Paradojas en el tiempo

A veces me encuentro conmigo misma en el silencio.
A última hora de la noche, me siento al lado mío -a solas- para contarme, (más que repasar), la historia que he vivido hasta aquí.

Hay momentos también en que estando mi cuerpo en el presente, mi mente me lleva de la mano hasta el pasado... A momentos específicos. Días felices o instantes precisos... Esos en los que aunque por dentro mi mayor deseo sería repetir o al menos estar en mente y presencia física, tan sólo los visualizo como proyección de una película, porque no hay manera ya de que los pueda cambiar.

No me arrepiento de eso. Tan sólo la tristeza me ensombrece... Es entonces cuando descubro que en este momento que vivo ahora, tengo algo que entonces no: la experiencia que separa a un punto del otro; y que me lleva también a darme cuenta que no soy esa misma persona que visualizo como personaje central de eso que sucedió.

¿Te has sentido así alguna vez?... Mirarte al espejo y reconocer a la persona que te refleja el cristal, pero verla como si miraras a un familiar o un amigo... Alguien que conoces; pero que al mismo tiempo puedes tener la plena convicción de que ese quien eres; tiene en sus manos la posibilidad de escribir su historia de mil maneras distintas; porque es un alma, es más que un cuerpo... Lo que ves en el espejo es sólo una apariencia, un disfraz, un traje temporal...

¿Será por eso que me obsesionan tanto las historias sobre los viajes en el tiempo?, ¿Que me da tanta curiosidad conocer como son las personas por dentro? ¿Será por eso que desde hace tanto entiendo que todo cuanto ocurre es impermanente?, del mismo modo que son como personajes incidentales todas aquellas personas y seres que me han conocido y de los cuales yo también fui o ya soy parte.

Me gusta hablar de eso y me encantan también por eso estos encuentros, aunque no sepa bien como explicarlos... Estando aquí tengo la certeza de que camino por el pasado con los pies bien puestos en el presente, y aunque no está en mi capacidad poder ver claro el futuro, puedo acariciarlo con los párpados cerrados, porque en lo irreal mis ojos me proyectan en la imaginación las posibilidades más diversas...

Es eso lo que me da la pauta para no atarme a ningún lugar, al amor, los problemas e incluso las personas; porque en poco más de cien años (o menos), toda esta realidad -al igual que la mujer del espejo que conozco y reconozco en este momento- ni siquiera va existir más.

Por hoy estoy cansada, el sueño me vence y debo viajar ahora a un tiempo indeterminado en el que mientras mi cuerpo reposa, desconozco hasta donde me llevará... Para llegar hasta ahí no necesito nada, tan sólo llevo conmigo mis letras y las historias que con ellas puedo atrapar.

No tengo idea en que punto del camino te encuentres tú conmigo, si será pronto o dentro de un siglo; pero te dejo atrapado en el cristal mi reflejo de este instante y la paradoja del tiempo que me permite  estar para ti aquí, esperándote y sin haberme quedado, tan sólo para acompañarte e intentar charlar contigo pasada la media noche de todo esto que intento al mismo tiempo contarme y explicar...

No tengo idea si lo hago bien o simplemente no lo logro; pero me encanta la idea de que llegues a entenderlo y ese sea nuestro gran regalo: Que estando en dos puntos diametralmente distantes del tiempo, podamos trascender el tiempo y el espacio, para encontrarnos de madrugada y conversar de forma infinita cada vez que una idea, un sueño o un sentimiento nuevo nos estremezca el alma y nos haga volver una y otra vez hasta aquí.  

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