Una historia de tantas...

No recuerdo exactamente como fue el día que la vi por primera vez ni tampoco cuando sucedió... Cuando pienso en ella, lo primero que viene a mi memoria es sólo la certeza de que fue mi compañera de clase durante varios años y que se trataba de una niña diferente; aunque en ese tiempo yo no tenía la conciencia para darme cuenta que ella era especial.

Todos la llamaban "Mona", supongo que su nombre era Ramona o algo así por el estilo, porque a diferencia de otros compañeros de los que hasta el día de hoy me sé el nombre completo, no recuerdo haber escuchado el de ella cuando la maestra pasaba lista de asistencia. 

Ahora que lo pienso, supongo que no recuerdo su nombre real porque tal vez nunca la nombraron, porque lo que si tengo muy presente es que desde que yo me percaté de su existencia, ella era algo así como un ser invisible dentro del salón de clases.

Fue a principios de los ochentas, en una primaria pública, en el grupo de segundo año a tercero. Yo tendría como 6 ó 7 años y Mona era ya una adolescente, una adolescente con Síndrome de Down.

En esa época, no existían escuelas especiales ni tampoco consciencia al respecto. Para cualquier familia tener un niño "Down" era una especie de estigma, que sumado a la ignorancia de una sociedad prejuiciosa, hasta el día de hoy, dio como resultado que la vida de Mona no fuera nada fácil.

A pesar de ser una chica mucho mayor, pues se decía entre los chavos de la escuela que tendría entre 14 y 16 años. Mona era demasiado inocente. En clases se la pasaba dibujando solamente rayones en las hojas de cuaderno, se comía los mocos y eso era motivo suficiente para que fuera motivo de burla de los demás niños. Aparte que durante el recreo, en el patio de la escuela, nunca faltaba el grupito de chavos más grandes gandallitas, que siempre le pegaban, le tiraban su lonche y la hacían llorar.

De su familia no se sabía mucho tampoco... A la escuela la llevaba su abuelita, pero nunca nadie vio a sus padres. Yo sabía nada más que vivía a unas cuantas cuadras del plantel, (en una casa que por cierto muchos años después rentaron mi hermano mayor y su esposa cuando estaban recién casados); pero a pesar de desconocer prácticamente todo sobre Mona, lo que si me quedaba muy claro a esa edad fue que su abuelita la llevaba diario a clases porque era lo correcto y era el único lugar donde a pesar de que ella no aprendiera nada, era la única opción que ella tenía en ese tiempo para recibir educación.

La maestra que nos tocó en ese curso había sido formada como profesionista de la vieja escuela... Todo un personaje. Era demasiado estricta, de esas que daban reglazos en las palmas de la mano con el metro de madera que siempre tenía al lado del escritorio, y al igual que yo, recuerdo que a Mona alguna vez le tocó padecer en carne propia y delante de la clase el famoso "correctivo", que en ese entonces era la manera de dejar muy claro cuáles eran las consecuencias de transgredir los limites disciplinarios dentro del salón de clases.

Yo estuve los 6 años de educación básica en la misma escuela... Por más que lo intento, no puedo recordar ¿qué fue lo que sucedió con Mona? De tercer grado a sexto, por más que hurgo en mi memoria no aparece ningún recuerdo vinculado a ella y supongo que quizá eso se deba a que no siguió ya más en ese plantel.

Por esa época, de regreso a casa, luego de las clases, mis hermanos y yo pasábamos siempre por la calle donde Mona vivía; pero a pesar de eso nunca volvimos a verla. Años después, cuando mi hermano rentó esa misma casa, nunca se me ocurrió pedirle que preguntara por si se sabía algo de ella y fue mi madre quien unos días previos a escribir este post me comentó que al parecer su familia emigró -como tantas otras personas lo hacen en esta ciudad fronteriza- hacia la vecina ciudad de El Paso, Tx.

Más allá de si es verdad o no esto, yo nunca me olvidé de Mona. Jamás la había vuelto a mencionar, pues supongo que entre tantas cosas que he vivido, su recuerdo se fue empolvando con el tiempo en algún cajón de mi memoria y surgió de pronto hará cosa de unas cuantas semanas atrás, cuando vi en una de tantas redes sociales, una publicación donde hablaban del bullying y la discriminación que sufren algunos niños durante su paso por la escuela primaria.

La nota que leí era sobre los niños con Autismo, y luego vi un video donde una madre de familia con un hijo pequeño con este padecimiento hablaba sobre la poca empatía que en general reflejan el común de las personas hacia los padres que tienen que lidiar con este tipo de discapacidad del desarrollo, y fue entonces cuando me quedé pensando en que a pesar de que en la actualidad muchos de estos niños ya pueden ser correctamente diagnosticados, al igual que Mona en su tiempo, desde muy temprana edad padecen en carne propia la discriminación y el rechazo en sus entornos más cercanos, lo más grave de todo es que esa aversión empieza con su propia familia.

No tengo idea alguna si Mona aún vive, pero en mi mente soñadora me gusta imaginar que si es verdad que su familia emigró hacia Estados Unidos, la posibilidad de haber encontrado un lugar donde haya podido aprender de verdad y potencializar sus capacidades, (que aunque no lo parezca en los niños con Síndrome de Down son muchas), hayan tenido como consecuencia al paso de los años, una vida mucho mejor y más feliz de lo que experimentó en los primeros años de su vida.

Hoy ya hay muchas escuelas donde los maestros están capacitados para atender a niños con necesidades especiales (Asperger, Autismo, Trastorno de Déficit de Atención), y todas esas condiciones que ya pueden ser detectadas desde los primeros años de vida y que en la época en que me tocó coincidir con Mona, tan sólo se limitaban a reconocer que eran niños con algún tipo de "retraso mental" y como para muchas familias era motivo de vergüenza, optaban por esconderlos, puesto que no había manera alguna de atenderlos.

Por fortuna las cosas han cambiado, pero estamos aún en pañales respecto a todos esos temas... En una sociedad que cada vez es más egoísta e intolerante, la ignorancia aún persiste, y yo misma me cuento entre esa inmensa mayoría porque no fue hasta que fui una persona adulta, que comprendí lo difícil que debe haber sido para Mona esa etapa de su vida como compañera de escuela de todos nosotros y le sumo a esto una anécdota que me pasó también con un niño con el Síndrome de Progeria (envejecimiento prematuro), que me pegó un susto épico, que es tema para otro post y que no hubiera sido tal si en ese entonces yo hubiera recibido educación al respecto.

En mi familia hay una persona con Trastorno de Déficit de Atención. El origen del problema fue que durante su nacimiento le obligaron a salir del útero de su madre, jalando su cabeza con esa especie de pinzas (que no tengo ni la menor idea porque se siguen usando) y que se llaman fórceps. 

Para un recién nacido, cuya cabeza es demasiado blandita y prácticamente termina de formarse aún después del nacimiento, la fuerza de esa especie de tenaza le ocasionó severos daños neurológicos, y para ya no hacer esto más largo me hace reflexionar en que a la par de todo lo que hemos vivido con este familiar a lo largo de los años y más allá de si el trastorno del desarrollo es genético o provocado por alguna circunstancia externa, estamos a años luz en cuanto a respeto y empatía por estos niños que definitivamente son mucho más cuerdos y sensibles que muchos de nosotros; por no hablar de lo inteligentes y las capacidades que pueden llegar a desarrollar si son protegidos y orientados de manera adecuada.

La de Mona es una historia de tantas... Ojalá que si vive aún, tenga una existencia plena y feliz.

Comentarios

Sergio dijo…
Así es mi estimada amiga, lo sabemos quienes tenemos una hija especial, mi niña tiene 37 años y hubo ocaciones en que no encontrabamos opcion para su integración y reestablecimiento, sobretodo ahora que es adulta. Ella estuvo 20 años en una clinica particular pero cerró y de allí en adelnte ha sido un peregrinar para encontrar algo adecuado.

Es dificil pero se sale adelante.

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