Bitácora de Viaje: El Encuentro.
Vista aérea de San Salvador.
Viernes 26 de diciembre de 2008.
Todavía en tránsito y algunas veces sobre el aire...
El amanecer de un nuevo día me alcanzó "en el aire", y el sol me sorprendió matizando la delgada línea del horizonte de un tímido tono rosado (que poco a poco se volvió más intenso hasta que se apoderó por completo del cielo); tal y como si hubiese sido una acuarela mágica que constantemente se transformaba de color.
Tras dos horas de vuelo, en las que aproveché para dormitar un poco; la voz proveniente de la cabina del piloto y que anunciaba que en breves minutos la aeronave aterrizaría en el Aeropuerto de San Salvador, propició que de nueva cuenta mis sentidos se pusieran en alerta y al asomarme por la ventanilla contigua a mi asiento, descubriera que era ya de día...
Estábamos sobrevolando sobre el mar y conforme el avión descendía, la fisionomía del paisaje me reveló un país del cual yo sólo tenía referencia a través de familiares, y que en ese instante, en el que representaba el primer punto -y al mismo tiempo la primer escala de mi viaje- me fascinó el hecho de que en esa primer impresión me ofreciera su mejor cara: un cielo abierto y despejado y en el espacio donde terminaba el agua, el color verde, -señal inequívoca del dominio absoluto de la madre naturaleza- y que predominaba hasta en los costados de la pista de aterrizaje, fue en cierta forma como la sonrisa amable y cordial de bienvenida que me regaló ese país.
Pista del aeropuerto de San Salvador.
El vuelo llegó muy puntual. Faltaban cerca de dos horas para que partiera el segundo avión que debía tomar para continuar mi camino hacia Montevideo; pero el tiempo que transcurre en lo que desciende toda la gente, consume más minutos de los que alguien pudiera imaginar.
El primer acierto que le reconocí a la aerolínea, fue que ya no tenía que preocuparme por andar cargando la maleta (pues desde el aeropuerto del D.F. ellos la documentaron para que permaneciera en tránsito entre cada país y yo ya la reclamara hasta llegar a Uruguay)...
Hasta ahí todo iba muy bien y lo único que me intranquilizaba un poco era el hecho de desconocer la ubicación de la sala de abordar para tomar el siguiente vuelo de la escala, y estar a tiempo para poder hacerlo.
Por fortuna eso no representó mayor problema. El aeropuerto de San Salvador no es muy grande, además desde antes de aterrizar, dentro del mismo avión los sobrecargos de la tripulación daban a conocer a través del micrófono en que número de salas y a que horas partían los demás vuelos que eran conexión hacia otros destinos de la misma aerolínea.
Así se ve cuando llegas al Aeropuerto de San Salvador.
Tuve mucha suerte, que la sala donde se ubicaba el siguiente punto de partida estaba a muy pocos metros del andén donde el avión me había dejado. La verdad la espera ahí no se me hizo muy larga.
Int. Aeropuerto de San Salvador.
Media hora antes de la hora indicada para el despegue con destino al aeropuerto de Lima, Perú, ya estaba yo formada en la fila para subir de nuevo al avión... No estaba nerviosa, pero conforme el tiempo pasaba yo me divertía "averiguando disimuladamente" las nacionalidades de la gente que iba y venía por toda la sala y apostada en la misma fila que yo (cosa que no era muy difícil de adivinar porque todos los pasaportes eran de colores distintos y en la portada tenían impreso con letras doradas el país de procedencia).
Mientras que ya más en serio, tomaba consciencia también de que la distancia se estaba acortando y cada vez estaba más cerca de Vane y de descubrir si todo sería como tantas veces lo hablamos o si llegar a su país para encontrarme con ella, sería también como lo imaginé.
Respecto a eso, cada vez que alguna idea relacionada con ella venía a mi mente, me ponía un poco nerviosa; pero yo no quería que eso me afectara y se sumara a la preocupación que yo tenía por los horarios entre las distintas conexiones y por ubicar salas de abordaje en aeropuertos de países que yo en mi vida había pisado...
Así fue como partí en punto de las 9:00 am directo hacia Lima, Perú.
Esta vez la travesía duraría 4 horas, llevaba ya cerca de 14 horas sin dormir, pero no me sentía para nada cansada. La desvelada lograba ahuyentarla dormitando -no del todo- durante lapsos de tiempo muy breves, y creo que lo único que me mantenía en mis 5 sentidos era la emoción de saber no sólo que esa era la primera vez que me metía en una aventura tan descabellada, pero al mismo tiempo tan emocionante de aventarme yo sola en un viaje tan lejos de casa para ir tras la búsqueda de alguien que viviendo en un pais tan distante se convirtió en parte esencial de mi vida, -y también irónicamente- en la persona que mejor me conocía y desde hacía poco más de 1 año era quien a nivel introspectivo más cerca estuvo siempre de mi.
La comida, alguna película a la que no le puse mucha atención y el panorama que de modo constante me sorprendía tras el cristal de la ventanilla, hicieron que el tiempo se pasara mucho más de prisa.
Sobrevolando Lima, Perú.
Por tercera ocasión en casi 9 horas de vuelo (sin contar los tiempos de espera en los aeropuertos), cuando el avión empezó a descender, lo primero que descubrí fue el mar de Perú; repleto de barcos que desde el aire te daban la impresión de estar sobrevolando sobre un océano invadido de navíos tripulados por piratas.
Era casi la 1 de la tarde, y el cielo en el país de la cultura Inca era demasiado denso (no supe definir si por lo nublado o la contaminación); y estando una vez ya también más de cerca, me dio la impresión de que tanto el puerto como la playa no eran para nada turísticos, pues las embarcaciones y todo lo que había en tierra, tenía más apariencia de tráfico marítimo a nivel industrial.
El Aeropuerto en Lima es muy grande y también muy bonito. A pesar de que en ese punto del viaje, el tiempo de espera sería de apróximadamente 8 horas, nunca me aburrí, pues aparte de ir preparada con dos libros (uno que terminé durante la madrugada en el aeropuerto del D.F y otro de Fernanda Familiar y que dejé después de un rato porque no me gustó mucho que digamos); desde el momento en que la agencia de viajes me entregó mi itinerario de viaje yo me había "mentalizado" para tratar de pasar esa "espera" lo más tranquila y paciente posible.
Yo soy de las que creen, que las cosas siempre suceden por algo, por esa razón considero que fue una suerte que en Lima fuera la escala más grande, pues en ese pasillo enorme que por momentos se llenaba de turistas de todas las nacionalidades y de repente volvía a quedarse completamente desierto; había mucho que observar y conocer.
Lo primero que me llamó la atención de ese lugar fue como el panorama en ambos extremos de los muros de cristal que resguardaban ese sitio del mundo exterior podía ser tan distinta estando dividida por un solo pasillo.
De un lado, el panorama de los barcos en altamar difuminados por una especie de niebla, casi, casi fantasmagórica... Mientras que al otro extremo, la realidad que todos conocemos en el mundo real y en cualquier país: edificios, movimiento de gente y tráfico de vehículos que era la antesala de una ciudad que a escasos 15 minutos de distancia, te podía ofrecer ya por completo el reflejo de un país tan vivo y dinámico como lo puede ser otro en cualquier punto del planeta y a esa hora del día.
Supongo que al igual que yo, mucha gente también se encontraba ahí en la antesala para partir hacia otro lado. Observando las diversas pantallas colocadas en puntos estratégicos del aeropuerto, descubrí que los destinos eran muy diversos, pues iban desde Río de Janeiro, Caracas, Venezuela o atravesar hasta el otro lado del océano para llegar a España.
Pero lo que llamó mi atención no fue eso, sino la forma como los diversos turistas se entretenían; algunos sentados vilmente sobre el suelo, mientras que otros se gastaban las horas de espera durmiendo con la misma placidez (que si estuvieran en su casa), sobre los asientos de las diversas salas de abordaje y sin importar que todo el que pasara los pudiera ver y hasta oír roncar.... Zzzzzzzz....
El resto del tiempo me lo gasté revisando el famoso "Cuaderno del Hippo", (que lo había terminado apenas una noche antes y tenía planeado fuera una de las primeras cosas que le daría a Vane en cuanto la viera), tomando fotos, revisando mis notas de la noche anterior durante la espera en el D.F, y anotando también en mi libreta las cosas que más me llamaron la atención de cada lugar en el que había estado durante ese día y que sabía después me servirían para escribir La Bitácora de Viaje que subiría al blog.
El espacio de tiempo entre las 3 de la tarde, hasta las 9 de la noche, representaron el lapso en el que apenas comencé a desesperarme, pero por suerte, la aerolínea fue nuevamente puntual y a las 9:30 de la noche ya estaba yo de nuevo a bordo del avión, y a punto de completar la última parte del viaje antes de encontrarme con Vane.
El vuelo de Lima a Montevideo hizo que el día 26 se terminara en el aire; no sé si porque ya era el último trayecto de un viaje tan largo y pesado, que todo lo que pasó sobre el aire volví a percibirlo como si fuese un sueño de esos en que vives todo de manera muy nítida y real.
Los asientos de al lado iban ocupados por un matrimonio ya grande de Venezolanos... Era tan frío e indiferente el trato entre ellos (a pesar de que al parecer viajaban en familia con sus hijos en otros asientos en otra parte del avión), que lo único que pensé antes de dormirme fue en que no me gustaría para nada terminar un día como ellos...
Estaba tan cansada, que fueron ellos quienes me despertaron para que no me quedara sin comida cuando la azafata pasó por el pasillo con el carrito de la cena.
Después de eso ya no pude volver a dormirme, perdí la noción del tiempo y no supe tampoco cuánto había pasado desde que salimos de Lima; pero intuí que ya estábamos muy cerca, porque una constante durante todo el viaje fue que cada vez que comenzaban a dolerme los oídos, era porque el avión había disminuido la altura y a los pocos minutos se prepararía para ya aterrizar.
En ese punto del viaje, yo ya lo único que quería era LLEGAR... Mi desesperación porque por fin eso sucediera se discipó por completo, cuando al intentar acomodar la almohada sobre la pared del avión para recargarme ahí e intentar dormir por otro rato, a través de la ventanilla me emocionó muchísimo descubrir el cielo más hermoso y estrellado que mis ojos hubieran visto en muchos años... Estaba ya en Uruguay, y recordé que Vane me había dicho que eso iba a ser lo primero que me sorprendería y con lo que me iba a encontrar al llegar a su "paisito" y así fue.
Vista Exterior del aeropuerto de Carrasco, en Canelones.
Eran las primeras horas de la madrugada del Sábado 27 de Diciembre... Por fin había llegado la tan esperada fecha de "El Encuentro". Cuando el avión comenzó a descender y Montevideo me ofreció una vista hermosa de su bahía, iluminada de modo parcial a través de los faros de luz que se extendían a lo largo de la playa; el corazón y los nervios se apoderaron de mi, porque de un momento a otro estaría ya frente a Vane.
Cuando el avión tocó suelo Uruguayo, yo veía el edificio que albergaba las instalaciones del aeropuerto de Carrasco (que era de dos pisos). Desde el avión se veía que en la parte alta se alojaban "salas de espera" y no sé porque me imaginé que probablemente Vane podría estar en una de ellas.
Mientras la gente se preparaba para iniciar el descenso en el aeropuerto (de una forma tan lenta, que para mi siempre resulta desesperante y esta vez ¡me pareció eterna!), algo en mi interior se estremeció porque en el fondo yo sabía que mi Mejor Amiga ya estaba ahí... Esa sensación o certeza de que ella me esperaba ya en algún punto de ese sitio no me abandonó ya a partir de entonces, y por esa razón yo lo único que quería era que todos se bajaran ya, o por lo menos me dejaran pasar para bajar yo primero; pero una vez más, tuve que esperar pacientemente a que fuera mi turno.
El avión llegó mucho antes de la hora prevista para el arribo... Creo que eran las 4:30 de la madrugada, pero al aterrizar en el aeropuerto, como la aeronave se detuvo en una parte no muy cercana al aeropuerto, todos los pasajeros del vuelo tuvimos que abordar un pequeño autobús que nos dejó justo en una de las entradas de las instalaciones.
Estando ahí todavía perdimos cerca de 45 minutos más en lo que todos los pasajeros formamos una fila para pasar a la aduana que nos daría acceso al país y donde además del pasaporte, tenías que entregar un formulario que previamente todos los que teníamos como destino final Uruguay, llenamos desde el avión.
Después de pasar por la aduana y tener que atravesar la tienda "Duty Free" fui de inmediato por mi maleta (que por suerte ya estaba ahí) y salí entonces por una especie de puerta grande donde lo primero que encontré fue un montón de gente formando como una especie de valla en forma de media luna, porque muchos de ellos esperaban apostados ahí el arribo de sus familiares.
En sus rostros vi reflejados sentimientos muy diversos, que iban desde la sorpresa y la desesperación por ya descubrir entre los pasajeros a alguien; mientras que en algunos otros la alegría, hacía mucho más coloridas y visibles las cartulinas con leyendas de bienvenida que portaban entre las manos; pero a pesar de que observé con detenimiento -sólo por precaución- yo sabía que Vane, no estaba entre esa multitud.
Una vez que comprobé eso, lo primero que decidí hacer fue tratar de zafarme de todo ese conglomerado de personas; y al dar la vuelta para atravesar la última parte de la "Valla Humana" entre un par de personas que estaban algo separadas una de otra, descubrí la silueta de una chica que caminaba de un extremo a otro del aeropuerto... Iba toda vestida de mezclilla y la forma y el color de su pelo me revelaron que ¡era ella!, ¡era Vane! ¡y todavía no me había visto!
Aprovechándome un poco de esa situación me acerqué lo más que pude en silencio y fue cuando ella, al dar la vuelta para regresar y caminar hacia el otro extremo, se encontró conmigo y me sonrió...
No recuerdo si le dije algo, si la saludé, o si tan sólo me quedé pasmada... Con la maleta en la mano, mientras ella me sonreía y lo primero que me dijo fue creo: ¿Cómo andas? ¿Todo bien? mientras el color tan peculiar y transparente de sus ojos me transmitió toda su alegría, pero al mismo tiempo todo ese cúmulo de emociones que iban de los nervios, pasando por la incertidumbre y la preocupación.
Llevaba entre las manos una pequeña Jirafa que reconocí como la del personaje de "Madagascar". Y después de darme un abrazo tan cálido y fuerte, que me hizo saber que valió la pena todo el esfuerzo para llegar hasta ese punto; puso en mis manos esa figurita de esponja color amarillo con manchitas cafés; y juntas empezamos a caminar en dirección opuesta a todo el tumulto, para llegar hasta unas bancas colocadas en el pasillo del aeropuerto y que asomaban hacia el exterior... ¡Uruguay por fin!!!
Ese momento yo lo imaginé muchas veces durante más de 1 año... Vane y yo hablábamos mucho acerca de eso incluso, pero a diferencia de como tantas veces yo había pensado que reaccionaría, yo no estaba para nada nerviosa, pero aún así no me la creía que era Vane, mi Mejor Amiga quien estaba frente a mi...
Ella me hablaba con toda la naturalidad del mundo, pero yo sabía que estaba súper nerviosa por la forma como me decía las cosas. Me preguntó si no estaba cansada, que cómo había estado el viaje, que llegó a pensar que ese vuelo no era en el que yo venía, y durante esos primeros minutos yo prácticamente permanecí en silencio, porque quería atrapar en mi interior y en mis recuerdos lo más que se pudiera de ese instante, en el que la transparencia en la mirada de Mi Mejor Amiga y su sonrisa, fueron lo que me hizo comprobar que ella era mucho más de lo que yo había conocido a través de interminables charlas en el messenger y más de 500 correos que fueron los medios que me permitieron no sólo saber y aprender quién era ella, sino darme cuenta de que era una chica muy distinta y especial, y por esa simple razón yo tuve mucha suerte de que un día, y entre tantos sitios de internet, ella me encontrara a mi.
Todo el temor de que las cosas no fueran iguales a como tantas veces ambas lo planeamos, y sobre todo: que el trato ya estando una frente a otra fuera a ser distinto, se evaporó a los pocos minutos de que yo llegué.
La verdad a mi me hubiera encantado que en "El Primer Encuentro" las cosas no hubieran sucedido tan rápido; y por eso me quedo con todas las emociones experimentadas desde el instante mismo en que durante el último trayecto del viaje supe que iba camino a Uruguay.
La sensación tan peculiar al estar en la sala de abordar todavía en Lima y escuchar mucha gente que usaba las mismas frases y hablaba con el mismo acento que Vane, (y me hizo experimentar por un segundo que iba ya camino a un país que yo había estado aprendiendo a amar y sin serlo, yo ya sentía como mi casa)...
La sonrisa del niñito de los churritos rubios que salía corriendo por todo el pasillo y al llegar a donde estaba yo se detenía para sonreírme; también el cielo estrellado que me llenó el corazón de esperanza; la primer imagen que tuve de Vane y su sonrisa; la fortaleza -y al mismo tiempo la ternura- que me transmitió con sus primeros abrazos en el aeropuerto (algo a lo que recurro cada vez que me siento triste o la extraño); o la imagen de ambas apostadas en la parada de autobuses, platicando como si nos conociéramos de toda la vida, mientras esperábamos a que llegara el transporte que nos llevaría a la playa de Parque del Plata (lugar al que partimos de inmediato para atender la invitación de su familia para alcanzarlos ahí).
Mientras todo esto sucedía, en Uruguay estaba amaneciendo ya. El cielo era claro, lleno de matices e impresionantemente transparente; al igual que lo era el espíritu de esa niña que yo tenía frente a mi, y de quien en los siguientes días iba a aprender y conocer...
Viernes 26 de diciembre de 2008.
La versión de Vane desde Uruguay...
El “bus” que me llevaría a Montevideo salía a las doce treinta del mediodía, seis horas de viaje me separaban de la capital del país, esa era mi parada antes de ir al encuentro de Martu.
El viaje fue largo, a pesar de que sólo eran quinientos kilómetros para mí fue eterno, yo creo que los nervios y la ansiedad me jugaron una mala pasada, no logré concentrarme en el libro de Isabel Allende que había elegido para que el tiempo pasara más rápido, mis pensamientos estaban en que Martu tenía que viajar mucho, hacer escalas muy, muy largas, y sobre todo tomar cuatro aviones, además yo sabía que traía un poco de gripe, ya quería verla y cerciorarme de que todo había salido bien.
Llegué a las seis treinta de la tarde, ahí me esperaban una amiga y sus dos pequeñas (hacía más de un año y medio que no las veía, así que la ocasión también fue buena para saludarlas). A pesar de que hablamos mucho, y tratamos de ponernos al día con todo lo que había pasado en ese tiempo sin vernos, yo no dejaba de mirar el reloj, las agujas cada vez pesaban más, y cada segundo era una eternidad.
La falta de comunicación con Martu propició que yo estuviera más intranquila, es que no era fácil, ella venía de tan lejos a un lugar que sólo conocía a través de mis palabras, pero aún así no dejaba de ser un territorio desconocido para ella.
Yo sabía que esa noche no iba a dormir, así que mi amiga decidió acompañarme despierta hasta que yo fuera por Martu, el vuelo proveniente de Lima-Perú estaba previsto para las cinco y cuarto de la madrugada.
A las cuatro en punto un taxi pasó por mí para llevarme a la cuidad de Canelones, allí se encuentra el aeropuerto de Carrasco, está muy cerca de Montevideo, así que en cuarenta minutos yo ya estaba en el lugar.
Ya dentro del aeropuerto me senté a esperar... "Sentar a esperar" es sólo una expresión, porque caminé tanto dentro del lugar que estoy segura de que el piso aún conserva las huellas de mis tenis. No tenía otra cosa en la cabeza más que ver a mi amiguis.
Por fin llegó la hora, los pasajeros comenzaron a salir para ir al encuentro de los suyos, Martu se hacía rogar, yo llegué a pensar que ese avión que había llegado no era el suyo, tanta espera casi acaba con mi vida.
Yo seguía caminando, y caminando, hasta que de pronto me encuentro de frente con una imagen que me dio tanta alegría y tranquilidad, ¡era Martu!!!.
Mis nervios, angustia, ansiedad, cansancio todo eso desapareció al darle el abrazo que muchas veces le había prometido y por culpa de la distancia nunca le había podido dar, era tanta mi alegría que sólo pude pronunciar algunas palabras para preguntarle como estaba.
Ahora todo estaba bien, ahora dependía de mí que Martu pasara las mejores vacaciones de su vida, se sintiera cuidada, feliz, mimada, y sobre todo querida.
"Melma" fue el cómplice perfecto, ya que fue el primer regalo que le di a Martu en vivo y en directo, también permitió romper el hielo, y desde ahí todo fue como siempre, la complicidad, confianza, amistad, y el cariño estaban ahí para que las mejores amigas lo disfrutaran, y recuperan el tiempo que la vida les había negado.
Comienza la aventura, y yo soy la más feliz de revivir todo y cada uno de los días que tuve la bendición de compartir con Martu, y no exagero si digo que fue de las mejores cosas que me han pasado en toda mi vida.
Comments
Vos me permitiste hablar de lo que yo sentí en ese momento, creo que no se me escapó nada y todo está en tu blog, pero no me cansaría de escribir y contar la emoción que me dio verte por primera vez en vivo y en directo, poder abrazarte, y decirte en la cara la hermosa sonrisa que tenés –iba a decir otra cosa, ssshhhh si, iba a decir eso que estás pensando y tiene que ver con tu sonrisa pero no suena muy elegante, jajajaja-
Ahora nuestra próxima parada la playa de Parque del Plata, ahí nos espera parte de mi familia para darte la bienvenida y puedas conocer algo más de nuestro país, para después viajar al lugar donde yo vivo.
Está demás decirte que esta bitácora es la que más voy a disfrutar, la razón es obvia, pues en ella estamos juntas, y recordando los maravillosos días que nos tocó convivir y todas las cosas que hicimos, y todas las situaciones que propiciaron que nos muriéramos de la risa.
Bueno tesorito el día está gris acá, hace 3 días que llueve y yo me inspiro para tratar de escribir, también para recordar todos los momentos, es una forma de que sean eternos y me alegren el día en caso de que la nostalgia o la tristeza me asalten.
Que tengas un hermoso día, gracias, gracias por tu maravillosa parte del viaje, como siempre sos la mejor contadora de historias, mi bloguera preferida y sobre todo la amiguis ideal.
Te dejo muchos besos, abrazos, y mimitos.
¡Te adorooooooo!!!
P.D. todo lo que hice para conseguir a Melma se merece un post aparte jajajaja.
Es estupendo leer tan positivo. Espero la continuación.
1 abrazo
verdaderamente una espera que ha tenido su recompensa...!!
feliz día a las dos!!
erika f.
(se me ha olvidado mi contraseña)
Paso a retirame después de este espontáneo ataque religioso.
Amén!
Es un honor tener a tu Martu por aca, aqui te la cuidaremos hasta un proximo destino que las reuna nuevamente....
siganle que me tienen comiendome las uñas!
Pasamos muchos momentos muy padres en Uruguay y visitamos muchos lugares, ya iremos compartiendo todo poco a poco en el blog.
Esta tiene que ser la mejor Bitácora de Viaje sin duda alguna.
Buen finde a todos y gracias por pasar.
Me llama mucho la atencion que la vida puede situarnos en una lejania incluso inimaginable, pero Dios se encarga de juntar a dos corazones para ser uno solo, como tu y Vane.
Te mando un beso grande grande!!
sorprendente
viajar tan lejos para conocer a tu mejor amiga, no tiene precio
bueno, tiene precio el viaje, pero no los momentos y los buenos recuerdos que seguramente quedaran ahi por un buen de tiempo
saluditos y que bueno que fue una experiencia tan genial
=D
byE
Que bien que por fin te encontraste con Vane,que emoción ya era hora!! y bueno espero yaa otra bitacora de viaje :)
Un abrazo
Muy lindo que internet pueda construir amistades tan lindas como la de ustedes!!!!!!!!!!
BESOS A LAS DOS!!!!!!!!!!