Cuento (2da. Parte)
Nota: Está un poco largo, pero así salió...
…Inmerso en el tono oscuro de la madrugada y con la obsesiva idea de escapar lo más lejos y rápido posible, El Centauro viajó sin darse cuenta a millones de años luz. Nunca imaginó que su anhelo de libertad le daría la fortaleza necesaria para soportar el cansancio y para no detenerse, pues aún en los momentos cuando sus alas parecían dejar de batirse contra el viento, el miedo a ser castigado por haber quebrantado el eterno equilibrio dentro del mundo mágico le infundía nuevos bríos para continuar.
Nunca supo en que momento perdió la conciencia y la noción del tiempo, puesto que de pronto se sorprendió abriendo sus ojos a la realidad después de un largo y profundo sueño… Era ya de día y el sol brillando por todo lo alto le reveló que se encontraba en medio de un gran bosque, pero lo más extraño era que a diferencia de los lugares rodeados de vegetación que él conocía, este, parecía demasiado extraño, puesto que a simple vista no había nomos, hadas, unicornios ni mucho menos criaturas de “Piedra Lama”.
Confuso y aturdido se incorporó con cautela, mientras que al mismo tiempo intentaba poner en orden sus pensamientos, para así tratar de recordar con exactitud todo cuanto había pasado… Pero no, por más que lo intentó no consiguió nada, puesto que la única imagen que se repetía una y otra vez en su mente (porque en realidad era lo único que recordaba), fue el instante mismo en que preso de una desesperación frenética volaba y se alejaba cada vez más rápido; luego, vio un aro luminoso de fuego que lo absorbió por completo, cegándolo por un instante y después de eso no recordaba ya absolutamente nada más.
Tan ensimismado se hallaba en sus propios pensamientos, que no advirtió que alguien lo estaba observando. Cuando se percató de ello, lo paralizó el miedo que le produjo descubrir ante sus ojos y a muy pocos centímetros de distancia a una extraña criatura que al igual que él se sostenía sobre 4 patas, pero a diferencia de las suyas, las de ese pequeño ser vivo eran todas iguales.
La estatura, comparada con la de él, era inferior y a pesar del tono de la piel: aterciopelada por un cabello muy fino de color café con manchas blancas, entre los dos no compartían ningún otro rasgo físico similar, pues esta criatura tenía el cuello más alargado, la cabeza pequeña, las orejas ovaladas y puntiagudas en forma de triángulo, los ojos más grandes; mientras que la nariz y la boca eran tan prominentes que por un momento le causó temor tanta cercanía, puesto que pensó que tanto si decidía irse o quedarse, corría el riesgo de ser atacado.
Después de un leve instante en que esa criatura permaneció contemplándolo a él con la misma expresión de desconcierto; El Centauro supo que no era un ser peligroso, puesto que lo único que hizo mientras él permaneció prácticamente “petrificado”, fue agitar su cabeza en un intento por atrapar en el aire algún aroma proveniente que le ayudara a identificar que clase de criatura era. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no corría peligro, pues además de que percibió en ese par de ojos redondos y profundos, una gran ternura, mezclada con curiosidad, la criatura, al no encontrar por su parte ya nada más que pudiera interesarle; se dio la media vuelta para reunirse con otro ejemplar de su especie que era aún mucho más grande y llevaba sobre su cabeza unas extrañas ramificaciones que sobresalían de su cráneo a una altura considerable.
Más confundido y desconcertado que nunca, se alejó y emprendió de nuevo el vuelo, y si la primera extraña criatura con la que tuvo contacto le causó asombro, eso no fue nada comparado con la impresión que le produjo descubrir con el paso de los días al sobrevolar por los lugares y ciudades de ese mundo desconocido para él, que existían otros seres que si eran muy parecidos a él, pero con la diferencia de que no volaban y carecían de cualquier característica física que permitiera establecer un vínculo de sangre con los faunos y unicornios.
Así que en los momentos del día mientras se mantenía en el aire para seguir alejándose, aprovechaba para observar también más de cerca a esos extraños seres llamados “humanos”, y así aprendió que vivían en grupos, adentro de construcciones raras, elaboradas con materiales sólidos, algunas de las cuales se erguían tan altas, que casi alcanzaban la misma distancia que él con su vuelo, y muchas de ellas reflejaban su imagen de una forma tan fiel, que le costó varios días hacerse a la idea de que aquello que veía no era más que el reflejo de él mismo al pasar.
Durante el día volaba y por la noche dormía en la parte más alta de alguna de esas edificaciones, en medio de un valle o bosque, o cualquier paraje solitario (dependiendo donde lo alcanzara la oscuridad), y no sabía porque, pero tenía la plena convicción de que siempre que continuara volando, se mantendría a salvo y nadie del mundo del cual provenía podría atraparlo para llevarlo preso y de regreso.
Era evidente que dentro de ese universo, la forma de medir el paso del tiempo era muy distinta; pero lo maravilloso era que con cada día nuevo, aprendía algo más acerca de los humanos y le sorprendía el ingenio que tenían al utilizar artefactos que les facilitaban la vida y compensaban su falta de alas con extraños inventos en los que por tierra eran capaces de recorrer enormes distancias deslizándose sobre 4 objetos de forma circular, mientras que en el aire se sostenían con un par de alas metálicas impulsadas por dos extrañas cavidades huecas de las cuales surgían rugidos y aire caliente; pero así como los seres humanos suplían con creatividad e inteligencia la carencia de “dones mágicos”, conforme avanzaron los días, para El Centauro, todas las cosas que esas criaturas tan parecidas a él inventaban; de forma gradual dejaron de maravillarlo y en contraposición, descubrió que los seres humanos –así como tenían el don de crear cosas a partir de la nada-, también eran egoístas, capaces de guardar en su interior sentimientos tan oscuros como el miedo, el rencor, la envidia o la avaricia, que en grado extremo provocaba que se autodestruyeran unos a otros.
Esto último fue lo que lo hizo comprobar que sus sospechas eran ciertas: en su mundo y a través de los relatos del pasado que cada noche podían leerse en la luminosidad de las constelaciones; El Centauro había conocido la historia acerca de un mundo que existía en una dimensión distinta a la suya; y aunque siempre había pensado que se trataba de un simple relato fantasioso, de verdad ese mundo existía y ahora él se encontraba ahí.
Quería volver, porque extrañaba el mundo mágico, pero no podía ni sabía como hacerlo; mientras que por otro lado, el universo de los humanos era tan extraño y complejo, que la sola idea de quedarse atrapado para siempre en un lugar al que nunca pertenecería le provocaba una tristeza tan grande que lo hacía llorar porque no le cabía en su corazón color azul transparente, ni tampoco dentro del pecho.
Una tarde en particular, cuando se encontraba en un lugar al aire libre, uno de esos que a los humanos les gustaban para reunirse en familia; El Centauro, luego de un rato de permanecer cercano observándolos –sin que ninguno lo notara- aburrido y abrumado por no saber que sería de él más adelante, decidió alejarse de ahí y para ello se encaminó hacia la parte más alta, donde al final se encontraba una barranca montañosa desde la cual podía observarse no sólo el horizonte, sino la majestuosidad de los dominios de la naturaleza que sin necesidad de ningún alarde, a simple vista demuestra muchas veces que su poder no tiene fin.
Como por instinto, sus enormes alas se desplegaron y comenzaron a agitarse, sus piernas quedaron por un instante suspendidas en la nada y su único contacto con la tierra era la parte trasera de su cuerpo que aún se hallaba apoyado sobre el suelo.
El viento tibio proveniente del poniente acariciaba su rostro incitándolo para emprender el vuelo, y lo habría hecho, a no ser porque de pronto sintió el peso de una mirada sobre sus hombros y al girarse para descubrir si estaba o no en lo correcto, además del ruido provocado por alguien que detiene sus pasos de forma abrupta, se encontró de frente con una extraña y joven mujer que lo primero que hizo fue mirarlo directo a los ojos sin decirle nada.
El Centauro se quedó ahí también frente a ella y ya no pudo irse. En ese microsegundo en que permanecieron sin expresar palabra alguna, pudo darse cuenta que a pesar de tener los ojos de color oscuro (un rasgo que para él era demasiado extraño tomando en cuenta que todas las criaturas de su especie los tenían de colores claros y turquesas), aquella extraña mujer, a pesar de ser hermosa proyectaba con todo su ser un sentimiento profundo de tristeza y ansiedad.
-“Llévame contigo”- fueron las dos únicas palabras que pronunció cuando el silencio comenzaba a ser intolerable y así fue como dio inicio el tiempo entre ellos, El Centauro no pudo negarse a aquella petición, y aunque su voz nunca emitió una respuesta, quizá sin darse cuenta asintió con su cabeza manifestando así un rotundo “Sí”…
Nunca se arrepintió de haberlo hecho, pero desconcertado todavía recordaba que en los minutos posteriores a aquel primer encuentro, y mientras él se deslizaba en el aire, batiendo sus alas con gran fuerza tal y como si quisiera volar más rápido y alto para alcanzar los últimos destellos dorados del sol que huía para ocultarse tras las montañas, a diferencia de otras veces (cuando sólo sentía las traviesas manos de las invisibles ninfas hijas del Dios Viento -que se divertían haciéndole frías cosquillas y desacomodando su pelaje cada vez que ganaba más rapidez y altura-), ahora podía sentir sobre su lomo no sólo el frágil cuerpo de aquella joven extraña, sino también la humedad de sus lágrimas que mojaron e hicieron más oscuro su pelaje, hasta el momento en que ella, acurrucada entre su espalda y sus alas, se quedó profundamente dormida.
Nunca se atrevió a preguntarle ¿Por qué lloraba?... Quizá fue lo mejor, puesto que sin importar el motivo, eso pertenecía al pasado, y desde el instante mismo en que sus vidas coincidieron en un mismo punto y él decidió llevarla sobre su lomo de Centauro, había comenzado su vida juntos.
Volaron durante muchos días continuos y aunque seguían sin cruzar palabra alguna, podían entenderse a la perfección, puesto que a veces bastaba un simple cruce de miradas para saber lo que tanto uno, como el otro querían, y así por ejemplo, la chica sabía que cuando El Centauro casi no batía las alas y solamente planeaba, dejándose arrastrar por las ninfas del viento, había llegado el momento de buscar algún lugar para descansar, pasar la noche y comer. Mientras que estando ya sobre “tierra firme” él por su parte, había aprendido que cuando ella permanecía con sus profundos ojos oscuros fijos en un punto indeterminado del horizonte, había que dejarla sola durante un buen rato y eso contribuiría a encontrarla con un mejor ánimo después.
La convivencia tan cercana sirvió para que en poco tiempo se acostumbraran a estar siempre juntos, los primeros intercambios de palabras surgieron cuando El Centauro cuestionaba ¿por qué el sacudir sus patas traseras con fuerza frenética cada vez que salía del agua?, provocaba la risa espontánea de la chica, que lo miraba entre divertida y curiosa, mientras para disimular fingía acomodarse los oscuros cabellos rebeldes que lograban escapar de su larga trenza siempre a medio tejer.
Así fue como El Centauro tuvo que explicarle, que sacudir las patas traseras al salir del agua, en “El Mundo Mágico” era una especie de tradición con la que los Centauros intentaban purificar los primeros pasos que darían sobre “La Madre Tierra”, por lo que compartiendo explicaciones ejemplificadas con anécdotas del pasado que cada uno de ellos vivió en su mundo, comenzaron a conocerse más y aprender juntos una visión distinta de una misma cosa.
Ambos se divertían muchísimo con eso, puesto que mientras la chica era muy práctica y para todo encontraba una explicación lógica, El Centauro, como personaje de un mundo distinto, a todo lo revestía y lo hacía cobrar vida con su magia, pudiendo pasar ambos así, interminables horas conversando, incluso un día sobrevolando por una universidad, llegaron a darse cuenta de que El Centauro podía leer los pensamientos y anticiparse al futuro, puesto que al volar sobre un árbol cercano a una banca donde una chica de cabellos rizados permanecía sentada solitaria sobre una banqueta de piedra con su mochila al lado, esperando el momento de entrar a clase, fue suficiente para que El Centauro se diera cuenta de lo que había en su interior y así ante la incredulidad de su compañera pudiera adelantarse a contar lo que pasaría en un futuro.
-“¿Viste a esa chica?”-
-¿La que estaba distraída y al parecer esperando el momento para entrar a clase?-
-¡Ajá!… Esa misma, pero no estaba distraída… Durante todo el tiempo estuvo observando a los árboles, tratando de imaginar si ellos tienen alma y cada vez que se mecen todos en conjunto no estarán diciendo algo en un lenguaje que ella no sabe como interpretar.-
-¿Y cómo sabes eso?-
-Porque en esa mochila que tenía al lado lleva un cuaderno de pasta gruesa donde anota muchas de las cosas que vive y piensa y mañana va a volver al parque cercano para tomarse el tiempo de seguir observándolos y eso le va a dar la idea para escribir algo relacionado con eso.-
Una sonrisa y el silencio fueron la combinación perfecta para expresar incredulidad y aunque El Centauro ni siquiera intento rebatirle nada que justificara como cierta su afirmación, ambos acordaron volver al día siguiente y efectivamente, al sobrevolar por el parque cercano, desde lejos identificaron la silueta de la misma chica, quien esta vez, sentada sobre el pasto y con varios de los objetos contenidos en su mochila y regados a su alrededor se hallaba totalmente concentrada con un cuaderno de pasta dura que apoyaba sobre sus piernas para escribir lo que a una distancia cercana podía leerse por el título era una historia sobre “El Alma de Los Árboles”…. (¡Y AHÍ ESTABA YO DENTRO DEL CUENTO!!!).
Esa capacidad del Centauro para ver más allá de las personas, terminó por cautivar a su joven compañera, mientras que él, por su parte experimentaba algo muy extraño que nunca en toda su vida había sentido por nadie y tenía que ver con un profundo deseo de estar siempre con ella, platicarle todo lo que había aprendido a lo largo de su vida, y al mismo tiempo compartir el mayor tiempo posible para cerciorarse de estar ahí por si ella lo necesitaba. Durante las noches, le bastaba percibir en la penumbra su fragilidad como ser humano para saber que se había dormido con frío y entonces él desplegaba sus alas para protegerla y darle calor.
La relación tan cercana entre ellos había evolucionado a tal grado, que a pesar de ser tan diferentes y provenir de mundos tan distantes, había terminado por convertirlos en dos personas nuevas y mucho mejores de lo que antes habían sido. Lo más sorprendente era que conforme pasaba el tiempo El Centauro fue adquiriendo una apariencia más de humano y llegaron a la conclusión de que probablemente al escapar del “Mundo Mágico” había perdido su condición de “Semi Dios”, pues un día su torso de Fauno y sus patas traseras desaparecieron y durante un día intenso de lluvia, luego de resguardarse en una cueva, cuando el arcoiris apareció, sus alas se desintegraron convirtiéndose en una especie de polvo brillante que al quedar esparcido por el suelo, el mismísimo Dios Viento se encargó de llevarse.
Aunque la apariencia no era precisamente lo que desde un principio los había mantenido juntos, el estar ahora en igualdad de especie les significó una felicidad mayor, pero al mismo tiempo un gran reto, pues no obstante que ambos estaban seguros de que deseaban estar juntos durante el resto de sus vidas, estaban concientes de que a veces eso no es suficiente y se necesita mucho más que amor para poder construir una vida en común.
El Centauro se sentía un poco triste porque al volverse humano, se había dado cuenta que nunca más podría regresar al “Mundo Mágico”, pero por otro lado sabía también que no habría podido desear volver a su lugar de origen para seguir siendo lo que toda su vida había sido, pero vivir sin estar cerca de la persona que le había dado ese valor y sentido real a su existencia… Por eso, la madrugada cuando decidieron viajar juntos para a travesar la frontera, El Centauro se dio cuenta que había sido también gracias a ella que ahora también era visible para los demás humanos, y aunque no tenía ni la menor idea de que retos le esperaban bajo esa condición, cuando subió a la parte trasera del auto que les ofreció acercarlos más a la línea divisoria, no sintió miedo, se limitó a tomar de la mano a su novia y así mientras ella lo abrazó para viajar junto a él durante todo el camino, cayó en la cuenta de que mientras ella estuviera a su lado y aunque no pudiera predecir el futuro, arriesgarse a vivir con incertidumbre valdría la pena….
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La idea de este cuento surgió a raíz de un sueño que tuve la madrugada del Martes 19 de Septiembre para amanecer el Miércoles 20 y aunque en apariencia no tenía sentido, ni absolutamente nada que ver conmigo, me tuvo durante más de una semana pensando en eso, y no obstante que me tardé más tiempo del que yo hubiera querido para plasmarlo al papel, así fue como descubrí que no sólo me fascinan aún las historias mágicas con personajes mitológicos, sino que muchos de los elementos dentro del cuento me llevaron a tomar conciencia de los deseos y circunstancias que en este momento son muy obvias en mi vida:
- La Mujer de Piedra Lama = El amor es espontáneo , no se puede forzar y muchas veces surge con la convivencia diaria.
- La Mujer de Piedra Lama = El amor es espontáneo , no se puede forzar y muchas veces surge con la convivencia diaria.
- El Centauro= Refleja mi necesidad de enamorarme de una persona muy especial, sensible y diferente.
- La Chica Extraña= El mismo deseo de huir de la tristeza y la desesperación.
- Yo (dentro del cuento) = Mi enorme deseo de formar parte de una historia distinta y especial que cambie mi vida para siempre.
- La Chica Extraña= El mismo deseo de huir de la tristeza y la desesperación.
- Yo (dentro del cuento) = Mi enorme deseo de formar parte de una historia distinta y especial que cambie mi vida para siempre.
- Momentos concretos dentro del cuento= (Cuando la chica se queda dormida sobre El Centauro y la madrugada cuando él la protege con sus alas) Cosas que ya viví como mujer con una sola persona y me encantaría volver a experimentar.
- La Conclusión de la historia = Al convertirse El Centauro en humano, la historia dejó de ser un cuento y como en la realidad no se puede saber lo que pasará en el futuro, por esa razón la historia no tiene final.
- La Conclusión de la historia = Al convertirse El Centauro en humano, la historia dejó de ser un cuento y como en la realidad no se puede saber lo que pasará en el futuro, por esa razón la historia no tiene final.
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