Migración desde la Tercera Persona del Plural (Parte I)
Nací y crecí en la frontera, pero no tuve noción de que esta ciudad desértica en la que vivo era uno de los principales puntos que se convierte en la puerta de entrada para millones de migrantes, hasta que un día a casa de mi abuela llegó un grupo de muchachos (de entre 20 y 22 años), que procedentes de alguno de esos países de centroamérica habían llegado como muchas otras personas a lo largo del tiempo, con la intención de cruzar ilegalmente la frontera en busca del llamado "Sueño Americano".
Nadie sabía como es que habían llegado hasta mi ciudad. En ese entonces los medios no hablaban sobre esos temas. Aunque la migración era una realidad latente desde hacia ya varias décadas, la realidad no era como ahora y lo único que yo recuerdo es que esos muchachos no tenían donde quedarse y mi abuelita en aquel entonces, entre la disyuntiva de que no los conocía, pero tampoco podía dejarlos a su suerte, les ofreció quedarse en el interior de un auto que estaba en la cochera exterior de su casa que acondicionaron como dormitorio con sábanas y almohadas que ella misma les proporcionó.
No estuvieron mucho tiempo, quizá sólo un par de días. Después siguieron su camino, y aunque desconozco si lograron cruzar o no "al otro lado", para mi, que en ese entonces era una niña, se me quedó muy grabado ese pequeño acto de generosidad de mi abuelita y la idea de que esos jóvenes se habían quedado a dormir dentro de un carro, hecho que mi mente infantil interpretaba como una aventura divertida e intrépida.
Para quienes nacimos en la frontera a mediados de la década de los 70's, era muy común tener familia en ambos lados de la frontera. Crecimos con esa especie de "Biculturalidad", viendo canales de radio y televisión en español e inglés y desde muy pequeños se nos tramitaba un pasaporte para poder cruzar de manera legal y que por ser menores de edad, si te lo autorizaban, en la "Mica" de cruce de tu mamá, debajo del nombre de ella, aparecía tu nombre y tu edad entre paréntesis.
Mis hermanos y yo jamás tuvimos pasaporte mexicano. Tramitabas un documento que se llamaba "Forma-13" y eso junto a otros documentos, era tu pase para realizar el trámite ante Estados Unidos para poder tener acceso a un pasaporte local que te permitía cruzar de manera legal.
Tal como sucede hasta ahora con muchas personas fronterizas, ese pasaporte únicamente lo usábamos para ir a visitar a la familia, para ir de compras (obviamente desde siempre allá se consiguen la mayoría de los artículos a menor precio y de mejor calidad) y también para ir de paseo al zoológico, a la Montaña Franklin, al parque Azcárate, al parque acuático "Wet'n Wild" y así por el estilo, podría decirse que era un pasaporte de uso 100% recreativo y comercial.
Si como turista fronterizo tenías intención de viajar más allá, tal como se hace hasta ahora tenías que tramitar un permiso adicional. El pasaporte local sólo tiene como límite cierto número de millas más allá de la línea divisoria. Ya en ese entonces según el agente de migración que te tocaba podía autorizarte o negarte el permiso y ahí fue cuando empecé a conocer el real significado de la palabra "Discriminación", al darme cuenta que los agentes "Pochos" (como se le llama a las personas que son de origen mexicano, pero nacieron allá o lograron el estatus de residente o ciudadano Americano), eran los que más exigentes se ponían a la hora de autorizar esos permisos o negártelo, quitarte el pasaporte local o "Rayartelo" (que era como una especie de amonestación) por el simple hecho de sentirse superior.
A mi familia nunca le sucedió nada de eso. Ya en la adolescencia pudieron tramitarnos a mis hermanos y a mi el pasaporte de manera individual, pero ya desde esos primeros años que mencionaba al principio, había mucha gente que se cruzaba por el río, otros más audaces, le pedían el pasaporte a algún familiar que tuviera más o menos la misma edad y cruzaban suplantando la identidad de la persona original o como el loco de mi hermano que aprendió hablar inglés viendo televisión y ya de adolescente cruzaba el puente como "American Citizen" (ciudadano Americano). Una vez si lo detuvo un agente y le estuvo preguntando un montón de cosas, pero mi hermano le respondió con tal seguridad que el oficial no tuvo más remedio que dejarlo pasar.
Como dije antes, eran otros tiempos. No pedían tanta documentación como ahora, no había escanéres ni tampoco apartados biométricos que pudieran comprobar la veracidad de la identidad de quien portaba un pasaporte, pero conforme pasó el tiempo y en lo personal fui creciendo, comencé a darme cuenta que el cruce ilegal era una aventura que podía costar la vida de cualquier persona, tal como sucedió con el hijo de una vecina de mi barrio, que se fue como los jóvenes a los que mi abuelita les dio asilo muchos años antes, en busca de un mejor futuro, pero después de un tiempo de estar desaparecido y su familia buscándolo, apareció su cuerpo ya en un estado de descomposición tan avanzado que su funeral tuvo que ser una simple bendición con agua bendita afuera del templo y sobre la carroza, para ir directo a inhumación.
A Nico, que así era como se llamaba ese muchacho, lo asesinaron para quitarle lo poco que llevaba al cruzar la línea divisoria. Lo hicieron pasar como que se había ahogado en el río pero su hermana nos contó que lo habían ahorcado con la misma cinta de uno de sus tenis. Como él, millones de personas han perdido la vida en el cruce fronterizo.
En apariencia cruzar era fácil, porque aún mucho antes de que existiera "El Muro" que mandó edificar Donald Trump y que lograras burlar a los agentes de la "Border Patrol", la zona del río está llena de maleantes, de "polleros" traficantes de personas y millas más adentro, ya en territorio americano, te enfrentas a las inclemencias del desierto, donde muchas historias de gente que "se ha quedado en el camino" se han escrito por millones también.
Todo esto yo lo viví, siempre desde la realidad de algo que le pasó a "alguien más". Como una persona nacida y criada en la frontera, yo creo que somos muy contados los que no aspiramos nunca a cruzar con la intención de "arreglar papeles".
A medida que pasó el tiempo y peor aún desde el atentado terrorista del 11 de septiembre las restricciones para poder cruzar se recrudecieron todavía más, para el narcotráfico se volvió mucho más rentable el reclutamiento de personas inmigrantes para trabajar en los distintos cárteles, además del negocio de la trata de personas y yo como habitante de esta frontera seguí cruzando, hasta el año 2006 (año en que se venció mi visa), y desde entonces no he vuelto a renovarla. Las razones, son más negativas que positivas; pero aún así, hasta los últimos meses en que seguí cruzando a Estados Unidos por razones de trabajo o personales, la situación era cada vez más caótica y compleja. Gente pidiendo que le lanzaras monedas desde la parte de abajo y montones de historias como las de Nico de las que me llegaba a enterar por gente cercana o conocida, una de ellas incluso la plasmé el blog en "Espejismo de un sueño" una historia real que me conmovió bastante y le pasó a alguien que todavía existe.
Páginas Sueltas y de Colores desde hace poco más de 20 años siempre ha sido un blog más introspectivo y personal; pero hay circunstancias y situaciones ante las que no se puede ser indiferente y por esa razón en el umbral que separa el final de una semana y el inicio de otra, quise compartir mi percepción muy personal del fenómeno de la migración, como antesala para contar otra historia que les debo desde hace tiempo en el blog y que ya no me tocó vivir en tercera persona, como simple espectadora...
Continuará...
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