Letras a deshoras
2:21 de la madrugada, sin nadie más al lado que mis propios pensamientos... Instante sagrado del día en que puedo desprenderme del mundo, un poco de quien soy y cruzar un poco como alguien que de modo simple se moja los pies con la espuma de las olas a la orilla del mar.
Entre esa línea invisible que delimita lo real de lo que no, habitan tantas cosas... Cada noche me acompaña un pensamiento distinto, puede ser un recuerdo, puede ser una historia, puede ser tu aroma, incluso la textura de una piel que ya no se eriza al lado mío.
Hace algunos años ahuyentaba a la nostalgia y a la costumbre de extrañar tejiendo frases entre tinta y páginas en blanco... Luego pasó el tiempo y descubrí que el hecho de que me acompañaran de manera tan frecuente no era del todo malo; puesto que para ese entonces la vida me había enseñado ya a estar conmigo misma y a disfrutar de mi presencia.
Desde entonces el mejor momento del día es este en que llego a casa para estar conmigo y compartir en letras lo que haya en mi alma y mi cabeza. A veces hablo de algo que haya visto en la calle y me haya hecho reflexionar o estremecido el alma... Otras veces cuento de los fantasmas del pasado que durante el día van pisándome la sombra, y a veces se hacen tan evidentes a través de la sonrisa de alguien que no conozco, pero se cruza en mi camino y viene a recordarme días felices de un pasado lejano en el presente incierto.
Es así como voy atrapando los días, y a quien no me conoce, volviéndolo cómplice y parte de mi mundo... Un mundo que a veces puede ser extraño e incomprensible, pero que al mismo tiempo está lleno de magia y de sueños pendientes por si algún día encuentro alguien que de verdad quiera quedarse a habitar de modo permanente y ser parte de mi.
Las letras a deshoras siempre son un punto de partida, el inicio de un camino que conduce hacia todo lo que imagino, y también es como esa playa imaginaria en la que cuando en el mundo real se hace de noche, puedo volver, para simplemente sentarme en la arena y sin necesidad de verlo, sentir que estoy más cerca para hablar con Dios.
Es ahí donde encuentro mi equilibrio... La manera de soltar lo que me preocupa o me entristece... Las cosas que no está en mis manos resolver, así como los sueños que aún no se pueden escribir.
Sé que dentro de algún tiempo todo eso no será más que un recuerdo, tal vez como los sueños que se evaporan luego de una larga noche al despertar... Eso es lo de menos, pues creo que lo importante aquí es la posibilidad de llorar si se precisa o de hablar de todo cuanto se lleva en el alma y durante el día no se expresa, para volver al mundo real para agradecer tan sólo por lo que se tiene en el instante mismo en que mi corazón late... Día a día en el intento de que en un tiempo no muy remoto, cuando el verano se haya ido, y el invierno esté de vuelta en casa, no sea tanta la espera, ni tampoco sea más por ti.
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