"Lluvia de Ceniza".


Era un día gris en una ciudad muy grande… Hacía varios días ya que una repentina y constante lluvia de ceniza proveniente del majestuoso volcán Popocatépetl, había cubierto no sólo las calles, los techos de las casas, los autos -y todo cuanto estuviera a su alrededor- con una nostálgica capa de ceniza.

Después de años en reposo, parecía que el gigante había decidido romper con el letargo de más de medio siglo, tendiendo su manto de color gris no sólo en los alrededores, sino más allá de sus fronteras; y lo hizo de una manera tan desmesurada que logró trastornar las actividades de varios aeropuertos internacionales.


En uno de ellos había una chica: Isabel, quien además del cansancio por tantas horas de vuelo, llevaba varias horas durmiendo mal y cuando lograba conciliar el sueño, no sabía si era por el exceso de información recibida en los diarios, las redes sociales (y todos los medios accesibles en el trayecto de Italia a México), pero durante todo ese tiempo soñó con esa lluvia de ceniza…



Ella la veía cayendo sobre el océano, mientras el avión en el que viajaba acompañaba al sol en su travesía de continente a continente, y luego, una sensación extraña la invadía, cuando de pronto se veía entre las calles del centro histórico buscando desesperadamente a un hombre que jamás había visto, mientras las aceras, todo cuanto tuviera un borde, y hasta sus manos, se tapizaban con esa alfombra de color oscuro. 

Dos veces despertó desconcertada, y no supo por qué razón sintió tanta tristeza… Era como si buscara o estuviera esperando a alguien que ni siquiera conocía, pero por alguna razón amaba… Era extraño, pero por esa razón, un sentimiento del mismo color de la ceniza, se instaló en su alma durante todo el viaje.

Después de todo un día varada -primero en el aeropuerto de Milán y ahora en la ciudad de México- su único deseo era poder subir al avión de nuevo y aprovechar el tiempo para desprenderse de esa sensación tan extraña al huir de de la realidad escapando al mundo de los sueños.

Antes de poder hacerlo, cuando la lluvia de ceniza por fin cedió y otorgó a millones de personas en toda la ciudad una pequeña tregua, Isabel pudo abordar de nuevo un avión que la llevaría ahora hacia la frontera con Estados Unidos (que era su lugar de destino final por cuestiones de trabajo).

No supo porque, pero antes de que el sueño y el cansancio la vencieran, de pronto sintió la enorme necesidad de escribir una carta, dirigida al hombre desconocido que estuvo apareciendo durante todo ese tiempo en las imágenes de sus sueños intermitentes.

¿Te conozco de otra vida? ¿Existirás ya o sólo serás alguien que mi imaginación creó?... Con esas dos preguntas, Isabel dejó varias líneas en blanco y una carta inconclusa, pues finalmente el cansancio la venció.

Cuando el avión despegó. Justo en el asiento de enfrente, viajaba Néstor, quien en ese instante había dejado por un segundo reposar sobre sus piernas un libro abierto cuya pasta dura dejaba ver la leyenda: “México Tierra de Leyendas y Volcanes”…

Él era un joven escritor, y había comprado ese libro en una tienda del aeropuerto, con la intención de conocer un poco más y averiguar más datos, pues la lluvia de ceniza y caminar sobre las calles del centro histórico lo habían inspirado para crear una nueva historia.

Dicen que nada es casualidad y todos los encuentros están pactados desde otras vidas… Cuando Néstor miró hacia el asiento del enfrente, descubrió a la mujer más hermosa que había visto en toda su vida, justo cuando por el cristal de la ventanilla se reflejaba entre nubes la imagen de un volcán que entre suspiros de humo, ha recordado durante siglos la historia de amor entre un joven guerrero y una mujer dormida…


Ahora en el aire, ninguno de los dos lo sabía, pero quizá cuando ella volviera a abrir sus ojos a la realidad, tal vez sería el tiempo en que después de tantos cuerpos y tantas vidas, la doncella Iztaccihuatl y el noble guerrero Popocatépetl volverían a encontrarse otra vez....

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