. Valentín enfurecido desenfunda su espada, pero como se trata del mismísimo diablo, esta se quiebra y sólo logra retroceder cuando los otros soldados empuñan sus armas en forma de cruz.

Mefistófeles se aleja, y el pueblo vuelve a entregarse a la celebración. En ese momento Fausto aprovecha para acercarse a Margarita y se ofrece a escoltarla hasta su casa. Ella lo rechaza con cierta reserva, -puesto que no le es del todo indiferente- mientras que Mefistófeles regresa para conducir otra vez el baile.

SEGUNDO ACTO

Sin saber que la profecía de las "flores marchitas" se cumplirá, Siebel va hasta el jardín de Margarita para dejar un bouquet de flores, sin saber que Fausto y Mefistófeles también lo han seguido hasta ahí con la intención de darle también un regalo que opaque al de Siebel; y ya estando en el jardín de la joven, Fausto interpreta un aria bellísima que expresa la belleza de la castidad y pureza que percibe de su amada al estar en su jardín.


Mefistófeles regresa con una caja llena de joyas que coloca junto a las flores de Siebel. Cuando ella llega y se sienta con la intención de seguir hilando en la rueca, canta la famosa balada del "Rey de Tule", pero entre verso y verso ella misma interrumpe su canto en varias ocasiones, puesto que la inquieta demasiado el recuerdo del joven apuesto que recién acaba de conocer.

En ese momento descubre el estuche con las joyas, y aunque duda por un instante, la curiosidad logra vencerla y extasiada (mientras interpreta la famosa aria de la joya: “Ah! Je Ris”) contempla como al colocarse las alhajas, su belleza resplandece aún más; mientras que Mefistófeles echa mano de sus encantos para distraer a Martha, (una vecina de la joven dama), para facilitarle la labor de cortejo a Fausto, evitando así cualquier interrupción.


Bajo el hechizo de una noche de estrellas conjurado por Mefistófeles, ambos protagonistas se confiesan su amor. Después de un largo y melodioso dúo, Fausto y Margarita se despiden. Ella entra en su habitación, cuya ventana abre completamente. Contempla con alegría las estrellas y expresa su felicidad. Fausto la observa, corre a su encuentro, entra a su casa y se arroja en sus brazos. Mientras por la ventana se observan las siluetas de los enamorados fundidos en un apasionado beso, en el jardín nocturno resuenan las horribles carcajadas de Mefistófeles.

TERCER ACTO


Esperando un hijo y sufriendo por el abandono de su amado, Margarita busca refugio en la iglesia, pero ni en ese lugar escapa de la maldad de Mefistófeles que la persigue y la atormenta con la amenaza de la eterna condena en el infierno.

Valentín regresa de la guerra victorioso y pregunta por su hermana a Siebel, quien sólo le da evasivas como respuesta. En ese instante aparece Mefistófeles que interpreta una serenata en la que se burla y pone en duda "la virtud" de Margarita.

Enfurecido y dispuesto a defender el honor de su hermana, Valentín se bate a duelo con Fausto, pero Mefistófeles nuevamente interviene y provoca que bajo la espada del protagonista, Valentín quede herido de muerte.



Mefistófeles encubre el asesinato de Fausto y se lo lleva. Así, mientras los vecinos del lugar contemplan al soldado moribundo, Margarita llega justo a tiempo para arrodillarse junto a su hermano, quien lejos de morir en paz, utiliza su último aliento de vida para maldecirla.

CUARTO ACTO


Margarita pierde la razón y es encarcelada por haber asesinado a su propio hijo. Fausto va a buscarla hasta ahí con la intención de rescatarla, y aunque en medio de su locura Margarita lo reconoce, en lugar de escapar con él, se alegra al evocar los tiempos pasados cuando fueron felices.

Mefistófeles -irónico y burlón como siempre- sostiene el reloj que indica que el tiempo de Fausto se está agotando. Así cuando emerge de las sombras para apresurarlo y apoderarse de su alma, se oyen voces. Fausto trata de explicarse por última vez ante Margarita, pero entonces la muerte la libera de sus sufrimientos y aunque Mefistófeles, consciente de su victoria, la condena, los coros celestiales eclipsan su grito y en una escena difícil de olvidar como espectador, la ópera cierra con la visión del instante en que el alma de Margarita asciende por la escalera que conduce hacia el cielo.


...En apariencia, ese fue el final de una noche mágica, pero descubrir un mundo tan fascinante como es la ópera provoca que aún después de que las luces se encienden y la clausura del telón te regresen de golpe a la realidad; las emociones queden ahí, intangibles, pero intensas, de modo que al terminar la función, todavía queda mucho por comentar y compartir.

Continuará...

Comments

Ese Fausto tan tonto!!! solo perjudicó a Margarita, a su hermano y de paso a Siebel... No cabe duda de que hay errores que se pagan caro; que padre está lo opera, algún día yo tambien iré, se me antojó!!!

Saluditos mi Martha!!
Anonymous said…
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