Historia En La Canción: "La Calle de Las Sirenas".
... Sintió que respiraba por fin cuando se bajó del "pecero"... Faltaban todavía algunas cuadras para que Pavel llegara al punto donde todos los días se bajaba, para luego completar caminando todavía algunas cuadras, hasta llegar al viejo edificio de departamentos donde vivía y en el que siempre, únicamente lo esperaba su gato "Jeremías".
Ese día en particular estaba harto... Harto de tanta cotidianidad, de tanto tiempo lidiando con un jefe autoritario y harto también de que las horas se le evaporaran entre facturas, números de cuenta, cálculos de impuestos y planeación de nóminas...
Por eso, cuando volvía a casa, si el cansancio y el sueño no se apoderaban de su mente y de su cuerpo (mientras viajaba sentado junto a muchas otras personas en el metro o en el pecero); Pavel recurría a un libro; pues la imposibilidad de tomarse algunos cuantos días para viajar hacia algún lugar donde pudiera escapar y liberarse un poco de toda esa rutina, era algo que por muchas razones por ahora no podía alcanzar.
Por eso amaba los libros, porque eran lo único que lo distraía... Perderse entre ese montón de hojas y letras que una por una le revelaban siempre una historia diferente, como esas en las que tantas veces se quedaba pensando -cuando ya había acabado de leerlas- y que en el fondo siempre deseó le pasaran un día a él.
Pero ese día ni siquiera pensaba en eso, lo único que pasaba por su cabeza (un instante antes de que descendiera de ese vehículo de transporte colectivo); era la idea de que debía bajar lo antes posible para terminar con esa incómoda sensación de calor y abrumamiento.
Cuando el pecero se alejó, para la hora que era, la calle donde él había decidido quedarse se veía demasiado solitaria.... Ese fue el pensamiento que de entrada invadió sus pensamientos. Mientras se aflojaba el nudo de la corbata, y colocaba posterior a ello sobre el suelo, el maletín donde cargaba algunas de las cosas que siempre usaba a diario, esa circunstancia tan extraña e inusual lo hizo reflexionar.
Era muy curioso, pero a pesar de que su recorrido a diario siempre era el mismo, ese punto en el que ahora se encontraba no le resultaba para nada conocido. Se le seguía haciendo raro que a pesar de que era el momento del día cuando todo mundo vuelve a su casa, por ese rumbo, no hubiera ninguna persona que en el trayecto de ida o regreso, se hubiese cruzado con él en el camino.
-"Probablemente por este rumbo no viva nadie"- fue la frase que se dijo para si mismo, justo cuando estaba por alzar del suelo el maletín y cruzar hacia el extremo opuesto de la calle.
En eso estaba, cuando al dirigir su mirada hacia la acera contraria, -ubicada a unos cuantos metros- descubrió casi en el borde de la banqueta, un libro que además de estar tirado en el suelo, se hayaba abierto por completo, mientras el viento desplazaba de un lado a otro sus hojas y a merced.
Eso desconcertó mucho a Pavel, porque a pesar de que al parecer por ese rumbo no vivía nadie, tampoco parecía una zona abandonada como para que a "alguien" se le hubiera ocurrido tirar un libro... (Además de que él consideraba que hacer semejante cosa representaba casi, casi un sacrilegio).
¿Se le habria caído a alguien?... Esa fue la interrogante que cruzó por su mente a la velocidad con que surge una idea y se muere un sueño; y lo que trataba de averiguar mientras buscaba -ya en el otro extremo de la acera y con el libro entre las manos- era ver si en alguna de las pastas, en el lomo (o perdido entre las hojas del interior), podía encontrar un nombre, inicial o letra que le permitiera averiguar a quién pertenecía...
Pero lejos de encontrar algún dato que le permitiera saber eso, su sopresa fue más grande cuando descubrió que todas las páginas estaban completamente en blanco.
Nunca, ni en sus sueños más locos se imaginó que un día llegaría a sucederle eso... Sin dejar de ver el libro, su mente y la razón intentaban encontrar una respuesta coherente para semejante hecho, pero por más que trataba de elaborar alguna conjetura; nada, dentro de la lógica podía brindarle alguna explicación convincente, y en ese conflicto se hallaba sumergido cuando el sonido como de cascos de caballo en el suelo llamaron su atención.
Alzó la vista, y entonces descubrió que frente a él se hallaba la entrada a una especie de callejón, sobre la cual sobresalía la parte trasera de un caballo de color blanco que al parecer reposaba plácidamente, hurgando entre los resquicios del suelo empedrado, para extraer las ramitas de color verde que de repente crecían entre las piedras.
Pavel se acercó, atraído por la idea de que probablemente ese callejón lo llevaría hacia una avenida mucho más grande, en la que probablemente estuviera instalado un circo, (y con eso justificaría la presencia del caballo ahí), pero cuando por fin estuvo cerca, con toda la intención de posar su mano sobre la piel del equino, descubrió que más allá de ser un animal común y corriente, este, tenía un par de alas plegadas en los costados y un hermoso cuerno de marfil...
La figura de ese mítico personaje apareció de pronto dibujada en la primer página del libro... Pavel emitió entonces una expresión de asombro y con ello logró espantar al Unicornio, que gracias a eso se percató de su presencia -para él extraña- y se echó a andar no despavorido, pero si con paso apresurado denotando precaución.
Pavel sintió muchas ganas de seguirlo, pero se dio cuenta al mismo tiempo que estaba en el umbral no de un callejón, sino de un sitio en el que hasta el clima y el reflejo de la luz parecían ser totalmente diferentes y ajenos al punto donde inicialmente encontró el libro... Tal y como si se tratara de la entrada hacia un mundo distinto o a una realidad alterna a esa en la que usualmente él había vivido.
El Unicornio al parecer se sintió a salvo estando a varios metros de distancia, y echó un vistazo para cerciorarse de que aquel intruso humano ya no lo seguía.
Pavel lo miró entonces y sus miradas se cruzaron tan sólo por un instante... El Unicornio no hizo absolutamente nada, mientras que él por su parte y como humano percibió en su interior una luz inmensa y se sintió invadido por una infinita paz.
Bastó que experimentara eso por un microsegundo, para que ya no dudara ni un segundo más en ir detrás de él... El Unicornio al adivinar sus intenciones, esta vez si echó a correr y Pavel tras de él.
No logró darle alcance, a pesar de que era un muchacho alto, demasiado espigado (y por ende muy ágil), el Unicornio era mucho más rápido y astuto; así que a pesar de que por momentos parecía reducirse la distancia entre ellos, luego de varios minutos, ese ser mágico finalmente escapó.
Cuando lo perdió de vista, Pavel se descubrió en medio de una gran avenida, repleta de tiendas con aparadores donde vendían los objetos más inverosímiles y extraños... Había un letrero que decía que se ofertaban "trajes invisibles" hechos a la medida, mapas garantizados para encontrar tesoros escondidos; sobres con "polvos mágicos" capaces de aparecer exactamente lo que uno necesitaba en el momento; así como una óptica donde se ofrecían lentes para poder "ver mejor", con el tercer ojo y caleidoscopios que al formar figuras de colores permitían al mismo tiempo ver con exactitud la verdadera realidad...
Agitado como estaba, no quería perder detalle de todo cuanto estaba viviendo... Sabía que aquello no era un sueño, pero en el fondo, algo en su interior lo instaba a creer que sí. Echó un vistazo a su reloj con la intención de ubicarse en espacio y tiempo, fue entonces cuando se dio cuenta que las manecillas corrían en dirección contraria, como si en lugar de sumar horas, las restaran, y fue cuando por fin cayó en la cuenta de que sin saber como ni porque, había logrado entrar a un mundo que nadie -incluso él- hubiera creído que existía.
Fascinado, pero al mismo tiempo con cautela, decidió aventurarse para descubrir ¿Que más podía encontrar en ese mundo?... Ya no volvió a abrir el libro, lo llevaba ahora bajo el brazo, así que no pudo darse cuenta que a medida que avanzaba, más páginas y líneas seguían plasmándose, escribiendo una historia que quizá podría ser distinta...
Esta vez la calle ya no estaba solitaria; estaba repleta de Duendes... Algunos yendo y viniendo buscando cosas y cargando algunas que ya habían comprado en los comercios. Carretas y carruajes que eran tirados por camellos y elefantes, llevando a cuestas mercancías exóticas como alfombras voladoras y especias mágicas traídas de oriente, mientras a poca distancia del suelo, Hadas y Brujas podían mantenerse por espacio de varios minutos suspendidas en el aire, para saludarse entre ellas o quedarse a platicar con algunas de las que vivían en los pisos superiores de los comercios, mientras entre charlas y comentarios hilarantes, esparcían elíxires y polvos de colores sobre las macetas con flores que adornaban los balcones.
Tan embelesado se encontraba Pavel observando todo, que sin querer se fue a tropezar con un ser demasiado pequeñito; y que a pesar de que no entendió ni una pizca de lo que le dijo, supo que estaba muy enfadado por el tono en que vociferó una letanía de cosas que se veía eran referentes a él; mientras en una esquina, otro grupito -de lo que al parecer eran más duendes de su misma especie- se burlaban de lo tonto que había sido y por todo lo ocurrido.
El pequeño Duende se alejó echando todavía maldiciones y Pavel lo siguió intentando disculparse; pero para hacerlo tuvo que cruzarse hacia la acera contraria -y a pesar de que el duende pareció ignorarlo- esta vez lo que llamó su atención fue la tela de color azul con la que se hallaba por completo cubierta la banqueta...
¿Sería una avenida cercana a un palacio o el camino por el que llegaría a pasar un rey? eso era lo que pensaba mientras miraba tras de si y también hacia adelante, tratando de adivinar las dimensiones que cubrían esa tela... Cosa que ya no pudo calcular, pues de pronto el suelo a sus pies comenzó a moverse, provocando ondulaciones a todo lo largo y ancho de aquella tela azul tan suave como el terciopelo; y aunque parecía que era la tierra misma, la que intentaba sacudir todo el polvo de esa alfombra celeste que cubría todo espacio visible; Pavel tuvo que brincar hacia la calle, cuando descubrió que semejante movimiento había sido provocado por un ejército de Trolls, quienes parecían sostener la tela desde abajo.
La verdad resultaba todo un espectáculo mirar -parado en medio de la calle- como ambas aceras parecían cobrar vida y movimiento al mismo tiempo. Los Trolls parecían haber "florecido" de la tierra y Pavel lleno de curiosidad decidió bordear el camino, para averiguar hasta donde conducía la tela de color azul.
Fue así como descubrió no sólo que la función de esos curiosos personajes era simplemente sostener la tela y recorrerla para así recortar poco a poco la extensión de la misma, pues esta iba a parar hasta lo alto de un balcón ubicado en lo alto de una casa colorida, donde varias Hadas trabajaban atareadas elaborando un vestido para una princesa que quería ser recordada en una gala, por la cauda de un atuendo que jamás tendría fin...
Como las horas bordando y confeccionando eran eternas para las Hadas, los Trolls se divertían en el proceso cambiándose de lugar constantemente o haciendo una especie de "columpio", con el pedazo de tela que les tocaba manejar, y sobre el cual subían a alguno que otro compañero "perezoso" que se había dormido entre la impaciencia y la espera.
Parecía que ya no quedaba nada más que ver, pero a sus espaldas una corriente de aire caliente lo envolvió de pronto, y cuando Pavel se volvió, se encontró frente a la entrada de un edificio desde donde era visible una escalera de escalones rojos, que no podía saberse donde terminaba, porque una nube de humo y vapor aparecía entre el lapso de un minuto y otro...
Se vio tentado a subir... pero el calor en verdad era sofocante; se asomó por el costado del marco de la entrada y casi se muere del susto cuando una bocanada de fuego lo inundo de pronto todo y casi, casi logró quemarle hasta los pensamientos...
Pavel se volvió de nuevo hasta el centro de la calle y casi, casi parado de puntitas intrigado vió, que en la parte alta del edificio vivía un Dragón enorme... Bueno, supuso que así lo era, pues desde ese punto de la ventana tan sólo alcanzaba a distinguir un enorme ojo color amarillo que resaltaba en medio de una piel color verde y llena de escamas... Y que a juzgar por la apariencia cristalina que envolvía aquella impresionante franja ocular y los sonidos estruendosos que precedían a cada una de las inhalaciones de humo, fuego y vapor, (que por cierto era lo que hacía que los escalones se tiñieran de rojo), se trataba nada más y nada menos de un dragón deprimido y de mal humor por alguna extraña razón.
Sintió pena por él, y en el fondo hubiera querido tener la posiblidad de quedarse un poco más allí, para tratar de averiguar: ¿Cuál era la razón por la cual el dragón se sentía así? y si podía tal vez como humano ayudarlo... Pero al parecer eso no le hacía falta, pues ya desde el balcón de la casa de enfrente, una Bruja de vestido blanco se hayaba muy atareada mezclando cosas adentro de un enorme caldero que hervía al pie de la ventana, y con el que ella pretendía dar con la fórmula que si al menos no servía para "desconstiparle la tristeza", al menos lograra mitigar el insportable calor...
No supo porque, pero Pavel sintió que lo entendía, pues recordó la infinidad de veces en las que dentro del mundo real él se había sentido así.
Antes de que la tristeza se apoderara de él, Pavel cayó en la cuenta de que se había alejado ya demasiado y no tenía ni la menor idea de como volver de nuevo al mundo real.
Tal vez su vida era monótona y tal vez había permanecido hastiado durante mucho tiempo, pero valoró la vida que tenía y se dió cuenta de que sin importar lo mucho o poco que tenía, contaba con un elemento muy importante: La libertad para hacer de su vida una historia que si él quería podría tener algo de magia en el mundo real...
En eso pensaba cuando emprendió el camino de regreso con los hombros encogidos y las manos metidas en los bolsillos; hasta que se topó de pronto con un local muy peculiar de cristales muy grandes en forma hexagonal y en el cual, desde el interior un montón de Sirenas se encontraban demasiado atareadas pintando las paredes de colores brillantes y adornado los rincones con estrellas marinas, musgo y coral.
Al fondo de ese local había un gran espejo cuya superficie era también de agua. Pavel se acercó para apoyarse en la vidriera y poder verlo un poco más de cerca y entonces le sorprendió descubrir su propio reflejo como si él también fuera parte de ese mundo de ensueño y fantasía.
En sus ojos se reflejaba la tristeza del Dragón, pero tenía el alma de niño travieso como los Trolls que jugaban bajo la tela aterciopelada del vestido azul... Su sabiduría era tan brillante como los polvos mágicos de las Hadas que hacían crecer las flores de las macetas que adornaban los balcones; y en contraposición había veces que en el mundo real se portó tan intransigente y se dejó dominar por el mismo mal humor que mostró el Duende con el que tropezó al inicio de camino...
Se cuestionó entonces ¿qué tan irreal podía ser todo aquello?, y quiso comprobarlo intentando posar su mano sobre el cristal de aquel local que en cuanto entró en contacto con su mano no sólo se dio cuenta que parecía estar hecho de un material transparente que podía traspasarse... Sino que de inmediato lo comenzó a succionar...
Pavel tuvo miedo, porque al parecer era su propio reflejo el que intentaba pasarlo hacia el otro lado... Él era un simple ser humano, pero le atemorizaba no saber lo que le esperaba al otro lado del cristal y sobre todo el hecho de no saber si una vez que entrara, podría regresar... Pero por la forma como todo su cuerpo se iba introduciendo poco a poco en aquel espacio (sin que pudiera evitarlo), se dió cuenta que no, que una vez entrando, ya no habría marcha atrás...
Asustado comenzó a forcejear intentando resistirse y en ese instante despertó sobresaltado, todavía sentado en el asiento del pecero y rodeado de gente que al ver lo que hacía comenzó a burlarse de él con cierto disimulo...
Al darse cuenta de la situación, Pavel apenado dejó de manotear y volvió a acomodarse en el asiento tal y como si nada hubiera sucedido, y entonces descubrió tirado a sus pies el libro... Se agachó para levantarlo y al hacerlo se perdió de ver por la ventana que el pecero acababa de pasar, dejando atrás la placa en la que se leía que aquella era "La Calle de Las Sirenas"...
Ningún otro pasajero se percató tampoco de eso y la razón era muy sencilla... Esa calle era la entrada a un sitio mágico e imaginario que sólo surgía de cuando en cuando para todo aquel que necesitara urgentemente escaparse un día y aunque fuera por un instante del mundo real...
"La Calle de Las Sirenas"
Atraviesan unicornios
que son blancos y que brincan sin parar,
hacia el lado mas angosto de la calle,
si te fijas bien arriba, del letrero, de zapatos hayarás
a unas hadas trabajando en un vestido azul,
Parece que sólo levantan la (mirada),
cuando los duendes pasan (pasan),
hacia el castillo al final de la calle,
es justo ahí donde hace más calor...
Imagínate a las sirenas en la luna,
empapando a las estrellas con pintura,
y princesas pasan bailando,
con vestidos que van volando,
en un carruaje azul...
El dragón de ese castillo está triste,
y tiene muy mal humor,
es su fuego enloquecido lo que da calor....
Y la bruja su vecina, tarde y noche,
un remedio buscará,
porque el fuego no lo calma ni el ventilador...
Podría pasar mi vida con aquel (gigante),
que todo el mundo teme (teme),
Y si me acerco hasta tocar su mano,
me dice que es sólo un ser humano
Imagínate a las sirenas en la luna,
empapando a las estrellas con pintura,
imagínate a las sirenas en la luna,
empapando a las estrellas con pintura...
La calle de las sirenas...
Y princesas pasan bailando con vestidos que van volando...
La calle de las sirenas...
Imagínate a las sirenas en la luna,
empapando a las estrellas con pintura...
La calle de las sirenas...
Comentarios
La verdad que yo me puse en lugar de Pavel y creo que también necesito escaparme un rato de tanta rutina, no creo que sea posible llegar a estar en un lugar así, pero de la mano de un sueño o de una gran imaginación se puede llegar a lugares donde tus pies y tu condición de humano no te llevarían.
Yo voy a tratar de estar más atenta o dejarme llevar por algo mágico que me permita encontrar la calle de la sirena, y no dudaría ni un segundo en entrar, yo creo que vivir experiencias que te llenen de tanta luz y paz no deberías de perderlas, al contrario hacer lo posible para que sucedan.
Muy linda tu historia, fue así como un rayo de luz en éste lunes rutinario y frío de junio.
Te mando muchos abrazos y gracias por estar ahí.
Esta es una de las canciones favoritas de mi hija. Voy a contarle esta historia, claro adaptada un poco a su edad, un poco más sencilla... pero, sé que le va a encantar.
Un abrazo!!!