"El Viaje del Elefante".
El Viaje del Elefante
José Saramago
Ed. Alfaguara, 2008
Había una vez... Una chava que un día entró a la librería y le llamó la atención un libro de pastas muy gruesas en color amarillo y que en la portada tenía un elefante rosa...
Ella lo empezó a hojear y entonces se dio cuenta que adentro de esas páginas se contaba la historia acerca del viaje de un elefante, y que quien la contaba a través de las letras era un escritor Portugués.
Cuando ella descubrió este libro, el autor ya había fallecido (de hecho hacía de eso apenas muy poco tiempo); pero tenía referencia de su obra gracias a un bloguero -que desertó del ciberespacio hace ya algunos años-, y además de que era alguien con quien podía platicarse padrísimo sobre muchos temas, ya que había leído muchos libros; ese bloguero era muy fan de Saramago.
Él hablaba siempre de que los libros de este escritor tenían que leerse con dedicada concentración para poder disfrutarlos (sobre todo por el hecho de que este autor en especial tenía la peculiaridad de que escribía todo seguido, sin dar espacios entre párrafo y párrafo)... De ahí de seguir al pie de la letra tan acertada recomendación de leer con atención una historia que está escrita de "un sólo tirón".
Con estos antecedentes y después de que hacía muy poco tiempo también; yo me había vuelto a enfrascar en la odisea imaginaria de revivir el viaje a través de La India con "La Reina de Los Elefantes"; la idea de tener en este libro amarillo un nuevo pase para viajar a través de las letras no me desagradó para nada; y grande fue mi sorpresa al descubrir que adentro de este libro, más allá de una historia, encontré un cuento que Saramago me contó en todos estos meses -un poco a cuenta gotas- y que en esta mitad de semana, se me ocurrió contarlo a ustedes tal como yo lo he visto con mi imaginación.
¿Les late la idea de que hoy, al final del día alguien les lea un cuento?... Aquí empiezo pues...
Salomón era un elefante y su historia no comenzó el día en que proveniente de La India, viajó en barco para llegar hasta Portugal, acompañado de un hombre llamado Subhro (que en idioma bengalí significa "Blanco"); y quien era su "Cornaca"... O sea la persona encargada de su adiestramiento y cuidado (lo que en "La Reina de los Elefantes" era el Mahout).
Este gigante paquidermo, era propiedad de la corte de los reyes de Portugal: Don Juan, Rey III de Portugal y su esposa Doña Catalina de Austria; quienes en pleno siglo XVI; una noche en sus aposentos nupciales, Saramago empieza a narrar de una forma que te da mucha risa (porque dice que hay que disculpar los sonidos naturales del cuerpo en una alcoba); la pareja de monarcas se encuentra en un verdadero dilema, porque se acerca el cumpleaños de su primo el Archiduque de Austria: Maximiliano de Hasburgo; y ellos no tienen ni la menor idea de qué cosa regalarle.
De pronto la reina, tiene una genial idea, y se le ocurre proponerle a su marido que le obsequien a Salomón. Para ese entonces el elefante ya tenía 2 años viviendo en Portugal, y a pesar de que había sido una novedad en el reino a su llegada, para ese entonces ya vivía confinado en un cuchitril, todo sucio y descuidado (al igual que su Cornaca).
Lo que al principio parece ser una brillante idea, se convierte en un problema... Primero porque el rey no tiene ni la menor idea de como hacer llegar semejante regalo a su primo político, y después, porque una vez que los reyes deciden que aquel animal "sin oficio ni beneficio" y que en apariencia ya no tenía ninguna utilidad para el reino; justo cuando está a punto de ser transferido para que pase a ser propiedad de la casa de Hasburgo en Austria, en la corte del rey Juan III, el sentimentalismo se apodera de todo el reino y resulta que se dan cuenta de que ahora sí Salomón es un ser entrañable para todos ellos.
Otro inconveniente que surge, es el temor a que el Archiduque pueda rechazar el regalo.... En los últimos días que Salomón y su cornaca Subhro pasan en la corte de los reyes de Portugal; a la par de organizarse una caravana para que lo escolte hasta Viena; los reyes dan muestra del cariño que durante 2 años no fueron capaces de darle al elefante... Es más, el rey ni siquiera sabía cuál era el nombre del Cornaca.
Así arranca El Viaje del Elefante... Salomón parte de Portugal rumbo a Valladolid (lugar donde en ese momento Maximiliano se encontraba como regente); y lo hace acompañado de una larga caravana que el secretario del rey organiza y que más allá de tener como objetivo la seguridad y contar con el personal necesario para atender las necesidades del paquidermo; de modo inconsciente lo que pretende es dar muestra de la fastuosidad del reinado de Juan III de Portugal.
La caravana compuesta por el elefante y su cornaca, 2 hombres más para ayudarlo, un carro tirado por bueyes, otro repleto de forraje y un pelotón de caballería y más personas de intendencia, comienzan la travesía por el territorio europeo; sin sospechar todas las dificultades que van a tener que afrontar en el camino; aparte de caer en la cuenta de que la duración del viaje dependerá en mucho del elefante, que pierde mucho tiempo jugando en el agua, se tiene que tomar su tiempo para comer y dormir; y eso empieza a causar problemas entre Subhro El Cornaca y el comandante a cargo de entregar el regalo por parte del rey.
Condiciones extremas de clima (lluvia, nieve), así como todos los problemas derivados de una misión bastante mal organizada y planeada dan pauta para muchas situaciones chuscas que Saramago describe (como un sacerdote que intenta bendecir a Salomón con agua bendita que no lo era); y que provoca que el sacerdote se lleve el susto de su vida... Un supuesto milagro que Salomón realiza (más por presión de un arzobispo que por otra cosa) a las puertas de la Catedral de San Antonio de Padua; pero que resulta ser un tremendo negociazo para el cornaca; cartas que van y vienen y por una sola palabra mal interpretada casi desatan una guerra, etc... Son sólo algunas de las anécdotas que se viven durante esta travesía que no termina cuando el elefante por fin pasa a manos de el Archiduque y este le cambia el nombre por Solimán, y al cornaca lo bautiza como Fritz.
La historia, además de estar contada con un excelente sentido del humor; tiene la peculiaridad de que Saramago te describe una situación desde todos los posibles ángulos y puntos de vista de los personajes que intervienen, y eso te hace sentir dentro de la historia, como si tú fueras uno más de los que viajan en esa caravana.
El libro también tiene partes muy emotivas (como esa en la que hace referencia a que Salomón se despide de la gente que lo acompañó durante la primera parte de su viaje), y las distintas reacciones que tiene la gente hacia él y la forma como el elefante también percibe todo eso, te lleva a pensar que así son las reacciones de los seres humanos... Hay gente a la que apenas si la conocemos y se vuelve especial en nuestras vidas; otras que nos produce mala vibra -sin saber porque- y Saramago ejemplifica muy bien eso en esa parte del libro.
Me encantaría contarles la historia completa, pero creo que cada persona (y más si son de los que les gustan tanto los cuentos como a mi); debe tomar si lo quiere, la oportunidad para experimentar por si mismo este viaje imaginario a través de los diversos lugares que Salomón y su cornaca recorren a pie para poder llegar hasta el lugar que en apariencia es su destino y que tiene un final totalmente irónico e inesperado... Y hasta quizá un poco triste.
Tengo entendido que este fue uno de los últimos libros de Saramago. Él lo empezó a escribir en el año 2007 y cuando tenía apenas 40 páginas escritas, se enfermó y fue a parar al hospital. A pesar de que estuvo muy grave y le costó mucho trabajo recuperarse, retomó el hilo muy fácil para poder seguir escribiendo este cuento y lo que más llama la atención es que en ninguna parte de la historia hay evidencia de todo lo que él padeció... Al contrario, es un libro muy divertido porque te explica cosas a detalle para poderte describir algo y eso te hace reír.
Antes de terminar este post y ya liberar por fin este libro; lo que si considero importante compartirles -Saltéandome el final- es la anécdota que en las páginas finales Saramago escribe para contar de donde surgió la idea que dio origen a "El Viaje del Elefante".
Un día, Saramago fue a comer a un restaurante que se llama "El Elefante"; y en ese lugar encontró unas figuritas que le llamaron mucho la atención. Eran unas pequeñas esculturas de madera que estaban colocadas en fila. Una era la Torre de Belén en Lisboa, y las demás representaban en escala varios de los edificios y monumentos de Europa y que supuestamente habían sido parte de un recorrido...
Cuando Saramago preguntó: ¿qué tipo de recorrido era?; alguien le respondió que esas figuras señalaban los puntos del itinerario que había seguido un elefante durante un viaje en pleno siglo XVI, desde Lisboa hasta Viena, y fue tanta la curiosidad de este escritor que comenzó a investigar, y fue así como surgió este cuento tan padre que describe la aventura de Salomón, el elefante.
Esta anécdota hace que este cuento se vuelva mágico y cobre aún mucho más sentido... Como lo dije ya al inicio de la semana, los libros siempre te hablan más allá de sus tapas y páginas; y para quienes nos gusta escribir (obvio, guardando las distancias, porque Saramago; aparte de ser verdaderamente un escritor profesional, fue un premio Nobel); descubrir y contar la historia de las cosas es lo que le da sentido a nuestra vida y contribuye también a conservar el encanto sobre todos esos personajes, lugares y costumbres que con el paso del tiempo no se debe permitir, queden en el olvido.
Eso es todo lo que puedo decir... Si les late, adentro de este libro amarillo con un elefante rosa dibujado en la tapa, cada uno de ustedes tiene un boleto para viajar en elefante por la Europa del Siglo XVI.
¡Buena Mitad de Semana!
"A la noche siguiente, movido por el arrepentimiento, Subhro fue a decirle a Salomón que no hiciese caso de lo que le había pedido, que había sido peor que el peor de los egoístas, que ésas no eran maneras de resolver los asuntos.
Si sucede lo que me temo, soy yo quien deberá asumir las responsabilidades y tratar de convencer al Archiduque de que nos deje seguir juntos, porque, óyeme, suceda lo que suceda, ¡tú no haces nada!, ¿me oyes?, ¡no haces nada!.
El mismo escéptico, si aquí estuviera, no tendría otro remedio que dejar a un lado durante un instante su escepticismo y reconocer, Bonito gesto, este cornaca es realmente un buen hombre, no hay duda de que las mejores lecciones nos llegan siempre de la gente sencilla".
Si sucede lo que me temo, soy yo quien deberá asumir las responsabilidades y tratar de convencer al Archiduque de que nos deje seguir juntos, porque, óyeme, suceda lo que suceda, ¡tú no haces nada!, ¿me oyes?, ¡no haces nada!.
El mismo escéptico, si aquí estuviera, no tendría otro remedio que dejar a un lado durante un instante su escepticismo y reconocer, Bonito gesto, este cornaca es realmente un buen hombre, no hay duda de que las mejores lecciones nos llegan siempre de la gente sencilla".
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