"Remembranzas Fantasmagóricas" (Capítulo XVIII).
Entrada principal del Museo de La Ex-Aduana
Era de madrugada y llovía, cuando a través del reflejo húmedo del vidrio que asomaba hacia el interior de una de las salas del museo donde continuaba la exhibición de objetos y prendas antiguas, de pronto apareció la figura de una joven mujer escribiendo desde su habitación.
Se veía concentrada, y hasta un tanto etérea, iluminada sólo bajo la tenue luz del candil que descansaba sobre el buró contiguo a su cama.
Era una noche igual a la de hacía ya poco más de 100 años; pero como muchas veces los fantasmas no dimensionan su propia realidad, para Margarita, aquella noche era la noche posterior a la que habiendo regresado del viaje a la ciudad de México, después de haber sido una de las invitadas al gran baile de gala que El General Porfirio Díaz ofreció con motivo de las fiestas del Centenario; al estar ya la primera noche en casa y después de todas esas emociones vividas; ella se sintió más confundida que nunca.
Tenía el corazón lleno de dudas, y la cabeza saturada con miles de preguntas... Había cosas que ella no entendía y trató de aclarar un poco su mente escribiendo sobre su diario en la última parte del día, refugiada en la intimidad de su habitación y con toda la libertad de llorar si necesitaba desahogarse.
Tras un buen lapso de tiempo en el que permaneció sin apartar la pluma de la hoja; el sonido de la lluvia al golpear con insistencia el cristal de la ventana, la hizo perder la concentración y apartar su mirada que ya comenzaba a empañarse, gracias a toda esa serie de sentimientos que a través del papel comenzó a expresar.
Al parecer el cielo la entendía, porque al igual que sus emociones y sus dudas iban en aumento; afuera, la lluvia -ahora convertida en tormenta- arreciaba cada vez con más fuerza.
No tenía a Fernando a su lado y por eso antes de que la nostalgia la envolviera, prefirió refugiarse en sus propios recuerdos; apartó la vista de la ventana empañada; y comenzó a pasar hojas al azar, de las que leía fragmentos de sus escritos, y fue entonces como se dio cuenta que toda esa serie de recuerdos materializados en palabras, habían ido conformando poco a poco la historia de los dos.
Había pasado ya poco más de 1 año desde que estaban juntos, pero en ese recorrido por las páginas se dio cuenta que todo lo que ahora existía entre ellos se fue construyendo desde antes.
Por medio de las hojas retrocedió muchos días en el tiempo, y revivió momentos tan especiales como aquella tarde de visita en el rancho de los abuelos en Santa Bárbara, Chihuahua, bajo ese mismo árbol en el que durante su infancia se imaginó las mil y un historias mágicas que le contaba su padre; y ahora siendo ya una mujer, había vivido uno de los momentos más especiales junto a Fernando.
De aquella ocasión recordaba como después de haber cabalgado durante un buen rato, a ninguno de los dos le desagradó la idea de descansar un rato bajo la sombra de aquel inmenso roble.
Sentados en el suelo y sin ningún tipo de prejuicio, Margarita se volvía a estremecer al recordar como Fernando la escuchó con toda la atención del mundo, cuando ella le contó la leyenda mágica que envolvía a aquel árbol.
En esa ocasión, de lo mágico, su conversación pasó a lo esencial, y esa noche ella escribió demasiado en su diario, porque no quería olvidar la forma como Fernando la veía cuando ella le compartía sus recuerdos de infancia, pues era la primera vez que le revelaba a alguien las cosas en las que creía ahora que ya era una persona adulta.
Entre un tema y otro, la tarde se fue desvaneciendo entre tonalidades naranjas y azules que en aquella ocasión convirtieron al cielo en un lienzo donde Dios dibujó para ellos una acuarela; y a pesar de que ambos estaban cansados por el paseo y comenzó a darles hambre; decidieron sacrificarse un poco y quedarse, cuando vieron que en ese lugar tan apartado, las noches estrelladas se convertían en un regalo de la naturaleza que sería un sacrilegio perderse.
Aquella noche fue especial, puesto que desde ese punto, ambos pudieron observar al oriente y a medida que el cielo se fue oscureciendo, la aparición del cometa que en los últimos días era el tema de conversación en todas las reuniones y tertulias, además de que también había ocupado grandes espacios dentro de las páginas de los periódicos más importantes de la localidad.
Lo que en 1910, para la mayoría de la gente fue presagio de mal augurio (por la cantidad de fatalidades que se vaticinaban tras su aparición); para Fernando y Margarita fue punto de coincidencia que les permitió saber lo afines que eran como pareja.
-La verdad todo me imaginé, menos que el venir hasta aquí para conocer a tus abuelos, me daría la oportunidad de ver ese cometa del que todo mundo ha hablado... ¿Es el cometa Halley no?
-Sí, así es... Leí en los diarios que comenzó a verse desde mayo y lleva ese nombre en honor a un matemático inglés llamado Edmundo Halley...
-...Quien predijo en el siglo XVIII el paso de un cometa.
-Sí, ¿y sabías que fue el primer cometa con el que se pudo calcular cada cuando regresaba?
-Así es, existe registro de su paso por la tierra, Mhhh... según sé desde el año 240 A.C. y aparece en las crónicas coreanas, hindúes y japonesas.
-¡Wow!... La verdad me sorprendes Fer... No me imaginaba que te llamara la atención también la astronomía.
Fernando la abrazó y le dio un beso en la frente. Los dos permanecieron así durante un prolongado espacio en silencio, contemplando sobre el cielo estrellado de Chihuahua, la cauda de aquel cometa que según los diarios, con cada vuelta se acercaba cada vez más a la tierra.
A pesar de la oscuridad, Margarita intuía perfecto los rasgos de Fernando, y sabía que dentro de aquel espacio en que el silencio dijo mucho más que las palabras, había algo más en lo que él pensaba.
-¿Por qué te quedaste tan serio? Puedo saber ¿en qué cosa está pensando Doctor?-
Apartó la vista del cielo y volteó a verla para así regalarle una gran sonrisa. A pesar de que le divirtió su comentario y le derretía por dentro que su prometida fuera en ocasiones como una niña curiosa y traviesa; sin restarle seriedad al tema que tocaban, después de un suspiro que ante los ojos de ella lo hicieron el más sensible de los hombres, sin dudarlo, Fernando le respondió.
-En nada en especial... Me quedé reflexionando por un instante en como algo que ante nuestros ojos resulta un espectáculo tan maravilloso, puede al mismo tiempo ser interpretado como presagio de tantas cosas negativas.
-¿De verdad tú crees que un cometa pueda ser una señal que anuncie que se acercan tiempos difíciles?
-¡Uff!... ¿Qué te puedo responder Maggie?, si te soy sincero, es una respuesta difícil, porque por un lado soy un hombre de ciencia, pero en estos últimos años, tanta convivencia con los indígenas que viven en las serranías, me ha hecho darme cuenta que por mucho conocimiento y adelantos que tengamos, siempre van a existir muchas cosas que no está dentro de nuestra capacidad entender...
-¿A qué te refieres?...
-Mira... Para mi no es nada más que un cometa, pero los romanos creían que era el alma de Julio César... Yo soy un médico y por lo tanto sé que todo tiene una explicación lógica y no debo dejarme llevar por todas esas historias y leyendas que se supone son resultado de la imaginación de la gente...
-Pero... ¿hay algo más vedad?, tienes tus dudas...
-Así es... Veo a mi alrededor y analizo como están las cosas, todo lo que está sucediendo en el país, las declaraciones que El General Díaz hizo a ese periodista Norteaméricano acerca de que planeaba retirarse del poder. Toda la tensión que ha generado en la escena política Francisco I. Madero con su partido Antireleccionista y su libro de La Sucesión Presidencial...
-Tienes razón Fer, todo lo que estamos viviendo aquí desde que el Sr. Madero se lanzó como candidato a la presidencia y después de que lo apresaran mientras estaba en campaña, y El General Díaz ganó las elecciones de una manera que mucho se rumora, no fue "tan legal" que digamos, tiene ahora al país dividido... Yo no sé nada de política, pero percibo en el ambiente algo... una atmósfera rara, tensa...
-Es verdad Maggie, y tú sabes mejor que nadie que mi padre siempre ha estado al servicio del gobierno de Don Porfirio y habiendo estado tan cerca de él, yo creo que si ha hecho muchas cosas, pero así como el país se moderniza con electricidad y un tren que atraviesa casi de extremo a extremo el país, la gente pobre, cada vez es más pobre: y aunque el gobierno quiere hacernos creer que somos un país desarrollado y moderno: existe cada vez mayor inconformidad y eso puede tener graves consecuencias...
-¿Y tú crees que puede suceder algo malo?
-No lo sé Maggie, pero creo que el General Díaz, además de que es un hombre ya mayor, en su afán por retener sus lugar en la Silla Presidencial, está cometiendo muchos errores, y Madero ha sabido aprovechar muy bien eso; aparte de que sus propuestas y su visión de las cosas, a muchos los han convencido.
Para Margarita no era un misterio, que su prometido, a pesar de que creció bajo el abrigo del régimen paternalista del Porfiriato, era un hombre sin ninguna inclinación partidista y cuyo interés estaba centrado únicamente en poner al servicio de quienes más lo necesitaban sus conocimientos y trabajo.
Para ella era admirable la labor que realizaba y desde el inicio de su relación, la vida cobró también otro sentido, cuando pudo involucrarse y ayudarle con todo lo relacionado con el dispensario médico, donde a diario atendía a gente que llegaba a recorrer grandes distancias para recibir atención médica.
Una vez más el silencio interpuso entre ellos, pero esta vez tampoco fue tan prolongado, y sin que hubiera necesidad de que Margarita lo preguntara, fue Fernando, quien sin dejar de mirar a las estrellas, le empezó a platicar de su infancia, de los vagos recuerdos que tenía de su madre, y de que precisamente uno de los pocos que el tiempo y el olvido no le habían arrebatado era el de aquellas tardes cuando él podía pasar horas enteras hojeando los libros y enciclopedias que tenía su padre.
En aquel entonces él era demasiado pequeño y le costaba mucho trabajo sostener por si mismo los volúmenes tan antiguos que siempre estaban disponibles en la biblioteca de su padre.
Pero un buen día, cuando Fernando cumplió 7 años, su madre, le dio el mejor regalo de cumpleaños. Convenció al Dr. Gustavo Iturrigaray para que en el sótano abandonado y lleno de trebejos que llevaba mucho tiempo cerrado en la parte baja de la casa; su hijo pudiese construir su propia biblioteca. Entre él y su madre fabricaron los estantes con tablones de aserrín prensado que le pidieron a uno de los peones que cuidaba el granero. Luego de algunos meses de trabajo en conjunto, poco a poco los espacios se fueron llenando con libros escolares, recortes de prensa y algunos ejemplares que de la biblioteca familiar, el Dr. Iturrigaray iba desechando.
Ese fue el mejor regalo que su madre pudo haberle dado, pues a partir de entonces esa parte de la casa se convirtió en su lugar mágico y en el que su madre (que para ese entonces ya era su cómplice más grande); no tenía ningún reparo en pasar largas horas junto a él, con un montón de cartografías y mapas extendidos sobre el suelo, para trazar juntos las rutas y los recorridos que ambos harían cuando él fuera "grande", para ir en busca de todos esos animales y especies fantásticas que tantas noches vieron en las ilustraciones contenidas en los volúmenes más grandes y pesados.
Pero toda esa magia le duró a Fernando muy poco. Por esa época y al poco tiempo de haber concluído la biblioteca, su madre se enteró de que su segundo hijo venía en camino y aunque durante algunos meses las cosas fueron bastante bien, durante el parto hubo complicaciones. La hermanita de Fernando nació muerta y su madre, falleció también a las pocas horas, como consecuencia de una infección y desangrados muy severos.
A pesar de que la pequeña biblioteca continuó siendo su refugio; él ya nunca más volvió a ser el mismo.
Su padre no decía nada, pero en el fondo Fernando, en medio de su dolor, llegó a creer que él era el culpable de la muerte de su madre.
Tal como lo había leído en los libros de mitología griega, en sus ensoñaciones infantiles; juró convertirse en médico, no por seguir los pasos de su padre; sino porque estaba convencido de que él sería capaz de viajar por el mundo para encontrarle un final diferente a esa historia en la que la caja de Pandora fue abierta, y entonces él se encargaría de encontrar una por una todas esas enfermedades y calamidades que se esparcieron por el mundo; y así ningún otro niño tendría que volver a sufrir por quedarse sin su madre.
Aunque todo aquello era una fantasía que se fue difuminando junto al recuerdo de su madre; en cierta forma Fernando cumplió con su promesa. Cuando terminó de contarle todo aquello; le deshizo el corazón darse cuenta que tenía la mirada humedecida, y aunque él intentó revelarle algo más, Margarita lo evitó al darle un beso tierno en los labios.
-...Dicen que van a pasar 75 años para que este cometa vuelva a verse muy cerca de la tierra, y yo no tengo idea de cómo será el mundo en ese entonces... Me imagino que el futuro será muy distinto y lleno de cosas que ni siquiera imaginamos, pero ¿sabes una cosa?... Yo creo que el futuro lo tenemos ahora nosotros en las manos y pase lo que pase, yo quiero que en el mío estés siempre tú.
Margarita se estremeció cuando recordó a través de las letras impresas de su propio puño y letras, que eso fue lo último que le dijo aquella noche. Luego, echó un vistazo al reloj y de repente sintió urgencia de volver a pasar las hojas, pero esta vez con dirección hacia el presente, (por eso buscó las que todavía estuvieran en blanco); para comenzar a plasmar en ellas todo lo que pasó durante "El Baile del Palacio" que se ofreció en el marco de los festejos del Centenario.
Para ella era admirable la labor que realizaba y desde el inicio de su relación, la vida cobró también otro sentido, cuando pudo involucrarse y ayudarle con todo lo relacionado con el dispensario médico, donde a diario atendía a gente que llegaba a recorrer grandes distancias para recibir atención médica.
Una vez más el silencio interpuso entre ellos, pero esta vez tampoco fue tan prolongado, y sin que hubiera necesidad de que Margarita lo preguntara, fue Fernando, quien sin dejar de mirar a las estrellas, le empezó a platicar de su infancia, de los vagos recuerdos que tenía de su madre, y de que precisamente uno de los pocos que el tiempo y el olvido no le habían arrebatado era el de aquellas tardes cuando él podía pasar horas enteras hojeando los libros y enciclopedias que tenía su padre.
En aquel entonces él era demasiado pequeño y le costaba mucho trabajo sostener por si mismo los volúmenes tan antiguos que siempre estaban disponibles en la biblioteca de su padre.
Pero un buen día, cuando Fernando cumplió 7 años, su madre, le dio el mejor regalo de cumpleaños. Convenció al Dr. Gustavo Iturrigaray para que en el sótano abandonado y lleno de trebejos que llevaba mucho tiempo cerrado en la parte baja de la casa; su hijo pudiese construir su propia biblioteca. Entre él y su madre fabricaron los estantes con tablones de aserrín prensado que le pidieron a uno de los peones que cuidaba el granero. Luego de algunos meses de trabajo en conjunto, poco a poco los espacios se fueron llenando con libros escolares, recortes de prensa y algunos ejemplares que de la biblioteca familiar, el Dr. Iturrigaray iba desechando.
Ese fue el mejor regalo que su madre pudo haberle dado, pues a partir de entonces esa parte de la casa se convirtió en su lugar mágico y en el que su madre (que para ese entonces ya era su cómplice más grande); no tenía ningún reparo en pasar largas horas junto a él, con un montón de cartografías y mapas extendidos sobre el suelo, para trazar juntos las rutas y los recorridos que ambos harían cuando él fuera "grande", para ir en busca de todos esos animales y especies fantásticas que tantas noches vieron en las ilustraciones contenidas en los volúmenes más grandes y pesados.
Pero toda esa magia le duró a Fernando muy poco. Por esa época y al poco tiempo de haber concluído la biblioteca, su madre se enteró de que su segundo hijo venía en camino y aunque durante algunos meses las cosas fueron bastante bien, durante el parto hubo complicaciones. La hermanita de Fernando nació muerta y su madre, falleció también a las pocas horas, como consecuencia de una infección y desangrados muy severos.
A pesar de que la pequeña biblioteca continuó siendo su refugio; él ya nunca más volvió a ser el mismo.
Su padre no decía nada, pero en el fondo Fernando, en medio de su dolor, llegó a creer que él era el culpable de la muerte de su madre.
Tal como lo había leído en los libros de mitología griega, en sus ensoñaciones infantiles; juró convertirse en médico, no por seguir los pasos de su padre; sino porque estaba convencido de que él sería capaz de viajar por el mundo para encontrarle un final diferente a esa historia en la que la caja de Pandora fue abierta, y entonces él se encargaría de encontrar una por una todas esas enfermedades y calamidades que se esparcieron por el mundo; y así ningún otro niño tendría que volver a sufrir por quedarse sin su madre.
Aunque todo aquello era una fantasía que se fue difuminando junto al recuerdo de su madre; en cierta forma Fernando cumplió con su promesa. Cuando terminó de contarle todo aquello; le deshizo el corazón darse cuenta que tenía la mirada humedecida, y aunque él intentó revelarle algo más, Margarita lo evitó al darle un beso tierno en los labios.
-...Dicen que van a pasar 75 años para que este cometa vuelva a verse muy cerca de la tierra, y yo no tengo idea de cómo será el mundo en ese entonces... Me imagino que el futuro será muy distinto y lleno de cosas que ni siquiera imaginamos, pero ¿sabes una cosa?... Yo creo que el futuro lo tenemos ahora nosotros en las manos y pase lo que pase, yo quiero que en el mío estés siempre tú.
Margarita se estremeció cuando recordó a través de las letras impresas de su propio puño y letras, que eso fue lo último que le dijo aquella noche. Luego, echó un vistazo al reloj y de repente sintió urgencia de volver a pasar las hojas, pero esta vez con dirección hacia el presente, (por eso buscó las que todavía estuvieran en blanco); para comenzar a plasmar en ellas todo lo que pasó durante "El Baile del Palacio" que se ofreció en el marco de los festejos del Centenario.
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Era cerca de las 3 de la
madrugada cuando Margarita terminó
de escribir en su diario y se quedó dormida albergando en su corazón una
tristeza infinita.
Esa misma noche en otro punto
de la ciudad, y más en específico en casa de Verónica Vda. de Altamirano,
tampoco había la paz necesaria para conciliar el sueño y desde el enorme balcón
que asomaba a la calle, logró percibir en medio de la lluvia y tras un
relámpago que iluminó por una décima de segundo todo a su alrededor; la figura
oscura de alguien que se acercaba con gran rapidez hacia su casa y dobló en la
esquina en dirección hacia la parte posterior de su residencia.
El corazón le dio un vuelco, y se puso todavía más nerviosa, porque la inmensa capa oscura con la que ese personaje se protegía de la lluvia, le impidió conocer de quién se trataba.
El instinto de supervivencia la puso en alerta, y como una reacción lógica, corrió al cajón del armario, donde sabía que su difunto marido conservaba un revolver Colt; y al tiempo que amartilló el arma (una vez que se cercioró que el carrousel contiguo al gatillo albergaba suficientes balas); tomó una lámpara y se dirigió a toda prisa empuñando el arma en alto, hacia la parte trasera de su casa.
Cuando llegó hasta ahí, a través del ventanal de la cocina, comprobó que se había tardado demasiado tiempo; pues aquel extraño personaje esperaba ya afuera, en el extremo opuesto de la puerta que daba acceso a esa parte de la residencia.
Verónica dejó sobre la mesa la lámpara que alumbraba en forma muy leve. Tenía el corazón en la garganta y latiendo muy rápido en el instante en que sin soltar el arma y con el cuerpo en absoluto recargado sobre la enorme puerta de madera, se atrevió a preguntar por la identidad de aquel personaje extraño.
-¿Quién eres y que buscas en mi casa a esta hora?
-Te busco a ti, necesito hablar contigo...
La frase tan simple, conformada por 7 palabras, fue suficiente para que Verónica comprendiera todo y de inmediato quitara el cerrojo que impedía el acceso y que la puerta fuera abierta.
Aquel desconocido, que bajo la oscuridad de la noche lucía como si fuera un fantasma; se despojó de la capucha, y un relámpago que volvió a convertir la madrugada en día, le reveló el rostro y los cabellos revueltos y mojados que no eran de otra persona más que de Fernando.
Verónica no podía creerlo... Después de tanto tiempo lo tenía nuevamente frente a ella; lo miró por un instante y luego de reflejar en su rostro una irónica sonrisa, en ese mismo tono lo invitó por fin a adentrarse todavía más y cruzar el umbral que separaba la puerta de la cocina, de la terrible tormenta que caía en el exterior.
-Pasa, a fin de cuentas que esta no es la primera ni la última vez que entras a mi casa de este modo, sin que nadie te vea y como si fueras un ladrón...
Continuará...
Comments
cuidese y saludos
Cuídate tu también.