Sobre Jesús y Los Días de Guardar...
Hace algunas semanas, cuando iba de camino hacia la oficina de FB! me encontré con este contenedor que me llamó la atención mientras esperaba a que la luz del semáforo cambiara.
Volví algunos días después, porque aparte de que quería tomarle una foto para subirla al blog, me quedé pensando en que fue una excelente idea de la persona, agencia de publicidad o iglesia que se le ocurrió diseñar esta campaña; puesto que nada más de imaginar a todas las personas que pasaron en algún momento del día por el crucero donde se encuentra ese contenedor, y al verlo, les llamó la atención, se quedaron pensando -o al igual que a mi- les dio curiosidad entrar al web site para averiguar: ¿de qué se trataba?, ya desde ese instante la campaña resultó ser exitosa.
Volví algunos días después, porque aparte de que quería tomarle una foto para subirla al blog, me quedé pensando en que fue una excelente idea de la persona, agencia de publicidad o iglesia que se le ocurrió diseñar esta campaña; puesto que nada más de imaginar a todas las personas que pasaron en algún momento del día por el crucero donde se encuentra ese contenedor, y al verlo, les llamó la atención, se quedaron pensando -o al igual que a mi- les dio curiosidad entrar al web site para averiguar: ¿de qué se trataba?, ya desde ese instante la campaña resultó ser exitosa.
Puede ser que también se haya dado el otro extremo de la moneda, y para algunas otras personas que también lo vieron, el mensaje que tenía impreso les pasó sin pena ni gloria; pero a mi en lo personal me hizo pensar en una pregunta que muchas veces ha dado vueltas en mi mente: ¿Si Jesús viviera en esta época cómo sería?...
Hace algunos años atrás, cuando ese blog todavía ni siquiera existía, me encontré navegando en internet y desde un cibercafé con esta foto.
La guardé porque en ese entonces yo sentí que se relacionaba mucho con la interrogante que planteaba algunas líneas más arriba, y aunque probablemente cada persona tenga en mente una imagen distinta de como sería la fisionomía de Jesús, si en realidad ÉL decidiera volver un día, pienso que como están las cosas en este tiempo que nos tocó vivir, mucha gente lo tacharía de loco y dudaría de su identidad.
Quizá pasaría simplemente como un fanático religioso e idealista; y si por alguna extraña razón lograra movilizar a la gente que tiene fe y cree sin necesidad de presenciar algún milagro o prodigio, los medios hablarían de ÉL como uno de esos tantos líderes cuya capacidad de persuación es lo que les hace sumar adeptos; pero sin pasar de ahí.
Igual y por eso no regresa ya, porque tristemente sabe que sería muy poca la gente que de verdad tendría FE y creería en ÉL.
En estos días que son de "guardar" para tantas personas de las más diversas religiones, yo pienso que además de centrar nuestra atención y reflexionar en los pasajes biblicos, sería mucho más interesante cuestionarnos ¿de qué manera se hace presente Dios en nuestras vidas? o ¿de que manera lo integramos a nuestra vida cotidiana?
Eso sería lo que tal vez a ÉL le gustaría más... Y no es necesario complicarse o quebrarse tanto la cabeza, bastaría simplemente con hacer una lista de las cosas más padres que a cada uno de nosotros le han sucedido a lo largo de su vida, o simplemente de las pequeñas grandes cosas que muchas veces uno no toma en cuenta, o se olvida por completo de que están ahí y son una clara muestra de amor de un ser superior...
En lo personal yo si creo en ÉL, porque desde siempre me ha demostrado con hechos y personas muy concretas que ha estado presente en diversos momentos de mi vida... Pero también estoy conciente de que mi fe no es tan fuerte como debería y ha habido ocasiones en que como todo ser humano me encabrono con ÉL y le reclamo por las cosas que me parecen injustas... Pero a final de cuentas se me pasa siempre y termino por aceptar que hay circunstancias que no está en mi "condición humana" tener la capacidad para entender...
Me encantaría que "volviera"... O igual yo -como muchas otras personas- estoy tan distaida que no logro darme cuenta que tal vez no del mismo modo que lo hizo más de 2 mil años, pero se encuentra más vivo y presente que nunca...
De ser así, me encantaría que su presencia se volviera más "tangible" y "evidente", pues de verdad en esta época que vivimos, estamos muy necesitados de algo que nos haga creer y volver a tener fe.
Para finalizar con este post, quiero compartirles dos de los fragmentos más padres y que más me emocionaron del libro "Caballo de Troya I: Jerusalén" de J.J. Benitez.
La verdad es que ese libro desde hace un par de años me tiene fascinada, y me disculparán los fans de Dan Brown, pero "El Código Da Vinci" es una basura comparado con el trabajo de investigación y la historia tan bien construida que J. J. Benitez logró con la saga de "Caballo de Troya"... Pero bueno, ese es tema para otro post que más adelante volveré a abordar en el blog.
La guardé porque en ese entonces yo sentí que se relacionaba mucho con la interrogante que planteaba algunas líneas más arriba, y aunque probablemente cada persona tenga en mente una imagen distinta de como sería la fisionomía de Jesús, si en realidad ÉL decidiera volver un día, pienso que como están las cosas en este tiempo que nos tocó vivir, mucha gente lo tacharía de loco y dudaría de su identidad.
Quizá pasaría simplemente como un fanático religioso e idealista; y si por alguna extraña razón lograra movilizar a la gente que tiene fe y cree sin necesidad de presenciar algún milagro o prodigio, los medios hablarían de ÉL como uno de esos tantos líderes cuya capacidad de persuación es lo que les hace sumar adeptos; pero sin pasar de ahí.
Igual y por eso no regresa ya, porque tristemente sabe que sería muy poca la gente que de verdad tendría FE y creería en ÉL.
En estos días que son de "guardar" para tantas personas de las más diversas religiones, yo pienso que además de centrar nuestra atención y reflexionar en los pasajes biblicos, sería mucho más interesante cuestionarnos ¿de qué manera se hace presente Dios en nuestras vidas? o ¿de que manera lo integramos a nuestra vida cotidiana?
Eso sería lo que tal vez a ÉL le gustaría más... Y no es necesario complicarse o quebrarse tanto la cabeza, bastaría simplemente con hacer una lista de las cosas más padres que a cada uno de nosotros le han sucedido a lo largo de su vida, o simplemente de las pequeñas grandes cosas que muchas veces uno no toma en cuenta, o se olvida por completo de que están ahí y son una clara muestra de amor de un ser superior...
En lo personal yo si creo en ÉL, porque desde siempre me ha demostrado con hechos y personas muy concretas que ha estado presente en diversos momentos de mi vida... Pero también estoy conciente de que mi fe no es tan fuerte como debería y ha habido ocasiones en que como todo ser humano me encabrono con ÉL y le reclamo por las cosas que me parecen injustas... Pero a final de cuentas se me pasa siempre y termino por aceptar que hay circunstancias que no está en mi "condición humana" tener la capacidad para entender...
Me encantaría que "volviera"... O igual yo -como muchas otras personas- estoy tan distaida que no logro darme cuenta que tal vez no del mismo modo que lo hizo más de 2 mil años, pero se encuentra más vivo y presente que nunca...
De ser así, me encantaría que su presencia se volviera más "tangible" y "evidente", pues de verdad en esta época que vivimos, estamos muy necesitados de algo que nos haga creer y volver a tener fe.
Para finalizar con este post, quiero compartirles dos de los fragmentos más padres y que más me emocionaron del libro "Caballo de Troya I: Jerusalén" de J.J. Benitez.
La verdad es que ese libro desde hace un par de años me tiene fascinada, y me disculparán los fans de Dan Brown, pero "El Código Da Vinci" es una basura comparado con el trabajo de investigación y la historia tan bien construida que J. J. Benitez logró con la saga de "Caballo de Troya"... Pero bueno, ese es tema para otro post que más adelante volveré a abordar en el blog.
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"Entre risas, besos y mantos multicolores mis ojos quedaron clavados de pronto en un individuo que sobresalía muy por encima de los demás... ¡Aquél tenía que ser Jesús!"
..."Poco después de la hora nona -quizá fuesen las cuatro o cuatro y media de la tarde- la agitación entre las numerosas personas que se hallaban en el patio porticado de la hacienda se disparó súbitamente. Marta y María se precipitaron hacia el atrio y desaparecieron entre los grupos de hombres y mujeres que taponaban prácticamente la entrada principal.
Mi corazón se aceleró. Desde el exterior se oía un rumor de voces, gritos y saludos. Sin saber por qué, sentí miedo. Retrocedí unos pasos, ocultándome detrás de una de las columnas del ala derecha del patio. Las palmas de mis manos habían empezado a sudar. Presioné disimuladamente mi oído y, en voz baja, informé a Eliseo de la inminente llegada de Jesús.
A los pocos minutos, los servidores, amigos y familiares de Lázaro fueron apartándose y un nutrido grupo de hombres irrumpió en el patio.
Entre risas, besos y mantos multicolores mis ojos quedaron clavados de pronto en un individuo que sobresalía muy por encima de los demás... ¡Aquél tenía que ser Jesús!
Su extraordinaria talla -en un primer momento la calculé en algo más de 1.80 metros- lo convertía, al lado de la casi totalidad de los allí reunidos, en un gigante.
Vestía un manto color "burdeos", fajando el tórax y con los extremos enrollados en torno al cuello y cayendo sobre unos hombros anchos y poderosos. Una larga túnica blanca de amplias mangas le cubría casi hasta los tobillos. No le vi ceñidor o cinturón alguno. Traía un lienzo blanco arrollado sobre la frente, que caía sobre el lado derecho de sus cabellos.
Ni siquiera en el instante de la inversión de la masa del módulo, en aquella noche del 30 de enero de 1973, experimenté una aceleración cardíaca como la que estaba soportando en aquellos momentos.
El gigante caminó despacio hacia el centro del patio. Su brazo derecho descansaba sobre el hombro de Lázaro. A su alrededor, Marta y María gesticulaban y daban palmas, entre el alborozo general.
Era, sin duda, un hombre blanco, de rostro alto y estrecho, propio de los pueblos caucásicos.
El cabello, lacio y de una tonalidad ligeramente acaramelada, le caía sobre los hombros. Poco después, al soltarse la banda de tela que llevaba arrollada sobre la frente y que portaban también casi todos los hombres de su grupo, comprobé que se peinaba con raya en medio.
Presentaba un bigote y una fina barba, partida en dos, de un color oro viejo, similar a los cabellos. El bigote, aunque pronunciado, no llegaba a ocultar los labios, relativamente finos. La nariz me desconcertó. Era larga y ligeramente prominente.
Desde su entrada en la casa, Jesús no había dejado de sonreír, mostrando una dentadura blanca e impecable, muy distinta a la que padecía la mayoría de los hebreos.
El Maestro fue a sentarse al filo de la piscina central, sobre uno de los taburetes que alguien había rescatado del "comedor". Los hombres, mujeres y niños se arremolinaron a su alrededor.
Los rayos de sol incidieron entonces sobre su rostro y quedé maravillado. El contraste con 82 aquellas caras endurecidas, sembradas de arrugas y avejentadas de sus amigos y seguidores, era sencillamente admirable. Su piel aparecía curtida y bronceada.
Tímidamente fui asomándome por detrás de la pilastra. Jesús, a poco más de cuatro o cinco metros, levantó repentinamente su rostro y me perforó con su mirada. Una especie de fuego me recorrió las entrañas. Ante la sorpresa general, el rabí se levantó, abriéndose paso entre las personas que habían empezado a sentarse sobre los ladrillos rojos del pavimento.
Las rodillas empezaron a temblarme. Pero ya no era posible escapar. Aquel gigante estaba frente a mí... Jamás olvidaré aquella mirada. Los ojos del Galileo -ligeramente rasgados y de un vivo color de miel- tenían una virtud singular: parecían concentrar toda la fuerza del Cosmos. Más que observar, traspasaba. Unas pestañas largas y tupidas le proporcionaban un especial atractivo.
La frente, despejada, terminaba en unas cejas rectas y suficientemente separadas.
No pestañeó. Su faz, apacible y tibiamente iluminada por el sol, infundía un extraño respeto.
Levantó los brazos y depositando unas manos largas y velludas sobre mis hombros, sonrió, al tiempo que me guiñaba un ojo.
Un inesperado calor me inundó de pies a cabeza. Traté de responder a su gesto, pero no pude. Estaba confuso y aturdido, emocionado...
-"Sé bien venido".-
Aquellas palabras, pronunciadas en griego, terminaron por desarmarme. Había tal seguridad y afecto en su voz que necesité mucho tiempo para reaccionar.
El rabí volvió junto a la cisterna, mientras sus amigos le contemplaban en un mutismo total.
Algunos de los discípulos rompieron al fin el silencio y preguntaron al resucitado quién era yo.
El joven, con indudable satisfacción, les explicó que era su invitado: "Un extranjero llegado expresamente desde Tiro para conocer a Jesús".
Yo permanecí inmóvil -como petrificado- tratando de ordenar mis pensamientos. "No puede ser -me repetía una y otra vez-. Es imposible que haya adivinado... ¿Cómo puede?"...
Por más vueltas que le di, siempre llegaba a la misma encrucijada. Si nadie le había hablado de mí -por qué iban a hacerlo- ¿cómo podía saber quién era y por qué estaba allí?
En el patio había medio centenar de personas. A muchos los conocía -eso estaba claro-, pero a otros no.
Este era mi caso y, sin embargo, había caminado hasta mí...
Nunca, ni siquiera ahora, cuando escribo estos recuerdos, estuve seguro, pero sólo un ser con un poder especial podría haber actuado así"...
"A las puertas de la hacienda se apiñaba una silenciosa muchedumbre, a la espera de poder ver al Maestro. Como si se tratase de un estadista del siglo XX, varios discípulos de Jesús permanecían apostados junto al portón, con las espadas ocultas por la faja y el manto controlando las entradas y salidas de los amigos, familiares y servidores de la casa: los únicos autorizados a traspasar el umbral.
No tuve el menor problema para cruzar ante los hombres del Galileo. Mi amistad para con Lázaro y el oportuno gesto de Jesús, saludándome la tarde del día anterior, habían hecho que me ganara las simpatías y confianza de los apóstoles. Al verme, uno de los discípulos -Judas de Santiago, gemelo del otro Alfeo- me preguntó si buscaba a alguien en particular.
Le dije que a Jesús y se brindó encantado para acompañarme. Al traspasar la puerta principal me encontré ante el cuidado y dilatado jardín. Un estrecho camino, adoquinado con piedras blancas (caliza, sin duda), nos condujo en línea recta hasta la explanada abierta al pie mismo de la escalinata de mármol que daba acceso a la casa.
No fue necesario que Judas me señalara a su Maestro. El gigante se hallaba rodeado de una decena de niños, ¡jugando!
Aquel espectáculo me fascinó de tal forma que, en silencio, casi de puntillas, rodeé la pequeña explanada, sentándome en los primeros peldaños de la escalinata. Y allí permanecí, absorto, disfrutando como los pequeños.
Jesús se había desembarazado de su manto. Su espléndida túnica blanca aparecía esta vez ceñida por un cordón. Entre la algarabía de los pequeñuelos, destacaba a ratos su risa, limpia y rotunda como aquella luminosa mañana.
En verdad, lo que más me emocionó fue comprobar cómo aquel hombre hecho y derecho -capaz de desafiar a los sumos sacerdotes o de resucitar a los muertos- saltaba, corría o caía por los suelos, entregado por completo a las exigencias de aquella gente menuda.
Algunas mujeres se asomaban disimuladamente por el atrio, contemplando la escena y a continuación entre risas mal contenidas.
Uno de aquellos juegos era especialmente curioso. El Galileo se situaba de espaldas al grupo de niños y lanzaba un palitroque hacia atrás, de forma que cayera lo más cerca posible de la chiquillería. Los muchachos se disputaban la posesión del palo hasta que uno de ellos -generalmente el que más saltaba- se hacía con él. En ese instante, tanto Jesús como el resto corrían en todas direcciones mientras el "propietario" del "testigo" se esforzaba por perseguir v tocar con el palo a cualquiera de los jugadores.
No era casualidad que todos los niños pretendieran "cazar" al rabí. Pero éste, lejos de dar facilidades, los volvía locos, esquivándolos y burlándolos entre los árboles y arbustos.
No sé cuánto tiempo duró aquello. Quizá una o dos horas...
Súbitamente me asaltó un presentimiento. O mucho me equivocaba o aquellos iban a ser los últimos juegos de Jesús de Nazaret.
No tuve el menor problema para cruzar ante los hombres del Galileo. Mi amistad para con Lázaro y el oportuno gesto de Jesús, saludándome la tarde del día anterior, habían hecho que me ganara las simpatías y confianza de los apóstoles. Al verme, uno de los discípulos -Judas de Santiago, gemelo del otro Alfeo- me preguntó si buscaba a alguien en particular.
Le dije que a Jesús y se brindó encantado para acompañarme. Al traspasar la puerta principal me encontré ante el cuidado y dilatado jardín. Un estrecho camino, adoquinado con piedras blancas (caliza, sin duda), nos condujo en línea recta hasta la explanada abierta al pie mismo de la escalinata de mármol que daba acceso a la casa.
No fue necesario que Judas me señalara a su Maestro. El gigante se hallaba rodeado de una decena de niños, ¡jugando!
Aquel espectáculo me fascinó de tal forma que, en silencio, casi de puntillas, rodeé la pequeña explanada, sentándome en los primeros peldaños de la escalinata. Y allí permanecí, absorto, disfrutando como los pequeños.
Jesús se había desembarazado de su manto. Su espléndida túnica blanca aparecía esta vez ceñida por un cordón. Entre la algarabía de los pequeñuelos, destacaba a ratos su risa, limpia y rotunda como aquella luminosa mañana.
En verdad, lo que más me emocionó fue comprobar cómo aquel hombre hecho y derecho -capaz de desafiar a los sumos sacerdotes o de resucitar a los muertos- saltaba, corría o caía por los suelos, entregado por completo a las exigencias de aquella gente menuda.
Algunas mujeres se asomaban disimuladamente por el atrio, contemplando la escena y a continuación entre risas mal contenidas.
Uno de aquellos juegos era especialmente curioso. El Galileo se situaba de espaldas al grupo de niños y lanzaba un palitroque hacia atrás, de forma que cayera lo más cerca posible de la chiquillería. Los muchachos se disputaban la posesión del palo hasta que uno de ellos -generalmente el que más saltaba- se hacía con él. En ese instante, tanto Jesús como el resto corrían en todas direcciones mientras el "propietario" del "testigo" se esforzaba por perseguir v tocar con el palo a cualquiera de los jugadores.
No era casualidad que todos los niños pretendieran "cazar" al rabí. Pero éste, lejos de dar facilidades, los volvía locos, esquivándolos y burlándolos entre los árboles y arbustos.
No sé cuánto tiempo duró aquello. Quizá una o dos horas...
Súbitamente me asaltó un presentimiento. O mucho me equivocaba o aquellos iban a ser los últimos juegos de Jesús de Nazaret.
¡Feliz Pascua de Resurección!!!
Comments
hey buena pregunta...
yo pienso que sip jesus viviera en esta epoca, deberia de ser igual a todos para pasar inadvertido, o al reves vdd, nunca se sabe, posiblemente fuera un emo, o un señor empresario respetable, no creo que volviera como estuvo la ultima vez, si no todo mundo se daria cuenta de que es el
sale, me retiro
porque ya es hora de dormir
byE
cuidate muchote
¿Cómo un Emo?, la verdad nunca se me hubiera ocurrido, pero igual si lo haría para llamar la atención.
Yo muchas veces me lo imagino como el muchacho de la segunda foto del post, tal vez sería un viajero e iría como en La Palestina del año 30 hablándole a la gente y predicando con el ejemplo... Quien sabe como volvería, pero yo supongo que tendría que hacerlo de una manera que lograra captar la atención de todos nosotros.
Que tengas bonito finde y gracias por andar por aquí también.
TIPICO HOMBRE DE MAL MORIR:
Pues yo no sé si le haríamos caso o no, en su tiempo mucha gente lo ignoró e incluso en su propio lugar de origen la gente lo tachaba de loco y se burlaba de él, pero yo pienso que aunque físicamente no se manifieste, en nuestra época se hace presente a través de muchas otras cosas.
Estoy de acuerdo contigo en que es una de las personas más populares del mundo.
¡Gracias por seguir visitando el blog!
como siempre, tus reflexiones son geniales, y ponen a que uno tambien haga sus pequeños pensamientos en torno a el tema de jesús.
Muy interesante tu post. Saludos
Yo creo que él está acá, siempre se hace presente aunque no físicamente, yo creo que él no necesita tener un aspecto determinado para que por lo mismo cada uno de nosotros lo vea según nuestra imaginación y de la forma más simple y cercana posible.
Obviamente que si uno no está dispuesto a verlo, sentirlo, y tenerlo cerca, por mas que nos lleve amarrados con una cuerda no nos vamos a dar cuenta, eso depende de nosotros, del poder de nuestra fe, de darnos cuenta que no necesitamos ver para creer.
Muy lindo tu post, y cada vez me da más curiosidad el libro caballo de troya, se me hace muy interesante y más después de las cosas que me has comentado y las que has publicado en éste espacio.
Que tengas un lindo fin de semana santo, y una feliz pascua.
Te dejo muchos abrazos de oso, y no te olvides que te adoro!
Pensaba en lo que decis, si Jesus viniera ahora. Que probablemente, lo tratariamos de loco. No fue muy distinto lo que pasó hace dos mil años. Resulta muy dificil saber, si creeriamos, no porque no creamos en él, pero creo que seria algo dificil. De todas formas, creo fervientemente, que de a poco, aquellos que creemos, terminariamos sabiendo que es él. Lo sentiriamos en el alma. Eso creo. Y eso creo que sintieron aquellos que lo acompañaron hace dos mil años, más allá de milagros, creo que lo supieron en el alma.
BESOS GRANDES MARTUCHIS!!!!!!!!!!!!
FELICES PASCUAS!!!!!!!!!!!!
Pero si, coincido que la persona que hizo esta campaña (que creo saber quien es) es un adorador de Dios, y tiene muy claro que este tipo de mensajes difundidos de maneras tan creativas son los que jalan...
Que CHINGON (perdon pero es la palabra correcta) post...
Feliz Pascua...
Jesus vive en ti, esta vivo y su sacrificio no ha sido en vano...
te quiero amiga!