Cerrar Ciclos, 17 años después...
Era casi la misma hora que la primera vez que puso un pie ahí; con la diferencia de que habían pasado ya cerca de 17 años... El reflejo de los espejos en el elevador que la conducirían hasta el quinto piso le reflejaron a la misma mujer de ese entonces. Físicamente con unos años más, pero en la proyección que no capta el cristal y que sólo las pocas personas cercanas y ella misma conocían, era alguien totalmente diferente.
La puntualidad con la que llegó, le permitió darse el tiempo de encontrarse desde los pasillos de la entrada con el fantasma de esa misma chica que fue ella en el pasado. Estaba ahí, en el mismo lugar donde ahora estaba de pie; así que mientras el ascensor iba ganando altura pudo observarla bien; y aunque sabía que tenía un propósito en ese día, que no era otro más que atender a una cita programada en la que iba a firmar y recibir el borrador de las escrituras de una casa nueva; la alegría que eso debía provocarle estaba ahí, sí... pero al mismo tiempo era ensombrecida por la tristeza que en ese punto de su vida le provocaba tener roto el corazón.
En las alturas, rodeada de cristales, era perceptible como un hermoso regalo cualquier punto de esa ciudad tan grande en la que había vivido desde siempre; pero aquella mañana de 17 años atrás ella sólo podía mirar hacia donde vivía el único hombre que había amado hasta entonces... Todo había terminado apenas unos días atrás y esa mañana él no estaba ahí, acompañándola para hacer planes de una vida en común en esa casa nueva.
Todo eso se esfumó... De la misma manera que la tristeza y la visión borrosa de su yo del pasado desaparecieron, cuando la luz solar, con una cálida caricia que la envolvió por completo, propició que volviera de nuevo al presente, haciéndole saber con un movimiento repentino que había llegado por fin al quinto piso.
Tenía todavía unos minutos a su favor... Se detuvo y sonrió al darse cuenta que ahora todo era tan diferente... Pensó que si los viajes en el tiempo estuvieran permitidos y así tal cual era ahora hubiera podido volver a la cita de ese día, trataría de ser lo más puntual posible para alcanzar a esa chica antes de subir al ascensor y ya una vez dentro, y a solas con ella, decirle que le esperaba una vida llena de posibilidades y aventuras que ni siquiera imaginaba iban a suceder...
Ok... No... Tal vez así de golpe no... Sería demasiado... Quizá, conociendo tan a fondo como era y que era una eterna soñadora, de manera discreta dejaría una carta en su mochila donde le contara que ese dolor tan inmenso que sentía se difuminaría con el tiempo; y aunque no lo creyera, volvería a enamorarse no una, sino un par de veces más.
Diecisiete años después y en ese edificio tan alto, hasta la visión de la ciudad era diferente... Había lugares nuevos que antes ni siquiera existían, y su propósito en el presente era regresar las llaves de esa misma casa que por más que estuvo llena de sueños, durante más de una década nunca pudo habitar.
En el corazón se construyen muchos sueños y fantasías idílicas. En la realidad, bastaron unos minutos y unas cuantas firmas pasada las nueve de la mañana para cerrar el ciclo y dejar ir el sueño de un hogar que ella un día imaginó sería sede para sus amigos cercanos y lejanos, refugio perfecto para materializar historias en papel y letras, además de escenario de conversaciones de esas que hasta la fecha tanto disfrutaba y al menos en ese punto geográfico, no estuvieron nunca destinadas a ser.
A diferencia de ese fantasma del pasado con el que se encontró desde que puso el primer pie dentro de ese edificio, en su interior ya no había tristeza; sólo un puñado de suspiros de esos que provocan que el alma se desinfle y se quede tan tranquila, cuando se tiene la certeza de que se ha hecho lo correcto.
Era el vigésimo primer día del noveno mes de un año especialmente difícil y en el que curiosamente en los días anteriores la vida le había estado marcando el cierre en aspectos personales y de todo tipo en su vida.
Cuando las llaves quedaron sobre el mostrador de la persona que ahora estaba a cargo de convertir esa casa en el sueño de alguien más, ella salió para retomar el presente que ya la estaba apresurando. Miró de nuevo la ciudad desde ese punto tan alto y ya otra vez, dentro del elevador no volvió a encontrarse ya a ningún otro fantasma. El reflejo le proyectó lo que era ahora: una mujer con algunas marcas en el rostro por el tiempo transcurrido y profundamente agradecida por todo lo vivido.
Ya no le debía nada a nadie, nadie le debía tampoco nada a ella y lo más importante: Se tenía a si misma y tras todos esos años que pasaron uno a uno entre esa mañana y la de 17 años atrás la lección más trascendente era muy simple: tenía la capacidad para salir adelante por si misma.
No tenía ni la menor idea de que pasaría en el futuro; pero tampoco era algo que le agobiara el alma. En ese instante presente estaba cerrando un ciclo y era lo que tocaba nada más. Con su eterna mochila en la espalda (sólo que ahora de un color distinto), su último pensamiento antes de salir a perderse entre las calles fue que ojalá la vida de quien le tocara vivir en esa casa que estaba dejando ir, fuera mucho más real y especial de lo que ella tal vez alguna vez imaginó.
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