Una Carta Honesta...

Lunes 18 de Julio 2016.

Hoy, hace exactamente un año atrás era Domingo y era mi último día junto a ti.

Desde que llegué a tu ciudad y te vi, y se disolvió el enojo que tenía contigo por esos días, supe que independientemente de lo que habláramos, el resultado sería siempre el mismo. La verdad es que sin afán de hablar desde el rencor, creo que fui demasiado ingenua y lo último que imaginé fue que un año después estaría totalmente alejada de ti.

Dicen que el pasado uno siempre debe recordarlo con una sonrisa, y si de eso se trata, te comparto que en esas últimas horas de estancia en ese maravilloso puerto, atesoré en la maleta mis momentos de soledad caminando por la playa y los instantes de silencio durante las madrugadas que dormí en una pequeña habitación que por un espacio tan breve se convirtió en mi hogar.

Te soy sincera, y me ha costado mucho respetar tu decisión... Eso no significa que no te extrañe cada día desde el instante mismo en que nos despedimos, y la nostalgia por no haber logrado cimentar mejor mis raíces en tu alma, se materializó en una carta, en la humedad que cubrió mis ojos y volvió difusas las imágenes que pasaban a través del cristal de la ventanilla del autobús perfilándose hacia las afueras de Veracruz.

La percepción del tiempo desde siempre ha sido algo ambiguo, y por esos días en particular para mi volvieron el viaje de regreso en algo que parecía eterno e interminable. Tú no ibas conmigo, pero yo pensaba en ti mientras llovía en algún estado de la república por el que me tocó atravesar. También tuve frío esa noche, pero de manera increíble, al abrigarme con la pequeña manta que había comprado previendo eso, tuve la certeza de que a pesar de que mi amor por ti fuera tan intensamente honesto, desde siempre -y con más ganas a partir de ahí- sólo contaría conmigo misma, sólo me tendría a mi y mientras yo misma no me abandonara, sería capaz de sobrellevar cualquier circunstancia que la vida me pudiese presentar. Así fue y ha sido desde mucho tiempo antes de conocerte; por eso te digo que a pesar de que no me detuviste, no hay en mi ningún reproche para ti.

Si, te soy honesta y un año después siento tristeza cada vez que pienso en que aún sabiendo que no teníamos futuro, una tarde de esos días nos sentamos a comer hamburguesas (que por cierto estaban deliciosas), mientras hacíamos planes para trabajar en conjunto y salir adelante.

No te sé decir si tú no estabas lista o si tal vez eso que yo tanto deseaba no es parte de mi plan de vida. Tú siempre decías que tal vez no era nuestro momento, pero eso ya no importa, porque más allá del resultado valió la pena todo el esfuerzo y todos los kilómetros para llegar y ser parte de tu mundo de una forma tan breve como intensa.

¿Te digo algo?, mucho antes de conocerte, en los momentos en que necesitaba calma, cerraba los ojos y siempre imaginaba que yo estaba sentada sobre la arena de una playa desierta. Han pasado muchos años desde entonces y aunque aprendí a poner mi alma en un estado de tranquilidad casi permanente, hay noches en que cuando necesito desconectarme del mundo, pienso en esos días de hace un año y escucho, respiro y siento tanto la humedad como el sonido de las olas que se pierden en el golfo de México.

Lo más probable es que no volvamos a vernos... Eso es de lo que yo estoy convencida hasta ahora... De verdad me gustaría que la vida propiciara que me tragara mis palabras; pero mis ganas de verte y mi deseo de tener una posibilidad de continuar escribiendo junto a ti una historia, tal vez no son para nada coincidentes con el plan y los tiempos de Dios.


Sea como sea, te llevo en la piel (y no sólo a través de la tinta indeleble que quedó incrustada en cada uno de mis poros), creo que eso es algo que difícilmente alguien más en un futuro haría por ti de manera genuina, porque para mi fue la manera de perpetuar algo que desde el instante mismo en que acepté el amor que me ofreciste, sabía tendría una fecha de cierre.

La vida sigue, y de verdad quiero volver al puerto, pero ya no será para buscarte -eso lo tengo demasiado claro-  y sin embargo, a un año de distancia, sé que llegará el día en que el silencio y los kilómetros no pesarán y ya no significarán absolutamente nada y tan sólo el amor quedará.

Lo sé porque la vida y el tiempo -al igual que la marea- todo lo disuelven, a excepción de los regalos intangibles que a tu vida puede ser capaz de darle una persona, y tú me has dado tanto, más allá de esa noche hablando sin necesidad alguna de palabras sobre la arena y de frente al mar.

Quiero volver... Pero no sé cuando, ni si será posible, porque dicen que uno se vuelve parte de los amores, los lugares y las historias que ha leído.... Yo no te sé decir si eso será o no cierto, pero creo que lo único real y certero ahora es el hecho inminente de un compás de espera, que desconozco si se tornará o no eterno.

A poco más de trescientos días de distancia, reconozco que lo que me duele es tal vez reconocer que ni tu amor ni el mío, a pesar de ser honestos, no eran eternos... O que simplemente no era como yo creía ... O más bien soñaba, cuando me iba a dormir envuelta en suspiros con la firme convicción de que mi búsqueda iba a terminar contigo. 

En el presente, no obstante eso y que la nostalgia es una sombra que me envuelve el alma de manera intermitente y constante, en mi interior hay una luz también que  me lleva a sentir el corazón lleno por no haber desperdiciado la oportunidad que me brindó el destino y haber aprovechado cada instante de vida que me tocó compartir junto a ti.

Gracias por el tiempo que me permitiste amarte de la manera que lo hice, gracias por haberme dejado ser parte de tu vida y de tu mundo, gracias por ser lo que eres y por todo el amor que dejaste en mi.

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