Días con nieve...
Zona centro de Ciudad Juárez
No he salido de casa. Por la naturaleza de mi trabajo estos días han sido prácticamente inhábiles, así que he pasado la mayor parte del tiempo inmersa en toda esa serie de actividades que sólo pueden llevarse a cabo cuando tienes dos elementos que escasean durante la mayor parte del año; Paciencia y Tiempo...
Ha sido en ese lapso y hace apenas menos de 48 horas, que una tormenta invernal cubrió de nieve cada rincón de dos ciudades que se encuentran divididas apenas por un río que se secó hace tanto, y al ver todo paisaje (distante o cercano) cubierto de blanco, propicia que sea inevitable recordar momentos que ya pasaron.
Cuando cae nieve no es muy recomendable salir de casa, y aunque las horas del día se van entre comida, tele (que pronto te aburre): así como la limpieza exhaustiva que caracteriza a esta temporada sin prisas, cuando todo eso acaba, es cuando algunos fantasmas y las memorias del pasado se hacen presentes en el silencio también.
Hace apenas unos días yo hablaba de que las Navidades en el presente son tan distintas a las que recuerdo de cuando era niña. La noche del sábado mientras miraba por la ventana como todo en el exterior se cubría de una delgada y gélida capa blanca, los aromas de las bebidas calientes y la comida hecha con todo el amor y en casa de mi abuela, (la cabeza de familia y la mujer que hasta ahora más he admirado en mi vida), se hizo tan presente como si esos tiempos nunca se hubiesen ido.
Esa noche también me asaltaron los recuerdos de uno de mis primeros conciertos siendo adolescente. Esa mágica presentación de un grupo que marcó no sólo el inicio en mi vida, de camino a convertirme en una mujer adulta, así como la nostalgia por el que hasta hoy ha sido el mejor viaje de mi vida al pequeño gran paísito; Uruguay (hace ya 6 años atrás).
Rumbo a la plaza de la Mexicanidad.
De madrugada y de pie junto a la ventana, todos esos recuerdos se evaporaron como la línea que tracé sobre el cristal con la punta de mis dedos. Algunas de las personas que protagonizaron algunos de esos recuerdos no forman ya parte de mi presente. Unas porque partieron de este mundo y otras porque su ciclo junto a mi terminó o simplemente la vida nos llevó por caminos distintos... Y si bien es cierto la nostalgia de repente lo cubre todo (tal como la nieve durante gran parte de la madrugada de Sábado para amanecer el domingo); ya no es tan dolorosa como hace un par de años atrás, y en su lugar queda una enorme gratitud porque todo ha sido parte de un proceso que es lo que me tiene hoy aquí escribiendo.
Después de la nieve y cuando el sol volvió a brillar en el cielo, salí a caminar y descubrí la cálida alegría reflejada en la figura de muñecos de nieve que de manera efímera materializaron las ganas de divertirse de los niños y sus familias que viven alrededor de este pequeño espacio, que hasta hoy sigue siendo mi cotidiano y extraño mundo.
Lo más frío de los días con nieve es justo cuando la capa blanca comienza a desvanecerse... Es entonces cuando el silencio termina, las calles vuelven a llenarse de gente y los fantasmas de otros tiempos se despiden y se van... Aunque el viento helado de verdad cale hasta los huesos, agradeces, por todo lo que te permite disfrutar de lo que eres y tienes hoy, aquí en el presente.
¡Gracias por estos días!
El muñeco de nieve que hicieron mis sobrinos.
Afuera de casa
Roque
A dos cuadras de casa.
Canela y Roque.
A tres cuadras de casa.
Montaña Franklin en El Paso, Tx.
Un vistazo a El Paso.
Roquecito de regreso a casa.
Todo cubierto de nieve.
Simpático Frosty.
Roque conociendo al muñeco de nieve de mis vecinos.
"Lo más frío de los días con nieve es justo cuando la capa blanca comienza a desvanecerse... Es entonces cuando el silencio termina, las calles vuelven a llenarse de gente y los fantasmas de otros tiempos se despiden y se van"...
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