Experiencias Espirituales
En las últimas semanas he leído más cosas que las que por voluntad propia he escrito y supongo que más allá de la costumbre arraigada desde hace tiempo de estar leyendo siempre algo, es también el hecho de que leer cualquier cosa que encuentre, acerca de lo que sea y sin importar si es bueno o es malo, sirve al menos durante las últimas horas del día para olvidarme y dejar de pensar solamente en mi.
De dos años atrás a la fecha, varios han sido los libros que me han acompañado durante “los ratos muertos” (cuando casi no hay trabajo) y durante las madrugadas le han robado horas a mi sueño (de por si nunca me duermo temprano), todos han llegado hasta mis manos ya sea porque alguien se ofrece sin que yo lo pida a prestármelos, algunos me los envían por correo electrónico, otros los he encontrado en internet, pero el caso es que siempre cuando apenas estoy a punto de terminar un libro, o lo termino, como por arte de magia uno nuevo por leer aparece para “sumarse” a la lista.
Hace un rato estaba pensando en que no se si será simple casualidad o que de verdad es cierto eso que dicen relacionado con la idea de que nada te llega al azar y que hay cosas que recibes justo en el momento en que las necesitas, pero curiosamente en las últimas semanas y más en específico en los días posteriores al sueño del “Angel” varios de esos libros que me han llegado, están muy relacionados con temas de espiritualidad, meditación, la interiorización personal, reiki, sobre los ángeles, tanatología, etc. y lo más sorprendente es que me “Reencontré” así como si nada con 2 libros que en particular había buscado hasta por debajo de las piedras y de pronto, así de la nada y de la forma más simple llegaron hasta mi.
Yo siempre he pensado –acerca de mi misma- que no soy una persona “mala”, pero tampoco soy una persona “buena”, porque nunca he hecho nada en mi vida que pueda beneficiar a alguien. No lo niego tampoco y toda esa información que recibo, reconozco me ha ayudado muchísimo (sobre todo en los días ordinarios cuando las dudas me abruman y no le encuentro mucho sentido a mi vida).
También en ese lapso llegó hasta mi blogger una persona y a través de un grupo de yahoo he mantenido contacto “cibernético” con otra más -que al igual que la primera que mencioné- sabe mucho más acerca de esos temas. Ayer en particular, terminé de leer el libro que una de ellas me hizo llegar y yo creo que he estado pensando lo suficiente en el tema, que hará cuestión de una hora me acordé de pronto de las únicas 2 experiencias “espirituales” que he tenido en mi vida.
No sé si sea lo adecuado llamarlas así, primero porque sé que ese tipo de cosas le suceden únicamente a las personas que tienen cierto grado de espiritualidad, han pasado por años de preparación y son más receptivas a ese tipo de manifestaciones; pero algunas cosas de las que he leído me hicieron recordar de pronto esas dos experiencias que sin importar si son “espirituales” o no, para mi fueron significativas, primero, porque nunca más en mi vida me ha vuelto a pasar algo semejante y porque las emociones que experimenté en esas dos ocasiones, tampoco las volví a sentir jamás.
La primera de ellas sucedió hace ya varios años, (yo creo que tendría yo como unos 22 ó 23 años), todavía estaba en la universidad y en ese entonces a Miriam (quien es una de mis mejores amigas todavía) se le ocurrió que nos metiéramos al curso de confirmaciones. Ya 1 año antes habíamos intentado recibir ese sacramento, pero en aquella ocasión la intención más bien era meternos al grupo de jóvenes de la iglesia, porque uno de los coordinadores era José Luis, el chavo que me gustaba desde que yo era niña y con el cual me volví a encontrar en la época de la prepa, (pero bueno, ya estoy divagando y esa es otra historia)… El caso es que no terminamos el curso y casi más de un año después a Miriam se le volvió a meter en la cabeza la idea de que entráramos al curso de confirmación y pues aunque yo fui prácticamente a “rastras” a inscribirme con ella, la experiencia resultó muy enriquecedora..
No recuerdo la verdad cuanto duró el curso, sólo sé que me marcó y me hizo comprobar que “Dios” de verdad existe, fue la experiencia que yo en lo personal viví en el retiro que se organizó como actividad final del curso de confirmaciones y que fue precisamente un fin de semana antes a la fecha de la confirmación.
Para los que han estado en un grupo de jóvenes en la iglesia (independientemente de la religión), saben que ese tipo de cursos por lo regular duran todo un día (o varios días) y casi siempre se llevan a cabo en lugares fuera de la ciudad o por lo menos en un lugar aislado.
En nuestro caso fue sólo un día entero de curso y en un lugar muy grande dentro de la misma ciudad y pues la intención del “Retiro” como su mismo nombre lo indica, es permanecer aislado y sin distracciones previo a la preparación para recibir el sacramento de la confirmación.
Tal vez sonará aburrido o mucha gente se imagina que en ese tipo de cursos te la pasas todo el día rezando, pero no, la verdad es que estuvo muy padre, el curso lo dieron jóvenes y consistió en diferentes pláticas acerca de cosas que vives en el mundo real como chavo, y que poco a poco te van haciendo darte cuenta de que la presencia de Dios puede ir más allá de la imagen de un cristo crucificado, el hombre que hacía milagros en los pasajes bíblicos y que pude ser un personaje más real y mucho más cercano a tu vida.
Eso fue lo que yo aprendí en ese curso, y lo que en concreto me hizo confirmar la existencia de un ser superior fue que justo un día antes de que el retiro se llevara a cabo y estando yo en mi casa ya acostada, pero todavía sin dormirme (puesto que aún no era muy tarde), de pronto algo me hizo cambiar mi posición habitual de permanecer acostada de lado y de frente a la pared, porque a pesar de que la habitación estaba oscura, mi visibilidad en medio de la penumbra era bastante buena y “sentí” claramente como “algo” o “alguien” se inclinó similar a cuando a tu cuarto llega a visitarte alguien cuando ya estás acostado y como sólo está ahí momentáneamente, en lugar de buscar una silla o un lugar para sentarse arriba de tu misma cama, se apoya en cunclillas para quedar a la misma altura que tú y platicar así contigo.
Sea lo que haya sido que llegó a mi cuarto en esa ocasión, eso fue lo que hizo. Yo lo sentía muy, muy cerca, sabía que estábamos prácticamente cara a cara y aunque él o ella (no sé que era) se quedó mucho rato mirándome (similar a como cuando ves dormir a un niño), yo no sentí en ningún momento miedo.
Al contrario, me sentía súper tranquila y hasta contenta, porque a pesar de que en ningún momento pude verlo, algo en mi interior me hacía saber que esa persona me estaba sonriendo.
Permanecimos así durante algunos minutos, prácticamente viéndonos a los ojos y luego sentí perfectamente como pasó a sentarse en la orilla de mi cama y aunque yo me dormí al poco rato, casi estaba segura que ahí iba a permanecer hasta que el amaneciera otra vez.
Obvio que al despertar no la vi, pero fue una sensación extraña y hermosa al mismo tiempo, cuando sabes que a pesar de que se haya ido, alguien estuvo ahí velando tu sueño (eso yo solamente lo he hecho por una persona y quizá sea que ese tipo de detalles desde niña para mi sean importantes e invaluables), no sé si era un ángel, no se si era Dios, no se si era lo que los metafísicos llaman “guía espiritual”, pero de lo que si estoy segura es de que fue la primera vez en toda mi vida que experimenté una tranquilidad y una paz inmensa y no fue un sueño o una alucinación porque sucedió cuando yo aún estaba despierta.
La segunda experiencia me pasó exactamente al siguiente día, en la parte final del curso de confirmación, hubo un ejercicio muy fuerte de oración. Yo estaba al igual que todos los otros chavos que tomamos el curso, en un salón muy grande y la dinámica consistía en que tenías que concentrarte para hacer una oración final en silencio.
No sé que me pasó, pero en el transcurso de ese ejercicio y a pesar de que escuchaba todo lo que estaba diciendo la persona que estaba dando las indicaciones caí en una especie de sueño profundo. Tal vez me relajé demasiado, pero me sentía demasiado tranquila, no estaba pensando en nada, me olvidé de todo, perdí la noción del tiempo; lo único que recuerdo es que escuchaba a los chavos del coro de la iglesia que estaban tocando (lo cual me hizo suponer que el ejercicio ya había terminado), y de pronto sentí que alguien posó sus manos sobre mis hombros.
Cuando eso sucedió, supuse que era la chava que era la coordinadora del grupo donde yo estaba, y como varios de los ejercicios de los grupos de confirmación me tocó realizarlos con ella, supuse que en esa ocasión tal vez los coordinadores les habían pedido que nos acompañaran en esa última dinámica y por esa razón ni siquiera me esforcé en abrir los ojos para cerciorarme de que era ella. Me bastó con sentirme “acompañada” y nada más.
Al terminar el ejercicio, y sintiendo aún las manos puestas sobre mis hombros yo ya estaba más conciente, así que cuando el chavo que estaba dando las indicaciones nos pidió que nos incorporáramos para pasar a la última parte del curso de confirmaciones, lo primero que hice fue abrir los ojos y voltear hacia atrás para darle las gracias a mi coordinadora por haberme acompañado en ese ejercicio y grande fue mi sorpresa que al hacerlo, descubrí que atrás de mi no estaba ABSOLUTAMENTE NADIE y fuera del extremo izquierdo y a unos cuantos metros de distancia de la silla que yo ocupaba, solamente estaban los chavos del coro…
No se lo dije a nadie (y en todo este tiempo creo que tampoco se lo había contado a nadie), y aunque han pasado ya muchos años desde entonces, en todo este tiempo y sobre todo en los momentos difíciles, acordarme de eso y de las sensaciones y sentimientos que experimenté en esas dos ocasiones, me hace pensar que -como ya dije- eso fue lo que me hizo comprobar que de verdad Dios existe y que aunque con frecuencia me siento perdida y tengo aún muchas dudas respecto al rumbo que está tomando mi vida, siempre que pienso en eso, algo me hace saber que a pesar de que todo es tan incierto, las cosas en verdad van a estar bien.
A lo mejor alucino y no era Dios, a lo mejor tampoco era un ángel, quizá fue sólo que en el tiempo que duró el curso de confirmaciones estuve muy receptiva a nivel emocional y que la oración, (y sobre todo si se hace en forma colectiva) al final no es más que la energía de muchas personas enfocada a una misma cosa y eso trae como reacción consecuente experimentar o materializar a nivel físico algo como el sentir apoyadas las manos de alguien sobre ti.
Yo no soy nadie para afirmarlo o desmentirlo, sólo sé que la sensación de irme a dormir con el “corazón lleno” solamente la he experimentado al estar enamorada y por primera vez cuando eso me sucedió.
Ahora mismo, en este momento de mi vida, me encantaría volver a sentir eso, vivir como en esos días en que mucha gente me llegó a decir que notaba en mi algo diferente, que parecía otra persona, porque aunque en la actualidad sigo creyendo en Dios, y la religión la veo como una de las herencias más importantes que me han dado mis padres, gracias a que eso ha contribuído mucho a mi formación como persona, siento también que me hace falta hacer algo para que mi fe sea mucho más grande, como si necesitara “nutrirme” para poder crecer más a nivel espiritual.
Yo creo que eso es lo que de modo inconsciente busco en todos esos libros que he estado leyendo, que nada es casualidad y quizá toda esa información que me ha estado llegando no sea más que una señal inequívoca de que necesito realizar un cambio radical en mi vida… Igual alucino y no es nada más que coincidencia, pero bueno, sea como sea, hoy me acordé de eso y no lo niego, aunque sé que Dios está presente en muchas de las cosas que me rodean, veces me gusta imaginar, pero sobre todo me gustaría mucho más sentir que Dios es un personaje menos “celestial” y si mucho más real en mi vida.
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