Recordar A Mis Fieles Difuntos
Son las primeras horas de la madrugada del Jueves 2 de Noviembre, fecha en que se celebra en todo México “El Día de Los Fieles Difuntos”. Las costumbres relacionadas con esta festividad varían de un estado a otro, pero la mayoría coinciden en preparar un altar u “ofrenda” con fotografías de los familiares ya fallecidos y en los que se colocan también objetos personales que pertenecieron “en vida” a la persona a la que se le está ofreciendo el altar, así como comida, dulces, flores, cigarros, licor y todas aquellas cosas que eran del agrado del difunto, así como los 3 elementos que se supone no deben faltar en un altar y que son: velas (para alumbrar el camino de la persona de regreso a casa), sal (para purificar y recordarnos que algún día todos seremos polvo), agua (para purificar, lavar y quitar la sed), y flores de Tzempaxuchitl (para indicar el camino del viajero y por supuesto aquí es donde entra la creatividad al formar figuras con sus pétalos), dando como resultado una combinación muy peculiar de aromas, colores y sabores, ya que supuestamente es en esta fecha, cuando todas las personas ya fallecidas tienen permiso por unas horas de regresar a este mundo terrenal y disfrutar de las cosas que sus familiares aún vivos han preparado para homenajearlos (se dice que por esa razón la comida y los dulces que se exponen en los altares durante toda la madrugada, pierden “misteriosamente” su aroma y sabor original).
Mucha gente, también utiliza este día, para irse en familia al cementerio a visitar los restos de sus familiares y pasan la mayor parte de la tarde, limpiando la tumba, colocando flores, y se acostumbra llevar comida al cementerio, para compartir todos juntos e incluso muchas familias van acompañados de grupos musicales o mariachis para a la par de la ofrenda, alegrar con música la visita al familiar difunto.
Pero bueno, esta madrugada el post no lo quiero enfocar a hablar de una de las tradiciones más hermosas que tenemos en México, más bien durante estos últimos minutos antes de apagar la computadora y terminar mi día, quiero rendir un homenaje muy personal a todos mis familiares y seres queridos que ya han fallecido y a los que si bien (como viene sucediendo desde hace ya varios años) me quedo con las ganas de colocarles una ofrenda en mi casa, en este 2006, si me gustaría enfocar mi pensamiento y mis oraciones de final del día para todos ellos, sobre todo en esta última parte de mi día.
La muerte es un proceso que desde que nacemos, permanece inherente a todos nosotros. Los mexicanos, somos unos descarados irreverentes y nos atrevemos a jugar y a burlarnos, como una forma de esconder y neutralizar un poco el miedo que sentimos ante ella. Yo en lo personal tuve conciencia de lo que era ese proceso siendo aún muy niña, y aunque no he logrado entenderlo del todo, creo que no sólo tomé conciencia de lo que en realidad era “morir”, sino que aprendí el valor de la vida, cuando sucedió lo de Adriana y los muchachos de Makahui.
En la actualidad, ya no le tengo tanto miedo como antes, pues con el paso del tiempo, ese miedo se ha ido convirtiendo más bien en respeto y mi temor quizá ahora que ya soy una persona adulta radicaría más bien en el hecho de que la muerte me sorprendiera sin haber hecho algo productivo con mi vida.
Esta noche (como muchas otras) están presente en mi mente y en mi corazón una gran cantidad de personas ya fallecidas, a las que recuerdo con mucho cariño porque todas en su momento y al cruzarse por mi vida, me aportaron algo, empezando por Adriana Marquez, Alejandro Luna y los demás muchachos de Makahui, de quienes aprendí la importancia de no quedarte nunca con las ganas de hacer y decir lo que sientes sin importar las consecuencias; de Soraya, que fue una chava que aunque de forma indirecta formaba parte de mi vida (a través de sus letras y su música), con su sencillez y su fortaleza se convirtió en mi ejemplo más grande a seguir.
También está mi abuelita Luz, que es la mujer más sabia y fuerte que he conocido, Don Leonardo (el abuelito de Iván), que fue una persona muy cálida que me abrió las puertas de su casa y de su corazón sinceramente, y creo yo que eso fue porque él fue una de las pocas personas que pudo percibir que mis sentimientos hacia su nieto eran genuinos y auténticos; así como otras personas de mi familia y que van desde los papás de mi papá (Doña Lupe y Don Juan) a quienes no conocí, mi tío Alfredo, mi tío Benjamín, mi abuelita "Tila", mi tía “Nena” (que era la única persona que justificaba nuestros viajes familiares a la ciudad de Chihuahua), mi Tía Quica (que es a la única persona a la que me he arrepentido de haberle hecho la vida de cuadritos hace muchos años –y algún día quizá hable de eso-)… y muchas otras personas que quizá de momento podría estar omitiendo por falta de concentración, pero que igual siempre trato de tener presente no sólo lo que aportaron a mi vida, sino aplicar en mi persona los aspectos positivos que en vida conocí de cada uno de ellos.
Mi ofrenda personal para todos mis seres queridos ya difuntos, esta noche consiste no sólo en dedicar una oración por el descanso y el alma de cada uno de ellos, sino que consiste además en poner en práctica algunas de las enseñanzas que se exponen en el libro que en la actualidad me encuentro leyendo y que se titula: “El Libro Tibetano Sobre La Vida y La Muerte”.
Este libro lo escribió un monje tibetano y es muy interesante, ya que dentro del mismo expone que contrario a lo que todos pensamos de que poco se puede hacer o ayudar cuando una persona fallece, hay muchas cosas que podemos hacer por una persona que se encuentra a punto de morir o incluso por muchos de nuestros familiares que ya fallecieron muchos años atrás.
Sería todo un rollo explicar todo lo que este monje afirma, pero aquí están sólo algunos de los puntos que más me han llamado la atención (de lo que llevo hasta ahorita leído del libro) y que me gustaría compartir con todas las personas que leen mi blog:
- No es necesario estar enfermos para morir nuestro cuerpo puede estropearse de repente y dejar de funcionar, igual que un automóvil, un día podemos encontrarnos perfectamente bien y al siguiente caer enfermos y morir.
- Una persona a punto, de morir necesita sobre todo que le demuestren un amor tan incondicional como sea posible, libre de toda expectativa.
- Para que una persona en ese caso pueda soltarse y morir en paz necesita oír dos garantías verbales explícitas de sus seres queridos. En primer lugar, estos han de darle permiso para morir, y en segundo lugar han de asegurarle que saldrán adelante después de su muerte, que no debe preocuparse por ellos.
- Siempre que sea posible, las personas deben morir en casa, porque es el lugar donde probablemente la mayoría se encuentra más cómoda.
- Cuando una persona está muy próxima a la muerte, se sugiere que se solicite al personal del hospital que no la moleste con tanta frecuencia, y que dejen de hacerle exámenes y análisis, procure también que cuando la persona se halle finalmente en las últimas etapas de la muerte, se suspendan las inyecciones y todos los procedimientos médicos agresivos. Tales tratamientos pueden provocar ira, irritación y dolor, y, como explicaré en detalle más adelante, es absolutamente esencial que la mente del moribundo esté lo más serena posible en los momentos anteriores a la muerte,
- Nuestro estado mental en el momento de la muerte tiene una enorme importancia. Si morimos con una actitud mental positiva, podemos mejorar nuestra próxima encarnación, a pesar del karma negativo.
- La forma ideal de morir es haberse desprendido de todo, interna y externamente, de modo que a la mente le quede el mínimo posible de anhelo, aferramiento y apego a que agarrarse en ese momento esencial.
- Es terriblemente difícil no llorar cuando estamos junto al lecho de muerte de un ser querido. Mi consejo a toda persona es que haga todo lo posible por resolver el afecto y la aflicción con la persona moribunda antes que llegue la muerte: lloren juntos, expresen su cariño y despídanse, pero intenten terminar ese proceso antes que llegue el instante real de la muerte. A ser posible, es mejor que amigos y parientes no manifiesten un excesivo pesar en el instante mismo de la muerte, porque en esos momentos la conciencia del moribundo es excepcionalmente vulnerable. El Libro tibetano de Los muertos dice que la persona que se muere siente los sollozos y las lágrimas derramadas junto a su cabecera como si fueran truenos y granizo.
- El período más poderoso para hacer prácticas espirituales para alguien que acaba de morir es durante los cuarenta y nueve días, y sobre todo en los veintiún primeros días. Durante estas tres semanas, el muerto mantiene un lazo más fuerte con esta vida, lo cual lo hace más accesible a nuestra ayuda.
- Si uno tiene realmente buen corazón, su intención es realmente buena y reza por alguien, esa oración será muy eficaz. Así pues, si muere una persona muy querida y reza usted por ella con verdadero amor y sinceridad, puede tener la confianza de que su oración será excepcionalmente poderosa.
- Cuando rece por alguien muy próximo a usted, puede también, si lo desea, extender el abrazo de su compasión de modo que sus oraciones incluyan a otras personas muertas: las víctimas de atrocidades, desastres y hambrunas, o aquellas que murieron y están muriendo ahora mismo en campos de concentración, como los de China y Tíbet. Incluso puede rezar por personas que murieron hace muchos años, por ejemplo sus abuelos y otros familiares o las víctimas de las guerras. Imagínese que sus oraciones se dirigen especialmente a quienes perdieron la vida en circunstancias de extrema angustia, pasión o ira.
- Quienes han sufrido una muerte repentina o violenta tienen una necesidad particularmente urgente de ayuda. Es muy fácil que las víctimas de asesinato, suicidio, accidente o guerra se vean atrapadas por su sufrimiento, angustia y miedo, e incluso pueden quedar aprisionadas en la propia experiencia de la muerte, incapaces de seguir adelante y culminar el proceso de renacimiento. Cuando practique phowa para ellas, hágalo con más intensidad y fervor que nunca.
Estos son sólo algunos de los puntos más interesantes que menciona el libro podemos poner en práctica para ayudar no sólo a nuestros familiares difuntos, sino para todas aquellas personas que estén a punto de morir y pues creo yo que independientemente de la creencia que cada uno de nosotros tengamos acerca de lo que pasa después de la muerte, viniendo de un monje tibetano todas estas recomendaciones, creo yo, aún más en lo que siempre he expresado y que está relacionado con el efecto tan poderoso que puede tener una simple oración.
En esta noche en particular, me encantaría cerrar los ojos e imaginarme a todos mis familiares, amigos y seres queridos ya fallecidos como si estuvieran sentados a la mesa compartiendo una gran cena, y los visualizo también a todos contentos y en armonía, celebrando que con su ejemplo nos han enseñado a los que nos quedamos en este mundo a apreciar el valor de la vida.
Espero que de aquí al momento en que volvamos a estar todos reunidos de nuevo (quizá en otro espacio y tiempo), todos ellos, en el lugar donde estén se sientan mucho más contentos y felices de lo que fueron en vida, y si les ha tocado "renacer" de nuevo, ojalá su nueva existencia sea mucho más plena que la anterior.
Por lo pronto desde aquí, les envío todo mi cariño y al igual que lo hago siempre, pido por todos ellos y en especial por las personas que tienen una muerte violenta, las que mueren abandonadas, las personas que terminan en la fosa comun, todos los que en este momento están falleciendo o están naciendo, para que sea cual sea su circunstancia, su esencia espiritual permanezca siempre en el camino de la luz.
Mucha gente, también utiliza este día, para irse en familia al cementerio a visitar los restos de sus familiares y pasan la mayor parte de la tarde, limpiando la tumba, colocando flores, y se acostumbra llevar comida al cementerio, para compartir todos juntos e incluso muchas familias van acompañados de grupos musicales o mariachis para a la par de la ofrenda, alegrar con música la visita al familiar difunto.
Pero bueno, esta madrugada el post no lo quiero enfocar a hablar de una de las tradiciones más hermosas que tenemos en México, más bien durante estos últimos minutos antes de apagar la computadora y terminar mi día, quiero rendir un homenaje muy personal a todos mis familiares y seres queridos que ya han fallecido y a los que si bien (como viene sucediendo desde hace ya varios años) me quedo con las ganas de colocarles una ofrenda en mi casa, en este 2006, si me gustaría enfocar mi pensamiento y mis oraciones de final del día para todos ellos, sobre todo en esta última parte de mi día.
La muerte es un proceso que desde que nacemos, permanece inherente a todos nosotros. Los mexicanos, somos unos descarados irreverentes y nos atrevemos a jugar y a burlarnos, como una forma de esconder y neutralizar un poco el miedo que sentimos ante ella. Yo en lo personal tuve conciencia de lo que era ese proceso siendo aún muy niña, y aunque no he logrado entenderlo del todo, creo que no sólo tomé conciencia de lo que en realidad era “morir”, sino que aprendí el valor de la vida, cuando sucedió lo de Adriana y los muchachos de Makahui.
En la actualidad, ya no le tengo tanto miedo como antes, pues con el paso del tiempo, ese miedo se ha ido convirtiendo más bien en respeto y mi temor quizá ahora que ya soy una persona adulta radicaría más bien en el hecho de que la muerte me sorprendiera sin haber hecho algo productivo con mi vida.
Esta noche (como muchas otras) están presente en mi mente y en mi corazón una gran cantidad de personas ya fallecidas, a las que recuerdo con mucho cariño porque todas en su momento y al cruzarse por mi vida, me aportaron algo, empezando por Adriana Marquez, Alejandro Luna y los demás muchachos de Makahui, de quienes aprendí la importancia de no quedarte nunca con las ganas de hacer y decir lo que sientes sin importar las consecuencias; de Soraya, que fue una chava que aunque de forma indirecta formaba parte de mi vida (a través de sus letras y su música), con su sencillez y su fortaleza se convirtió en mi ejemplo más grande a seguir.
También está mi abuelita Luz, que es la mujer más sabia y fuerte que he conocido, Don Leonardo (el abuelito de Iván), que fue una persona muy cálida que me abrió las puertas de su casa y de su corazón sinceramente, y creo yo que eso fue porque él fue una de las pocas personas que pudo percibir que mis sentimientos hacia su nieto eran genuinos y auténticos; así como otras personas de mi familia y que van desde los papás de mi papá (Doña Lupe y Don Juan) a quienes no conocí, mi tío Alfredo, mi tío Benjamín, mi abuelita "Tila", mi tía “Nena” (que era la única persona que justificaba nuestros viajes familiares a la ciudad de Chihuahua), mi Tía Quica (que es a la única persona a la que me he arrepentido de haberle hecho la vida de cuadritos hace muchos años –y algún día quizá hable de eso-)… y muchas otras personas que quizá de momento podría estar omitiendo por falta de concentración, pero que igual siempre trato de tener presente no sólo lo que aportaron a mi vida, sino aplicar en mi persona los aspectos positivos que en vida conocí de cada uno de ellos.
Mi ofrenda personal para todos mis seres queridos ya difuntos, esta noche consiste no sólo en dedicar una oración por el descanso y el alma de cada uno de ellos, sino que consiste además en poner en práctica algunas de las enseñanzas que se exponen en el libro que en la actualidad me encuentro leyendo y que se titula: “El Libro Tibetano Sobre La Vida y La Muerte”.
Este libro lo escribió un monje tibetano y es muy interesante, ya que dentro del mismo expone que contrario a lo que todos pensamos de que poco se puede hacer o ayudar cuando una persona fallece, hay muchas cosas que podemos hacer por una persona que se encuentra a punto de morir o incluso por muchos de nuestros familiares que ya fallecieron muchos años atrás.
Sería todo un rollo explicar todo lo que este monje afirma, pero aquí están sólo algunos de los puntos que más me han llamado la atención (de lo que llevo hasta ahorita leído del libro) y que me gustaría compartir con todas las personas que leen mi blog:
- No es necesario estar enfermos para morir nuestro cuerpo puede estropearse de repente y dejar de funcionar, igual que un automóvil, un día podemos encontrarnos perfectamente bien y al siguiente caer enfermos y morir.
- Una persona a punto, de morir necesita sobre todo que le demuestren un amor tan incondicional como sea posible, libre de toda expectativa.
- Para que una persona en ese caso pueda soltarse y morir en paz necesita oír dos garantías verbales explícitas de sus seres queridos. En primer lugar, estos han de darle permiso para morir, y en segundo lugar han de asegurarle que saldrán adelante después de su muerte, que no debe preocuparse por ellos.
- Siempre que sea posible, las personas deben morir en casa, porque es el lugar donde probablemente la mayoría se encuentra más cómoda.
- Cuando una persona está muy próxima a la muerte, se sugiere que se solicite al personal del hospital que no la moleste con tanta frecuencia, y que dejen de hacerle exámenes y análisis, procure también que cuando la persona se halle finalmente en las últimas etapas de la muerte, se suspendan las inyecciones y todos los procedimientos médicos agresivos. Tales tratamientos pueden provocar ira, irritación y dolor, y, como explicaré en detalle más adelante, es absolutamente esencial que la mente del moribundo esté lo más serena posible en los momentos anteriores a la muerte,
- Nuestro estado mental en el momento de la muerte tiene una enorme importancia. Si morimos con una actitud mental positiva, podemos mejorar nuestra próxima encarnación, a pesar del karma negativo.
- La forma ideal de morir es haberse desprendido de todo, interna y externamente, de modo que a la mente le quede el mínimo posible de anhelo, aferramiento y apego a que agarrarse en ese momento esencial.
- Es terriblemente difícil no llorar cuando estamos junto al lecho de muerte de un ser querido. Mi consejo a toda persona es que haga todo lo posible por resolver el afecto y la aflicción con la persona moribunda antes que llegue la muerte: lloren juntos, expresen su cariño y despídanse, pero intenten terminar ese proceso antes que llegue el instante real de la muerte. A ser posible, es mejor que amigos y parientes no manifiesten un excesivo pesar en el instante mismo de la muerte, porque en esos momentos la conciencia del moribundo es excepcionalmente vulnerable. El Libro tibetano de Los muertos dice que la persona que se muere siente los sollozos y las lágrimas derramadas junto a su cabecera como si fueran truenos y granizo.
- El período más poderoso para hacer prácticas espirituales para alguien que acaba de morir es durante los cuarenta y nueve días, y sobre todo en los veintiún primeros días. Durante estas tres semanas, el muerto mantiene un lazo más fuerte con esta vida, lo cual lo hace más accesible a nuestra ayuda.
- Si uno tiene realmente buen corazón, su intención es realmente buena y reza por alguien, esa oración será muy eficaz. Así pues, si muere una persona muy querida y reza usted por ella con verdadero amor y sinceridad, puede tener la confianza de que su oración será excepcionalmente poderosa.
- Cuando rece por alguien muy próximo a usted, puede también, si lo desea, extender el abrazo de su compasión de modo que sus oraciones incluyan a otras personas muertas: las víctimas de atrocidades, desastres y hambrunas, o aquellas que murieron y están muriendo ahora mismo en campos de concentración, como los de China y Tíbet. Incluso puede rezar por personas que murieron hace muchos años, por ejemplo sus abuelos y otros familiares o las víctimas de las guerras. Imagínese que sus oraciones se dirigen especialmente a quienes perdieron la vida en circunstancias de extrema angustia, pasión o ira.
- Quienes han sufrido una muerte repentina o violenta tienen una necesidad particularmente urgente de ayuda. Es muy fácil que las víctimas de asesinato, suicidio, accidente o guerra se vean atrapadas por su sufrimiento, angustia y miedo, e incluso pueden quedar aprisionadas en la propia experiencia de la muerte, incapaces de seguir adelante y culminar el proceso de renacimiento. Cuando practique phowa para ellas, hágalo con más intensidad y fervor que nunca.
Estos son sólo algunos de los puntos más interesantes que menciona el libro podemos poner en práctica para ayudar no sólo a nuestros familiares difuntos, sino para todas aquellas personas que estén a punto de morir y pues creo yo que independientemente de la creencia que cada uno de nosotros tengamos acerca de lo que pasa después de la muerte, viniendo de un monje tibetano todas estas recomendaciones, creo yo, aún más en lo que siempre he expresado y que está relacionado con el efecto tan poderoso que puede tener una simple oración.
En esta noche en particular, me encantaría cerrar los ojos e imaginarme a todos mis familiares, amigos y seres queridos ya fallecidos como si estuvieran sentados a la mesa compartiendo una gran cena, y los visualizo también a todos contentos y en armonía, celebrando que con su ejemplo nos han enseñado a los que nos quedamos en este mundo a apreciar el valor de la vida.
Espero que de aquí al momento en que volvamos a estar todos reunidos de nuevo (quizá en otro espacio y tiempo), todos ellos, en el lugar donde estén se sientan mucho más contentos y felices de lo que fueron en vida, y si les ha tocado "renacer" de nuevo, ojalá su nueva existencia sea mucho más plena que la anterior.
Por lo pronto desde aquí, les envío todo mi cariño y al igual que lo hago siempre, pido por todos ellos y en especial por las personas que tienen una muerte violenta, las que mueren abandonadas, las personas que terminan en la fosa comun, todos los que en este momento están falleciendo o están naciendo, para que sea cual sea su circunstancia, su esencia espiritual permanezca siempre en el camino de la luz.
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