Una Sola Historia Sobre La "FE".
Un día, Dios decidió bajar de nuevo a la tierra para averiguar como los hombres sentían, percibían o vivían lo que era La Fe.
De buenas a primeras, una mañana amaneció de buen humor y antes de desayunar, decidió que se daría una vuelta por el mundo y su estancia duraría lo que dura un viaje alrededor del sol.
Desde su casa en el cielo, todos los días escuchaba en las voces de personas de todos los lugares del mundo, la palabra Fe, como sinónimo de que en Él creían; pero aunque estaba bueno que hubiera personas que creyeran en su existencia sin haberlo visto nunca, Dios tenía mucha curiosidad por saber porque los humanos teniendo todo lo que era necesario en su interior para ser felices, vivían exactamente de la manera contraria y lo que más curiosidad le causaba, era saber porque cuando tenían un problema o necesitaban algo, solamente así la Fe se convertía en un sentimiento poderoso.
Así llegó y empezó a vagar sin tener en mente una idea de hacia dónde ir o en que lugar buscar la Fe.
Se enfundó en un traje invisible para que nadie pudiera verlo, y durante algunos días anduvo así, vagando... Se sentaba en el parque o en una banca de la plaza para ver pasar a la gente, y a algunas de ellas (las que más le llamaban la atención), las seguía mañana, tarde y noche, pero al poco tiempo se aburrió, porque quienes no estaban muertos en vida, parecían no acordarse de Él nunca, ni mucho menos tener un espacio para hacerlo parte de su vida.
Después de esa primer experiencia, pensó que elegir el traje invisible quizá no fue una buena idea; como nadie lo veía y muy pocas personas percibían el mundo a su alrededor, tal vez por eso eran incapaces de sentir siquiera si Él pasaba a su lado y les soplaba o les hacía cosquillas... Como Dios era un tipo muy ocurrente y con un gran sentido del humor, le divertía mucho pensar todos los días al despertar de que se iba a disfrazar, así decidió que el traje de un perro callejero era el que mejor le quedaba, y a partir de ahí salió a recorrer las calles desde mucho antes de que el sol apareciera en lo alto, y regresaba después de que se ocultaba tras la montaña.
Una vez más volvió a pasar desapercibido, pero al principio no le importó porque se dio cuenta que ataviado en ese traje, Él podía ver y percibir más cosas.
Una tarde, mientras dormía una siesta debajo de la banca de un templo, vio a una mujer joven que desde afuera y al otro de la calle se quedó durante un buen rato observando en dirección hacia donde el altar se encontraba, pensando que ahí no encontraría una respuesta; luego se fue caminando con las manos metidas en los bolsillos de los jeans, y cuando Él la siguió, descubrió que miraba con nostalgia los aparadores de las tiendas por las cuales iba pasando, porque en el fondo de su alma ella deseaba que La Fe pudiera ser como alguno de esos productos que pueden comprarse envueltos en celofán o en una botellita estilizada, pues ella necesitaba urgentemente regalarle un poco a una persona muy importante que estaba sufriendo y ella quería con todo su corazón.
En otra ocasión, muy de mañana, mientras tomaba un poco de sol recostado sobre una banqueta (luego de una madrugada de lluvia), miró pasar a otra chica que iba de camino a su trabajo... Esa vez se confundió un poco porque aún envuelto en un disfraz que ocultaba por completo su apariencia; seguía siendo Dios y por ende escuchaba absolutamente todo, y precisamente por ser los pensamientos de esa chica distintos a los de todas las demás personas que a esa hora de la mañana transitaban con dirección hacia sus trabajos, la escuela, y otros lugares de destino, le llamó la atención que ella no fuera como los que se quejaban: que si la lluvia, o el frío, que si porque estaba gris o más tarde calaba demasiado el sol...
También protestaban porque les molestaba levantarse demasiado temprano, porque les hubiera gustado quedarse en casa, si estaban en casa porque querían salir a la calle, o si al salir, porque el agua de los charcos les ensuciarían la ropa; etc, etc...
Algunos otros sin contemplación o reparo alguno le pedían por sacarse la lotería, que su jefe les aumentara el sueldo, o porque las cosas en su vida marcharan según su conveniencia... Tantas voces y peticiones en tono de reclamo y exigencia provocaron que Dios se aturdiera y perdiera de vista a esa chica entre la gente que iba y venía por ambos extremos de la calle.
Al siguiente día Dios volvió, pero esta vez, antes de meterse de nuevo en el disfraz, tomó la decisión de que cada vez que se pusiera un traje (cualquiera que este fuera); dejaría afuera del mismo todas las facultades y poderes que le permitían ser omnipresente, y así despojado de esa investidura de ser supremo que tenía, quizá podría encontrar la Fe que durante tantas semanas ya llevaba buscando sin poder encontrar.
Aquella mañana se vistió de vagabundo, pero como aún dentro de ese disfraz medio deteriorado de humano, Dios seguía siendo un ser muy curioso, ya libre de esa facultad de poder escuchar se dirigió hacia la calle donde recordaba haber visto a aquella chica. Esperó un buen rato, pero todavía era demasiado temprano; se sentó en la banqueta y mientras se puso a dibujar en un pedazo de cartón roto, un letrero que se colgaría al cuello como parte de su atuendo, y aunque pensó que en cuanto lo hiciera la gente voltearía a verlo, la realidad fue que a nadie le importó.
Comenzaba a aburrirse y para distraerse comenzó a hacer germinar unas pequeñas florecillas silvestres de color morado en el borde de la banqueta. Por un instante, esa labor lo distrajo demasiado, al grado de olvidarse por un buen lapso de tiempo de cuál era el propósito que lo tenía ahí. Entonces, sin saber porque, de pronto tuvo el impulso de alzar la vista y su cabeza para mirar hacia el extremo opuesto de la calle y fue ahí que se encontró con un rostro que le resultó bastante familiar.
Era un ángel con las alas doradas, que también lo reconoció a lo lejos y se detuvo un momento para saludarlo. Estaban a unos cuantos metros de distancia, pero pudieron hablar con la voz del pensamiento, Dios le preguntó: ¿Por qué razón se veía tan preocupado?, si los ángeles de alas como las suyas, no debían tener ya ese tipo de sensaciones y sentimientos; entonces el ángel volteó hacia su izquierda y con la mirada le hizo entender cuál era la razón que lo tenía así. A unos pocos pasos de distancia, iba caminando la chica que Dios había visto aquella mañana cuando se disfrazó de perro callejero y que le llamó la atención por tener pensamientos y emociones tan distintos, al común de la gente.
Con una tristeza infinita el ángel le hizo saber a Dios sin necesidad de palabras, que a pesar de que en todo momento él iba siempre tras ella y acompañándola en el camino; hubiera dado cualquier cosa (incluso sus alas), a cambio de poder ser visible para ella, y pudiera sentirlo en aquellos instantes cuando lo necesitaba más.
Ya no pudieron seguir hablando, pues el ángel tenía que irse, sino de lo contrario, perdería de vista a aquella chica. Dios los vio alejarse y adentro de este traje de humano experimentó por primera vez lo que los hombres sienten cuando un nudo se atora en la garganta y el pecho comienza a doler.
Se quedó pensando en ¿qué podría hacer para ayudarlos?, durante toda la eternidad, siendo Dios nunca le tocó ver algo parecido, y había bastado sólo un día como humano, para darse cuenta que un ángel también podía sentirse triste... Entonces se fue caminando y comenzó a reflexionar sobre todo esto y de repente recordó cuál era el motivo por el que decidió pasar un tiempo en la tierra.
Regresó a la iglesia, para ver ¿qué era lo que en ese lugar de Él se decía?, y tuvo que sentarse en un rincón apartado porque una mujer de edad avanzada que prendía con fervor todas y cada una de las veladoras de un pequeño altar contiguo, con un gesto de desprecio le hizo saber que no lo quería cerca.
Aunque en un principio le desconcertó su actitud y sobre todo que no lo reconociera; a los pocos minutos se olvidó de eso porque en ese intento por encontrar la Fe, manifestarse de alguna manera, como Dios era un tipo con un gran sentido del humor, tuvo la "ocurrencia" de jugar un poco y utilizar sus poderes para ver que pasaba...
Unas cuantas bancas más adelante había varias personas reunidas; al parecer eran de algún grupo de catequesis o de evangelización. Durante algunos minutos se quedó observándolos en silencio y escuchando todo lo que respecto a Él cada uno opinaba; y entonces llevó a cabo su plan... Se apoderó por un instante de la voz y los pensamientos del coordinador de grupo para proponer a ese círculo conformado por personas de todas las edades, un ejercicio muy simple... En la próxima reunión que tuvieran, cada uno de ellos tendría que ejemplificar de alguna manera como vivía su Fe.
Dios se dio por satisfecho con esa idea, pero tuvo que esperar hasta el día siguiente para conocer los resultados...
Uno de los jóvenes que tocaba la guitarra en el coro, escribió una pequeña canción, pues para el la Fe se manifestaba a través de la música. Para la mujer mayor que se hacía cargo del cuidado de los pequeños altares la Fe se vivía a través de la oración constante, de rezar el rosario, leer la biblia cada noche, pero Dios sólo asintió con la cabeza porque una oración sin salir del alma, estaba a un millón de años luz de todo eso.
El caso es que nadie supo dar en el clavo... Y entonces Dios se salió para alejarse de ahí sintiéndose muy, muy triste.
Anduvo vagando por las calles, sin esperar ya encontrar nada, y entonces la madrugada lo sorprendió en el momento justo cuando abordó un camión de transporte colectivo.
A los pocos minutos de haberse subido, comenzó a dormitar, pues se sentía cansado. Entonces descubrió la Fe, materializada en un ama de casa, que luego de una jornada de 12 horas continuas en una empresa maquiladora, regresaba a casa con una bolsa con 4 panes y 2 huevos de gallina, que serían el único alimento del día para sus 3 pequeños hijos que la esperaban solos y dormidos en casa.
Aquella mujer no tenía nada, no tenía tampoco ni la menor idea de lo que haría al día siguiente para llevar comida hasta su mesa, pero a Dios le sorprendió que aún así confiara en lo que estaba en sus manos hacer.
La acompañó durante su trayecto caminando por esas calles oscuras y sin pavimento; y le regaló antes de que entrara a su casa, el canto de un pájaro que de la nada surgió y fue a parar en uno de los alambres de electricidad.
¡Por fin había encontrado la Fe!, pero su alegría se esfumó muy pronto, porque no era posible que después de tantos días acumulados en su búsqueda y ya casi a punto de concluir su viaje, hubiera encontrado el reflejo de la Fe, materializado en una sola persona.
Una vez más volvió a sentirse muy, muy triste, y toda esa noche su tristeza se reflejó a través de la tormenta que se apoderó del cielo durante toda la madrugada.
Pero Él era Dios, y a pesar de la gran desilusión que le provocó echar un vistazo al interior de algunos humanos, tampoco podía darse por vencido, ni perder tampoco la esperanza.
Así que después de llorar toda una noche, se sintió más desahogado y dispuesto para salir y dar la batalla al día siguiente.
Se levantó muy temprano y antes de ponerse de nuevo el disfraz, decidió salir a la calle, con unas inmensas ganas de embellecerlo todo, y de llenar de detalles simples cada rincón... Como una especie de regalo de su parte, para quien pasara por ahí y supiera mirar más allá de lo que refleja una mirada superficial.
Aprovechó que las banquetas estaban todavía mojadas, para hacer crecer florecillas silvestres en todos los recovecos de los bordes, y con una gran sonrisa, les regaló a los pájaros (que apenas comenzaban a salir a esa hora de sus nidos); una canción muy simple, pero al mismo tiempo muy hermosa, para que le dieran la bienvenida al sol.
Borró el color gris oscuro de la madrugada y se lo guardó en el bolsillo del saco; para luego pintar como si fuera todo un artista, una acuarela inmensa en el cielo, fulgurante de colores vivos. Siguió caminando entre calles y con tan sólo pensarlo, le impregnó un aroma exquisito a una hogaza de pan y a una olla con avena, que la trabajadora que se había encontrado hacía apenas unos cuantos días, preparaba con la ventana abierta desde su cocina...
La casualidad lo llevó a pasar también, muy cerca del lugar donde vivía la chica de los pensamientos y sentimientos diferentes, y aprovechando que el ángel de las alas doradas decidió dejarla sola por un momento, Dios se asomó por la ventana y luego de retirarle los cabellos enredados del rostro, con una leve brizna de viento, puso en su corazón un trocito de esperanza (Sí, esa misma que aquella otra mujer no encontró dentro de un templo, ni tampoco como ingrediente embotellado que se comercializara a través de los aparadores de las tiendas), y puso también un sueño tranquilo y mágico que duraría nada más hasta que como por arte de magia apareciera el alba, y luego se fue.
Cuando todo esto sucedió, el viaje alrededor del sol ya casi completaba su ciclo, pronto Dios tendría que marcharse, así que los últimos momentos de su estancia en la tierra, se dedicó a recorrer las calles, disfrazándose de varias cosas. Volvió a usar el traje de vagabundo, el de perro callejero, se divirtió mucho al vestirse de árbol para esconderse de una manera muy "obvia" en medio de una gran plaza (para ver quien iba a refugiarse bajo su sombra, o terminaba por abrazarlo); y hasta hubo un día en que mientras dormía, le pidió el cuerpo "prestado" a un señor, para al día siguiente usarlo como disfraz y entonces poder ir y preguntarle al día siguiente a una chica ¿por qué estaba tan triste?, si aunque ella lo negara y le evadiera la mirada, ese sentimiento se reflejaba en sus ojos.
Tampoco perdió la oportunidad de volver a jugar, hubo otra ocasión en la que en un mismo día se le ocurrió disfrazarse de las cosas más inesperadas e inverosímiles. de caparazón de caracol vacío, de curiosidad en un niño, en la paciencia con que se ceba y se da sabor al mate, también de la armonía y la paciencia con que se dobla la ropa recién lavada.
Dios sabía que ya no tenía nada más que buscar, y en el camino de regreso, tras unos niños que iban muy temprano con rumbo a la escuela, descubrió tras el cristal de un negocio de maquinarias y herramientas a la chica que cuidaba el ángel de las alas doradas, y quien esta vez estaba sola, mirando a los niños a través del cristal empañado por la humedad del invierno. Ella no lo vio a Él, porque en ese instante se encontraba demasiado concentrada imaginando una historia, mientras abrazaba una taza con té caliente con sus manos.
Esta vez Dios no necesitó de sus poderes para entenderlo todo. El ángel de las alas doradas nunca se había ido, estaba todavía cerca, pero todo su amor y sus cuidados los había transformado en la magia y la inspiración con que esa chica desde hacía un buen tiempo materializaba en trocitos de papel las letras que conformaban palabras que hablaban en el lenguaje de los humanos acerca de que las cosas más valiosas se encuentran dentro de lo sencillo.
Así fue como terminó su travesía. Se alejó de ahí acompañado por los últimos rayos solares y regresó a casa a través de esas escaleras que de repente aparecen de la nada y muestran el camino de ida y regreso hacia el cielo.
Ya no necesitaba saber, ni buscar nada, pues ahora estaba seguro que mientras existiera por lo menos una sola persona con esperanza en su alma, eso era más que suficiente para escribir por lo menos una sola historia sobre la FE.
Se enfundó en un traje invisible para que nadie pudiera verlo, y durante algunos días anduvo así, vagando... Se sentaba en el parque o en una banca de la plaza para ver pasar a la gente, y a algunas de ellas (las que más le llamaban la atención), las seguía mañana, tarde y noche, pero al poco tiempo se aburrió, porque quienes no estaban muertos en vida, parecían no acordarse de Él nunca, ni mucho menos tener un espacio para hacerlo parte de su vida.
Después de esa primer experiencia, pensó que elegir el traje invisible quizá no fue una buena idea; como nadie lo veía y muy pocas personas percibían el mundo a su alrededor, tal vez por eso eran incapaces de sentir siquiera si Él pasaba a su lado y les soplaba o les hacía cosquillas... Como Dios era un tipo muy ocurrente y con un gran sentido del humor, le divertía mucho pensar todos los días al despertar de que se iba a disfrazar, así decidió que el traje de un perro callejero era el que mejor le quedaba, y a partir de ahí salió a recorrer las calles desde mucho antes de que el sol apareciera en lo alto, y regresaba después de que se ocultaba tras la montaña.
Una vez más volvió a pasar desapercibido, pero al principio no le importó porque se dio cuenta que ataviado en ese traje, Él podía ver y percibir más cosas.
Una tarde, mientras dormía una siesta debajo de la banca de un templo, vio a una mujer joven que desde afuera y al otro de la calle se quedó durante un buen rato observando en dirección hacia donde el altar se encontraba, pensando que ahí no encontraría una respuesta; luego se fue caminando con las manos metidas en los bolsillos de los jeans, y cuando Él la siguió, descubrió que miraba con nostalgia los aparadores de las tiendas por las cuales iba pasando, porque en el fondo de su alma ella deseaba que La Fe pudiera ser como alguno de esos productos que pueden comprarse envueltos en celofán o en una botellita estilizada, pues ella necesitaba urgentemente regalarle un poco a una persona muy importante que estaba sufriendo y ella quería con todo su corazón.
En otra ocasión, muy de mañana, mientras tomaba un poco de sol recostado sobre una banqueta (luego de una madrugada de lluvia), miró pasar a otra chica que iba de camino a su trabajo... Esa vez se confundió un poco porque aún envuelto en un disfraz que ocultaba por completo su apariencia; seguía siendo Dios y por ende escuchaba absolutamente todo, y precisamente por ser los pensamientos de esa chica distintos a los de todas las demás personas que a esa hora de la mañana transitaban con dirección hacia sus trabajos, la escuela, y otros lugares de destino, le llamó la atención que ella no fuera como los que se quejaban: que si la lluvia, o el frío, que si porque estaba gris o más tarde calaba demasiado el sol...
También protestaban porque les molestaba levantarse demasiado temprano, porque les hubiera gustado quedarse en casa, si estaban en casa porque querían salir a la calle, o si al salir, porque el agua de los charcos les ensuciarían la ropa; etc, etc...
Algunos otros sin contemplación o reparo alguno le pedían por sacarse la lotería, que su jefe les aumentara el sueldo, o porque las cosas en su vida marcharan según su conveniencia... Tantas voces y peticiones en tono de reclamo y exigencia provocaron que Dios se aturdiera y perdiera de vista a esa chica entre la gente que iba y venía por ambos extremos de la calle.
Al siguiente día Dios volvió, pero esta vez, antes de meterse de nuevo en el disfraz, tomó la decisión de que cada vez que se pusiera un traje (cualquiera que este fuera); dejaría afuera del mismo todas las facultades y poderes que le permitían ser omnipresente, y así despojado de esa investidura de ser supremo que tenía, quizá podría encontrar la Fe que durante tantas semanas ya llevaba buscando sin poder encontrar.
Aquella mañana se vistió de vagabundo, pero como aún dentro de ese disfraz medio deteriorado de humano, Dios seguía siendo un ser muy curioso, ya libre de esa facultad de poder escuchar se dirigió hacia la calle donde recordaba haber visto a aquella chica. Esperó un buen rato, pero todavía era demasiado temprano; se sentó en la banqueta y mientras se puso a dibujar en un pedazo de cartón roto, un letrero que se colgaría al cuello como parte de su atuendo, y aunque pensó que en cuanto lo hiciera la gente voltearía a verlo, la realidad fue que a nadie le importó.
Comenzaba a aburrirse y para distraerse comenzó a hacer germinar unas pequeñas florecillas silvestres de color morado en el borde de la banqueta. Por un instante, esa labor lo distrajo demasiado, al grado de olvidarse por un buen lapso de tiempo de cuál era el propósito que lo tenía ahí. Entonces, sin saber porque, de pronto tuvo el impulso de alzar la vista y su cabeza para mirar hacia el extremo opuesto de la calle y fue ahí que se encontró con un rostro que le resultó bastante familiar.
Era un ángel con las alas doradas, que también lo reconoció a lo lejos y se detuvo un momento para saludarlo. Estaban a unos cuantos metros de distancia, pero pudieron hablar con la voz del pensamiento, Dios le preguntó: ¿Por qué razón se veía tan preocupado?, si los ángeles de alas como las suyas, no debían tener ya ese tipo de sensaciones y sentimientos; entonces el ángel volteó hacia su izquierda y con la mirada le hizo entender cuál era la razón que lo tenía así. A unos pocos pasos de distancia, iba caminando la chica que Dios había visto aquella mañana cuando se disfrazó de perro callejero y que le llamó la atención por tener pensamientos y emociones tan distintos, al común de la gente.
Con una tristeza infinita el ángel le hizo saber a Dios sin necesidad de palabras, que a pesar de que en todo momento él iba siempre tras ella y acompañándola en el camino; hubiera dado cualquier cosa (incluso sus alas), a cambio de poder ser visible para ella, y pudiera sentirlo en aquellos instantes cuando lo necesitaba más.
Ya no pudieron seguir hablando, pues el ángel tenía que irse, sino de lo contrario, perdería de vista a aquella chica. Dios los vio alejarse y adentro de este traje de humano experimentó por primera vez lo que los hombres sienten cuando un nudo se atora en la garganta y el pecho comienza a doler.
Se quedó pensando en ¿qué podría hacer para ayudarlos?, durante toda la eternidad, siendo Dios nunca le tocó ver algo parecido, y había bastado sólo un día como humano, para darse cuenta que un ángel también podía sentirse triste... Entonces se fue caminando y comenzó a reflexionar sobre todo esto y de repente recordó cuál era el motivo por el que decidió pasar un tiempo en la tierra.
Regresó a la iglesia, para ver ¿qué era lo que en ese lugar de Él se decía?, y tuvo que sentarse en un rincón apartado porque una mujer de edad avanzada que prendía con fervor todas y cada una de las veladoras de un pequeño altar contiguo, con un gesto de desprecio le hizo saber que no lo quería cerca.
Aunque en un principio le desconcertó su actitud y sobre todo que no lo reconociera; a los pocos minutos se olvidó de eso porque en ese intento por encontrar la Fe, manifestarse de alguna manera, como Dios era un tipo con un gran sentido del humor, tuvo la "ocurrencia" de jugar un poco y utilizar sus poderes para ver que pasaba...
Unas cuantas bancas más adelante había varias personas reunidas; al parecer eran de algún grupo de catequesis o de evangelización. Durante algunos minutos se quedó observándolos en silencio y escuchando todo lo que respecto a Él cada uno opinaba; y entonces llevó a cabo su plan... Se apoderó por un instante de la voz y los pensamientos del coordinador de grupo para proponer a ese círculo conformado por personas de todas las edades, un ejercicio muy simple... En la próxima reunión que tuvieran, cada uno de ellos tendría que ejemplificar de alguna manera como vivía su Fe.
Dios se dio por satisfecho con esa idea, pero tuvo que esperar hasta el día siguiente para conocer los resultados...
Uno de los jóvenes que tocaba la guitarra en el coro, escribió una pequeña canción, pues para el la Fe se manifestaba a través de la música. Para la mujer mayor que se hacía cargo del cuidado de los pequeños altares la Fe se vivía a través de la oración constante, de rezar el rosario, leer la biblia cada noche, pero Dios sólo asintió con la cabeza porque una oración sin salir del alma, estaba a un millón de años luz de todo eso.
El caso es que nadie supo dar en el clavo... Y entonces Dios se salió para alejarse de ahí sintiéndose muy, muy triste.
Anduvo vagando por las calles, sin esperar ya encontrar nada, y entonces la madrugada lo sorprendió en el momento justo cuando abordó un camión de transporte colectivo.
A los pocos minutos de haberse subido, comenzó a dormitar, pues se sentía cansado. Entonces descubrió la Fe, materializada en un ama de casa, que luego de una jornada de 12 horas continuas en una empresa maquiladora, regresaba a casa con una bolsa con 4 panes y 2 huevos de gallina, que serían el único alimento del día para sus 3 pequeños hijos que la esperaban solos y dormidos en casa.
Aquella mujer no tenía nada, no tenía tampoco ni la menor idea de lo que haría al día siguiente para llevar comida hasta su mesa, pero a Dios le sorprendió que aún así confiara en lo que estaba en sus manos hacer.
La acompañó durante su trayecto caminando por esas calles oscuras y sin pavimento; y le regaló antes de que entrara a su casa, el canto de un pájaro que de la nada surgió y fue a parar en uno de los alambres de electricidad.
¡Por fin había encontrado la Fe!, pero su alegría se esfumó muy pronto, porque no era posible que después de tantos días acumulados en su búsqueda y ya casi a punto de concluir su viaje, hubiera encontrado el reflejo de la Fe, materializado en una sola persona.
Una vez más volvió a sentirse muy, muy triste, y toda esa noche su tristeza se reflejó a través de la tormenta que se apoderó del cielo durante toda la madrugada.
Pero Él era Dios, y a pesar de la gran desilusión que le provocó echar un vistazo al interior de algunos humanos, tampoco podía darse por vencido, ni perder tampoco la esperanza.
Así que después de llorar toda una noche, se sintió más desahogado y dispuesto para salir y dar la batalla al día siguiente.
Se levantó muy temprano y antes de ponerse de nuevo el disfraz, decidió salir a la calle, con unas inmensas ganas de embellecerlo todo, y de llenar de detalles simples cada rincón... Como una especie de regalo de su parte, para quien pasara por ahí y supiera mirar más allá de lo que refleja una mirada superficial.
Aprovechó que las banquetas estaban todavía mojadas, para hacer crecer florecillas silvestres en todos los recovecos de los bordes, y con una gran sonrisa, les regaló a los pájaros (que apenas comenzaban a salir a esa hora de sus nidos); una canción muy simple, pero al mismo tiempo muy hermosa, para que le dieran la bienvenida al sol.
Borró el color gris oscuro de la madrugada y se lo guardó en el bolsillo del saco; para luego pintar como si fuera todo un artista, una acuarela inmensa en el cielo, fulgurante de colores vivos. Siguió caminando entre calles y con tan sólo pensarlo, le impregnó un aroma exquisito a una hogaza de pan y a una olla con avena, que la trabajadora que se había encontrado hacía apenas unos cuantos días, preparaba con la ventana abierta desde su cocina...
La casualidad lo llevó a pasar también, muy cerca del lugar donde vivía la chica de los pensamientos y sentimientos diferentes, y aprovechando que el ángel de las alas doradas decidió dejarla sola por un momento, Dios se asomó por la ventana y luego de retirarle los cabellos enredados del rostro, con una leve brizna de viento, puso en su corazón un trocito de esperanza (Sí, esa misma que aquella otra mujer no encontró dentro de un templo, ni tampoco como ingrediente embotellado que se comercializara a través de los aparadores de las tiendas), y puso también un sueño tranquilo y mágico que duraría nada más hasta que como por arte de magia apareciera el alba, y luego se fue.
Cuando todo esto sucedió, el viaje alrededor del sol ya casi completaba su ciclo, pronto Dios tendría que marcharse, así que los últimos momentos de su estancia en la tierra, se dedicó a recorrer las calles, disfrazándose de varias cosas. Volvió a usar el traje de vagabundo, el de perro callejero, se divirtió mucho al vestirse de árbol para esconderse de una manera muy "obvia" en medio de una gran plaza (para ver quien iba a refugiarse bajo su sombra, o terminaba por abrazarlo); y hasta hubo un día en que mientras dormía, le pidió el cuerpo "prestado" a un señor, para al día siguiente usarlo como disfraz y entonces poder ir y preguntarle al día siguiente a una chica ¿por qué estaba tan triste?, si aunque ella lo negara y le evadiera la mirada, ese sentimiento se reflejaba en sus ojos.
Tampoco perdió la oportunidad de volver a jugar, hubo otra ocasión en la que en un mismo día se le ocurrió disfrazarse de las cosas más inesperadas e inverosímiles. de caparazón de caracol vacío, de curiosidad en un niño, en la paciencia con que se ceba y se da sabor al mate, también de la armonía y la paciencia con que se dobla la ropa recién lavada.
Dios sabía que ya no tenía nada más que buscar, y en el camino de regreso, tras unos niños que iban muy temprano con rumbo a la escuela, descubrió tras el cristal de un negocio de maquinarias y herramientas a la chica que cuidaba el ángel de las alas doradas, y quien esta vez estaba sola, mirando a los niños a través del cristal empañado por la humedad del invierno. Ella no lo vio a Él, porque en ese instante se encontraba demasiado concentrada imaginando una historia, mientras abrazaba una taza con té caliente con sus manos.
Esta vez Dios no necesitó de sus poderes para entenderlo todo. El ángel de las alas doradas nunca se había ido, estaba todavía cerca, pero todo su amor y sus cuidados los había transformado en la magia y la inspiración con que esa chica desde hacía un buen tiempo materializaba en trocitos de papel las letras que conformaban palabras que hablaban en el lenguaje de los humanos acerca de que las cosas más valiosas se encuentran dentro de lo sencillo.
Así fue como terminó su travesía. Se alejó de ahí acompañado por los últimos rayos solares y regresó a casa a través de esas escaleras que de repente aparecen de la nada y muestran el camino de ida y regreso hacia el cielo.
Ya no necesitaba saber, ni buscar nada, pues ahora estaba seguro que mientras existiera por lo menos una sola persona con esperanza en su alma, eso era más que suficiente para escribir por lo menos una sola historia sobre la FE.
Comentarios
Me quedé pensando mucho porque para mí mi papá es mi ángel, no sé de que color podrá tener las alas pero supongo que se debe parecer mucho al ángel de tu historia, porque él era tan pero tan buena persona que si ahora es un ángel seguro sus alas brillarían tanto como el sol.
La fe creo que es un tema donde se puede hablar horas enteras y encontrar diferentes definiciones o formas de expresarse, pero lamentablemente hay personas que confunden la fe, para mí la fe está ahí al alcance de tu mano, esta en tus manos tomarla de la manera que sea y como quieras manifestarla, a veces es mucho más valioso hacer un acto solidario por algún ser que repetir –como vos lo dijiste en el post-, las mismas oraciones casi por rutina en vez que salgan del alma y con el sentido que debe de tener al momento de decirlas o de pedir algo por alguien.
Dios y yo hemos tenido muchas discusiones pero él sabe bien que yo creo en él, pero el día que estemos frente a frente vamos a hablar un largo rato, porque yo también pienso que puede ser un tipo sencillo tan grande y tan humilde a la vez que puede sentarse a escuchar lo que te haya dolido en la tierra y explicarte porque lo hizo, seguramente me dirá lo que yo creo, que todas las cosas que pasan, o las que me han pasado a mí son un aprendizaje, eso lo tengo bien claro desde muy pequeña, por eso el día que estemos frente a frente le haré todas esas preguntas que de todos modos yo sé cual será la respuesta y en el fondo lo terminaré por aceptar, y en algunas ocasiones agradecerle por haberme dado la capacidad de darle más valor aún a las cosas que ya lo tenían.
Te lo vuelvo a decir hermoso tus post, la verdad que me robaste un suspiro tan pero tan grande que siento el pecho más liviano.
No sé en que te inspiraste para escribir esto, o es parte de esa gran imaginación que tenés, pero te agradezco y te pido permiso para robarme algunas partes en las que me hiciste ver a mi papá, y en las que me vi reflejada.
Gracias, te mando un fuerte abrazo y no te olvides que te quiero mucho!
Me alegra mucho, mucho de verdad que te haya gustado la historia, porque tenía muchas cosas que yo sabía que tu ibas a entender y aparte me gustó mucho porque la fui armando con recuerdos, pedazos de canciones, escritos tuyos, imágenes de cosas que yo había ido acumulando en estos días, porque todos los días, en mi camino de ida y de regreso siempre veo cosas, y las guardo en mi memoria como fotografías, todo eso lo uní y dio como resultado este post con el que yo también pude viajar muy lejos hacia calles que ya recorrí y en las que me encantaría un día poder volver a estar.
Respecto a Dios... Yo creo que ÉL hace eso muy seguido, se disfraza de muchas cosas y se pone a jugar haber si los que vivimos en la tierra lo percibimos y creo que hasta de repente se pone triste porque existen muchas personas que no lo notan...
También respecto al ángel de alas doradas, yo creo que siempre va muy cerca de ti, y el también quizá se entristezca a veces porque aunque no se separe de ti, le gustaría de alguna manera hacerse más presente para ti, pero bueno, como dices, hay cosas para las que sólo Dios tiene una respuesta coherente y tal vez no es el tiempo ni el lugar para que las sepas tú, pero coincido contigo en que algún día te va a responder a todo eso que hoy le preguntes.
Sobre la fe, yo creo que es un elemento más inherente a nuestra esencia, es sólo saberlo encontrar.
Gracias a ti por pasar y por inspirar parte de esto.