Bienvenidos a La Semana del Niño.



Como ya es tradición dentro de este espacio, durante la última semana del mes de abril y gracias a la magia de la imaginación, todo aquel que pasa por aquí, vuelve a ser niño.

Este año no es la excepción y por un lapso de 9 días, más allá de publicar posts en los que la esencia infantil de Martuchis prevalece, estas "Hojitas Sueltas y de Colorcitos" pretenden volverse para ti el espacio ideal para jugar, soñar e imaginar.

Sin importar que seas alguien que pase seguido por aquí o que esta sea la primer ocasión que visites este sitio, en el instante mismo en que leas estas líneas, tú también vuelves a ser niño.

¿Te acuerdas cómo eras en ese entonces?, ¿a qué te gustaba jugar?... Ahora mismo, quizá mientras lees esto, no sólo estará ya en tu mente la imagen del niño o niña que fuiste... ¿sí?

En caso de ser así, hoy yo quiero pedirte que te imagines que ese pequeño o pequeñita, cada vez que decida venir por aquí, llega a un lugar genial a jugar.
Puede ser una casa en el árbol, una casa de campaña en medio de un gran parque o bosque, el garage en el que con cajas de cartón y sábanas viejas construiste verdaderas fortalezas resistentes a dragones y monstruos, o la sala llena de almohadones donde tantas historias y risas compartiste con tus primos y hermanos cuando el clima no permitía salir a jugar.

Eso es lo que yo quiero que mis "Hojitas Sueltas y de Colorcitos" sean para ti en estos nueve días previos a la víspera del Día del Niño, donde juntos vamos a compartir magia, sueños y recuerdos... ¡Ah!, pero eso sí, tal como jugaban los niños de antes, aquí no tienen cabida los videojuegos, ni nada de la tecnología actual.

Este es un viaje en el tiempo que dura nueve días -como ya dije- y tú te conviertes otra vez en niño en el lapso que permanezcas aquí... ¿Te late?

Bienvenido a La Semana del Niño...
¡Gracias por venir a jugar!

Comments

Sergio said…
Ay Martha ¡que recuerdos traes a mi mente!, cuando era niño, con mis juegos, canicas, balero, papalote, encantado, stop, brincar cuerda, escondidas, trepar árboles, pero sobretodo la libertad de jugar en la cuadra, o a dos o tres cuadras cuando un poco mayor, sin peligros, todos los vecinos te cuidaban, te conocían, te querían.

En mi casa había enfrente una manzana o solar sólo, allí jugábamos, beisbol, futbol, guerras con canelos, pero lo que más vive en mi mente, son las posadas con pastorela y todo, todo era dicha y felicidad.

Uf, que me has hecho recordar.

Un abrazo con amor

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