Amigas


Hoy en día todo es light: los postres, los refrescos, la comida y también las amistades. Socializas, sales y te diviertes, pero no tocas temas profundos ni entras en controversia sobre algún asunto. Parece que la consigna es ser ligeros. Todo está bien, cada quién lo suyo y viva la paz.

Sin embargo sigue habiendo una rara especie en peligro de extinción que son las amigas que comen pan.

Es un clásico salir a comer con las amigas, arreglarte para ellas como ni siquiera a veces lo haces para un galán. Vas con todo el ánimo de pasarla bien y disfrutar pero te topas con que una está a dieta, la otra ya no toma alcohol, una tercera es alérgica al gluten y tú te sientes como bicho raro porque comes todo, lo disfrutas y encima tienes la osadía de atacar la canastita de pan que ponen al centro de la mesa.

Pecado total; el pan engorda, infla, es adictivo y todo lo que tú quieras pero es, ha sido y será el alimento del hombre.

Esa rara especie de la que les hablaba son las amigas que probablemente se cuidaron toda la semana pero que cuando salen contigo disfrutan de lo que es producto de la tierra y trabajo del hombre. Con ellas se  habla de temas importantes, te preguntan realmente cómo estás y no lo asumen. Toman tiempos para hablar pero también para escuchar, lloran contigo pero saben en su momento decirte que eso no es para tanto. Confían en ti, en tu fuerza y disfrutan tu alegría y ocurrencias. En ocasiones extremas hasta untan mantequilla a ese pan en un mensaje desafiante a la vida que se aceptan y se gustan como están, que no van tras una talla inexistente y que son mujeres reales de hueso y mucha carne.

Son amigas de tiempo, sinceras, leales en las buenas y en las malas. Positivas y echadas para adelante, valientes y vibrantes. Te respetan si no comes postre pero el pan es el pan.

Yo no puedo imaginar mi vida sin esas amigas, que creo, son  la manera de Dios de disculparse por la familia que te dio o no te dio. Son hermanas escogidas, elegidas por el alma y que te hacen reír.

Gracias de todo corazón a las buenas amigas que tengo en la vida, las que tuve y hoy ya no están pero de las que también aprendí mucho. A las que vendrán y traerán consigo nuevas experiencias y aprendizajes y gracias sobretodo por las que tengo desde que aprendí mis primeras palabras, aquellas que sabían cuales eran mis sueños y hoy se entusiasman conmigo al verlos materializarse.

Fortuna es tal vez tener dinero y bienes materiales pero ser millonaria es contar con esas presencias incondicionales y tan dispuestas a encontrarle el lado de luz a la vida. Las que te sacan de tu sombra, las que te hacen visitar la “isla de las bobadas”, las que te rejuvenecen. Y muy especialmente aquellas  que como tú, comen pan.

-Gaby Pérez Islas | Tanatóloga-
 

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