Lo valioso que queda de ti.
¿Te ha pasado alguna vez que has
guardado dentro de una caja algo muy valioso para que no se deteriore o se te
pierda?
Igual y si, y con el tiempo
acumulaste entre paredes de cartón boletos de una función pasada de cine, una
tarjeta de cumpleaños, un trozo de celofán de un regalo que te dio alguien
especial, una rosa marchita que fue parte de un ramo que pusieron en tus manos
en una ocasión especial –o incluso sin ser una fecha importante-, fotografías
de momentos pasados, lo que quedó del pase de acceso para un concierto, la envoltura de un chocolate o las cartas escritas por una
persona que dejó de ser parte de tu vida desde hace mucho tiempo atrás.
¿Pero qué pasa cuando todas esas
cosas valiosas que has ido acumulando pertenecen a una persona que ya no habita
en este mundo?
Al igual que los objetos y
detalles que atesoraste durante tu adolescencia o en alguna otra etapa importante
de tu vida, la mayoría de las veces, en ese afán por atrapar trocitos de
instantes impregnados de magia o felicidad, con el pasar del tiempo te das
cuenta que todo eso, además de ser lo único con lo que te quedas, se vuelve aún
más valioso porque es lo que realmente importa.
Eso es justo lo que tengo yo aquí.
De manera similar a como lo harías tú que me lees o cualquier otra persona en
otro tiempo, hoy es uno de esos días en
que por nostalgia o ese sentimiento de que después de que esa persona se fue
las cosas nunca más volvieron a ser iguales, de noche y el silencio de mi
habitación me siento sobre mi cama para desempaquetar de esa caja y evocar con
cada uno de esos objetos que forman parte de lo valioso que queda de ti.
En diez años guardé el recuerdo
de tu sonrisa tan hermosa y tan honesta. La magia con la que llenabas el
escenario de cualquier lugar sólo con escuchar tu voz y hacer sonar las cuerdas
de tu guitarra. En una bolsita pequeña guardé la emoción que me producía ir a
buscar a la tienda de discos un CD tuyo, y que no he vuelto a experimentar con
nadie más.
Me quedé también con algunos
pedacitos de tus letras, esos con los que me tocaste el alma o hablaste de algo
que en otro tiempo yo sentía o estaba viviendo y tal como si me conocieras en
notas y acordes no pudiste describir de manera más perfecta.
Dentro de esa caja están también
cada momento en que estuviste cerca. Tal como si fueran memorias vivas, escucho
tu tono de voz tan peculiar en el teléfono y los ojos del alma tan abiertos, me
tropiezo con fotografías en movimiento, que con el aroma de tulipanes y café me
transportan hasta aquel día soleado en que tú no decidías aún cuál guitarra
sería la elegida para acompañarte a subir al escenario.
En un pequeño álbum y junto a los
discos, tu autógrafo y los recortes de revistas donde aparecías, está también
cada una de las veces en que en distintos días y sin escribirlo en ti he
pensado…
Quizá cuando vi a alguien que no
era igual pero con aire casual me recordó un poco lo que eras, cuando escuché
una canción tuya mientras trabajaba en un centro comercial, o cuando en el
camino a casa volví a reflexionar en todas y cada una de las personas que a
través de ti coincidieron en mi camino.
Algunas se fueron y al igual que
tú me dejaron montones de recuerdos. Otras todavía permanecen y son las que se
volvieron tan valiosas e importantes como tú lo sigues siendo para mí…
Si algo aprendí de ti es que nada
es para siempre… Por eso, en ocasiones como esta, cada que termino de
desembalar cada una de esas memorias de esa caja donde han estado guardadas por
tanto tiempo mi imaginación vuela aún más lejos y trato de adivinar que serán
las cosas que en el lugar donde estás ahora te llevaste dentro del equipaje tú.
Quizá junto al trozo de
servilleta con una frase anotada que tenía intención de convertirse en canción
guardaste cada una de las sonrisas de las personas que viajaron cientos de
kilómetros y esperaron por horas tan sólo para poder conocerte y charlar
contigo por un instante.
Quiero creer que junto a todas
esas cartas y poemas que recibiste en tu cumpleaños, guardaste también todas y
cada una de las oraciones que personas de todos los puntos del planeta te
enviaron en esa etapa tan difícil por la que te tocó transitar.
El aroma de la inspiración casi
se ha difuminado, pero tu voz y tu guitarra ayudan mucho a que no se evapore
por completo y aunque se te extraña tanto como hace 10 años, para mantener
intacta tu esencia, no hace falta más que evocar el sonido de tu risa, los recuerdos de los amores imposibles, la amistad, los viajes en carretera con lluvia y las nubes a miles de metros de altura tras una pequeña ventanilla de cristal, para ahuyentar a la tristeza y darse cuenta lo afortunado que es el hecho de haber coincidido contigo y de que tras diez años de ausencia física, sigas siendo tan importante para mi, (para todos nosotros), y continúes siendo una razón más que suficiente para que en medio de un mundo tan caótico no perdamos la FE ni las ganas de vivir.
Un abrazo donde quiera que estés.
Un abrazo donde quiera que estés.
"Quien pasó por nuestra vida y dejó luz, ha de resplandecer en nuestra alma por toda la eternidad".
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