El Dragón Triste.
Había una vez un Dragón Triste, que vivía entre las páginas amarillas y frágiles de un libro que se encontraba en el último estante de una antigua y enorme biblioteca.
El Dragón estaba triste, porque llevaba mucho tiempo atrapado ahí sin poder contar su historia.
Él había nacido entre esas páginas un siglo o dos antes. Cuando eso sucedió sus alas eran brillantes y majestuosas, el fuego de su aliento era imponente y estruendoso, y durante mucho tiempo atemorizó a cientos de lectores con las aventuras que en letras describían su paso a través de aldeas, poblados y comarcas.
Para él esa era su vida, los capítulos y pasajes que abordaban en concreto los instantes en que sus alas eran desplegadas sobre el cielo azul y que lo hacían verse majestuoso en la oscuridad de las noches de tormenta.
Cuando eso sucedía, El Dragón se sentía feliz ya que sus ojos brillaban como dos zafiros de color rojo, y las llamaradas que exhalaba centellaban en medio de la noche.
...Eso había sido en los buenos tiempos... El Dragón nunca supo que fue lo que pasó exactamente, pero llegó una etapa en la que cada vez menos personas recorrían con sus ojos las líneas contenidas en el libro que hablaba de su historia.
Cuando eso sucedió, la vida de El Dragón perdió todo sentido... Incluso hasta dentro de las páginas, las letras comenzaron a cambiar de orden y de narrar aventuras épicas en las que él aterrorizaba a los moradores de un reino y también resguardaba la parte más alta de los castillos en las que se recluía a las princesas; pasaron a convertirse simplemente en lugares en los que la gente emigró y por ende, El Dragón se quedó igual de solitario que las casas, calabozos y castillos de lo que un día fuera un reino en todo su esplendor.
Fue tanta la tristeza de El Dragón, que hasta el fuego de sus fauces se extinguió... Ahora siempre estaba resfriado y cada vez que estornudaba tan sólo exhalaba profundos suspiros llenos de ceniza y hollín.
Sus alas se habían atrofiado (porque ya no tenía sentido volar); y de ser un ejemplar majestuoso de la literatura fantástica, El Dragón se convirtió en un ser torpe y pesado que ahora -cuando no tenía flojera- caminaba entre las páginas del libro, arrastrando su tristeza con el mismo pesar que su alargada y puntiaguda cola.
En una de esas tantas ocasiones, llegó hasta la última página del libro en el que vivía. Ya estaba por emprender el camino hacia las hojas centrales (que era el sitio donde él tenía su morada), y un poco de comezón en una de sus escamas verdes propició que se quedara un poco más de tiempo entre la última hoja en blanco y la pasta dura que resguardaba el libro.
El Dragón nunca se había aventurado a ir más allá... Su cerebro era tan pequeño, que de hecho, siempre había pensado que no existía nada más que todo eso que él ya conocía dentro de su historia...
Aquel día, descubrió que todo el tiempo estuvo equivocado, pues al asomarse por la tapa del libro, se dio cuenta que su propio mundo era parte de un universo grandioso, ya que en ese mismo estante de aquella vieja y empolvada biblioteca, existían otros personajes pertenecientes a otros libros e historias.
Ahí fue cuando cambió su vida.... De arrastrar su pesada existencia por todas y cada una de las ruinas que quedaban de lo que en otro tiempo fue el reino en el que nació, su vida cobró un sentido distinto cuando pasaba gran parte del día justo en esa última página observando a los otros personajes de los demás libros.
Así fue como conoció a un Unicornio que habitaba en el libro de historias fantásticas colocado justo en el estante frente al suyo.
El Dragón jamás había visto un ser tan hermoso y brillante... Fue tanta su curiosidad por ese ser alado que cada tarde se aventuraba a ir más y más lejos con tal de verlo un poco más de cerca.
El Unicornio era un ser maravilloso y noble, cualidades que propiciaron que se hiciera amigo de El Dragón de inmediato.
Primero pasaban largas horas conversando sobre como sería el mundo de los humanos, más allá del cristal del enorme ventanal de la biblioteca; y en el afán de recorrer los demás libros donde se hablaba de otros lugares y mundos, fue que El Unicornio logró que El Dragón recordara como se hacia para volver a volar.
Llegó un tiempo en que tanto El Unicornio como El Dragón se sabían ya de memoria las historias... Recorrieron volando tantas veces todos los ejemplares de los estantes... A pesar de todo eso, la complicidad que tenían propiciaba que a pesar de viajar por las mismas letras y frases, desde el cielo y gracias a que volaban juntos, todo se veía mágico y distinto.
De hecho, además de todo lo que compartían, ambos amaban una historia en particular: se trataba de un libro en el que se contaba la historia de un Fauno, que por escapar de un matrimonio arreglado con un ser horrible de piedra, huyó y logró traspasar la barrera que delimita el mundo real del imaginario.
El Dragón, durante muchísimas noches cerraba sus ojos fulgurantes imaginando: ¿cómo sería para él vivir en el mundo real?... Y era obvio, él no quería vivir esa aventura sin ir acompañando de su mejor amigo El Unicornio...
Ese era el sueño que entre suspiros de humo gris, El Dragón soñaba con alcanzar... Vivir nuevas aventuras y conocer otros universos al lado de su amigo El Unicornio.
Algo pasó, un día de buenas a primeras, el libro donde vivía su amigo desapareció misteriosamente... En su lugar había un hueco, que luego fue llenado con un ejemplar mucho más grueso que correspondía a un diccionario de personajes fantásticos...
Eso representó un golpe muy duro para El Dragón, que de buenas a primeras y después del desconcierto, se dio cuenta que el libro en que vivía su amigo fue trasladado de ahí porque alguien se fascinó con la historia y con la magia que irradiaba El Unicornio.
En el instante mismo que El Dragón comprendió eso, fue casi, casi como si se hubiera visto en un espejo, y fue ahí cuando se dio cuenta que a pesar de que en la imaginación de un escritor, él nació con la fisionomía y la esencia para ser un ser oscuro; gracias a la influencia de su amigo El Unicornio, descubrió que hasta los seres mágicos tienen la posibilidad de cambiar su propia historia gracias a la imaginación de todas las personas que abren un libro y lo leen...
No todas las historias y cuentos tienen un final feliz... Ese fue el aprendizaje más grande que El Unicornio dejó en el alma de El Dragón... Sin embargo, a pesar de los finales predecibles y rosas, ahora tenía la certeza de que sin importar el tiempo que pasara o que jamás volviera a ver de nuevo a su mejor amigo; cada vez que una persona rescatara de ese estante el libro en el que El Dragón vivía, no sólo volvería a vivir; sino que lograría ser inmortal y cada día su vida tendría un sentido diferente, gracias a la imaginación de cada lector que reviviera su vida a través de sus ojos...
Comments
Ya pues... es que tenía que contarlo porque fue un descubrimiento nuevo jajaj
volviendo a tu post, si has visto una película que se llama "historia sin fin"? del niño que lee un libro y luego está viviendo la historia y bueno... está muy buena, me acordé con eso que dices que la historia cambia según los que la leen
:D
Ahora si ya me voy porque ya es hora de cenar ^^
http://avedeestinfalo99.blogspot.mx/2013/04/por-favor-no-me-hagan-enojar.html
Muy bonitos tus posts, como siempre. saludos
Un abrazote