Bitácora de Viaje: "Las Cosas Simples en Puerto Vallarta".

No sé porque razón pasa, pero a pesar de que no lo veas, una vez que llegas a donde se encuentra el mar, algo te hace saber que ya estás ahí.

Así han sido todas las veces que he estado muy cerca del océano... Bueno, esta era apenas la segunda vez, así que cuando llegamos a Puerto Vallarta, por más que buscaba en el horizonte el reflejo del agua, esta no se veía; pero el aire, el ambiente, además de un ligero y salado olor a húmedo, me hicieron saber -mucho antes de visualizar cualquier señalamiento en la carretera- que habíamos llegado por fin.

Ya era cerca del mediodía cuando empezamos a recorrer la avenida principal de ese puerto. Supe que era una calle importante, porque además del tráfico, en ambos bordes de la acera aparecieron uno a uno los hoteles de 5 estrellas, locales de la franquicia de "Sr. Frog", lo que de inmediato te sitúa en plena zona turística.

El hotel donde nos hospedamos estaba ubicado en pleno corazón del centro de la ciudad y pegado junto al mar. El trayecto desde la entrada al puerto, hasta ese punto donde terminaba nuestra travesía, fue un poco largo y lento, pero la vista era agradable en cualquiera de los dos extremos de la ventanilla desde donde quisieras asomarte.

Todo mundo comenzó a entusiasmarse en cuanto vio el mar... Parecía que el reflejo del sol sobre las olas, había borrado además de los indicios de una noche de tormenta, todo el cansancio y las horas acumuladas por el viaje en carretera.

Lo primero que vimos y nos impresionó a todos, fue un barco enorme que estaba anclado a la orilla del muelle. Era un trasatlántico ¡hermosísimo! que en cuanto lo descubrías no podías dejar de verlo y que por la vivacidad de sus colores, nos hizo saber de inmediato pertenecía a Disney World.

En la parte del casco, tenía un diseño padrísimo y la figura de un Mickey Mouse y un Goofy, ambos colgados de una especie de andamio, (tal y como si estuvieran pintando o reparando esa parte de la embarcación); Y yo, al igual que todo mundo -de haberlo podido hacer- me habría bajado ahí mismo para poder verlo más de cerca y tomarle algunas fotos.

El tiempo apremiaba y ya casi era la hora de la comida cuando por fin llegamos al hotel. Perdimos todavía más tiempo en lo que el enorme camión en el que viajábamos, intentaba estacionarse en la callecita estrecha donde quedaba ubicado el hotel y luego, en el proceso de bajar todo el equipaje y esperar a que nos asignaran las habitaciones se nos fue una buena parte de la tarde.

Una vez que estuve instalada, y como siempre contraria a los planes del grupo (cuando decidieron irse primero todos juntos a comer), yo preferí darme un baño, porque a pesar de que me sentía muy cansada, me moría ya de ganas de salir a "Saludar al Mar".

Después de 7 largos años de no vernos, el mar me ofreció un rostro muy distinto. Era similar a encontrarte después de tanto tiempo con un "viejo conocido", a quien luego de no verlo durante un período considerable, cuando vuelves a hacerlo, sabes que es alguien que conociste en el pasado, pero al mismo tiempo, te desconcierta porque sabes que ya no es el mismo...

El mar, con su estruendoso sonido, con sus olas insistentes golpeando sobre las rocas fue hacia mi encuentro y correspondió a mi saludo, pero de igual forma me hizo saber de algún modo, que pensaba acerca de mi, exactamente lo mismo que yo de él.

Sin importar que ambos ahora tuvieramos un rostro tan distinto, fue emocionante volver a verlo y esta vez si, desde la orilla, tocarlo y dejar que con la densidad de su espuma rodeando mis piernas y con las partículas de roca disgregada (que percibía con la piel bajo mis pies), me inspirara un profundo sentimiento de respeto y miedo.

Miedo, por experimentar tan sólo una milésima parte de su fuerza, y respeto por saber que esas olas que llegaban hasta a mi, representaban tan sólo un eco distante de todas las historias entretejidas en la parte más oscura de sus profundidades, que viajaron miles de millas náuticas, mucho antes de llegar hasta esa orilla para reencontrarse conmigo y también con todo aquel que quisiera acercarse a la playa y sentirlo.

Me sentía contenta, pero al mismo tiempo incompleta y extrañando mucho. Así que después de un breve lapso en que su majestuosa inmensidad acrecentó en mi el sentido de la lejanía, lo primero que se me ocurrió fue buscar un pedazo de madera o una roca puntiaguda que pudiera servirme para poder trazar un mensaje en la arena, de la misma forma que mi Mejor Amiga lo hizo algunos meses atrás en un lugar en el que yo nunca he estado.

Sé que fue poco original hacer eso, pero algo en mi interior me impusó a hacerlo. Era lo que sentía y necesitaba, así que poco después de que el mar borró por completo la leyenda que yo había escrito sobre la arena, se me ocurrió sacar de la mochila la grabadora de mp3 para comenzar a grabar el primer audio desde la playa.

Al parecer al mar no le gustó tanta solemnidad y nostalgia reunidas en una sola persona... Mhh... Cómo decirlo... Siento como que pensó que eso era algo que quedaba fuera de lugar en plenas vacaciones. Entonces, tal y como si el "espíritu travieso" de esa persona que yo tanto extrañaba se hubiera hecho presente; "El Mar" esperó a que estando yo totalmente confiada, grabando mientras caminaba con el agua cubriéndome hasta las rodillas, no pudiera hacer nada cuando de pronto una ola inmensa se me vino encima y me tiró.

En el suelo, embarrada de arena y toda mojada comencé a reirme sola de esa mala pasada que el mar me había jugado... Pero la risa me duró muy poco cuando en la mochila que llevaba atada a la espalda, comenzó a escucharse un zumbido bastante fuerte que transformó mi risa en miedo, al caer en la cuenta de que adentro de la mochila traía la cámara fotográfica y también el celular.

Como pude me levanté y abrí la bolsa de inmediato, la cámara a salvo, cuaderno de notas como "buñuelo" y con las hojas con todas mis anotaciones literalmente borradas y hechas "mierda", mientras que el celular con la pantalla en blanco y vibrando como si fuera a explotar...

Por fortuna, la cosa no pasó a mayores, el celular, después de casi 3 años conmigo, obviamente "murió ahogado", pero el chip (que era lo que a mi más me preocupaba), revivió en otro celular nuevo que compré en una sucursal de Telcel al día siguiente... Pero lo que siempre voy a recordar de esta anécdota fue: 1. Si Vane hubiera estado ahí, se habría reído de mi como 1/2 hora seguida y 2. Creo que al mar no le gusta la gente con tanta solemnidad.

Las Cosas Sencillas en Puerto Vallarta.


Pocos días son los que se necesitan para darse cuenta que Puerto Vallarta es una ciudad que según lo que necesites te ofrece mil rostros distintos.

Mi rutina, estando ahí era muy simple. Por la mañana me levantaba muy temprano (para agandallar el baño), luego salía a buscar donde desayunar, y ya "con la panza llena y el corazón contento", mochila cargada con cámara, una pluma muy especial en la bolsita de zipper, Cuaderno del Hippo y paraguas bajo el brazo, (puesto que ahí también todos los días llovía), salía para perderme durante todo el día con toda la intención de conocer la cotidianidad de la gente del puerto.

Al siguiente día de nuestro arribo, con el pretexto de ir a comprar un celular nuevo y buscar también el barco de Disney, recorrí a pie toda la zona hotelera y gracias a eso, encontré en el camino, la posibilidad de ver por primera vez en mi vida, como un río desemboca en el mar.

No tuve suerte, el barco de Disney ya se había ido -así me lo hizo saber una oficial de marina-, pero el no haber tenido éxito en mi búsqueda, representó la posibilidad de llenar mis sentidos con muchas imágenes y sonidos de una ciudad viva y en constante movimiento.

Puerto Vallarta es una ciudad que se encuentra distribuida en forma de "Media Luna". En la curvatura que bordea toda la bahía se encuentran todos los hoteles, restaurantes, antros y negocios enfocados a los turistas. El común de la gente vive en el otro extremo de la ciudad, y parecieran dos mundos distintos, en el que un lado de la moneda te ofrece la rutinaria quietud de las zonas residenciales, mientras que en el otro, el bullicio y el continuo ajetreo de los turistas nacionales y extranjeros que llegan procedentes de todos lados.

Eso lo descubrí abordo de un camión urbano, en donde tuve oportunidad de conversar con una chica que por mi acento norteño, se dio cuenta de inmediato que yo venía de fuera, mientras que ella, con esa peculiar forma de hablar que tienen los costeños, durante los minutos que duró el trayecto de la zona hotelera hasta el punto donde yo tenía que bajarme para llegar hasta mi hotel, me compartió un breve resúmen de su vida, de las cosas que hacía, me invitó a comer a su negocio, y todavía aparte me dio instrucciones de como llegar hasta el zoológico de Puerto Vallarta.

Que el atardecer te sorprenda en El Malecón de Puerto Vallarta es toda una experiencia, pues a medida que el sol comienza a declinar, la calle comienza a llenarse de gente que va y viene por ambos extermos de la acera y la atmósfera que se percibe te hace sentir como si tu mismo formaras parte de una gran fiesta que dura hasta el amanecer.

Barco Pirata "Marigalante".

Mientras caminas, tienes la visión del mar, adornado con los primeros destellos de luces en la oscuridad de embarcaciones antiguas como "El Marigalante" (un barco pirata que ofrece un recorrido por toda la bahía y en cuanto el cielo oscurece presenta un espectáculo de luces y juegos pirotécnicos). Una anécdota curiosa es que la primera vez que lo vi me asustó con el estruendo de sus cohetes que al no ubicar yo de donde procedían pensé que eran "balazos" (la paranoía de provenir de una ciudad violenta a todo lo que daba).

Pelícanos descansando sobre el techo de uno de los hoteles.

Están tambien los pelícanos, que con su "vuelo perfecto" te transmiten tanta paz al sobrevolar a escasos milimetros del agua. Por desgracia, el lente de mi cámara nunca pudo captar uno planeando y dejándose llevar por el viento antes de doblar sus alas y posarse sobre las aguas, sorteando el vaivén de las olas... Durante todos esos días que estuve en Vallarta, pasé muchas horas sentada en la arena nada más para ver lo más de cerca posible ese espectáculo infinito.

Pero más allá de la visión natural del mar, El Malecón te ofrece también un museo al aire libre donde el arte urbano de los escultores que moldean figuras de arena y las estatuas de bronce te llevan a imaginar un mundo de historias y leyendas que se relacionan con el mar.

Las esculturas de bronce que vas descubriendo a medida que avanzas entre la gente es quizá lo que más te sorprende. Hay algunas con formas y figuras armónicas, tal es el caso de "La Fuente de la Amistad", que se ubica en pleno corazón de la zona céntrica de Puerto Vallarta y cuyos delfines entrelazados, elaborados por el artista James Bud Bottoms, fueron una donación del gobierno de Santa Bárbara, California para conmemorar la hermandad de ambas ciudades. Se esculpió a partir de una leyenda indígena de los indios de california, que cuenta que unos hombres naufragaron y lograron salvarse convirtiéndose en delfines.

La Fuente de La Amistad.

También está la figura de "Tritón y Nereida", obra de C. Espino. Esta escultura fue colocada en 1990, y "El Caballito", de Rafael Zamarripa, (que según cuentan fue derribada por fuertes vientos cuando estaba en la zona de Olas Altas) y la que se encuentra ahora sobre El Malecón es una réplica de la anterior.

"Tritón y Nereida"
"El Caballito"
"La Naturaleza como Madre"

Está también la escultura de "La Naturaleza como Madre" del artista Adrián Reynoso, "La Rotonda de los Magos", ubicada exactamente a la mitad del corredor del Malecón y que son 7 figuras eclécticas en forma de silla elaboradas por Alejandro Colunga.

"La Rotonda de Los Magos"

Muy cerca de ahí también se encuentra "La Nostalgia" de Ramiz Barquet, que representa la nostálgica figura de dos enamorados tal vez despidiéndose durante una puesta de sol.

"La Nostalgia"

A lo largo de toda la calle vas encontrando diversas figuras, algunas simpáticas y alegres, mientras que otras son impresionantes y grotescas.

"Los Milenios"

Dos de las que más me llamaron la atención fue: "Los Milenios" de Mathis Lídice, y que es una escultura conformada por una mujer con una paloma entre las manos (en la parte más alta de la escultura), seguida de la figura de un hombre al que le falta un ojo y tiene expresión cadavérica con un mundo entre las manos. Sobre el borde de una especie de ola o ramificación (de la que se encuentran todos sostenidos), está otro hombre con una espada y entre uno y otro hay varios animales y figuras representativas del mar.


Si contemplar de cerca "Los Milenios" resulta impactante, más lo es, encontrar a tu paso una peculiar escultura de dos niños subiendo una escalera, mientras un tercero los observa desde abajo con una expresión de desconcertante angustia. Esta figura se llama "La Búsqueda de la Razón", es una obra de Sergio Bustamante, fue colocada en ese sitio en 1999, y es conocida también como "La Escalera".

Estas dos esculturas me dejaron pensando mucho. Sentada en la banqueta que bordea esa parte de Puerto Vallarta, pasé mucho tiempo observándolas y en un principo pensé que en ambas representaciones, los artistas probablemente quisieron transmitir el miedo y el sentimiento de angustia que padecen quizá durante sus últimos minutos las personas que mueren en las aguas del océano.

Quizá esa fue tan sólo una idea extraña, pero lo que si era un hecho es que habían ahí otras esculturas, y hasta en el interior de los "antros" podías encontrar figuras extrañas relacionadas quizá con las deidades y leyendas del mar... La verdad es que si hubiera tenido más días disponibles en Vallarta, me habría dado a la tarea de investigar las historias de cada una de esas esculturas, para luego compartirlas.

Así transcurrieron mis días junto al mar. Durante el día recorría las calles, por las noches realizaba un paseo nocturno dejándome envolver por la arquitectura colonial de los templos y construcciones realizadas por los primeros habitantes de ese puerto, cuyo silencio imponente se mezclaba con los contrastantes sonidos y el ambiente de fiesta, provenientes del teatro al aire libre, de la placita central y de cada rincón de la Avenida Morelos.



Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, Catedral de Puerto Vallarta.

Al final del día, siempre me sentaba a la orilla del mar sobre alguna de las rocas. A veces escribía desde ahí o en el lobby del hotel (antes de irme a dormir), pero creo que en Vallarta aprendí un poco -aunque todavía me cuesta trabajo- a estar sin más compañía que mis propios pensamientos, y que no importa el lugar a donde vayas, todo lo que tu eres, tu presente, tu pasado y sobre todo, tus miedos, siempre van a estar contigo, donde quiera que estés.

No la pasé mal, valoré mucho caminar de noche en las calles sin tener miedo a que pudiera pasarme algo, (hacía mucho tiempo que no sabía que se sentía hacer eso), disfruté muchísimo el no tener que darle cuentas a nadie y decidir por mi misma a donde ir sin tener ninguna prisa, así como no tener que consultar o tomar en cuenta la opinión de alguien más al momento de decidir que comer o que lugar visitar.

A Vallarta, fui a recordar, pensar y planear todo lo que quiero y lo que no quiero para mi futuro inmediato. El Mar, sin quererlo, al acompañarme cada noche y durante cada mañana (casi al amanecer), me otorgó algunas respuestas, que quizá pudieron no ser las que yo esperaba escuchar, pero al menos me sirvieron para valorar todo cuanto tengo y no tengo en el presente.

No sé hasta cuando vuelva a verlo de nuevo, no sé si volverán a pasar muchos años otra vez antes de que podamos encontrarnos, y quizá teniendo eso en mente, la mañana que emprendimos ya el camino de regreso, no me quise ir sin despedirme de él y aunque en mi cabeza estaba la idea de contemplarlo tan sólo por un instante, no pude hacer eso y terminé aprovechando hasta el último minuto de mi estancia ahí.

El mar me despidió, regalándome después de varios días grises y con lluvia, la primer mañana soleada. Era como si en cierta forma, los reflejos brillantes sobre el agua representaran como si el mar esbozara una gran sonrisa... Y aunque no sé si yo correspondí de igual forma a eso, lo toqué por última vez, mientras al mismo tiempo guardaba en mi interior el recuerdo de su aroma y sus sonidos, a los que he recurrido una y otra vez en los momentos en que más he necesitado paz.

Hay un epílogo que culmina esta historia, pero eso definitivamente eso es parte de las últimas páginas de esta Bitácora de Viaje, que en unos cuantos días vendré a compartir.

Continuará...

Comments

Ya te lo dije en otro comentario, una historia bien contada, acompañada de buenas imágenes, y las historias de cada cosa típica del lugar me llevaron a estar ahí, esa es una de las tantas cosas que admiro,tu forma de contar, sos una gran "contadora" y no tiene nada que ver con los números, sos mi contadora de historias preferida.

Sobre tu caída al mar tengo algo para decirte. 1- No necesité estar ahí para reirme, cuando me lo contaste no paré de hacerlo por esa media hora que mencionas.
2- Dijiste mierda? che! no hables así, me recordaste a alguien que habla mal y con acento cerrado.

Bueno Martu, creo que falta poco para que la historia de tu viaje se termine, te digo que vas a ver el mar más pronto de lo que te imaginas, y si no ves el mar, seguro te voy a presentar el Rio de la Plata, y mi querido Rio Uruguay.

Te dejo un abrazo de oso cómo siempre, y para siempre.

PD. Todavía no lo puedo creer, de verdad dijiste mierda? voy a leer otra vez el post, creo que te estás juntando con gente que no debes.
Anonymous said…
hola
saludos
chidas fotos
me gustaron
cuidate muchote
me voy que mañana entro a las 7 de la mañana y me toca levantarme a las 5

byE

saludos desde mi casita
Ericarol said…
Hola Martuchis:

Con perdón de Vane, dí la mala palabra que comienza con "m" todas las veces que quieras. Sé que a ella le vas a hacer más caso que a mí, pero...verdad que se siente bien, de cuando en vez soltar una palabrota? Sorry Vane!!!!

Aaaanyway.... me ha encantado tu escrito, sobre todo, porque el mar y yo somos cómplices. Al contrario de ti, lo he visto mil veces, pues vivo en una isla y rodeados de hermosas playas de blanca arena, pues es parte de nuestras vidas.

Sobre todo, eso de viajar y dejar que los pensamientos se apoderen de nosotros, tiene una gran ventaja. Se dejan "ser". Viva la soledad!!!!

Un beso grande. Espero el epílogo.

Yo.
Anonymous said…
Hola, espero que este viaje te haya relajado mucho. Nunca he visto el océano Pacífico, las veces que he ido al mar pues han sido al puerto que me queda más cerca (ya sabes cual :P). Allí puedes ver el sol salir del agua cada mañana... y bueno, cuando hay carnaval, es un relajo.

Saludos, y espero que estes bien
SERHUMANA said…
Que bueno tu relato, casi casi que viajamos con vos!!!!!!!!! Me encantaron las fotos. Eso que decis de caminar sin miedo por la noche, cuanto hace que no puedo hacer eso!!!!!!!!!!!
Las esculturas, como bien decis, son para analizar e investigar. La foto del barco pirata me parecio una de las mas hermosas. Y las del mar por supuesto.
Y que cierto, lo que somos, lo llevamos con nosotros, a donde vayamos.
Un Beso.
M a r u said…
Me hiciste recordar cuando yo fui al mar, hace muuuchos años. Muy buen post martha, saluditos :)
Anonymous said…
¡Que padres fotos Marthita! en especial la toma cerrada del barco, esa colorida donde se ve la silueta de Mickey. tu si tomaste bastantes en tu viaje, que lástima que estuviera nublado, de todos modos se ve muy padre, porque se ve dónde andubiste y qué te llamó más la atención.
¡Saludotes!
Victoria said…
me encanto como describes el revolcon de ola que tuviste, yo la verdad es que me gustan las playas pero el mar y yo no nos llevamos bien,y el sol y yo menos! pero si que Vallarta es un destino al que debo de ir por todo lo que es no solo la playa...

Si creo que fue el mar es que dijo BASTA de tanta solemnidad y te dio un momento asi, y ademas que chido para tu celular viejito que murio en el mar... que romantico no???

digo yo

Victoria
Anonymous said…
uy ! a Vallarta fui cuando tenía como 11 o 12 años, algo así, nada más recuerdo que mi papá dijo que nada de traje de baño y eso que era una escuinclilla, que tiempos aquellos...

Muy padres tus fotos y la reseña como siempre, si que tienes muchas cosas que contar con este viaje que hiciste, que bien!

Un abrazo

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