En mi burbuja móvil


Hace poco más de un año yo vivía con más prisa. Todos los días, la gran mayoría de mis horas estaban tan ocupadas como limitadas; pero había un pequeño lapso (en el rincón de un estacionamiento) en el que por espacio de algunos minutos, además de comer, se volvía un oasis y también un pequeño refugio donde podía bajar la velocidad, parar un momento para estar conmigo misma; respirar... pero sobre todo: estar consiente de todo cuanto estaba pasando con mi vida.

Justo antes de la pandemia, por decisión propia mis circunstancias cambiaron. Dejé de tener tanta prisa, pero no dejé de tener trabajo, así que tampoco terminaron los trayectos de ida y regreso a casa... De noche, de día, sola y algunas veces acompañada... Con frío o calor intenso. Hubo madrugadas con trocitos de hielo y niebla mermando mi visibilidad; al igual que el pavimento cristalizado en hielo, destemplando también mi seguridad y mis nervios; y aunque siempre he tenido la certeza de que seres de luz me han protegido en todo momento; fue en cada uno de esos días tan diversos, que comencé a darme cuenta de que el vehículo que es una de mis herramientas de trabajo más importantes, se volvió mi burbuja móvil también.


Ya he perdido la cuenta de cuantos kilómetros han sido, al igual que la cantidad de veces que he ido y regresado... Lo que si tengo muy claro es que a través de 4 cristales y 2 espejos laterales, veo suceder la vida en movimiento... Hay instantes en que entre el cambio de una luz a otra, en una avenida grande o calle pequeña todo se pausa por unos minutos... Es ahí, cuando casi puedo convencerme, que puedo ser capaz de ver los pensamientos y las emociones de quienes coinciden conmigo a un costado; hasta que un pequeño foco redondeado, con su sorpresivo cambio de color rojo a verde interrumpe mi abstracción en lo ajeno y me recuerda que la vida sigue, y por ende, hay que avanzar.

Desde ese lugar en constante movimiento también me ha tocado observar mi propia vida... Hay días en que canto y el tráfico se vuelve tan liviano, como tan corto el enorme trayecto. Por las mañanas me he acostumbrado a orar en voz alta del mismo modo que con la del pensamiento... Me encuentro desperdigadas memorias en algunas calles o avenidas; mientras que los errores que he cometido en el pasado, las cosas que me agobian o me ensombrecen, infinidad de veces las he soltado por el borde de la ventanilla (luego de comentarlas con Dios); porque sé de antemano que la solución no está a mi alcance;  y eso, además de darme la certeza de que nunca estoy sola, me ha vuelto una persona mucho más paciente al conducir, pero sobre todo: ha revestido mi vida de una gran paz.


Hace apenas unos cuantos días, una persona que conozco me dijo que el auto, es una extensión de ti mismo... Tiene sentido si tomamos en cuenta que todos los objetos que uno usa, están revestidos de nuestra propia energía; y ella me decía  que como te sientes dentro del vehículo es prácticamente como te sentiste dentro del viente de tu madre antes de nacer... (Esto en lo particular me gustó, porque yo me siento segura y disfruto mucho mi auto mientras voy manejando).

Me dijo también, que si te chocan por la parte trasera del auto, es la vida misma quien te está empujando a ir hacia adelante, mientras que si es por la parte delantera, significa que debes detenerte y ver que está pasando contigo... Por otro lado, cualquier desperfecto que le suceda a tu auto, es una extensión de algo que está mal contigo físicamente y es el vehículo quien a través de esa energía que impregnas en el mismo te avisa primero y si no haces caso, entonces ya se manifiesta en algo físico... Ejemplo: mi dolor de mano derecha y la llanta del mismo lado que hasta que se me rompió y hasta que no la cambié por otra, siempre se le bajaba el aire...

Esta persona me habló también de conflictos sin resolver con los padres, con los hijos o la pareja representados en los diversos puntos del auto... Y sí, tiene sentido; porque aún desconociendo todo esto, yo siempre he dicho que cuando alguien te da un aventón en un carro que no es el tuyo, el interior te habla por si mismo de como es esa persona y su vida.  (Yo digo que esto aplica también para las casas y otros objetos)...

La verdad desconozco que tanto será real o no sobre este tema... Pero me quedé pensando mucho al respecto porque para mi, este, (que ha sido el segundo auto que he tenido en toda mi vida); además de una herramienta clave para el trabajo que realizo en la actualidad, se volvió mi pequeña burbuja móvil donde me siento bien y han pasado infinidad de cosas...

Supongo que cada quien observa el mundo desde su propia burbuja de distinta manera (me doy cuenta en los semáforos y también cuando viajo en un auto ajeno y no soy yo quien conduce)... Más allá de si las personas se dan cuenta o no de ello o simplemente enfocan sus sentidos en permanecer alerta en una ciudad donde conducir estresa y parece una jungla de desesperados y locos; yo caigo en la cuenta que disfruto de cada trayecto sin importar que el día haya sido pesado; porque quizá habrá un tiempo y una edad en que ya no pueda conducir...


Presente, pasado, suspiros, risas, cansancio, mucha reflexión y hasta un poco la visión -sin expectativas- de los planes a futuro, así como las historias que seguramente aún no han leído ustedes porque no las he materializado en letras para colocar aquí, siguen atrapadas dentro de mi cabeza mientras me transporto dentro de mi burbuja móvil. Ha sido ya poco más de un año en el camino, me siento agradecida por eso y ojalá más allá del tráfico, en una ciudad con el clima más extremoso, encuentre siempre inspiración y la capacidad para observar y atrapar historias y letras que siempre valga la pena venir a comentar.

Gracias a ustedes por acompañarme siempre en cada viaje.

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