Luna de Septiembre
Anoche fue la última luna de septiembre... La noche se ha empezado a tornar fría después de cierta hora en el regreso a casa, lo cual anuncia que el invierno está por regresar ya de un largo viaje.
La verdad, he perdido ya la cuenta de todas las veces en que me ha tocado darle vuelta al calendario, tan sólo tengo claro que cuando el otoño llega, comienza la recta final y es tiempo de hacer un recuento de todo cuanto ha sucedido, del momento en que me encuentro, y tal como lo hago todas las mañanas de pie frente al espejo, quedarme en silencio observando mi alma, para saber en que punto me encuentro, y sobre todo no olvidar quien soy.
Nunca se me había ocurrido... Pero de pronto tuve ganas de robarme la luna de ese último día de la semana, y fui a ponerla encima del escritorio donde siempre escribo, y la dejé al lado de todas las cosas que me saqué de las bolsas de los jeans antes de irme a dormir.
Entre todos esos objetos estaba mi celular, que se quedó abierto con una nota de texto con una idea para un escrito que quizá hable de las personas como las nubes en el cielo. Un chicle con sabor a sandía, que fue lo último que quedó de un paquete entero, trozos de mi corazón roto que todavía sirven, así como los sueños que aún no aterrizo para un programa de radio compartido, una historia de fantasmas del siglo XIX que no he concluído desde hace varios años, y un par de audiolibros en los que ya he empezado a trabajar, y es muy probable que propicien que me ausente un poco de aquí.
Todo eso fue lo que deposité ahí un tanto en desorden, y por la mañana se veía diferente... Estaba también esa última luna de Septiembre, que en el sereno de la madrugada propició que mientras yo dormía las páginas en blanco se cubrieran por una tenue capa de suspiros y un par de sueños que no logro visualizar.
En el mundo real encontré en mi buzón de entrada un mensaje de alguien que forma parte de mi pasado. Lo respondí a media madrugada, ya sin ningún velo de rencor o resentimiento, pero con la profunda convicción de saber que quiero exactamente en mi vida, y a lo que ya no quiero regresar... Mi alma está triste, pero increíblemente en paz, y es extraño darse cuenta como luego de haber gastado treinta días respirando y viviendo; un nuevo ciclo empieza y es hora de seguir adelante en el camino que no tengo ni la menor idea que será lo que traerá para mi.
Supongo que CONFIAR es la palabra, y VIVIR el único verbo que puede conjugarse en presente... No importa como sea que suceda, el regalo de la Luna de Septiembre es lo que queda en la página de hoy, y es algo lindo que justo antes de dormir, te quise compartir.
¡Nos leemos pronto!
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