Las Reliquias del Papa Peregrino.
Doña Licha estaba cansada después de 2 horas de espera a las afueras de la Catedral. A esa hora debía estar ya camino a su casa, después de haber trabajado todo el día vendiendo burritos muy cerca del puente para cruzar a El Paso, Tx. pero ese Miércoles, no sería jamás igual a los otros, pues para ella sería a partir de ahora un día inolvidable, puesto que se hacía realidad uno de sus más grandes sueños: Estar cerca de Juan Pablo II...
...Bueno... Eso pensaba ella, pero en realidad, en la misa de los domingos, escuchó al sacerdote decir que eran sólo sus "reliquias"; y a pesar de que ella no entendía muy bien esas cosas, ni tampoco tenía idea de como la preciosísima sangre del Santo Padre podía viajar desde tan lejos; algo si tenía muy claro: no podía dejar pasar la oportunidad de verlo, tocarlo; y si eso era muy difícil, por lo menos poder mirarlo de lejos.
...Bueno... Eso pensaba ella, pero en realidad, en la misa de los domingos, escuchó al sacerdote decir que eran sólo sus "reliquias"; y a pesar de que ella no entendía muy bien esas cosas, ni tampoco tenía idea de como la preciosísima sangre del Santo Padre podía viajar desde tan lejos; algo si tenía muy claro: no podía dejar pasar la oportunidad de verlo, tocarlo; y si eso era muy difícil, por lo menos poder mirarlo de lejos.
Los ojos se le llenaban de agua cada vez que recordaba la emoción que sentía adentro del pecho, todas las veces que en la tele vio (cuando Juan Pablo II todavía vivía), como él se entregaba a la gente y la gente también a él durante cada una de las 6 visitas que hizo a México.
Doña Licha no tenía los medios para poder viajar hasta la capital del país... ¡Vaya! ni siquiera podía aspirar a estar un día en La Basílica de Guadalupe; pero eso nunca mermó su fe.... Todos los días, su jornada empezaba muy temprano, mucho antes de rayar el alba; y mientras preparaba los guisados para los burritos que vendía y "echaba" con el palote de madera, la masa para las tortillas de harina; para sus "adentros", ella rezaba al mismo tiempo el Santo Rosario, y desde la cocina, de cuando en cuando echaba un vistazo al pequeño altar colocado arriba del ropero de su recámara, (que era visible desde ese punto) y en el que siempre, en cuanto ella ponía un pie afuera de la cama, lo primero que hacía era santiguarse y encender una veladora junto a la imagen tan bonita que compró en El Mercado Cuauhtémoc y en la que aparecía El Papa Juan Pablo II al lado de La Virgen Guadalupana.
En esa mitad de semana, y cuando todavía faltaba un buen rato para que tanto la oscuridad que caracteriza a las noches de otoño y también la celebración en latín para recibir las reliquias comenzara; desde otro punto de la avenida, llegaron también Don Felipe y su esposa Rosalía; para quienes ese día también era de fiesta.
Ellos siempre soñaron con que Juan Pablo II pudiera alguna vez estar en Cd. Juárez; y aunque eso ya no fue posible, para ellos, enterarse también de que la figura de cera creada a imagen y semejanza de Karol Wojtyla, llegaría hasta la ciudad después de haber estado en otros 79 puntos por el interior de la república; era casi, casi como haberse sacado la lotería para comprar un boleto de avión, y estar en una de las audiencias públicas que él ofrecía cuando aún estaba vivo en plena Plaza de San Pedro en El Vaticano.
Don Felipe siempre quiso cumplirle ese sueño a su esposa; pero por una cosa o por otra ya nunca se pudo. Él no pensaba en eso en esa tarde, pues su intención era únicamente poder llegar hasta la explanada de La Catedral lo más temprano posible, para poder alcanzar un buen lugar y darle las gracias al Papa Viajero por haber permitido que su esposa, 2 años atrás, saliera sana y salva de una operación muy delicada.
A Doña "Rosy" -como la llamaba todo mundo- ya le dolían las piernas; a pesar de que la mayor parte de la espera la pasó sentada en la silla de tela plegable que su marido le procuró para que no se cansara tanto; la caminata y la espera terminaron por agotarla... Y la verdad era que ella, nomás ya no estaba para esos trotes.
Se aguantó y no le dijo nada a su marido, pues sabía lo "preocupón" que era; y lo último que ella quería era que por culpa de sus "achaques" tuvieran que irse sin ver a El Papa... Para Doña Rosy ese Miércoles de Noviembre, era como ella misma decía: "un día muy grande", tal como lo era el 12 de Diciembre, el día de La Virgen de Guadalupe... Así que sin importar el tiempo que tuviera que esperar para verlo pasar; aquel día su fe y su devoción tenían que ser mucho más grandes que cualquier dolencia física.
En el periódico "Presencia" que compró el Domingo anterior, luego de salir de misa; en una página decía que la camioneta con las reliquias del Papa, llegarían a Catedral en punto de las cinco de la tarde; pero Don Felipe quien era un hombre muy práctico, (y que gracias a su trabajo como cobrador conocía la ciudad casi tan bien como la palma de su mano); le hizo saber que si la caravana con la figura del Santo Padre venía desde Nuevo Casas Grandes y seguía el itinerario que indicaron en esa publicación de la iglesia; la distancia sería demasiada para poderla completar en tan poco tiempo y ese sería más que un motivo obvio para asegurar que no llegaría a la hora prevista.
Ya estaba empezando a oscurecer, y entre más tarde, más y más gente iba llegando, así que Don Felipe (como era de los que no saben estar sin hacer nada); para no desesperarse, de pronto se le "prendió el foco" y le dijo a su mujer que lo esperara, que en un ratito regresaba. Su señora pensó que tal vez iría a algún lugar cerca, para buscar un baño; pero más se tardó ella en pensar eso; porque luego de unos pocos minutos, Don Felipe regresó de nuevo, pero esta vez con una bolsa de plástico de "Telas Parisina"; un negocio que como su nombre lo indicaba, era especializado en vender telas y por cierto estaba muy cerca de ahí; en pleno corazón de la zona centro.
Doña Rosy no entendía nada; pero las cosas le quedaron claras en cuanto su marido abrió la bolsa de plástico y extrajo dos pedazos muy grandes de tela en colores blanco y amarillo, así como unas tijeras para recortar. Don Felipe había tenido la brillante idea de dividir esas telas en pedazos pequeños, para luego dárselos a la gente. Al igual que la iglesia se había vestido para ese día con los colores del Vaticano; cuando llegaran las reliquias, por lo menos todo aquel que alcanzara un trozo de tela, podría darle la bienvenida a Juan Pablo II con los colores pontificios.
En otro punto de la explanada, muy cerca de ellos, llegó también desde temprano Martha. Ella era una mujer, para quien el concepto de fe se había modificado con el paso de los años. Creía en Dios, pero sabía muy bien que su presencia estaba mucho más allá de una simple religión y la solemnidad de las imágenes que se veneran adentro de los templos.
Aquella tarde decidió también ir, no porque tuviera una petición en especial... La verdad es que hacía ya mucho tiempo que había dejado de pedir cosas para ella. Su presencia ahí se justificaba de manera muy simple: En esa tarde de mitad de semana, además de poder presenciar algo que no se veía a diario; como eterna observadora del mundo y de la gente que le rodeaba, ella se dio cuenta que aquel sería un punto en el que la fe se vería materializada de las más distintas formas.
No se equivocó, pues al recorrer las filas de gente (que a medida que avanzaron los minutos, se hacían cada vez más y más largas); con las imágenes que atrapó con su cámara se quedó pensando en dos cosas: ¿o hacen mucha falta líderes espirituales?, o simplemente es que la devoción del pueblo mexicano es demasiado grande.
Ya estaba empezando a oscurecer, y entre más tarde, más y más gente iba llegando, así que Don Felipe (como era de los que no saben estar sin hacer nada); para no desesperarse, de pronto se le "prendió el foco" y le dijo a su mujer que lo esperara, que en un ratito regresaba. Su señora pensó que tal vez iría a algún lugar cerca, para buscar un baño; pero más se tardó ella en pensar eso; porque luego de unos pocos minutos, Don Felipe regresó de nuevo, pero esta vez con una bolsa de plástico de "Telas Parisina"; un negocio que como su nombre lo indicaba, era especializado en vender telas y por cierto estaba muy cerca de ahí; en pleno corazón de la zona centro.
Doña Rosy no entendía nada; pero las cosas le quedaron claras en cuanto su marido abrió la bolsa de plástico y extrajo dos pedazos muy grandes de tela en colores blanco y amarillo, así como unas tijeras para recortar. Don Felipe había tenido la brillante idea de dividir esas telas en pedazos pequeños, para luego dárselos a la gente. Al igual que la iglesia se había vestido para ese día con los colores del Vaticano; cuando llegaran las reliquias, por lo menos todo aquel que alcanzara un trozo de tela, podría darle la bienvenida a Juan Pablo II con los colores pontificios.
En otro punto de la explanada, muy cerca de ellos, llegó también desde temprano Martha. Ella era una mujer, para quien el concepto de fe se había modificado con el paso de los años. Creía en Dios, pero sabía muy bien que su presencia estaba mucho más allá de una simple religión y la solemnidad de las imágenes que se veneran adentro de los templos.
Aquella tarde decidió también ir, no porque tuviera una petición en especial... La verdad es que hacía ya mucho tiempo que había dejado de pedir cosas para ella. Su presencia ahí se justificaba de manera muy simple: En esa tarde de mitad de semana, además de poder presenciar algo que no se veía a diario; como eterna observadora del mundo y de la gente que le rodeaba, ella se dio cuenta que aquel sería un punto en el que la fe se vería materializada de las más distintas formas.
No se equivocó, pues al recorrer las filas de gente (que a medida que avanzaron los minutos, se hacían cada vez más y más largas); con las imágenes que atrapó con su cámara se quedó pensando en dos cosas: ¿o hacen mucha falta líderes espirituales?, o simplemente es que la devoción del pueblo mexicano es demasiado grande.
Desde ese lugar vio llegar a familias enteras dispuestas a esperar el tiempo que fuera necesario; y comprobó una vez más también como nunca falta quien lucre con la fe. Vió a periodistas locales y de los medios internacionales haciendo su trabajo; y prestó sus ojos y sus oídos para captar todo aquello que después fuera digno de contarse.
Alguien se acercó y le preguntó ¿qué pasaba? ¿Por qué razón había tanta gente reunida en ese sitio?... Una señora que estaba al lado, de pronto, y así nomás de buenas a primeras le empezó a contar que su cuñada y su hermano habían sido de las pocas personas que en México pudieron saludar de mano en algún lugar por el que pasó, al Papa Juan Pablo... Su cuñada le había dicho que ella simplemente se soltó llorando porque no supo explicar que fue lo que sintió cuando por tan sólo un instante pudo tocar a El Papa Viajero...
Así, mientras esa señora desconocida le aseguraba que sentía un poco de envidia por la suerte que sus familiares tuvieron; Martha seguía atenta a todo lo que pudiera ser interesante de atrapar.
Don Felipe ya llevaba dos vueltas y le quedaba ya nada más tela de un sólo color. En cuanto la gente descubrió que estaba regalando "pañuelitos de colores" para darle la bienvenida a El Papa; la gente se abalanzaba sobre él en el intento de alcanzar uno antes de que se le terminaran.
Otra señora de la fila, en cuanto vio cámaras de televisión se acomodó y extendió al máximo su bandera. Mientras que una niña pequeña, como de unos 4 ó 5 años a quien su papá tenía montada sobre sus hombros (porque de otra forma la multitud no la dejaba ver lo que pasaba), después de un buen rato le comentó a su mamá que ya estaba cansada y le dolían mucho los pies, como consecuencia de haber permanecido mucho tiempo ahí....
"Ya no te preocupes, en cuanto veas al Papa, vas a ver como el dolor se te va quitar"...
Y es que en esa tarde, todos los que llegaron hasta ese punto; además de cargar la fe en el alma, llevaban también alguna petición... Al igual que la noticia de que la gira con las reliquias y que a la iglesia le dio por nombrar: "De Corazón me quedo y mi amor está vivo entre ustedes"; hasta ese lugar llegaron los rumores de que Juan Pablo II, aún en su condición de Beato, (e incluso antes de morir); ya estaba haciendo milagros y sanando de sus dolencias a mucha gente.
Pero hasta las esperas más prolongadas tienen su fin... El tiempo se esfumó entre cantos de la gente, danzantes que con gusto ofrecían su arte como ofrenda. Entre las filas de personas que ya habían saturado por completo cada rincón de la plaza de armas y la explanada en el exterior del templo. Además de personas de todas las edades y clases sociales, se podía encontrar a jóvenes de la pastoral, religiosos y familias completas que de inmediato tuvieron acceso al interior de la iglesia; así como también devotos de la Virgen Guadalupana.
La primera señal de que la espera se agotaba, fue la llegada del Señor Obispo. En lo alto de las dos torres de la Catedral, un montón de chavos eran los encargados de hacer sonar todas las campanas; pero hasta ellos buscaron como "matar el tiempo"; y comenzaron a divertirse haciendo girar las manecillas del reloj ubicado en la parte más alta de la fachada principal.
La gente que desde hacía más de 2 horas estaba afuera, lo notó; y entonces las risas se empezaron a escuchar en forma de murmullos dispersos, ya que visto desde abajo era muy chistoso porque parecía que el reloj se había vuelto loco; mientras que por otro lado, era irónico pensar en que el tiempo y la vida pudieran ser manipulados así.
El trabajo de los voluntarios del orden se fue por el caño, pues bastó que apareciera una camioneta muy parecida al "Papa Móvil", para que la gente se abalanzara para poder verlo, o tocarlo aunque fuera tan sólo a través del cristal.
Las reliquias de Juan Pablo II permanecieron en Cd. Juárez del 16 al 17 de Noviembre, y son muchas las historias que podrían contarse no sólo de todas las personas que durante esos dos días visitaron la Catedral.
Tal como sucedía cada vez que El Papa Viajero pisaba tierras mexicanas; la figura de cera de tamaño natural, y que lleva una estola confeccionada por religiosas del estado de Jalisco, provocó en la gente las mismas reacciones que Juan Pablo II cuando la gente podía esperar horas y horas apostada en las orillas de la banqueta para verlo pasar a lo lejos.
Han pasado ya 6 años de su muerte, y hace apenas muy poco tiempo se dio a conocer la noticia de que su sucesor, Benedicto XVI estará en México; pero es evidente que la confirmación de esa gira papal, no causa la misma emoción, y mucho menos la euforia que El Papa Peregrino inspiraba en la gente.
¿Era carisma, bondad o sencillez lo que irradiaba Karol Wojtyla?... ¿de qué estaba hecho?, ¿qué era lo que tenía?, que aún después de su muerte provoca que una simple figura de cera y una cápsula con su sangre (que fue extraída horas antes de su fallecimiento), provoque que la gente se desborde en las calles para verlo como si de verdad fuera él.
Si bien es cierto que su pontificado fue uno de los más fructíferos y largos dentro de la historia de la iglesia, también está lleno de muchas controversias, debido a su postura tan radical respecto a muchos temas en los que la iglesia católica no ha sido capaz de demostrar ni un ápice de apertura (a pesar de los errores cometidos a lo largo de la historia) y de ser una institución que precisamente por esa razón, en la actualidad se desmorona a pedazos.
No es tarea de esta bitácora juzgarlo; pues más allá de su investidura como jerarca de la iglesia y jefe de estado, Juan Pablo II era un ser humano que pudo haber tenido equivocaciones y no me corresponde a mi ni a nadie juzgarlo.
La reflexión que a mi me queda después de todo esto es muy simple, ¿Estamos tan necesitados de líderes espirituales? o es simplemente que la devoción y la fe de las personas llega a ser tan poderosa que da pie a lo que quiere que suceda... A veces yo pienso que es eso, pues la fe -está comprobado- es capaz de mover montañas.
Cada uno de los que pase por aquí, de seguro tendrá su propia opinión al respecto, al igual que toda esa multitud que hace una semana abarrotó la Catedral...
Para quienes tienen fe y siguen al pie de la letra los preceptos de la religión; la visita de las reliquias de Juan Pablo II implicó tal vez la oportunidad soñada que jamás tuvieron mientras él estuvo vivo. Es digno de llamar la atención todo lo que, quien ha sido aclamado como uno de los líderes más influyentes del Siglo XX, propicia todavía algunos años después de su muerte.
Sea como sea, y sin importar la motivación de cada una de las personas que llegaron al templo más importante de esta ciudad en esa noche de Miércoles; la visita y estancia de las reliquias del Papa; fue un acontecimiento histórico que no se da todos los días; y eso es motivo suficiente para documentarlo en este espacio... En toda mi vida, jamás vi la Catedral como en esa noche...
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