Remembranzas Fantasmagóricas (Capítulo XX).
Algunas semanas llevaba ya en el museo, la exposición itinerante de vestidos y prendas del Siglo XIX; pero ninguno de los visitantes imaginaba todo lo que pasaba una vez que las puertas eran cerradas al público, y al llegar la medianoche, la energía de todos esos objetos y ropajes, propiciaba, que quienes alguna vez los usaron en vida, volvieran a revivir por unas cuantas horas, cada instante de su existencia una vez más.
Pero aquella madrugada, algo era diferente... Cerca de la 1:00 am, la actividad de los entes que ya no pertenecían al mundo de los vivos, sobrepasó a la sala en la que con las luces apagadas, reposaban los ropajes, y esta vez, se concentró de lleno en otra área del museo, en la que resguardadas entre vitrinas de cristal, se exhibían cientos de fotografías de la época de la revolución.
Si cada uno de nosotros, hubiese tenido la capacidad para ser un ente "invisible"; al entrar en esa sala, habríamos sido capaces de presenciar, como cada una de esas imágenes antiguas, impresas sobre papeles mates (ya algo maltrechos por el paso del tiempo), parecían cobrar vida; mientras en los recovecos de las paredes y el crujir de los pisos de madera, se perdían los sonidos de batallas lejanas, hombres heridos y relinchos de caballos en pleno combate.
Esos eran los ecos que en cada muro de aquella antigua edificación, resonaban sin que nadie más pudiera escucharlos. Sin embargo, hay espíritus silenciosos que prescinden por completo de la complicidad de la noche para contar su historia; y ese era el caso de una fotografía en particular que reposaba tras el cristal de una vitrina junto a otros objetos; y que en la imagen, había captado a un grupo de insurrectos, apostados en la entrada de ese mismo edificio, justo la tarde del 10 de Mayo. Cuando el ejército libertador, comandado por Francisco I. Madero había logrado ya, llevar a cabo lo que años después se conocería como "La Toma de Cd. Juárez".
Dentro de esa fotografía que ejemplificaba a la perfección cuál era la situación de la ciudad en esa época, había un hombre que destacaba en particular; porque además de tener una mirada muy profunda; aquella noche, sus ojos parecían más vivos que nunca, y esa fue la conexión para poder presenciar en esa noche todo lo que sucedió 100 años antes en el tiempo.
En el instante en que la cámara fotográfica captó la imagen de aquel hombre junto a sus compañeros; la ciudad ya estaba sitiada y prácticamente destruida tras varios días de enfrentamientos entre las tropas federales y el ejército insurrecto conformado por campesinos, mineros, obreros y pequeños propietarios que decidieron unirse a Francisco I. Madero, porque estaban ya hartos del gobierno de El General Porfirio Díaz.
El campesino que cobró vida de nuevo al sobrepasar las manecillas del reloj las 2 y media de la madrugada; volvió a estar tan serio como lo estuvo, unos minutos después de que fue captada la imagen y el grupo se disolvió para que cada uno volviera al punto que le tocaba vigilar.
Sus compañeros le preguntaron ¿qué era lo que pasaba?, y aunque él tan sólo se limitó a responderles que estaba cansado después de tantos días de balaceras y revueltas; la realidad fue que volvió a experimentar ese escalofrío que la madrugada del 8 de Mayo, se apoderó de él cuando desde ese mismo punto donde se encontraba parado vio pasar a una mujer de blanco, galopando a toda velocidad sobre un caballo.
Sus compañeros le preguntaron ¿qué era lo que pasaba?, y aunque él tan sólo se limitó a responderles que estaba cansado después de tantos días de balaceras y revueltas; la realidad fue que volvió a experimentar ese escalofrío que la madrugada del 8 de Mayo, se apoderó de él cuando desde ese mismo punto donde se encontraba parado vio pasar a una mujer de blanco, galopando a toda velocidad sobre un caballo.
Él pensó que era "La Muerte"... Porque justo unos cuantos minutos luego de que ella pasó, se inició la revuelta que tenía como objetivo terminar con una dictadura que beneficiaba sólo a inversionistas extranjeros y a las familias de la clase alta.
Aquel hombre se santiguó y se aferró a su fusil como una manera de neutralizar el miedo que tenía de morir en esa noche... Muchas eran las leyendas que se contaban en torno a la gente que por alguna circunstancia veía a la muerte.... Quienes lograban sobrevivir a ella, recomendaban, que sin importar lo hermosa que fuera y la curiosidad que se sintiera por verla, por ningún motivo se debía voltear para mirarla directamente al rostro.
A pesar de que por la velocidad con la que pasó, para ese campesino fue prácticamente imposible distinguir alguna de sus facciones; a partir de ese instante, (cuando la vio pasar muy cerca); el presentimiento de que iba a morir muy pronto, se apoderó de él y ya no lo dejó en paz.
Pero en una madrugada bajo esas circunstancias; con la oscuridad de la noche y la tormenta que desde hacía horas no cedía, los nervios suelen ser muy traicioneros y jugarle a la vista muy malas pasadas... Lo que aquel campesino vio no era una alucinación, pero tampoco era La Muerte.
La madrugada en que siguiendo un impulso, Margarita tomó un caballo para dirigirse a toda prisa hacia el lugar donde el ejército federal estaba a punto de cometer una injusticia con Artemio, (el padre del pequeño Cirpiano); ella tuvo la mala suerte de pasar exactamente cuando el ejército rebelde, con la fuerza de las armas logró apoderarse de uno de los 18 puntos de la ciudad que se encontraban bajo resguardo de las tropas enviadas por El Presidente Porfirio Díaz, y al mando de El General Brigadier Juan N. Navarro.
Margarita, ni siquiera alcanzó a llegar a su destino, pues al dar la vuelta por una de las calles sitiadas, un grupo de hombres la emboscó, y aunque ella trató de escabullirse, un hombre apostado en lo alto de la azotea de una vivienda no muy alta de adobe, saltó de pronto sobre la parte trasera de su caballo y le cubrió la cabeza con un costal que le impidió tener visibilidad.
El caballo, con el sonido estridente de las balas, y el peso que de pronto le cayó encima, se asustó y corrió y corrió hasta perderse desbocado entre la multitud y la espesura de la noche.
Fernando lo vio todo, pues a pesar de que en un principio iba detrás de ella a una distancia considerable que (si bien no le permitía todavía darle alcance, al menos la tenía a la vista); ya no pudo hacer nada en lo absoluto; pues al estar un grupo reducido de federales pisándole los pasos; aquellos hombres que procedieron bajo las órdenes de Pancho Villa y Pascual Orozco, (y quienes a su vez eran leales a Madero); pensaron que Fernando, al igual que aquel grupo de soldados venían a atacarlos; y por eso, antes de que pudieran acercarse más, abrieron fuego...
Margarita, todavía con la cabeza cubierta y el caballo corriendo sin control; al escuchar los disparos, sintió adentro de su pecho un sobresalto. Luego, el sonido de las balas dio paso a un desesperante silencio... Era como si en un microsegundo la marcha del caballo se hubiera suspendido y flotara en el aire... Unos segundos después perdió la conciencia y ya no supo más...
Eso fue lo que en realidad sucedió la madrugada del 8 de Mayo, cuando aquel campesino confundió a Margarita con La Muerte; y a pesar de que ella sólo tuvo la mala fortuna de pasar por un mal lugar en el momento equivocado... La que en verdad si lo era, a pesar de que entre las vidas que se cobró aquella noche, no iba la de ella si marcó su destino para siempre.
Las desgracias nunca vienen solas y toda esa serie de incidentes que provocaron malentendidos, tuvieron también el mal tino de suceder justo cuando el ambiente en la ciudad (y en el país en general) estaba demasiado tenso.
Francisco I. Madero, enemigo ya declarado del gobierno de El General Porfirio Díaz, estaba ya en Cd. Juárez desde el día 7 de Mayo. Se rumoraba que el grupo rebelde que lo apoyaba, tenía como plan tomar la ciudad, por la simple razón de que al lograr apoderarse de ese punto tan importante del país, todo el sistema ferroviario que conectaba a México con Estados Unidos quedaba interrumpido.
Tal como Fernando lo pensaba y le comentó cientos de veces a su prometida (cuando llegaron a hablar sobre el tema), Madero era un hombre de buena familia, que creía más en el poder del diálogo, que el de las armas. Él tenía la esperanza de poder llegar a un acuerdo con el gobierno de Porfirio Díaz, y por esa razón le ordenó a Francisco Villa y a Pascual Orozco que trataran de mantener a sus tropas alertas, pero en calma.
El General Díaz por su parte, no estaba dispuesto a ceder tan fácil y desde la ciudad de México estaba al tanto de como se estaba desarrollando el asunto de las negociaciones. Sin embargo, desde la silla presidencial su instinto militar tampoco lo abandonaba nunca; y convencido de que no podía permitir que ningún levantamiento armado -por muy grande o pequeño que este fuera- atentara contra esa imagen de progreso y modernismo que logró posicionar ante los ojos de la clase alta y los medios extranjeros; había que solucionar el problema antes de que se saliera de control.
La figura de Madero representaba ya de por si un dolor de cabeza para su gobierno que poco a poco se estaba convirtiendo en algo similar a una bola de nieve que crecía cada vez más... Así que antes de que esa avalancha pudiera aplastarlo, para extremar precauciones, envió un ejército de 700 soldados federales para que resguardaran 18 puntos estratégicos, entre los que se encontraban restaurantes, casinos, casas y trincheras.
Madero por su parte, tenía miedo de que mientras se llevaban a cabo las negociaciones con Oscar Braniff, Toribio Esquivel y Francisco S. Carbajal (quienes eran los representantes del Gral. Díaz en esa zona); las tropas de Francisco Villa y Pascual Orozco, al entrar a Cd. Juárez, no respetaran la orden de no ocasionar ningún enfrentamiento.
Como el día 7 de Mayo, no se llegó a ningún acuerdo, Madero dio la orden a sus tropas de atacar a las 4 de la tarde pero la revuelta dio inicio hasta pasada la medianoche; por eso Margarita y Fernando corrieron con mala suerte.
El ejército rebelde, en una maniobra muy inteligente, neutralizó los 18 puntos bajo resguardo de las tropas federales e interrumpió el suministro de agua, para ocasionarle más desventajas al ejército federal.
En ese inter, Madero recibió un manifiesto por parte de Porfirio Díaz donde le comunicaba que estaba dispuesto a renunciar a la presidencia... Demasiada belleza, para ser verdad...
El Lunes 8 de Mayo y todavía en medio de las negociaciones, se pactó una tregua que según lo acordado, se mantendría hasta las 4 de la tarde de ese día, sin embargo a las 11 comenzaron otra vez las balaceras, y aunque Madero no tenía ni la menor idea de quién empezó la agresión, le prometió al Gral. Juan Navarro que hablaría con sus hombres para que se retiraran.
A la 1:00 pm Madero, (y sin estar Orozco y Villa en combate), les indicó a sus hombres retirarse, pero fue demasiado tarde... Los ánimos en la ciudad ya estaban en un punto demasiado álgido y sus propios hombres lo mandaron al carajo...
Enardecidos por la guerra, decidieron avanzar todavía más y se apoderon de las trincheras exteriores que se encontraban al otro lado del río.
Por la noche, para ser exactos a las 9:00 pm, el ejército insurrecto ya se había colocado en posiciones estratégicas... El 9 de mayo, Cd. Juárez, aquella ciudad fronteriza que se había vestido con el velo del lujo y el progreso durante la entrevista del Presidente Taft y Díaz, se convirtió literalmente en un infierno... Los insurrectos se apoderaron de la ciudad, bombardearon todo, invadieron cada casa, y destruyeron todo cuanto encontraron a su paso de camino a la zona centro.
De verdad que la muerte estaba en el aire... Los federales estaban en La Misión de Guadalupe, pero el intercambio de balas que sacudió al centro de la ciudad fue tan cruento que cimbró por completo La Plaza de La Constitución y La Misión de Guadalupe.
El ejército insurrecto no respetó nada, ni siquiera los lugares sagrados, todas las casas y comercios fueron saqueados y quemados. Nadie estaba a salvo y por esa razón, Verónica, aterrada junto a su hija en uno de los rincones de su casa; en un momento de lucidez y antes de que las tropas Villistas pudieran derribar el portón exterior de su residencia que daba a la calle, tomó algunas cuantas cosas de valor, agarró a su hija de la mano y huyó por la parte trasera en dirección hacia la salida de la ciudad.
Ella tuvo suerte, a diferencia de muchas familias de la clase alta, que no sólo fueron asesinadas a tiros por los rebeldes, sino que tuvieron que atestiguar el saqueo y quema de sus propiedades y el patrimonio que durante tantos años les costó construir.
Aquello parecía el infierno... Entre la revuelta Verónica logró salir de la ciudad y pasar desapercibida porque tuvo la inteligente idea de salir prácticamente disfrazada como si fuera una mujer humilde. Mientras el carruaje en el que viajaba recorría a toda prisa aquellas calles que eran un caos por la cantidad de muertos que había tirados y los jinetes y personas que iban y venían, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando al pasar por la casa de La Familia Alcaraz, la vio totalmente en llamas y destruída.
En ese momento su corazón se estremeció y un dolor muy grande se clavó en sus entrañas provocando un grito que ella misma tuvo que ahogar cubriéndose la boca para que no escapara y pusiera en peligro su propia vida y la de su hija... Un montón de pensamientos negativos se agolparon de pronto en su mente, y supo en ese instante que le había hecho daño a dos de los seres que más había querido en el mundo: Fernando y Margarita, su mejor amiga.
Ahora era ya demasiado tarde... Las imágenes de todo cuanto sucedió en esos días fueron captadas por los más de 40 fotógrafos que entraron a la ciudad y que en su mayoría eran periodistas extranjeros....
El ejército insurrecto por fin había vencido y los federales finalmente se retiraron y El Tigre de Cerro Prieto (sobrenombre con el que también se le conocía al Gral. Brigadier Juan Navarro) ordenó izar la bandera blanca y entonces los soldados de ambos bandos dejaron de disparar.
A las 3 de la tarde del día 10 de Mayo de 1911, el ejército federal había sido vencido por más de 1000 hombres que conformaban las tropas Villistas y Orozquistas... El fuego había cesado, pero el ambiente estaba impregnado por los aromas de la polvora, el dolor y la muerte...
Los sepultureros no se darían abasto en muchos días... Pero los muertos eran lo de menos... ¿qué pasaba con la gente desaparecida?... ¿dónde estaba Margarita?, ¿habría sido Fernando asesinado?... Demasiadas preguntas y dolor flotaban en el aire, y aunque la guerra había acabado y en apariencia se percibía una leve calma... La realidad era que no sólo el destino de un país estaba en juego, muchas cosas estaban a punto de cambiar.
A pesar de que por la velocidad con la que pasó, para ese campesino fue prácticamente imposible distinguir alguna de sus facciones; a partir de ese instante, (cuando la vio pasar muy cerca); el presentimiento de que iba a morir muy pronto, se apoderó de él y ya no lo dejó en paz.
Pero en una madrugada bajo esas circunstancias; con la oscuridad de la noche y la tormenta que desde hacía horas no cedía, los nervios suelen ser muy traicioneros y jugarle a la vista muy malas pasadas... Lo que aquel campesino vio no era una alucinación, pero tampoco era La Muerte.
La madrugada en que siguiendo un impulso, Margarita tomó un caballo para dirigirse a toda prisa hacia el lugar donde el ejército federal estaba a punto de cometer una injusticia con Artemio, (el padre del pequeño Cirpiano); ella tuvo la mala suerte de pasar exactamente cuando el ejército rebelde, con la fuerza de las armas logró apoderarse de uno de los 18 puntos de la ciudad que se encontraban bajo resguardo de las tropas enviadas por El Presidente Porfirio Díaz, y al mando de El General Brigadier Juan N. Navarro.
Margarita, ni siquiera alcanzó a llegar a su destino, pues al dar la vuelta por una de las calles sitiadas, un grupo de hombres la emboscó, y aunque ella trató de escabullirse, un hombre apostado en lo alto de la azotea de una vivienda no muy alta de adobe, saltó de pronto sobre la parte trasera de su caballo y le cubrió la cabeza con un costal que le impidió tener visibilidad.
El caballo, con el sonido estridente de las balas, y el peso que de pronto le cayó encima, se asustó y corrió y corrió hasta perderse desbocado entre la multitud y la espesura de la noche.
Fernando lo vio todo, pues a pesar de que en un principio iba detrás de ella a una distancia considerable que (si bien no le permitía todavía darle alcance, al menos la tenía a la vista); ya no pudo hacer nada en lo absoluto; pues al estar un grupo reducido de federales pisándole los pasos; aquellos hombres que procedieron bajo las órdenes de Pancho Villa y Pascual Orozco, (y quienes a su vez eran leales a Madero); pensaron que Fernando, al igual que aquel grupo de soldados venían a atacarlos; y por eso, antes de que pudieran acercarse más, abrieron fuego...
Margarita, todavía con la cabeza cubierta y el caballo corriendo sin control; al escuchar los disparos, sintió adentro de su pecho un sobresalto. Luego, el sonido de las balas dio paso a un desesperante silencio... Era como si en un microsegundo la marcha del caballo se hubiera suspendido y flotara en el aire... Unos segundos después perdió la conciencia y ya no supo más...
Eso fue lo que en realidad sucedió la madrugada del 8 de Mayo, cuando aquel campesino confundió a Margarita con La Muerte; y a pesar de que ella sólo tuvo la mala fortuna de pasar por un mal lugar en el momento equivocado... La que en verdad si lo era, a pesar de que entre las vidas que se cobró aquella noche, no iba la de ella si marcó su destino para siempre.
Francisco I. Madero.
Las desgracias nunca vienen solas y toda esa serie de incidentes que provocaron malentendidos, tuvieron también el mal tino de suceder justo cuando el ambiente en la ciudad (y en el país en general) estaba demasiado tenso.
Francisco I. Madero, enemigo ya declarado del gobierno de El General Porfirio Díaz, estaba ya en Cd. Juárez desde el día 7 de Mayo. Se rumoraba que el grupo rebelde que lo apoyaba, tenía como plan tomar la ciudad, por la simple razón de que al lograr apoderarse de ese punto tan importante del país, todo el sistema ferroviario que conectaba a México con Estados Unidos quedaba interrumpido.
Tal como Fernando lo pensaba y le comentó cientos de veces a su prometida (cuando llegaron a hablar sobre el tema), Madero era un hombre de buena familia, que creía más en el poder del diálogo, que el de las armas. Él tenía la esperanza de poder llegar a un acuerdo con el gobierno de Porfirio Díaz, y por esa razón le ordenó a Francisco Villa y a Pascual Orozco que trataran de mantener a sus tropas alertas, pero en calma.
Gral. Porfirio Díaz.
El General Díaz por su parte, no estaba dispuesto a ceder tan fácil y desde la ciudad de México estaba al tanto de como se estaba desarrollando el asunto de las negociaciones. Sin embargo, desde la silla presidencial su instinto militar tampoco lo abandonaba nunca; y convencido de que no podía permitir que ningún levantamiento armado -por muy grande o pequeño que este fuera- atentara contra esa imagen de progreso y modernismo que logró posicionar ante los ojos de la clase alta y los medios extranjeros; había que solucionar el problema antes de que se saliera de control.
La figura de Madero representaba ya de por si un dolor de cabeza para su gobierno que poco a poco se estaba convirtiendo en algo similar a una bola de nieve que crecía cada vez más... Así que antes de que esa avalancha pudiera aplastarlo, para extremar precauciones, envió un ejército de 700 soldados federales para que resguardaran 18 puntos estratégicos, entre los que se encontraban restaurantes, casinos, casas y trincheras.
Madero por su parte, tenía miedo de que mientras se llevaban a cabo las negociaciones con Oscar Braniff, Toribio Esquivel y Francisco S. Carbajal (quienes eran los representantes del Gral. Díaz en esa zona); las tropas de Francisco Villa y Pascual Orozco, al entrar a Cd. Juárez, no respetaran la orden de no ocasionar ningún enfrentamiento.
Ejército insurrecto, durante la toma de Cd. Juárez, por la zona de Catedral.
Como el día 7 de Mayo, no se llegó a ningún acuerdo, Madero dio la orden a sus tropas de atacar a las 4 de la tarde pero la revuelta dio inicio hasta pasada la medianoche; por eso Margarita y Fernando corrieron con mala suerte.
El ejército rebelde, en una maniobra muy inteligente, neutralizó los 18 puntos bajo resguardo de las tropas federales e interrumpió el suministro de agua, para ocasionarle más desventajas al ejército federal.
En ese inter, Madero recibió un manifiesto por parte de Porfirio Díaz donde le comunicaba que estaba dispuesto a renunciar a la presidencia... Demasiada belleza, para ser verdad...
El Lunes 8 de Mayo y todavía en medio de las negociaciones, se pactó una tregua que según lo acordado, se mantendría hasta las 4 de la tarde de ese día, sin embargo a las 11 comenzaron otra vez las balaceras, y aunque Madero no tenía ni la menor idea de quién empezó la agresión, le prometió al Gral. Juan Navarro que hablaría con sus hombres para que se retiraran.
A la 1:00 pm Madero, (y sin estar Orozco y Villa en combate), les indicó a sus hombres retirarse, pero fue demasiado tarde... Los ánimos en la ciudad ya estaban en un punto demasiado álgido y sus propios hombres lo mandaron al carajo...
Enardecidos por la guerra, decidieron avanzar todavía más y se apoderon de las trincheras exteriores que se encontraban al otro lado del río.
Por la noche, para ser exactos a las 9:00 pm, el ejército insurrecto ya se había colocado en posiciones estratégicas... El 9 de mayo, Cd. Juárez, aquella ciudad fronteriza que se había vestido con el velo del lujo y el progreso durante la entrevista del Presidente Taft y Díaz, se convirtió literalmente en un infierno... Los insurrectos se apoderaron de la ciudad, bombardearon todo, invadieron cada casa, y destruyeron todo cuanto encontraron a su paso de camino a la zona centro.
Misión de Guadalupe, Actualmente Catedral, en la zona centro de Cd. Juárez.
De verdad que la muerte estaba en el aire... Los federales estaban en La Misión de Guadalupe, pero el intercambio de balas que sacudió al centro de la ciudad fue tan cruento que cimbró por completo La Plaza de La Constitución y La Misión de Guadalupe.
El ejército insurrecto no respetó nada, ni siquiera los lugares sagrados, todas las casas y comercios fueron saqueados y quemados. Nadie estaba a salvo y por esa razón, Verónica, aterrada junto a su hija en uno de los rincones de su casa; en un momento de lucidez y antes de que las tropas Villistas pudieran derribar el portón exterior de su residencia que daba a la calle, tomó algunas cuantas cosas de valor, agarró a su hija de la mano y huyó por la parte trasera en dirección hacia la salida de la ciudad.
Ella tuvo suerte, a diferencia de muchas familias de la clase alta, que no sólo fueron asesinadas a tiros por los rebeldes, sino que tuvieron que atestiguar el saqueo y quema de sus propiedades y el patrimonio que durante tantos años les costó construir.
Aquello parecía el infierno... Entre la revuelta Verónica logró salir de la ciudad y pasar desapercibida porque tuvo la inteligente idea de salir prácticamente disfrazada como si fuera una mujer humilde. Mientras el carruaje en el que viajaba recorría a toda prisa aquellas calles que eran un caos por la cantidad de muertos que había tirados y los jinetes y personas que iban y venían, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando al pasar por la casa de La Familia Alcaraz, la vio totalmente en llamas y destruída.
En ese momento su corazón se estremeció y un dolor muy grande se clavó en sus entrañas provocando un grito que ella misma tuvo que ahogar cubriéndose la boca para que no escapara y pusiera en peligro su propia vida y la de su hija... Un montón de pensamientos negativos se agolparon de pronto en su mente, y supo en ese instante que le había hecho daño a dos de los seres que más había querido en el mundo: Fernando y Margarita, su mejor amiga.
Ahora era ya demasiado tarde... Las imágenes de todo cuanto sucedió en esos días fueron captadas por los más de 40 fotógrafos que entraron a la ciudad y que en su mayoría eran periodistas extranjeros....
El ejército insurrecto por fin había vencido y los federales finalmente se retiraron y El Tigre de Cerro Prieto (sobrenombre con el que también se le conocía al Gral. Brigadier Juan Navarro) ordenó izar la bandera blanca y entonces los soldados de ambos bandos dejaron de disparar.
Ejército Insurrecto entrando a Cd. Juárez.
A las 3 de la tarde del día 10 de Mayo de 1911, el ejército federal había sido vencido por más de 1000 hombres que conformaban las tropas Villistas y Orozquistas... El fuego había cesado, pero el ambiente estaba impregnado por los aromas de la polvora, el dolor y la muerte...
Los sepultureros no se darían abasto en muchos días... Pero los muertos eran lo de menos... ¿qué pasaba con la gente desaparecida?... ¿dónde estaba Margarita?, ¿habría sido Fernando asesinado?... Demasiadas preguntas y dolor flotaban en el aire, y aunque la guerra había acabado y en apariencia se percibía una leve calma... La realidad era que no sólo el destino de un país estaba en juego, muchas cosas estaban a punto de cambiar.
Continuará...
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Wow me encantó!