Reflexiones desde el alma
Hoy es uno de esos días en que me permito estar triste.
En los últimos años he aprendido a no permitir que ese sentimiento tan humano me domine, propiciando que asuma una postura victimista; pero así como la mayor parte de los días libro de buena manera esa batalla, a veces hay circunstancias exteriores que no dependen de mi, y los sentimientos de color gris que me producen, son cosas que de alguna manera tengo que procesar.
Lo que ha pasado en los últimos meses conmigo a nivel emocional, me ha llevado a darme cuenta de que sólo me tengo a mi misma. Hablo en el sentido de que a pesar de que tengo a mi familia y algunos amigos valiosos, hay procesos que nada más yo puedo vivir, y sólo poseo como herramientas lo que soy por dentro, para transitarlo y poderlo afrontar y superar.
Es muy extraño para mi reconocer que en los años más recientes de mi vida, me di cuenta de que el amor viene desde adentro, que enamorarse verdaderamente de alguien implica un compromiso muy grande de aceptar como es el alma de la otra persona (con todo y sus partes dañadas y sombrías); pero es preciso eso, lo que me ha llevado a tomar conciencia de que eso es lo que propicia que la relación entre dos personas (a pesar de que pueda ser un amor eterno); la mayor parte de las veces tenga fecha de caducidad.
Miro a mi alrededor y veo tanta gente que ha asumido el compromiso de compartir su vida con otra persona; pero de toda esa gente que conozco, sólo una sola pareja vive el tipo de amor con el que todos soñamos.
Sí, es verdad, allá afuera todos (de manera real o equivocada), buscamos en absoluto lo mismo, y algunos lo logran, otros se conforman con lo que encuentran, por ese inmenso temor (que también es un sentimiento muy humano); de no querer y sobre todo no saber estar solo, pero son contadas las parejas que de verdad se complementan y que permanecen unidas por real convicción.
Sólo Dios sabe porque unos si y otros no. Yo muchas veces se lo he preguntado, sin haber recibido hasta ahora una respuesta... O no sé, quizá ya me la dio y no supe verla o interpretarla.
Esa es la conclusión a la que llegué anoche, después de un incidente que me sucedió, y que sumado a otras circunstancias de los últimos meses, me llevaron a darme cuenta de todo eso, y de alguna manera también, -sin asumir una postura autocompasiva-, a percatarme de que yo también tengo las mismas necesidades que todas las demás personas, y eso no me hace especial ni diferente para que las cosas sucedan conmigo de una manera mágica o especial.
Hace poco le decía yo a una amiga (con quien hablaba de una situación particular de su vida que en ese momento ella me confiaba), que la vida no se caracteriza precisamente por ser muy justa que digamos... Creo yo que sin importar si a algunos les da más y a otros menos; el hecho de anhelar que nos sucedan cosas lindas va de alguna manera ligado con nuestra capacidad de aprender a aprovechar lo que se tiene en el momento, a pesar de que por dentro estemos convencidos que no tenemos las herramientas necesarias para atravesar las etapas difíciles.
En concreto esto es sólo un instante en que me permito no ser fuerte, en que necesito quebrarme para retomar de nuevo el camino... Hay días en que es necesario eso. Parar un poco, respirar y tomarte tiempo para ti, pues de otra manera la velocidad con que transcurre la vida diaria no te da oportunidad de asimilar ni de sentir lo que tengas que sentir, para hacer lo que sea no lo correcto, sino lo más adecuado para ti.
Es un sólo día y tal vez vengan otros, pero creo que lo importante aquí es no quedarte tirado, sino detenerte, para luego volver a levantarte y retomar el camino una vez más,
En la vida nada es permanente y los días aunque transcurran de manera continua, siempre traen consigo algo que no puedes saber.
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