Pensamientos desde las Clases de Yoga

 


Diez minutos o quince antes de la hora, la puerta de madera enmarcada por paredes de cristal se abren para dar paso a un grupo de mujeres quienes desde distintos puntos e inmersas en muy diversas rutinas cotidianas coinciden en un mismo lugar.

El suelo acojinado con una alfombra de tono oscuro y sobrio se tiñe de distintos colores y texturas cuando los tapetes o mat son desenrollados y se extienden como parches coloridos sobre cada uno de los rincones de ese pequeño salón, previo a que empiece la clase. 

Cuando la maestra llega, los celulares ya están apagados, guardados, y poco importa la urgencia y los problemas del exterior, porque cada una de esas mujeres (entre las que yo estoy incluida), espera con la mejor actitud posible a que llegue el momento preciso en que de manera puntual comienza la práctica de Yoga Restaurativa, y es justo ese el punto donde los destinos de todas se entrelazan y convergen, pero que de manera curiosa también es un espacio individual de 60 minutos que cada una decidió "regalarse para si misma".

Hace algunos años, un profesor de apreciación musical que conocí, dijo una vez que cada vez que alguien se junta en un lugar para aprender algo o hablar de arte, está creando un "momento único y mágico", y eso es algo muy parecido a lo que pasa con las clases de Yoga. Es una cita especial e imperdible contigo, un compromiso importante por el que dejas de lado horas de sueño, espacios en el trabajo o responsabilidades en pausa, porque -yo me imagino- que sabes que es quizá el único lapso del día que tendrás para desconectarte de todo y conectarte con quien realmente eres tú.

Lo que en un inicio comenzó como una hora destinada a una actividad que se ve como una simple actividad física para sentirse mejor y más saludable, se convirtió en una cita sagrada para escuchar lo que hay en tu mente y verlo desde otra perspectiva, pero más importante aún: en un lapso muy corto de tiempo se ha vuelto una agradable travesía en la que de verdad te desconectas del mundo y las sensaciones de tu cuerpo, acompasadas por el ritmo de tu respiración, de verdad te llevan a experimentar de manera real como tangible el instante presente.

Eso es lo que más me gusta. Llevaba mucho tiempo queriendo practicar yoga sin tener idea de lo mucho que me iba a gustar. Desde hace algunos años he sido consciente de lo mucho que he disfrutado y experimentado a través de mi cuerpo. Me costó algunos años amarlo y percatarme de lo mucho que me gusta estar dentro de él y experimentar la vida que he vivido hasta ahora; y desde entonces agradezco la movilidad con que se ha mantenido a pesar de muchas veces me he excedido y no lo he cuidado como debiera (y aún así me responde), pero a raíz de las clases mucho de eso ha estado cambiando.

Mi vida en este punto cronológico de mi existencia está enfocado en su gran mayoría a trabajar; por eso cuando mi mente se despeja y mi cuerpo se estira, dejando al descubierto los límites y las posibilidades que mi corporalidad tiene, me encanta no sólo escuchar, sino dejarme llevar también por esa sensación certera de que la naturaleza te hace saber exactamente como te debes acomodar... Eso es increíble y para alguien como yo, que ama la comunicación en todas sus formas, es como una especie de diálogo interesante entre lo que soy por dentro y todo este cuerpo físico que es el estuche o envase con el que la gente me identifica como una mujer normal de 48 años que camina y vive como tantas otras personas en esta misma ciudad.

En este tiempo reciente dos de las cosas que más amo en el mundo y de verdad me dan una felicidad indescriptible es: 
1. terminar mi jornada laboral y salir sin prisa para manejar por la ciudad casi desierta antes de las 6 de la mañana y 2. El segundo y cuarto día de la semana, que es el espacio en que he establecido este compromiso tan importante conmigo misma.

Ha pasado poco más de un mes y me falta un mundo por aprender, pero voy con todas mis ganas y trato de no faltar en la medida de lo posible; porque además de la paz que me regala estar sobre el tapete azul, la tensión en mi espalda baja (provocada por el cansancio y el exceso de trabajo) se han diluido por completo, así como son ya muy pocas las cosas que me alteran o me enojan y mi paciencia (que ya era mucha) se ha vuelto quizá todavía más inquebrantable, por no decir infinita.

Me encanta eso, así como el contraste de verme rodeada de mujeres de todas las edades que desconozco que será lo que piensan mientras intentan replicar la "postura de la cobra", la  de "el niño feliz" (que te relaja de una manera deliciosa), o la de "El Guerrero"; pero como yo sólo puedo hablar por mi, ha sido maravilloso descubrir esa delgada línea donde los pensamientos y las sensaciones físicas cohabitan en un mismo espacio y es así como mientras el peso del cuerpo es más palpable en la solidez de los brazos o las palmas de las manos; mi mente deja que mi pensamiento vuele y mientras miro de cabeza la ventana que asoma hacia un cielo soleado y despejado, imagino que el borde de concreto a la inversa es el límite donde el alma se coloca de puntillas para lanzarse en picada como si fuera una alberca, sólo que en lugar de nadar, será para empezar a volar...

Apenas es muy poco tiempo, pero tengo muchísimas ganas de aprender más... Por lo pronto me siento muy contenta porque entrar a clases de yoga era algo que desde hace poco más de un año atrás había querido hacer, pero nunca me imaginé que me iba a gustar tanto.

Desde hace tiempo atrás, cuando tomaba clases de teatro, yo estaba ya muy consciente de las cosas que puede o no puede hacer mi estructura física y ósea, pero me encanta que sobre el tapete azul, mientras mis músculos se tensan y mi columna se estira, hay algo que no se como describir o explicar con letras y palabras, pero me hace saber hasta donde es el límite y de manera sutil pero muy determinante se impone el sentido de respeto y amor por mi propio cuerpo.

A la par de sentir todo eso con la piel, los huesos, mis extremidades y todos los sentidos con que se percibe lo físico; me encanta pensar que esa cita conmigo misma estoy haciendo algo para mi, que me hace sentir y estar bien, sino que es posible -no lo sé- que sea uno de los muy diversos caminos que se pueden tomar para ser una mejor versión de mi para compartir con alguien más. 

Mientras eso sucede o no, tengo ganas de aprender y descubrir más de lo que mi cuerpo tenga para decir. Me encanta estar aquí, pero sobre todo estar VIVA.

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