Memorias de Veracruz...
Este post debí haberlo escrito hace más de un mes, cuando las memorias de los sonidos, los aromas y los colores nuevos aún estaban tan nítidos como los colores que bordean el paisaje de las carreteras de este maravilloso país.
A diferencia de otras veces no tomé notas ni tampoco realicé ningún apunte durante el recorrido... Desde hace tiempo (y aunque todo lo pienso y lo imagino en letras); me he enfocado en vivir más las historias que en contarlas, de ahí mis largos espacios de ausencia entre cada página suelta.
Este año, sin yo ni siquiera esperarlo, la vida me regaló tres viajes. Hacia apenas unos cuantos meses había limpiado y guardado la maleta en una bolsa, pensando en que pasaría un letargo prolongado entre las oscuras paredes de un armario; pero no siempre es uno quien decide, y tras concluir el ciclo de un año trabajando en una empresa, lo primero que decidí hacer fue seguir los dictados de mi corazón y comprar un boleto con destino a Veracruz.
De los pocos o muchos viajes que he realizado a lo largo de mi vida, este fue totalmente distinto... Por primera vez no había limitante respecto al tiempo, y el motivo que propició que viajara tantos kilómetros no era laboral, tampoco la búsqueda de respuestas (como en el 2009 y en el 2011)... Era simplemente el deseo de acortar distancias, de no extrañar tanto, de abrir la posibilidad de por primera vez en mi vida compartir mi vida junto a la de alguien más.
El destino es incierto siempre respecto a esas cosas... Hasta el momento en que escribo esto, en mi mente y en mi alma existen solamente planes, mi voluntad para hacer que las cosas sucedan, pero de eso no es de lo que quiero escribir ahora, pues tan sólo quiero expresar en letras y palabras algunas de las cosas que pensé en el trayecto y estando junto al mar.
Hubo días de maravillosa complicidad y dulce cercanía; pero también disfruté de mi, de mis propios pensamientos y sentimientos que viajaron muy cerca de mi en el asiento de al lado; y de esas interminables charlas en silencio con Dios.
Mi corazón se ha quedado allá, pero dejando de lado esa sensación incierta que produce el saber que en cuestión de sentimientos y de planes nada es seguro; mi intención es escribir sobre este viaje de otra forma: Más en memorias y emociones que en apuntes de bitácora o narración.
Recorrí sin prisa el país casi de orilla a orilla, y mis ojos se llenaron de imágenes que reflejaron rincones de México que son mágicos e indescriptibles. De madrugada me reconcilié con el mar y sus olas a fuerza de empujones se llevaron mi miedo (más no así mi respeto); y preocupada por mis propias carencias, aprendí de personas que llevan años viviendo del modo más simple, otro significado de la palabra humildad.
Entre desayunos ligeros, recorridos por lugares en los que se funde el misticismo y el cielo se une con el mar; le pedí tantas tardes a Dios la posibilidad de volver ahí para empezar a construir una nueva vida, una historia distinta ya sin fantasmas de otros tiempos y la fortaleza para arriesgarse a apostar sobre lo incierto...
Los humedad de los besos que sobre la piel se evapora, se cristalizan en recuerdos y sensaciones que regresan de madrugada... Ojalá tenga oportunidad de revivirlas y volverlas parte de un presente, futuro... Espero que Dios no se ría de mis planes...
De los pocos o muchos viajes que he realizado a lo largo de mi vida, este fue totalmente distinto... Por primera vez no había limitante respecto al tiempo, y el motivo que propició que viajara tantos kilómetros no era laboral, tampoco la búsqueda de respuestas (como en el 2009 y en el 2011)... Era simplemente el deseo de acortar distancias, de no extrañar tanto, de abrir la posibilidad de por primera vez en mi vida compartir mi vida junto a la de alguien más.
El destino es incierto siempre respecto a esas cosas... Hasta el momento en que escribo esto, en mi mente y en mi alma existen solamente planes, mi voluntad para hacer que las cosas sucedan, pero de eso no es de lo que quiero escribir ahora, pues tan sólo quiero expresar en letras y palabras algunas de las cosas que pensé en el trayecto y estando junto al mar.
Hubo días de maravillosa complicidad y dulce cercanía; pero también disfruté de mi, de mis propios pensamientos y sentimientos que viajaron muy cerca de mi en el asiento de al lado; y de esas interminables charlas en silencio con Dios.
Mi corazón se ha quedado allá, pero dejando de lado esa sensación incierta que produce el saber que en cuestión de sentimientos y de planes nada es seguro; mi intención es escribir sobre este viaje de otra forma: Más en memorias y emociones que en apuntes de bitácora o narración.
Recorrí sin prisa el país casi de orilla a orilla, y mis ojos se llenaron de imágenes que reflejaron rincones de México que son mágicos e indescriptibles. De madrugada me reconcilié con el mar y sus olas a fuerza de empujones se llevaron mi miedo (más no así mi respeto); y preocupada por mis propias carencias, aprendí de personas que llevan años viviendo del modo más simple, otro significado de la palabra humildad.
Entre desayunos ligeros, recorridos por lugares en los que se funde el misticismo y el cielo se une con el mar; le pedí tantas tardes a Dios la posibilidad de volver ahí para empezar a construir una nueva vida, una historia distinta ya sin fantasmas de otros tiempos y la fortaleza para arriesgarse a apostar sobre lo incierto...
Los humedad de los besos que sobre la piel se evapora, se cristalizan en recuerdos y sensaciones que regresan de madrugada... Ojalá tenga oportunidad de revivirlas y volverlas parte de un presente, futuro... Espero que Dios no se ría de mis planes...
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