Crónica de un Regalo Muy Esperado.
Recorrió muchos kilómetros mientras yo llevaba varios días esperándola...
Por eso cuando el reporte de una computadora en la oficina de correos confirmó "que ya había llegado", una extraña mezcla de emoción y desesperación se apoderó de mi.
Por eso cuando el reporte de una computadora en la oficina de correos confirmó "que ya había llegado", una extraña mezcla de emoción y desesperación se apoderó de mi.
La espera terminó en ese momento, pero aún así, las cosas no iban a ser tan fáciles. La caja había viajado ya cientos de kilómetros, pero el trayecto para llegar hasta mis manos aún no era completado, así que sin saber todavía en que punto de la ciudad se encontraba, decidí que aunque tuviera que recorrer la ciudad de orilla a orilla, iría a buscarla, puesto que no soportaba la idea de esperar otro día más sabiendo que ya estaba aquí.
Yo hubiera querido ir en el momento, pero un compromiso previo, casi a la hora de la comida me impidió hacerlo. En cuanto salí de ahí, mi paciencia de siempre para lograr avanzar en medio de una enorme fila de autos en medio del tráfico, así como mi espíritu de eterna conductora "prudente" que jamás se atrevería a cambiarse de carril estando un auto atrás demasiado cerca, desaparecieron por completo, puesto que lo único que importaba, era el enorme deseo de "llegar" hasta el lugar donde se encontraba el paquete.
Todo el trayecto hasta allá estuvo lleno de sentimientos encontrados, por un lado sentía miedo, miedo de no dar con la dirección de la otra oficina de correos, miedo de que hubieran cerrado (por ser hora de la comida), mientras que en la otra cara de la moneda estaban mis nervios, la emoción y la alegría que me hacía sentir como si al ir tras la búsqueda de esa caja, estuviera también de alguna forma yendo al encuentro de Vanessa, como tantas veces me he imaginado mil veces que lo haré cuando ella llegue a Cd. Juárez en un vuelo proveniente de Uruguay.
Cuando menos lo pensé la caja estaba ya por fin conmigo. Una vez en el interior del auto, la coloqué con todo cuidado en el asiento contiguo, moría de ganas de romper de una vez por todas el empaque de plástico que la envolvía con sellos por todos lados que decían Uruguay, pero al mismo tiempo no me atrevía a hacerlo...
Encendí el motor y emprendí el camino de regreso con una sensación extraña de felicidad que me hacía cosquillas en la panza, porque entre semáforo y semáforo volteaba a ver el asiento con la caja y era sentir como si una parte de Vane estuviera allí.
El trayecto hacia la oficina en que trabajo nunca me había parecido más largo y tan eterno, pero una vez más la espera valió la pena, porque al romper la envoltura del paquete encontré una caja de color morado, pintada completamente mano, con las notas de una canción muy significativa adornando cada una de sus caras, y que en su interior guardaba muchas otras cosas que desde ahora son muy valiosas para mi.
Música, letras, la carta más hermosa que alguien me haya escrito y hasta caracolas marinas que seguramente me contarán las historias de un mar lejano que tal vez algún día yo conoceré.
No tengo palabras para expresar todo lo que sentí y siento hoy. Creo que he leído la carta más de 10 veces y jamás pensé que alguien podría regalarme un trocito de su mundo y de su alma representados de una manera tan artesanal.
Gracias a Soraya por poner a Vane en mi camino, y gracias a Dios por este día tan especial en el que tengo tanto que agradecer.
Comments
Que fortuna que estas cosas sucedan .... esta es amistad de la buena.
Saludos y felicidades.
Te dije que te adoro?