La Tortuga y La Catarina.


...Había una vez una Tortuga lenta, pero tan lenta, que siempre tardaba días enteros en llegar a todos lados... Siempre, tenía que atravesar un largo camino para poder llegar al lago a asolearse y nadar un rato. Ese era el lugar donde todos los animales se reunían a diario; pero en las ocasiones especiales, cuando había que celebrar algo, el resto de los habitantes de ese gran valle, ya sabían que si invitaban a la tortuga tenían que avisarle mínimo como con 6 meses de anticipación.

La Tortuga no decía nada... Aparentaba ser fuerte, pero por dentro su corazón se entristecía, ya que era igual de blandito y frágil que su piel; y cuando de pronto un día, se dio cuenta que ya se organizaban las grandes fiestas en el lago y ella ni siquiera era invitada, fue entonces que se dio cuenta que el ser demasiado lenta de verdad era un serio problema.

Pasó muchas noches pensando como podría solucionar eso... Lo primero que le vino a la mente fue que quizá una buena opción podría ser conseguir unos patines... Pero luego, se dio cuenta que calzar cada una de sus patitas de zapatos dotados con ruedas de nada serviría si era ella quien caminaba demasiado lento.
No podía ser como una gacela, ni tampoco tener la rapidez de un conejo, y entonces se le ocurrió pegarse un montón de globos al caparazón con la intención de quizá poder volar.

Apenas si alcanzó a colocar sobre su caparazón color morado, el último globo inflado con helio, cuando ya sus pies comenzaban a desprenderse del suelo, como señal inequívoca de que gracias al gas de los globos, ella se elevó en el aire.

Al principio, cuando se vio flotando, se sintió feliz, porque al parecer su idea había dado resultado... Volando podría llegar mucho más rápido hasta el gran lago; pero ese sentimiento de felicidad le duró muy poco, porque jamás tomó en cuenta que el viento es caprichoso y travieso; además de que muchas veces, aprovechándose de que es invisible, le gusta ponerse a jugar con todo lo que va encontrando a su paso, y mientras a los árboles los despeina, y a las flores las deshoja, con la pequeña Tortuga no tuvo ningún tipo de consideración, y además de impulsarla en dirección contraria al lago, se la llevó bastante lejos de su casa y cuando se cansó de soplar y soplar para empujarla, la dejó atorada en la copa de un árbol.

La Tortuga no sólo se perdió de otra divertida fiesta, sino que tuvo que pasar tres largos días atorada en la rama de ese árbol del que no pudo bajarse de manera muy cómoda. Cuando los globos pegados en su caparazón se reventaron con el calor del sol, el aterrizaje fue atropellado y forzoso.. Tanto, que la vergüenza por su aparatosa  caída, propició que ahí mismo, en el lugar donde cayó, pasara varios días metida y sin querer salir de su caparazón.

...Y entonces se sintió muy triste por ser tan lenta, y además tan blanda... ¡Oh!... Si tan sólo sus patitas fueran un poco más largas y su caparazón menos pesado, quizá podría caminar un poco más rápido... ¿Por qué Dios no le permitía ser así?...

Un espejo que reflejaba su carita rosa se había formado sobre el suelo con sus enormes lagrimones; cuando de pronto sobre ese mismo espejo de agua salada observó que algo de color rojo brillante sobrevolaba a su alrededor... Cuando volteó se dio cuenta que era una hermosa Catarina... Ella ni siquiera la había visto; volaba de un lado a otro buscando comida entre las hojas de los árboles, mientras la Tortuga la veía maravillada deslizarse con gran agilidad y rapidez...


La Tortuga le preguntó ¿Cómo hacía para volar?, y la Catarina sin dejar de masticar y saborear un pedazo de hoja, le respondió que no sabía... Toda su vida había volado, así que ya no recordaba si alguien le enseñó a hacerlo, o si fue así como nació.

Para la Catarina todo era muy fácil, así que cuando la Tortuga le explicó porque razón estaba triste, el alegre bichito rojo le prometió que la enseñaría a volar. Juntas pasaron un montón de días juntas, pero aparte de que la Tortuga era muy pesada, no tenía alas que pudieran ayudarla a mantenerse en el aire...

Intentaron de todo... Y por más que la Tortuga decía que ella jamás podría deslizarse entre las nubes; la Catarina no estaba dispuesta a dejar que se diera por vencida tan fácil y puso su mejor esfuerzo para ayudar a su nueva amiga a alcanzar su sueño.

Consiguió las hojas más grandes y livianas que encontró en uno de los árboles de aquel gran valle, con la intención de que al lanzarla desde algún punto alto, la Tortuga las agitara con sus patas delanteras, y entonces pudiera mantenerse volando... Pero lo único que propició eso fue otro aterrizaje forzoso y que tampoco funcionara su idea de tratar de remolcarla por los aires atándola por el caparazón con un hilo resistente...

Hasta ese punto la Tortuga ya estaba cansada, porque para ese entonces ya se había convertido en la burla de todo el reino animal... Decidió que no era su destino volver a estar nunca más en ninguna fiesta, y decidió que se metería al río con la intención de no volver a salir nunca más...

La Catarina le suplicó que no lo hiciera, volar no era todo en la vida... Como pudo trato de detenerla, pero la Tortuga era tan testaruda, que no le hizo caso, y en un impulso arrebatado se lanzó directo al agua, olvidándose de que la Catarina estaba intentando detenerla.

La Tortuga nunca pensó en que ese día la corriente del río era muy fuerte, y la arrastró a gran velocidad y con dirección al mar, provocando que la Catarina en su intento por ayudarla, se mojara todas sus alas y también sus patitas; lo que impidió que no pudiera volar ya para salvarse.

Al ver que la Catarina se estaba ahogando, la Tortuga tuvo que salir a flote... Pero la corriente las había empujado ya hacia la parte más profunda del mar... 

Ahí fue cuando la Tortuga entendió lo valiosa que era su amiga la Catarina... Como pudo la mantuvo a flote sobre su duro caparazón y nadó y nadó durante días enteros hasta que llegaron de nuevo a tierra firme...
Remojada y débil, la Catarina parecía que no sobreviviría; pero gracias a la sombra y protección de su amiga la Tortuga, no sólo se protegió del sol y del ataque de otros depredadores; sino que logró recuperarse.

Un hada del bosque se enteró de todo lo que había pasado y quiso premiar a la Tortuga concediéndole un deseo y para ello convirtió a la Catarina roja en una flamante motocicleta con la que por fin la Tortuga hizo realidad su sueño de poder desplazarse con rapidez.

Pero es extraño que una vez que se logra alcanzar un sueño, a veces este no logra aportar la felicidad que se espera, y esto fue lo que sucedió con la Tortuguita... Ella se dio cuenta que de nada le servía ser la más veloz y poder ir y regresar con rapidez si su gran amiga no estaba allí junto a ella para divertirse juntas.

El hada volvió a aparecer y la felicitó por haber aprendido la lección... Por fin había entendido que si bien era cierto que la naturaleza no la dotó de alas, lo pesado de su caparazón y el grosor de sus patitas, eran parte de su naturaleza y tenían una razón de ser... Si no hubiera sido por eso, quizá su amiga la Catarina no hubiera sobrevivido en medio de las profundas aguas del océano...

Desde entonces la Tortuga dejó de añorar lo que no tenía, aprendió a aceptarse tal y como era, ya que por fin había entendido que lo que en su momento parecía haber sido un gran defecto, era su más grande virtud...
Fin.

Comments

Victoria said…
Martha:
este cuento es tuyo????
que texto tan hermoso
Martiuks said…
Si Vicky, el cuento es mío. Lo escribí ayer al vapor, y por eso me alegra más que "os" haya gustado... Ojalá todos los que pasen por aquí en esta semana piensen igual.

Saludos y mil gracias por el comment.
ѕocιaѕ said…
wow!
que hermoso cuento Martuchis, me encanto, la moraleja es hermosa y muy cierta y lo escribiste tan lindo que parace que veía como pasaba todo.
Precioso cuento, y espero ver más porque tienes mucho talento.
Un abrazote
Precioso, deberías de escribir cuentos eh! y parece que si son para los niños te quedan perfectos.
Deberías de hacerlo más seguido, o hacerlo para ponerlo dentro de un libro, ya parece que lo vi!!!!

La verdad que hermoso!

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