Madrugada
Primeros minutos de la Tercera hora de este Domingo que forma parte de un fin de semana que se vislumbra largo (por el día de asueto) que será el próximo Lunes 20 de Noviembre.
Me siento cansada, pero no tengo mucho sueño que digamos y es quizá eso, sumado al hecho de que tengo tantas cosas en la cabeza, lo que esta madrugada ha propiciado que haya preferido ponerme a escribir en lugar de intentar dormir.
El día de hoy transcurrió normal, entre las actividades normales de un Sábado ordinario: Limpiar la casa, lavar el carro, estar en casa durante la mayor parte del día, y aprovechar la tarde para con el pretexto de ir a buscar al centro algunas cosas que necesitaba (unas cintas para mis zapatos de goma amarillos, un lápiz delineador de labios, cambiar la pila de mi reloj que ya no funcionaba, etc.), aprovechar la tarde para salir a caminar, distraerme y desprenderme un poco de mis pensamientos y preocupaciones banales, hecho que logro cuando me concentro y me pierdo entre la gente que va y viene, todos los objetos que se reflejan desde los cristales de los aparadores y con la cantidad de cuadras que recorrí sin encontrar las cintas amarillas para mis zapatos, pude ver con más atención.
También aproveché mi salida a la calle -para como otras muchas tardes de Sábado lo he hecho- pasar a Catedral para sentarme un ratito en una de las bancas del interior del templo, porque descubrí que siendo una mujer no muy religiosa, pero si creyente, al haber implementado esa costumbre a mi rutina de los Sábados, ha sido de gran reconfortamiento para mi, sobre todo en los momentos cuando me siento sola, o cuando las dudas y los miedos que hay en mi vida me abruman demasiado.
Esta tarde de Sábado en particular hubiera deseado permanecer ahí durante un poco más de tiempo, pero no pude hacerlo porque tenía que llevar a casa unas cosas que mi mamá me había encargado para la hora de la comida; pero a pesar de que ahorita ya es la parte final de mi día, me siguen acompañando toda la serie de pensamientos que permanecieron en esa banca del templo junto a mi.
Pienso en cosas del presente inmediato, por ejemplo en que mañana trabajaré en un catálogo y en una página web para un negocio extra que espero con todas mis ganas fructifique, pienso en que el Lunes me gustaría aprovechar el día de descanso para ir a visitar a mi amiga Miriam, actualizar el blog, mientras que a nivel más profundo y personal pienso en que el tiempo no se detiene, las horas siguen su marcha, y a pesar de mis miedos, debo buscar la forma de confiar en que todo lo que ha pasado conmigo hasta ahora ha sido lo adecuado y en el futuro cercano quizá algo muy padre está por suceder.
Que más quisiera yo, sacudirme la melancolía que me envuelve a veces de una buena vez por todas, no tener miedo de que Navidad y Año Nuevo sean otra vez grises porque una vez más no estará la persona que más quiero y concentrarme en esa lucecita tan débil que alumbra mi vida cada vez que pienso en que soy una mujer que tiene inmensas ganas de vivir, que quiere aprender un montón de cosas, a diseñar, a hablar italiano o por lo menos escribirlo y leerlo bien en forma auto didácta; volver a las clases de inglés, meterme al coro o a un grupo de jóvenes de la iglesia (en confirmaciones o alguno de esos rollos), para conocer nuevos amigos, estabilizarme más espiritualmente, o involucrarme en alguna asociación de labor social o voluntariado, de las ganas que tengo de escribir cosas, tener alguien con quien compartir todo lo que me pasa, las cosas que me ilusionan, las cosas que disfruto, comentar juntos un libro o algo cotidiano, como un suceso que haya sucedido en el trabajo o haya captado la atención al salir a la calle, durante el trayecto al trabajo o de regreso, alguien que me tenga la suficiente confianza para platicarme sus ideas más locas, las cosas que sueña, compartirme sus problemas y sus temores, que yo pueda ser su refugio al final de un día difícil, tener la posibilidad de derretir su corazón cuando esté enojado o triste, alguien que el próximo verano – a pesar de sus broncas y múltiples ocupaciones- se “de” el tiempo para ir juntos a dar un paseo en bicicleta, caminar por el parque sin tener prisa, sentarse junto a mi sobre el pasto húmedo donde yo tendré oídos, toda la paciencia, la atención y disposición para escucharle decir lo que sea, no importa si es algo muy simple, pero que en un instante tan pequeño como ese se de por enterado que aunque no esté en mis manos resolver sus problemas, siempre podrá contar conmigo para ayudarle a encontrar soluciones y para estar siempre que me necesite ahí.
Hasta ahorita sólo una persona me ha hecho querer desear ser todo eso, tal vez estoy equivocada y tengo que seguir adelante, dejar de mirar hacia atrás e insistir con algo que quizá no es para concentrarme de lleno en esta etapa que tal vez no sea más que un proceso de preparación en la que tengo la posibilidad de convertirme en una mejor persona en lo que la vida designa o me pone en el lugar exacto donde debo estar…
Todas las noches cierro los ojos y deseo de todo corazón que así sea… Hoy es una de esas noches en que necesito pensar y creerlo con más fuerza, pero sin importar cuan fácil o complicado sea alcanzar todo cuanto sueño, la madrugada se acaba, hay que seguir adelante y ya mañana será otro día.
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