“Remembranzas Fantasmagóricas” (Parte III)
La madrugada llegó de nuevo, y cuando el tiempo de “los vivos” se terminó, en las instalaciones del museo dio comienzo una “Tertulia Literaria”, que no era otra cosa más que una reunión celebrada en la residencia de un anfitrión y en el que un grupo muy selecto de personas se reunían para comentar las noticias que se leían en los diarios; intercambiar opiniones sobre las ideas expresadas por algún intelectual en un libro; pero sobre todo: debatir los temas que en aquel entonces eran de “actualidad”.
Si durante el día hubiera sido abierta la enorme y pesada puerta de madera que daba acceso a la Sala C de ese recinto, lo primero que habríamos encontrado sería un montaje que recreaba de una forma “más o menos parecida” la distribución de los muebles que en otro siglo pertenecieron al “Salón Literario” de la casa del Dr. Gustavo de Iturrigaray…
Sin embargo, a esa hora y apesar de que los pequeños focos colgados de los varales de luz habían sido apagados –indicando así que en el museo ya no era hora “de visita”- para los fantasmas de los hombres que durante otro espacio de tiempo, fueron el grupo de amigos de alguien tan respetado -no sólo por su profesión, sino por su finísimo linaje vinculado por generaciones enteras a la monarquía europea- ese era apenas el comienzo de su acostumbrada reunión semanal.
Mucho antes de la medianoche fue que aparecieron todos, pero como esas “Tertulias Literarias” resultaban tan agradables para todos ellos siempre, habían perdido ya por completo la noción del tiempo acerca de cuánto llevaban inmersos en esa velada; en la que el buen vino y la compañía tan amena eran el marco perfecto para refinar el gusto y ampliar conocimientos mediante la conversación y la buena lectura.
Sentados alrededor de una mesa muy grande, aquella madrugada estaban reunidos en “La Tertulia de Iturrigaray” (ya que la reunión tomaba siempre su nombre de el anfitrión); además de él, algunos de sus colegas médicos y otros cuantos amigos del mismo círculo de hombres económicamente influyentes: Don Julio Ibárcena, Don Gónzalo Díaz de León (quien era Notario); y otros, quienes pertenecían a un estrato de la sociedad en el que personas como ellos: de clase “pudiente” apoyaban abiertamente al gobierno a cambio de algunos privilegios.
Si durante el día hubiera sido abierta la enorme y pesada puerta de madera que daba acceso a la Sala C de ese recinto, lo primero que habríamos encontrado sería un montaje que recreaba de una forma “más o menos parecida” la distribución de los muebles que en otro siglo pertenecieron al “Salón Literario” de la casa del Dr. Gustavo de Iturrigaray…
Sin embargo, a esa hora y apesar de que los pequeños focos colgados de los varales de luz habían sido apagados –indicando así que en el museo ya no era hora “de visita”- para los fantasmas de los hombres que durante otro espacio de tiempo, fueron el grupo de amigos de alguien tan respetado -no sólo por su profesión, sino por su finísimo linaje vinculado por generaciones enteras a la monarquía europea- ese era apenas el comienzo de su acostumbrada reunión semanal.
Mucho antes de la medianoche fue que aparecieron todos, pero como esas “Tertulias Literarias” resultaban tan agradables para todos ellos siempre, habían perdido ya por completo la noción del tiempo acerca de cuánto llevaban inmersos en esa velada; en la que el buen vino y la compañía tan amena eran el marco perfecto para refinar el gusto y ampliar conocimientos mediante la conversación y la buena lectura.
Sentados alrededor de una mesa muy grande, aquella madrugada estaban reunidos en “La Tertulia de Iturrigaray” (ya que la reunión tomaba siempre su nombre de el anfitrión); además de él, algunos de sus colegas médicos y otros cuantos amigos del mismo círculo de hombres económicamente influyentes: Don Julio Ibárcena, Don Gónzalo Díaz de León (quien era Notario); y otros, quienes pertenecían a un estrato de la sociedad en el que personas como ellos: de clase “pudiente” apoyaban abiertamente al gobierno a cambio de algunos privilegios.
Ataviados con lujo y galantería, todos los hombres que rodeaban en su totalidad aquella mesa, eran el claro ejemplo de cómo “La Seda” era sólo para la aristocracia y la moda era dictada por Londres; pues todos ellos portaban trajes de levita en tonos sobrios, compuestos por pantalón de trabilla, camisa blanca, chaleco, corbatín y zapatos con punta estrecha.
En pleno albor del Siglo XIX el culto a la belleza y la vanidad no era algo exclusivo de las damas… Eso era algo que saltaba a la vista, pues a pesar de ser todos ellos caballeros ya mayores, se notaba que algunos usaban algún producto para rizarse el bigote o la barba y los que aún no eran calvos, se hacía muy evidente por la “impecabilidad” de sus peinados, el uso de redes para sujetarse el cabello (mientras dormían); así como los pulidores para las uñas de las manos, entre otros objetos.
En pleno albor del Siglo XIX el culto a la belleza y la vanidad no era algo exclusivo de las damas… Eso era algo que saltaba a la vista, pues a pesar de ser todos ellos caballeros ya mayores, se notaba que algunos usaban algún producto para rizarse el bigote o la barba y los que aún no eran calvos, se hacía muy evidente por la “impecabilidad” de sus peinados, el uso de redes para sujetarse el cabello (mientras dormían); así como los pulidores para las uñas de las manos, entre otros objetos.
Para Fernando de Iturrigaray, hijo único del doctor anfitrión de aquella tertulia, siempre resultaba demasiado cómico notar esos detalles que se hacían todavía más obvios estando todos reunidos; y comprobar que a pesar de que eran amigos de su padre de toda la vida, pasaría el tiempo y ellos seguirían siendo siempre igual.
Esa noche, él llegó mucho más tarde de lo acostumbrado a la reunión, (recordemos que los “espíritus” dentro del museo se seguían comportando como fueron en vida); por esa razón, el joven pasante de medicina seguía como en los días en que faltaba muy poco para terminar su residencia como médico.
A pesar de estar cansado, sabía que a su padre le gustaba que los acompañara en esas reuniones semanales; así que no dudó en aparecer en El Salón Literario para saludarlos y conversar aunque fuera un instante con todos ellos.
Fernando: -¡Buenas noches caballeros!, Por lo que veo están disfrutando de la velada.-
Dn. Julio: -¡Así es muchacho!, tu padre es un excelente anfitrión… Por cierto… ¡Felicidades! Ya nos contó que te casas pronto-.
Fernando: -Efectivamente Don Julio, hace apenas un par de semanas mi padre y yo hicimos la petición formal de la mano de Margarita, una de las hijas de Doña Águeda Alcaraz.-
Dn. Gonzálo: -No podías haber hecho mejor elección, ella es hija de una familia “bien avenida” y estoy seguro que será para ti una esposa dulce y ejemplar.-
Fernando: -Así es Don Julio, creo que mis padres y los de Margarita fueron muy visionarios al pactar nuestro compromiso desde que éramos niños… y si ellos piensan que ella reúne todas las cualidades que debe tener una buena mujer; yo no tengo ningún inconveniente en convertirla en mi esposa.-
Dr. De Iturrigaray: -Bueno, pero no se olviden que mi hijo también representa un excelente partido para esa niña… Muy pronto será Doctor, y si seguimos gozando de los privilegios que nos brinda el gobierno del General Díaz, es probable que pueda marcharse a Europa para trabajar allá en un hospital de mucho prestigio mientras estudia una especialidad…-
Dn. Julio: -Es que es gracias a El General Díaz que nuestro país conoce el significado de la palabra “Progreso”, es impresionante ver como se ha reactivado el comercio, la industria, y la agricultura…-
Fernando: -Así es Don Julio, el General Díaz ha sabido llevar con inteligencia su gobierno, pero sin embargo no me parece del todo correcto que para atraer la atención de los inversionistas extranjeros ofrezca nuestros recursos naturales…-
Dn. Julio: -¡Al contrario muchacho!, esa ha sido la idea más brillante que ha tenido el Sr. Presidente, pues gracias al capital que han aportado los extranjeros, nuestro país goza de un crecimiento y una estabilidad ¡como nunca la habíamos visto!-
Fernando: -Tiene usted razón Don. Julio, pero aún así pienso que el General debería centrar su administración en la gente que menos tiene. Es inaudito que mientras las ganancias generadas por todo ese progreso se acumulan en los bolsillos de unos cuantos, exista en el país gente que todavía se muere de hambre…-
Dn. Julio: -¡Ay muchacho!, me extraña que alguien de “tu clase” tenga interés en ayudar a “gente” que haga lo que haga el gobierno para sacarlos del “hoyo” en el que viven, nunca dejarán de ser lo que son… -
Fernando: -Con todo el respeto que me merece Don Julio… pero considero que el gobierno nunca ha hecho nada… Es muy fácil para todos nosotros opinar sobre eso mientras bebemos Whiskey y Conac importado a expensas de esas ganancias que ha generado el gobierno de El General Díaz… Pero créamelo señor Ibárcena, mientras nosotros hablamos del progreso que se ha dado sobre una tierra maravillosamente rica en recursos naturales, allá afuera y sobre esa misma tierra “vegeta” un pueblo incomparablemente pobre.-
Dn. Gonzálo: -¡No cabe duda, México es un país de contrastes!…- (intercedió tímidamente y alizandose los bigotes, en un intento por cambiar la conversación y caldear los ánimos que ya empezaban a tomar tintes de discusión).
Fernando: -…Contrastes que sin duda alguna serían menos evidentes Don Gonzálo, si el General Díaz cambiara su política administrativa y también todos los que de alguna forma hemos sido privilegiados en cuanto a educación y recursos tuviéramos intención de retribuir un poco de lo que se nos ha dado…-
Dn. Julio: -…¡Vaya, vaya Gustavo!, escucho a tu hijo y no puedo creerlo…parece que en casa tienes un simpatizante del “Partido Liberal Mexicano”… Esa “bola” de idealistas que piensan que con buenas intenciones pueden cambiar al mundo…-
Dr. Iturrigaray: -¡Cosas de muchachos!… Eso no tiene nada de malo, digo… todos fuimos así cuando éramos jóvenes ¿No?…-
Fernando: -Es que no son “idealismos” Don Julio, yo soy de los que están convencidos de que ciertos cambios en la administración podrían propiciar que ese progreso que ha traido el Gobierno del General Díaz nos beneficie a todos…-
Dn. Gonzálo: -Bueno Caballeros, pero no es momento para hablar de eso, les propongo que mejor hagamos un brindis por el brillante futuro que le espera a este muchacho…-
Dr. Iturrigaray: -¡Me parece muy buena idea!-
El mensaje fue muy claro… Fernando, nunca lograría convencer a los amigos de su padre, quienes más allá de un detalle tan superficial como la ropa que usaban; sino también por su ideología, proyectaban que la marcada diferencia de clases iba a ser para siempre como un muro sólido imposible de franquear…
Mientras el propio Dr. Iturrigaray era quien llenaba las copas de todos esos caballeros que se pusieron de pie para darle mayor solemidad al brindis, Fernando cayó en la cuenta de que apesar de que sentía un profundo aprecio y respeto por todos y cada uno de ellos (puesto que prácticamente creció viéndolos durante el primer Viernes de cada mes reunidos en el Salón Literario de su casa); irónicamente, conforme los años avanzaban sentía que coincidía cada vez menos con sus creencias e ideología…
Era la primera vez que eso le causaba conflicto… Y mientras intentaba que el whiskey le deshiciera el nudo que tenía en la garganta como consecuencia del enojo que le había producido la discusión con Dn. Julio Ibárcena; la razón le hizo saber que en el futuro debía aprender a controlar más sus impulsos y a no dejarse dominar por la ira que le provocaba encontrar gente tan cerrada ante una dura realidad que era mucho más que evidente.
Sin duda alguna era una época muy convulsa para México, en la que por un lado la “Gerontoncia” (o gobierno de los viejos) rechazaba cualquier ideología que pusiera en riesgo su bienestar y sus propios intereses… Mientras que en la otra cara de la moneda, existían personas como Fernando, quienes al haber tenido la posibilidad de nutrirse de otras formas de pensamiento, tenían la firme convicción de que él –al igual que muchos jóvenes en su época- tenía la capacidad para contribuir a lograr que en su país las cosas fueran diferentes…
Tal vez era “puro idealismo” (como lo dijo Dn. Julio Ibárcena), o tal vez era una ironía que Fernando, como hijo de buena familia, a punto de convertirse en médico y en pocas palabras: siendo todo lo que era como resultado del proteccionismo que durante tanto tiempo brindó el General Porfirio Díaz a su familia, quisiera ayudar a ese estrato de la sociedad que su familia durante generaciones enteras tanto menospreció…
No podíamos saber si lo lograría, pues una vez más el canto de los gallos anunció que la mañana de un nuevo día estaba ya demasiado cerca; y aunque el sonido de las copas y el eco de las conversaciones hacían parecer que la Tertulia Literaria se prolongaría todavía durante varias horas; la claridad que poco a poco fue colándose a través de los vitrales de cristal difuminó cualquier sombra o imagen espectral que se proyectara sobre esa sala… El tiempo de “los vivos” no tardaba en llegar, pero mientras los muebles, objetos y prendas de una época antigua permanecieran en el museo, cada madrugada, sería tiempo de remembranzas fantasmagóricas otra vez...
Continuará…
Comentarios
Me gusta Fernando, me gusta su forma de pensar, ¿pero será lo que Margarita quiere y necesita?, ¿será capaz de conquistarla y de verdad llegue a quererlo?, yo creo que si Fernando es tan buen fantasma puede llegar a su corazón.
Esto cada vez se pone más interesante, y ojalá tenga varias partes esta historia, me gusta mucho como estás cruzando los destinos de estos fantasmas, me tiene intrigada Margarita, mirá si tal vez piensa como Fernando, creo que harían buena pareja, en fin...mejor de dejo de alucinar y de meterme en tu historia, jajaja.
Felicidades por estas remembranzas están muy buenas.
Te dejo mas abrazos de oso.
Pero, de todos modos, ¿Porqué será que Margarita no lo quiere?
Sigo leyendo tus posts, fantasmagoricos!!!!!!!!!! Vengo atrazada, pero con mucho interes en seguir la historia. Y esas cartas que publicaste... que intriga me dan!!!!!!!!!!
BESOS GRANDES!!!!!!!!!!
P.D.: Por cierto, en las etiquetas del blog (lo que hay en el blog) no aparecen las historias fantasmagóricas ;-(