Isabel Moctezuma.
Una vez
más un libro me permite viajar en el tiempo (y a
todos ustedes junto conmigo). Seguimos inmersos en el pasado de
mi país: México.
Nuestro
viaje comienza en un día no muy bueno, los españoles se han apoderado del
palacio más importante donde luego de una cruel batalla por expulsar a los
invasores del reino de los mexicas, Moctezuma totalmente dominado por “Maliche”
(como le llamaban también a Hernán Cortés); está a punto de pedirle a su pueblo que se
rinda, que deje las armas y le abra sus brazos a la encarnación del dios Huitzilopochtli.
Pero
ese fatídico día es sólo la culminación de una dominación que comenzó desde
mucho tiempo antes... Desde los primeros avistamientos de los “cerros
flotantes” (que así
definieron los informantes a los navíos en los que los conquistadores llegaron
al puerto de Veracruz); Moctezuma se llenó de miedo y con la idea de
que los españoles eran la encarnación de sus dioses que venían a tomar posesión
del imperio de los mexicas, comenzó a cometer errores garrafales que
culminarían con el exterminio de su reinado y su cultura.
Es en
medio de esta circunstancia que Tecuichpotzin Ichcaxóchitl, la hija predilecta
de Moctezuma,
a la par de atestiguar como el pueblo comienza a perder el respeto por su padre
y en plena lucha por rescatar el imperio y expulsar a los extranjeros, comienza
a recordar su vida como princesa bajo el poderío de uno de los últimos
gobernantes aztecas.
Es en
medio de sus ensoñaciones, como Tecuichpo nos lleva a viajar una vez más…
Estamos ahora en el año 1509, fecha
en que en uno de los palacios ella ha nacido, y así mientras nos describe los
rituales y el protocolo que se sigue para dar la bienvenida a un bebé de la
nobleza (y que tiene como fin más bien congraciarse
con el Huey Tlatoani; a través de costosos obsequios); comenzamos
a conocer como es la vida en la gran Tenochtitlan.
Los
primeros años de su vida, y dada su condición de princesa, Tecuichpo pasa la mayor parte
del tiempo en un gran palacio, donde es atendida (al
igual que sus hermanas y su madre) por un séquito de “ayas”
(servidumbre).
Su
infancia transcurre entre sus lecciones en el Calmecac y el Teocalli
(que eran las dos escuelas en las que se instruía a los
niños), acerca de las tradiciones, costumbres y comportamiento
que como parte de la familia real debían mostrar.
En la
época en que ella comienza a crecer, Moctezuma es un hombre muy temido y respetado.
Además de mantener varias concubinas en todos sus palacios y tener muchos
hijos, Tecuichpo,
descubre que su padre tiene una extraña fascinación por los seres deformes o “mal
logrados”, a los cuales les ha designado un área especial en uno de sus
palacios donde los resguarda en jaulas como si fueran animales exóticos o
atracciones de circo; además de que es un hombre sumamente cruel con los
prisioneros de guerra que captura durante los enfrentamientos con otras comunidades
más pequeñas.
Pero es
así con toda su magnificencia como monarca, que con el paso de los años, su
propia hija atestigua como toda esa gallardía se pierde y comienza a ser
sustituida por la superstición y el miedo… A la llegada de los españoles, y
previo a todo eso, Moctezuma cambia por completo al ser
atormentado por los malos presagios.
Para el
Huey
Tlatoani, Cortés y sus hombres son deidades, a pesar de
que su pueblo no cree en ello y los ve como seres humanos normales, Moctezuma les
hace llegar a través de sus emisarios regalos en oro y objetos valiosos que
forman parte del tesoro familiar resguardado durante generaciones enteras, lo
que desata la codicia de los conquistadores.
En el
proceso en que los españoles recorren el camino hacia la gran Tenochtitlán,
dejando a su paso destrucción y muerte; Tecuichpo deja de ser una niña inocente que se
asusta con la llegada de su “primera sangre” (menstruación),
de la misma forma que con el primer sacrificio humano que le toca presenciar.
Siendo
ya una adolescente se convierte en la esposa de Cuitláhuac, hermano de Moctezuma,
y quien sin importar que ya tiene una esposa principal, por ser Tecuichpo
la hija del hombre más importante del imperio, tiene una celebración por todo
lo alto.
A
medida que se convierte en mujer, la joven princesa desarrolla una habilidad
innata para el cultivo de flores y el cuidado y diseño de jardines que llegan a
ser famosos por su belleza y proveer además las flores más hermosas que se
utilizan durante las festividades más importantes del imperio.
Además
de ser una mujer muy bella e inteligente; es por esta etapa –cuando
el reinado de Moctezuma va en decadencia-
que ella comienza a tener visiones muy vívidas acerca de todo lo que pasará al
llegar los conquistadores; y de todo el esplendor y grandeza al que se
encuentra acostumbrada, el destino la convierte en testigo de una sucesión de
acontecimientos que van desde la muerte y caída del imperio de su padre a manos
de los españoles; el fallecimiento de Cuitláhuac por causa de la viruela, y cuando por
fin, todo parece indicar que tras la huída de los invasores extranjeros, ella
va a poder tener una nueva oportunidad de ser feliz al unirse en matrimonio con
Cuauhtémoc;
la desgracia vuelve a apoderarse de su familia.
En
medio de guerras, de la descripción que Tecuichpo hace de los conquistadores españoles
y de los atropellos y abusos que estos cometen en nombre de su religión, es que
ella pierde a la mayor parte de su familia y también su identidad.
A pesar
de adiestrarse y combatir junto a otras mujeres para expulsar a los invasores
españoles, la suerte no está de su lado y de ser una princesa, pasa a ser no
sólo una viuda por segunda ocasión, sino una más de las mujeres a las que Hernán Cortés
mantiene en su palacio como botín de guerra y con el pretexto de cumplir con la
promesa hacia Moctezuma,
de cuidar de su hija y darle el trato que como mujer noble le corresponde; Tecuichpo se
convierte en Isabel
Moctezuma (pues los españoles
tenían por costumbre, no tomar a las mujeres indígenas hasta que estas no
fueran convertidas a su religión).
Es en
esta época que Cortés
le otorga a Isabel
Moctezuma propiedades en Tacuba y arregla su matrimonio con uno de sus
hombres de confianza: Alonso Grado, pero esto no es más que mera
apariencia, porque en realidad la convierte en una de sus concubinas favoritas
y es de esa unión forzada entre la princesa y el conquistador, que nace Leonor Cortés
Moctezuma, la primer hija de Isabel Moctezuma.
Convertirse
en madre bajo esas circunstancias, representa un conflicto muy grande para
ella, por engendrar un hijo del hombre que terminó con toda su familia.
Leonor es
dada en adopción a Juan Altamirano, un primo político de Hernán Cortés,
y como si fuera una burla del destino, Isabel Moctezuma vuelve a quedar viuda de
nuevo y una vez más contrae matrimonio por tercera ocasión…
Lo
interesante de este libro es como a través de la vida de Techcuipo o Isabel Moctezuma, podemos
conocer el esplendor y las tradiciones de México previo a la conquista.
No es
sólo el “encontronazo” entre ambas culturas, lo impactante de esta historia
es ver cómo esta mujer, además de lograr sobrevivir como una de las
descendientes de uno de los últimos emperadores aztecas, logra adaptarse a esa
nueva vida, al aplicarse en el aprendizaje del idioma español, latín y los
preceptos de la religión impuesta a la fuerza por los conquistadores y que la
convirtieron con el paso de los años en un personaje importante y fundamental
para el proceso de evangelización por parte de los frailes franciscanos en los
que despertó un profundo y sincero respeto.
Además
de la relevancia que esta mujer tiene para la historia de México, en este libro se
redescubren como historias paralelas, la vida y las andanzas de personajes tan
importantes como “La Malinche”, Hernán Cortés, La Maracaida (la esposa legítima de Cortés); Fray Toribio “Motolinia”, Pedro de Alvarado, Bartolomé de
Las Casas y hasta María de Estrada, otra mujer casi ignorada
por la historia y de quien ya le dediqué un par de posts, hace tiempo en este
blog.
En
resumen… Isabel
Moctezuma es un viaje por el pasado, que sirve para comprender el
presente, pero sobre todo de donde viene, mucho de lo que nos da identidad como
mexicanos hoy…
Como
siempre un fragmento de uno de los capítulos más impactantes del libro.
Isabel
Moctezuma
Eugenio
Aguirre
Ed.
Planeta
Los reunían en el
teocalli del dios Xiuhtecuhtli y allí los mantenían bajo una observación rigurosa por espacio de diez días.
Transcurrido ese lapso, escogían de entre ellos al que reuniese los atributos
de virilidad y hermosura, que según su criterio, halagarían al dios
Xiuhtecuhtli y al dios Huitzilopochtli, y lo preparaban para ser presentado al
huey tlatoani, que debía dar su venia.
El día que los
sacerdotes llevaron a Itzcuin ante Moctecuhzoma para cumplir con la ceremonia
de su aprobación –debía corroborar que no tuviese los ojos torcidos o que le
faltasen dientes, entre otros detalles físicos-, yo me encontraba con mi madre
en un xochithualli –patio florido adyacente a sus aposentos, en espera de que
nos recibiese para entregarle un penacho de plumas que yo había elaborado con
el fin de proporcionarle un poco de alegría, y de paso, enterarnos de su estado
de salud.
De pronto, escuchamos
las voces de unas personas que se aproximaban. Mi madre me tomó por un brazo y
atrajo hacia sí. Yo, entonces, sentí como un vientecillo fresco y excitante me
rodeaba y acariciaba mi cuerpo. Ambas volteamos al mismo tiempo y vimos a un
mancebo de gran hermosura rodeado de varios tlamacazqui que avanzaban en
dirección a donde estaba mi padre.
La prudencia y
observancia a las normas con que habíamos sido educadas nos hizo ocultarnos
detrás de unos setos de acocoxóchitl, que los españoles llaman dalias, y desde
ahí pude mirarlo a mis anchas. Mi corazón dio un vuelco cuando mis ojos se posaron
en los suyos, y, no sé cómo explicarlo, escuché como sus labios pronunciaban
¿campa nicuiz yectli ahuiacaxóchitl? ¿dónde tomaré hermosas, fragantes flores?
Las rodillas comenzaron
a temblarme. Más cuando él desapareció de mi vista, y tuve que disimular ante
mi madre. Jamás volví a verlo en persona, aunque la noche del Fuego Nuevo en
que se desató la gavilla de los años, en medio de una oscuridad total –se
apagaban todos los fuegos de todas las provincias, pueblos y casas del imperio-,
allá en el cerro llamado Uixachtécatl, en el señorío de Iztapalapan que
gobernaba Cuitláhuac, yo desde la terraza de palacio tuve un espejismo
emocionante.
Frente a mí, como si
estuviesen al alcance de mis manos, vi a los sacerdotes subir a la cima del cerro
y a sus mensajeros esperar en las faldas. Entonces vi a Itzcuin recostado sobre
la piedra de los sacrificios. Luego, a pesar de que mis ojos estaban arrasados
en lágrimas, vi como el sacerdote le abría el pecho con su puñal de obsidiana,
le metía por la herida el bastón sagrado, el tlequauitl, y lo meneaba hasta
hacer brotar el fuego para mostrarlo a los pueblos del Anáhuac y anunciarles
que el sol volvería a salir por el oriente y nuestra vida se prolongaría
durante otros cincuenta y dos años”.
Comentarios
Sigo leyendo...
A mi me mata que te guste la historia de mi país, del mismo modo que a mi me llama mucho la atención y me gustaría mucho aprender más del tuyo. Yo aprendí a querer a tu país a través de ti, y a Uruguay lo voy a llevar siempre en mi corazón porque ahí vives tú. Le tengo casi el mismo cariño que a mi país.
Por otro lado yo también me considero ignorante respecto a la historia de México, pues como todos sabemos es muy rica en matices y sucesos y aunque trato de leer y aprender lo más que puedo, hay cosas que incluso a mi se me escapan.
Gracias por estar y porfa, no importa el tiempo que te tardes, ¡vuelve siempre!