"El Viajero".
Existió hace mucho tiempo un viajero... Pero este, no era como tantos otros, era peculiar porque llevaba mucho tiempo en los caminos, y tal como si se tratara de un tesoro recién encontrado, jamás se separaba ni perdía de vista su pequeña maleta de viaje.
Llevaba tanto tiempo fuera, que ya casi no recordaba nada del lugar en donde había nacido... Tantos lugares, demasiadas personas y tantas historias tan fascinantes de todo eso con lo que se fue encontrando; propiciaron que sus propios pasos lo llevaran cada vez más lejos, y aunque disfrutaba de todo eso tan distinto que a diario le regalaban sus ojos; de tanto ir y caminar, de tanto conocer, recorrer y explorar, llegó un instante dentro de esa travesía interminable, en la que el viajero se sintió muy lejos de casa, se dio cuenta de que no tenía a nadie, y que lo peor de todo era, que había perdido el rumbo.
Esa noche pernoctó en la estación del tren, con la intención de poder subirse y ocupar un compartimiento del expreso que salía a primer hora del día siguiente.
Así lo hizo, su plan funcionó conforme a lo previsto, pero fue ahí también (mientras recorría el pasillo del vagón en movimiento, buscando el sitio que según su ticket le correspondía); que se dio cuenta de que su maleta también ahora le pesaba demasiado.
Durante toda la mañana y mientras el tren viajaba a toda velocidad, él permaneció con la cabeza apoyada sobre el borde de la ventana que le proyectaba tal y como si se tratara de una película romántica, las imágenes de paisajes hermosos que se iban reflejando como una interminable secuencia a través del cristal. Pero el viajero se perdió de todo eso, porque su mirada permaneció todo el tiempo fija en esa desvencijada maleta color marrón que permaneció todo el tiempo inmóvil en el asiento frente a él.
En ese lapso de tiempo, muchas cosas pasaron por su mente, y cuando poco después del mediodía, el tren se detuvo de pronto, (quizá como consecuencia de alguna escala o para un cambio de vía), el viajero ya no pudo más, y tal y como si una fuerza superior lo hubiera impulsado, se levantó de su asiento, agarró la maleta, y antes de que el tren volviera a ponerse en marcha; se bajó sin importarle donde estaba, ni tampoco si podría reanudar pronto otra vez el viaje.
Abandonó la estación sujetando con firmeza la maleta (a pesar del peso), y como muchas veces lo hacía en las ciudades y pueblos por los que cruzaba, perfiló sus pasos hacia donde hubiera una plaza o un parque como los que buscaba siempre para sentarse a descansar un rato, viendo a la gente pasar.
Así lo hizo, pero ahora esa no era la intención. En una banca apartada, se sentó por fin con la plena convicción de que abriría la maleta.
El objetivo era ese, y no supo porque, pero ni siquiera pudo hacerlo. Todavía después de que colocó la maleta recostada sobre el suelo, permaneció durante largo rato observándola, incapaz de hacer nada; porque no obstante que era su propio equipaje; y podría incluso reconocerle entre cientos de maletas idénticas (así fueran del mismo color); se dio cuenta al mismo tiempo, que llevaba tanto tiempo sin abrirla, que ya no recordaba bien a ciencia cierta cuál era el contenido.
¡Pero ya!, era demasiada incertidumbre, y sumado a los sentimientos extraños de una noche antes, no estaba dispuesto a soportar ya demasiado.
Nervioso, pero decidido, con manos temblorosas quitó los seguros que impedían abrir los cinchos.
Una vez que la maleta estuvo abierta frente a él, todo lo que encontró en su interior le pareció familiar, pero al mismo tiempo tan ajeno. Tal vez por la cantidad de tiempo que pasó sin abrirla, se olvidó de todo lo que cargaba y entonces no tuvo más remedio que comenzar a hurgar entre la gran cantidad de cosas que llevaba ahí dentro.
Lo primero que alcanzaron sus manos fue un viejo álbum de fotos. Era de pasta dura, pero se veía desgastada por el paso del tiempo. El viajero lo abrió, mientras al mismo tiempo lo colocaba sobre sus rodillas, y sus dedos guiaban a su vista a través del recorrido por imágenes de momentos, lugares donde alguna vez estuvo él.
Al llegar exactamente a la mitad del álbum, se detuvo; pues en ese instante recordó cuál era la razón por la cual hacía mucho tiempo no veía esas fotografías.
Las siguientes páginas estaban llenas de fotos en las que él aparecía junto a una persona que en su vida fue importante, a quien le entregó sin restricción alguna todo lo que era y lo que tenía, pero el destino que siempre se encarga de acomodar las cosas o de estropearlo todo; en su caso, quiso que la balanza se inclinara hacia lo segundo y en esa eterna apuesta por la felicidad, el viajero perdió.
Una extraña sensación le lastimó el pecho, pero aún así se aventuró a seguir mirando imágenes; pero conforme avanzaba entre las páginas, se dio cuenta que ya no era esa persona que aparecía en las fotos; y que incluso quienes aparecían a su lado en algunas de ellas tampoco estaban ya... No supo como ni cuando, pero se le perdieron en el camino.
En ese instante algo pasó, pero se dio cuenta que ya no tenía más sentido cargar con ese álbum. Lo sacó de la maleta, lo colocó con las páginas abiertas encima de una de las bancas de aquella plaza; y antes de alejarse para siempre de ese sitio; pudo ver como el viento se empezó a llevar esos trozos de papel brillante, impresos con vivencias y momentos -que si bien era cierto- formaban parte de su vida, ahora ya ni siquiera le pertenecían.
Entonces recorrió todo el pueblo, y en cada rincón fue dejando algo. Sacó un frasco con lágrimas que al destapar no se evaporaron con el viento; (porque ya ni siquiera ahí estaban); un consejo que nunca utilizó y dejo colgado en el clavo de un muro, para que se lo llevara alguien a quien si pudiera servirle; trocitos de ternura que puso en el regazo de un perro maltratado que nunca le perteneció a nadie, y aquella mañana dormitaba soñando que algún día tendría además de un techo, una familia... Y así por el estilo, se fue deshaciendo una a una, de prendas impregnadas con rencores y malentendidos del pasado...
Entonces, luego volvió a la estación del tren, con la intención de volver a subirse a cualquier vagón que lo llevara lejos... Se sentó a esperar en una banca del andén, donde se quedó dormido con la maleta al lado...
La mañana siguiente, lo sorprendió sentado en el lado contiguo a una ventanilla de un tren que viajaba hacia un lugar lejano y desconocido... La maleta ya no pesaba casi nada; pero lo más sorprendente era, que si mirabas, en el intento de encontrar su reflejo proyectado en el cristal de la ventanilla, descubrías entonces que El Viajero, eras tú...
¿En qué punto del viaje te encuentras? ¿cuáles cosas son las que te pesan cuando cargas la maleta?... ¿cuáles son los objetos que no permites que nadie vea? ¿Y cuáles son las que se encuentran en la parte superior y son visibles en cuanto abres la tapa a la luz?
La estación de la vida se llena todos los días de pasajeros... Algunos van y otros más vienen... Se cruzan en tu camino; pero el lugar de destino no es nunca el mismo... Que las cosas que en este momento forman parte de tu equipaje te permitan no sólo llegar lejos, sino también regresar sobre lo andado para volver el día menos pensado al lugar donde tu historia comenzó.
En ese instante algo pasó, pero se dio cuenta que ya no tenía más sentido cargar con ese álbum. Lo sacó de la maleta, lo colocó con las páginas abiertas encima de una de las bancas de aquella plaza; y antes de alejarse para siempre de ese sitio; pudo ver como el viento se empezó a llevar esos trozos de papel brillante, impresos con vivencias y momentos -que si bien era cierto- formaban parte de su vida, ahora ya ni siquiera le pertenecían.
Entonces recorrió todo el pueblo, y en cada rincón fue dejando algo. Sacó un frasco con lágrimas que al destapar no se evaporaron con el viento; (porque ya ni siquiera ahí estaban); un consejo que nunca utilizó y dejo colgado en el clavo de un muro, para que se lo llevara alguien a quien si pudiera servirle; trocitos de ternura que puso en el regazo de un perro maltratado que nunca le perteneció a nadie, y aquella mañana dormitaba soñando que algún día tendría además de un techo, una familia... Y así por el estilo, se fue deshaciendo una a una, de prendas impregnadas con rencores y malentendidos del pasado...
Entonces, luego volvió a la estación del tren, con la intención de volver a subirse a cualquier vagón que lo llevara lejos... Se sentó a esperar en una banca del andén, donde se quedó dormido con la maleta al lado...
La mañana siguiente, lo sorprendió sentado en el lado contiguo a una ventanilla de un tren que viajaba hacia un lugar lejano y desconocido... La maleta ya no pesaba casi nada; pero lo más sorprendente era, que si mirabas, en el intento de encontrar su reflejo proyectado en el cristal de la ventanilla, descubrías entonces que El Viajero, eras tú...
¿En qué punto del viaje te encuentras? ¿cuáles cosas son las que te pesan cuando cargas la maleta?... ¿cuáles son los objetos que no permites que nadie vea? ¿Y cuáles son las que se encuentran en la parte superior y son visibles en cuanto abres la tapa a la luz?
La estación de la vida se llena todos los días de pasajeros... Algunos van y otros más vienen... Se cruzan en tu camino; pero el lugar de destino no es nunca el mismo... Que las cosas que en este momento forman parte de tu equipaje te permitan no sólo llegar lejos, sino también regresar sobre lo andado para volver el día menos pensado al lugar donde tu historia comenzó.
Buen Viaje y con la maleta cargada sólo de lo que es importante y esencial...
Comentarios
Espero que el viajero que te toca a vos haga lo mismo, se saque mucha de las cosas que tiene, no sé porque pero mucha de las cosas que tenía esa maleta el señor viajero, las tiene una persona muy cercana a mí, ojalá de una vez por todas y para siempre las deje en esa plaza.
Gracias por este texto, lo sentí mío también.
Fue muy curiosa la forma como salió este post... Al principio yo pensaba contar la historia de un tipo que iba de viaje, pensando mil cosas, pero luego, me acordé de cuando fui a buscarte. Todas esas horas en el aeropuerto viendo pasar a la gente me inspiraron para muchas cosas, y me di cuenta que la vida es como un aeropuerto y todos en diferente medida somos viajeros. El equipaje es todo lo que cargamos a lo largo de nuestra vida, y como mencionas en tu comentario, hay cosas que nos cuesta más trabajo cargar, pero dentro de la maleta también siempre se incluye todo lo bueno y por eso te respondo que de corazón deseo que tu equipaje esté cada vez más ligero y que lo que en realidad cargues sea sólo todo aquello que te haga crecer y sentir bien.
Me quedo pensando mucho en el último párrafo que escribiste sin entenderlo bien del todo, pero créeme que yo soy una de las personas que más se alegra cuando sabe que estás bien... Y deseo que así sea de aquí en adelante.
Gracias por dejarme sentarme muy cerca de ti en el vagón a través del cual vas realizando tu propia travesía... ¡Gracias a ti!
Gracias totales!!!
P.D. Usé esa frase como homenaje, Gustavo Cerati está cada vez peor, ya no sólo está en coma, hace meses que lo está pero estabilizado, ahora parece que tiene problemas en sus pulmones y otros órganos. Dios quiera que pase lo que tenga que pasar pero sea lo mejor para él.
Lo de Cerati lo sabía más o menos, hace días que hay mucha gente rezando por él.
Es un gran músico y conozco una persona que toda la vida lo ha admirado y se fue un día hasta Argentina paea estar en un concierto suyo. Aquí a Juárez vino varias veces y no se puede negar que su música ha sido una influencia muy fuerte para las generaciones nuevas de músicos.
Me uno a la gente que en estos días lo ha tenido muy presente en sus oraciones, y que Dios lo acompañe (y también a su familia), sea cual sea su decisión.
Por último, como te dije ayer: mientras yo esté bien, aquí voy a estar para ti.
Gracias por invitarme hace 4 años a entrar en tu vida.