Gracias por romperme el corazón...


Me parece que nunca te he agradecido realmente por todo lo que me enseñaste, al menos no de forma consciente. Es probable que no haya mejor momento para hacerlo que ahora, cuando las heridas finalmente han sanado y el presente es completamente diferente a lo que solía ser.

Si existe una constante en esta historia es el cambio y siento que no podría haber sido de otra forma. Puede que parezca raro que escoja dar las gracias o tomar un período tan negro de mi vida como algo positivo, pero la verdad es que tiene todo el sentido del mundo: a través de ti logre conocer partes de mí que nunca pensé vería.

Aprendí que era capaz de mucho más de lo que pensaba, comprendí que era capaz de cobijarme, de amarme, de apoyarme y de abrazarme cada vez que lo necesitara. Comprendí que había otros que querrían hacerlo por mí, pero que así como podía aceptarlos, podía también rechazarlos: ya no eran parte fundamental porque yo misma era lo único que necesitaba en ese momento.

Comprendí la gran diferencia entre querer y necesitar y también vi con claridad el origen de ese miedo que me paralizaba. El miedo a quedarme sola, el miedo al abandono, el miedo a tu partida cada vez más inminente, el miedo a no poder complacer una y otra vez a otras personas que no eran yo misma. Sentía terror ante tu partida porque te necesitaba, porque me permití dejarme de lado, porque me olvidé por completo de mi crecimiento como ser humano, como persona y como mujer.

Esta pequeña nota, este casi borrador que forma parte de un período importante en mi vida es para ti, porque creo que sin importar lo que haya sucedido, las formas en las que nos hayamos equivocado o el daño que nos hayamos hecho, hubo un momento de nuestras vidas en que éramos parte de la vida del otro. Por eso y por todo lo que aprendí te doy las gracias, porque aunque las enseñanzas las aprendí yo, las lecciones me las diste tú.

Texto: Rincón del Tibet.

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