Max
No era mío, ni tampoco vivía en mi casa, pero tenía ya casi 3 años de conocerlo y desde la primera vez que lo vi, me pareció que era el gato con la personalidad más peculiar del mundo.
Era tan huraño como selectivo, pero en contraposición el más sincero, y a diferencia de sus otros 3 hermanos (Colón, Touluse y Benicio), lo que no tenía de simpatía, parecía tenerlo de sabiduría y sentido común.
Físicamente Max, era un gato color naranja, largo y demasiado delgado. No estaba enfermo, pero su estilizada complexión volvía aún más sútil y elegante cada uno de sus movimientos.
Max sobre la barra de la cocina, mientras sus hermanos Colón y Benicio disfrutaban de su pasatiempo favorito:
Observar a las palomas del patio.
Amaba los rincones soleados y cómodos, algo que en apariencia, es muy común entre su especie, pero Maximiliano, (como en verdad era su nombre completo); sin dormitar y con esa eterna expresión adusta dibujada en su rostro, te observaba de una manera que parecía que te escaneaba el alma.
Contadas veces lo escuché aullar... Si fueron 2 ó 3, se me hacen muchas... Nunca lo hacía, ni siquiera por comida... ¡y vaya que él amaba la comida!, pero muchas veces me daba la impresión de que sus sonorizaciones estaban reservadas para cuando era estrictamente necesario y destinadas para la única persona de su familia que me tocó ver que para él era especial, y por ende la única que lo podía cargar y tocar.
Mi relación con él, más que cordial era algo así como territorial... Ni tú te metes en mi espacio, ni yo invado el tuyo... Sólo tuvimos un pequeño enfrentamiento un día que por descuido olvidé encerrar la bolsa de la basura, y para alguien como él, que todo lo que provenía de la cocina era como un tesoro, descubrió entre los residuos de comida unos huesitos de pollo que por razones obvias le tuve que quitar y eso fue suficiente para que me agrediera sin lastimarme, y se enojara conmigo durante un muy buen tiempo...
La verdad no sé si yo no le caía bien o si simplemente su atención e interés siempre estaban centrados en su propia comodidad o en cosas más interesantes como husmear en alguna alacena de la cocina. En su cacerola siempre había comida y agua dispuestas, pero era evidente que Max encontraba mayor placer en la comida casera de la mañana, e incluso en la que sus dueños preparaban a la hora de la comida, y su insistencia por degustar junto a ellos era tan grande, que justo cuando se llegaba ese punto del día había que encerrarlo por fuerza en el baño.
Otra de sus grandes pasiones era intentar salir de casa en cuanto la puerta principal se abría... En un lapso muy corto de tiempo, tanto él como yo tuvimos que aprender a desarrollar un complejo sistema de reflejos de respuesta rápida; él para volverse escurridizo y yo para lograr entrar y salir cargando mis herramientas de trabajo de la manera más eficiente que evitara que por algún motivo saliera al exterior... Para ambos era una especie de reto cada lunes, y hubo sólo una vez que logró escaparse hacia la calle y sólo unos pedazos de jamón fresco fueron capaces de hacerlo volver...
Más allá de todo eso, en los últimos meses hubo algunos cambios sorprendentes en su comportamiento... De una semana a otra ya no quería escaparse, ni siquiera hacía el intento; además de que ya no me ignoraba de manera tan abierta dándome la espalda como al inicio del incidente con el pollo, y hasta había momentos en que parecía entretenerse viéndome trabajar en la cocina...
La cosa no paró ahí... Había días en que pasaba al lado mío y si veía que yo iba a limpiar un espacio en concreto, se ponía de pie y se marchaba, tal como si quisiera tener un gesto de cortesía y buscar un mejor lugar para descansar sin estorbar.
Cuando yo me percaté de eso, en un intento de cerciorarme de si la actitud hostil de él hacia a mi aún prevalecía o había desaparecido, me atreví un día a transgredir su espacio personal y le toqué la cabeza con un dedo... Max se me quedó viendo con su mirada característica de pocos amigos, pero a diferencia de cuando lo conocí no hubo gruñidos ni zarpazo de su parte...
Wow... Eso para mi fue todo un logro... Había cruzado la barrera a la que varias personas no llegaron ni siquiera asomarse... Siendo todavía más atrevida, cada que pasaba al lado mío le pasaba el dedo por la curvatura de su lomo, bordeando su columna vertebral afilada y prominente cada vez más...
Su eterna expresión de estar peleado con el mundo nunca desapareció; pero si su hostilidad hacia mi y ese leve roce sobre su espalda gatuna, se convirtió en algo que no le desagradaba y era una especie de sustitución de las cosquillas barrigonas a las que hasta ahora ningún gato del que te hayas ganado su confianza se niega a disfrutar.
La verdad es que íbamos muy bien... Siempre respetando los espacios y su ánimo, ya no era su enemiga o más bien alguien a quien ignorara; porque la verdad no creo que los gatos ni ningún otro ser que no sea de la especie humana, sea capaz de guardar rencor...
Aunque parecía estar todo bien, hace exactamente una semana, cuando volví a su casa, me pareció raro, pero no inusual, no verlo junto a sus hermanos en la planta baja donde la mayor parte del tiempo permanecía.
Como su espíritu escapista ya se había difuminado desde hacía tiempo, no le di mucha importancia y supuse que estaría dormitando en alguna de las recámaras de la planta alta y seguramente lo encontraría cuando se llegara el turno de subir... No fue así... Unos minutos después llegó mi cliente, la dueña de esa casa y lo primero que me comentó fue que Max de pronto enfermó y tenía pocos días que había fallecido como consecuencia de una insuficiencia renal.
Me dio mucha tristeza... Estuve pensando en él durante la mayor parte del día... En el fondo, desde que llegué a su casa percibí que algo no estaba bien, y no porque alguna persona de las que viven ahí me lo dijeran, sino porque sus hermanos gatunos también estaban un tanto raros y apáticos.
No era un gato viejo tampoco, tenía apenas 4 años; pero así de buenas a primeras se enfermó y su familia tuvo que tomar la decisión de "dormirlo".....
Daniela Camino, la experta en comunicación interespecies siempre dice que para los animales la muerte es un proceso mucho más natural, y por ende algo muy distinto a como lo percibimos los humanos... Ella dice que incluso para ellos es más fácil desprenderse de su envoltura física y es justo eso lo que me lleva a pensar en si Max, con esa personalidad tan definida habrá tenido una transición tan peculiar como era él....
No lo sé... Estoy muy lejos de saberlo, pero sobre todo de entenderlo... Lo que sí sé es que gracias a él comprobé una vez más que cada gato tiene su propia personalidad... También que uno como humano se acostumbra a las presencias que no son ni serán nunca eternas, y aunque Max todavía sigue en la planta alta de su casa, (sólo que ahora dentro de una pequeña cajita), uno toma conciencia de ello, hasta que los espacios cotidianos se sienten tan vacíos ante su ausencia...
¡Buen Viaje Max!
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