Volver al puerto... (en sueños)
Volví otra vez al Puerto, y esta vez fue por un espacio de tiempo demasiado breve...
Era un día extraño... Con el cielo repleto de nubes vestidas con trajes grises. Mis pasos recorrían una vez más los mismos lugares, pero todo se veía de un color distinto... Era casí, casi como estar inmersa dentro de una fotografía endurecida sobre papel matte y en tonos sepia.
No estabas tú, y eso no era nada extraño; pues desde hace mucho tiempo, por convicción propia decidiste ya no ser parte de mis historias. En tu lugar estaba un hombre, que en el mundo real jamás había visto en mi vida. Yo caminaba junto a él intentando compartirle un poco de lo que había detrás de cada lugar y edificio por el que íbamos pasando, y él se mostraba tan sorprendido como me sucedió a mi, la primera vez que vi como unas pequeñas lanchas forradas con neumáticos en los bordes, eran las encargadas de guiar a las grandes embarcaciones, para luego estacionarse a la orilla del Puerto, luego de muchos días o quizá meses de navegar a mar abierto.
Todo era tan igual, pero al mismo tiempo tan nuevo... Pues a una distancia considerable del muelle sobresalía un puente aún en obra negra, que a simple vista era enorme, y parecía tener la intención de atravesar el océano entero.
Desconocer hacia donde conduciría ese camino en el futuro, hizo que yo tomara conciencia de que ni yo misma sabía en que punto del tiempo me encontraba...
Mis pensamientos en ese instante se difuminaron como humedad entre la arena, cuando a escasos metros de ese lugar y sobre un montículo de tierra apilado frente a una enorme puerta de madera, mis ojos descubrieron a un vagabundo durmiendo la siesta, y a pocos metros de él, un grupo de tres niños durmiendo junto a unos perros callejeros.
Era un poco triste reconocer que una escena como esa se vuelve común en cualquier punto del tiempo, pero más que los niños, lo que tocó mi corazón fue uno de los perros... Sería apenas un cachorro de meses. Tenía el cuerpo cubierto de sarna, pero ni el escozor de su piel lograba opacar la ternura de unos ojos iluminados por la inocencia y la ternura.
De pronto, todos supimos que el tiempo se estaba agotando... Faltaban apenas unos cuantos minutos para que amaneciera en el mundo real, y todo cuanto existía en ese punto paralelo en el Puerto, desaparecería por completo.
El vagabundo, sin darnos cuenta ya se había marchado, y los niños se levantaron también del suelo y se alejaron a toda prisa... El cachorro con sarna, -por ser demasiado pequeño- no logró cruzar el montículo de tierra que separaba la playa de la calle principal, y al ver que intentaba alcanzar a sus compañeros de aventura, una especie de desesperación se apoderó de mi.
Por fortuna, ese sentimiento se disipó de inmediato, cuando uno de los niños, al percatarse de lo que sucedía, regresó corriendo y llamando al cachorro por su nombre (que resultó ser hembra), la tomó en sus brazos para volver a echarse a correr....
Ahí me quedé yo... Mirando a "Regreta" (que así fue como la llamó el niño), y ella mirándome a mi... Sin saber en que punto del tiempo me encontraba, en aquel sitio que ha sido tres veces heróico y fue el mismo punto donde curiosamente fue en el mismo mes de mayo, con poco menos de 50 años de diferencia, un día Porfirio Díaz partió hacia el exilio del que nunca regresó, y los emperadores de la casa de Hasburgo y Bélgica (Maximiliano y Carlota) pisaron por primera vez el suelo de este maravilloso país.
El punto cronológico del tiempo no importaba... El mediodía estaba por marcar ya el mundo real, y todo eso que yo estaba viviendo en ese instante en que volví al Puerto después de tanto tiempo, sabía bien terminaría por difuminarse en el mundo irreal...
La verdad no te sé decir si era un instante perdido en el tiempo o parte de un futuro que desconozco, y al que si te soy sincera me encantaría volver un día ya libre de fantasmas del pasado, inmune a la nostalgia de que no estés tú.
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