Remembranzas Fantasmagóricas (Capítulo XXI).
Cuando Margarita abrió los ojos, todo a su alrededor todavía estaba oscuro; así que pensó que todo lo que recordaba no había sido más que una pesadilla. Le dolía mucho la cabeza; y fue precisamente ese dolor lo que la hizo volver de golpe a la realidad y darse cuenta de que había perdido la conciencia, y con ella también la noción del tiempo.
No tenía la menor idea de en dónde se encontraba; pero al recuperar sus ojos la visibilidad, lo primero que captó fue la silueta oscura de una mujer que recortada por la tenue luz de la luna que se colaba a través de una pequeña ventana, había permanecido frente a ella, durante quien sabe cuanto tiempo.
Era evidente que aquella no era su casa, y al recordar todo lo sucedido, y en particular, la emboscada de la que fue víctima; el miedo la volvió a invadir y su instinto de supervivencia la llevó a tratar de incorporarse lo más pronto posible. Sin embargo, el esfuerzo resultó en vano, porque apenas si permaneció sentada un instante, y su estómago se revolvió y todo comenzó a darle vueltas.
Escuchó entonces la voz de la mujer, que en un dialecto inentendible le dijo algo; y aunque Margarita hubiera querido resistirse, la verdad era que no tenía fuerzas y por eso no pudo hacer nada, cuando unas manos ásperas y rugosas; la obligaron de nuevo a recostarse.
Supo que estaba ardiendo en fiebre cuando un trapo húmedo le refrescó la frente; pero al mismo tiempo, descubrió, que a pesar de no saber en que lugar estaba; alguien que colocaba compresas de agua fría sobre su cabeza y un poco después la sostenía para ayudarla a beber una extraña infusión de yerbas; evidentemente era alguien, que no tenía intención alguna de hacerle daño.
La oscuridad no le permitió en ningún momento verle el rostro; pero supo que se trataba de una mujer ya entrada en años por lo que pudo percibir en la textura de la piel de sus manos, mientras esta le ayudaba a sostener el jarro con la bebida.
Margarita, al recobrar la noción de lo sucedido comenzó a preocuparse por Fernando y en su interior, una terrible sensación de angustia comenzó a oprimirle el pecho. Quiso expresarlo, pero ya no pudo, porque además de que las lágrimas volvieron a nublar su vista; el vapor y las propiedades medicinales de aquella bebida comenzaron a causar efectos en su organismo; devolviéndola a un estado de sueño profundo una vez más.
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Entrada a Cd. Juárez del Ejército Insurrecto, encabezado por Roque González y Sara Pérez de Madero
(Mural en el interior del MUREF).
El mismo día en que el Ejército Insurrecto logró apoderarse de la ciudad, venciendo así a las tropas federales, Francisco I. Madero entró triunfante a la ciudad, y estableció su gobierno en el mismo edificio donde apenas un año atrás todo era lujo y ostentación.
Francisco I. Madero en el interior del Museo de la Ex-Aduana (hoy MUREF).
A pesar del triunfo, Cd. Juárez estaba devastada; y apenas un día después de la batalla, la inmensa mayoría de las casas y edificios construidos con adobe, y que no fueron saqueados e incendiados, mostraban en cada una de sus fachadas, las cicatrices y perforaciones de casi 3 días seguidos de fuego cruzado.
En el ambiente, la ceniza, el aroma de la pólvora y la muerte flotaban en el aire... Al silenciarse la estridencia de las balas, muchas personas se atrevieron por fin a salir de cada uno de los rincones desde donde se resguardaron.
Mientras los sepultureros no se daban abasto con la enorme cantidad de cadáveres de hombres y mujeres que fallecieron durante los enfrentamientos, había quienes incrédulos se dedicaron a recorrer las calles, para recolectar los casquillos de las balas desperdigados por todos lados, tal y como si fuesen un curioso "souvenir".
Jimmy Harre, uno de los fotógrafos que documentaron en imágenes la revolución.
Las casas y edificios que sobrevivieron a la batalla, fueron acondicionados como albergues y hospitales, para poder atender a los heridos y sobrevivientes. Durante todo el día, el acarreo de personas fue continuo y muy pronto, los espacios fueron insuficientes; en una zona fronteriza en la que a pesar del cierre de los cruces internacionales, el tránsito de personas de un extremo a otro no se vio en ningún momento interrumpido. Por el área del Río Bravo, mientras cientos de familias mexicanas buscaban refugiarse y poner a salvo su integridad en territorio estadounidense; desde muchos días antes, tanto los alrededores de la ciudad como al otro lado del río, (en El Paso, Tx.), pasaron a convertirse en un hervidero de periodistas reporteros y mirones, que dieron como resultado que más de 40 hombres armados con cámaras de fotografía y cine, desde antes de la batalla, entraran a territorio mexicano, con la intención de registrar "en imágenes" como se estaba dando aquella primera revolución, que comenzó a desmoronar la dictadura de Porfirio Díaz.
La muerte no había hecho diferencias de edad, género o condición social; pero aún después de aquel violento enfrentamiento por la toma de la ciudad, los cuerpos sin vida seguían representando la diferencia de bandos; pues mientras la Cruz Roja se encargó de brindar asistencia sólo a los soldados federales; por órden de Francisco I. Madero; y bajo la dirección de Elena Arizmendi, se creó la Cruz Blanca.
Elena Arizmendi, fundadora de La Cruz Blanca.
Aquel día fue extenuante... Desde muy temprana hora Elena Arizmendi salió y recorrió prácticamente todas las calles y pocas avenidas en busca de personas que hubieran sobrevivido y a quienes pudiera ayudar. A pesar de estar familiarizada con la muerte y el dolor, trabajar como enfermera bajo aquellas circunstancias era algo muy distinto y en aquella ocasión el destino le tenía deparada una gran lección.
Al caer la tarde, y luego de un breve paréntesis antes de retomar el recorrido vespertino por la ciudad en busca de personas heridas; en el camino se reencontró con 3 de sus compañeros; quienes al verla en una esquina donde ya habían levantado varios cadáveres y rescatado gente herida; le hicieron señas para que se detuviera, pues al parecer querían hablar con ella.
Elena detuvo su marcha y al acercarse descubrió que aquel trío de socorristas; lo que querían era entregarle para resguardo, varias pertenencias y objetos personales que habían recuperado en el recorrido de ese día.
Como era de esperarse, todas esas cosas pertenecían a las personas fallecidas o heridas de gravedad durante el combate; y como lo urgente en ese instante era continuar con el recorrido lo antes posible; ellos consideraron que siendo la Dra. Arizmendi la encargada de encabezar esa brigada de rescate, lo adecuado era que ella conservara todo lo que habían encontrado en lo que decidían que hacer con los objetos.
Todo esto, también con la intención de evitar que pudieran ser robados y malbaratados por la gente que pasaba o por alguno de los sepultureros.
Entre el pequeño legajo de cosas que pusieron en sus manos, a Elena le afectó en sobremanera, descubrir una hoja de papel adentro de un sobre ya demasiado maltrecho y un pequeño reloj.
No pudo evitarlo y con gran pesadumbre en el alma, apartó ambas cosas de aquel montón de objetos... No estaba segura, pero creía haber reconocido a quien pertenecía el reloj y lo tomó entre sus manos para poder observarlo con mayor detenimiento, y cerciorarse así, de que era verdad lo que sospechaba.
Deslizó la carátula que lo cubría y lo mantuvo así sobre la palma de su mano para poder observarlo con mayor detenimiento. A pesar de que el reloj ya no tenía cadena y el vidrio estaba roto, una vez que Elena reconoció aquel objeto por las iniciales que llevaba grabadas; el corazón se le fue la garganta, porque entonces no quedó ninguna duda y pudo confirmar que aquel reloj pertenecía a alguien conocido y muy apreciado por ella.
Las condiciones bajo las cuales lo encontraron, la llevaron a experimentar una desagradable sensación de vacío que se transformó en un nudo que quedó varado en su garganta... Ante la mirada de desconcierto de sus compañeros, sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras apretaba contra su pecho la carta y el reloj.
Entonces, sus compañeros de brigada, todavía peor de confundidos por su reacción, decidieron romper el silencio que se apoderó del ambiente para averiguar: ¿qué estaba pasando?... Aunque Elena trató de serenarse; le costó trabajo recobrar la compostura y explicarles el porque de su reacción.
-¿Pasa algo Doctora? ¿Está usted bien?
-¿Me pueden decir de dónde sacaron esto?
-...Se lo quitamos hace un rato a uno de los hombres encargados de trasladar a los cadáveres, antes de que intentara venderlo-
-¿Pero saben si él se lo quitó a alguien?-
-Pues es lo más probable... Pero no sabría decirle con exactitud; fueron demasiadas cosas las que recolectamos a lo largo del día y decidimos que lo mejor era entregárselas a usted para ver si alguien más delante las reclama... pero... ¿qué hay con ese reloj y ese papel Doctora? ¿Pasa algo?
-Sí... La carta no lo sé, pero el reloj si estoy casi segura que le pertenece al Dr. Fernando de Iturrigaray.
-¿El del dispensario?, ¿El famoso doctor del que todo mundo habla? ¿Lo conoce usted Doctora?-
-Así es, estudiamos juntos en la facultad de medicina y aunque dejé de verlo por un tiempo, es un gran amigo al que aprecio mucho...-
-Doctora... De verdad lo sentimos mucho...-
Escuchar esa última frase, fue para ella como una estocada... No había lugar a dudas... Fernando estaba muerto.
Ella se resistía a creerlo, pero sus compañeros, al ver que sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas otra vez, se quedaron aún más desconcertados y sin saber que hacer.
Con el reloj todavía entre las manos, a Elena pareció llegarle de súbito una idea a la cabeza. Si Fernando en medio de toda esa revuelta, había sido una de las tantas personas que perdieron la vida, lo mínimo que podía hacer por él era rescatar su cuerpo para tratar de darle cristiana sepultura.
A pesar de que según las palabras de los 3 rescatistas, habían pasado alrededor de 5 horas desde que recolectaron en particular esos dos objetos y luego de un altercado con uno de los tantos sepultureros; Elena quiso investigar hacia donde se estaban canalizando los cadáveres.
De esa manera, fue como orientada por las indicaciones de sus compañeros, llegó hasta una zona de la ciudad donde prácticamente en medio de la nada; varios hombres se encargaron de excavar bajo la tierra unas inmensas fosas que poco a poco se fueron llenando de todas aquellas personas que en medio de aquella batalla, perdieron la vida.
Darles sepultura así, tal vez no era lo más adecuado e incurría en una profunda falta de respeto; pero por otro lado, no había gran cosa que pudiera hacerse; y aunque la intención de Elena fue buena en un principio, al llegar hasta ese sitio, se dio cuenta que además de no ser la única persona que buscaba a algún familiar o ser querido, lograr una localización en medio de tanto cuerpo; era una tarea muy complicada, por no decir prácticamente imposible.
Algunas fosas ya estaban cerradas, mientras que otras, estaban a punto de llenarse... En aquel lugar (por mucho que ella hubiera querido y guardado una última esperanza); no quedaba ya nadie con vida; y por muy doloroso que eso fuera, lo tenía que afrontar...
Continuará...
Crédito Fotos:
Locación: Martha Mendoza
Imágenes Históricas:
"La Toma de Cd. Juárez, Una Historia en Imágenes
Mayo de 1911
Ignacio Solares / Víctor Orozco
Comments
Además de la historia en si, es todo un trabajo magnífico, tu creatividad, tu investigación, parte de la historia que ocurrió y lo estás compartiendo, todo es un gran trabajo, parece una historia para una película, mezclando lo que pasó con sus protagonistas reales, con la creatividad y sus protagonistas imaginarios.
Fantástico y felicidades.
Te dejo un abrazo!
P.D. Para mí, para mí, y sólo para mí, yo creo que Fer -así le decimos los compas- está bien vivito, pos eso dicen los chismes yo no sé.
A mi también me encantan las fotos viejitas y todo lo antiguo... Es como que muy nostálgico ¿no?... Aparte son súper interesantes las historias que se pueden contar... Dímelo a mi que ya llevo más de 20 capítulos de una historia que según yo iba a ser sólo para 5 posts mínimo en el blog.
Gracias por pasar.
VANE:
Parece que siempre me lees el pensamiento... Hoy Viernes (Bueno, ya es ayer), cuando iba de camino a mi trabajo, iba leyendo en el camión este capítulo, y me iba imaginando todo como si fuera una película... y dije ¿Por qué no?
La verdad es que si, me está costando terminar esta historia, porque entre más "escarbo", más cosas interesantes voy encontrando sobre la historia de mi ciudad y me surgen más y más ideas.
P.D. Sobre el guapo de Fernando... Yo no estaría tan segura... Sigamos yendo al museo y a la biblioteca, haber que sucede...
Gracias por el abrazo, las muestras de cariño de mi amiguis siempre son necesarias y bienvenidas aquí.
GRACIAS...
La parte XXII la estoy trabajando, espero publicarla a más tardar la semana que viene y terminar lo antes posible esta historia que ya me tomó más tiempo de lo que yo esperaba, para poder dedicarme a otros proyectos.
Sobre Fernando no te puedo revelar mucho, pero espero que el final para él sea de tu agrado así como para el resto de los pocos lectores que han seguido esta historia.
Mil gracias por tomarte el tiempo de leerla y de comentar en el blog.
Saludos.