Letras que se guardan

 

¿Acerca de que podría escribir en una mañana de Febrero?

¿De los recuerdos que llegan cuando afuera  todavía está oscuro y la lluvia que cae se escucha sobre el techo?

¿o de los mensajes escritos en pequeños trocitos de papel que te gusta deslizar por debajo de la puerta del baño en los días rutinarios cuando tengo más prisa, y aparte de hacerme sonreír son una invitación irresistible para quedarme?

Siempre hay algo que contar, pero te juro que hay veces  que no encuentro las palabras precisas para describir la belleza de la forma de tus manos, la paz que me producen los lunares de tu espalda mientras duermes, y hasta el aroma de tu pijama abandonada sobre una silla, y que prevalece como evidencia inequívoca de que por convicción decidiste compartir una madrugada más junto a mi.

Yo podría hacer un balance en letras, hablar de lo que con nadie se comparte y le da sentido a los días ordinarios impregnados de rutina.

La belleza es atrevida y siempre busca escabullirse del silencio a través de la prosa que se convierte en una crónica de los días compartidos junto a ti.

Desde ahí se asoman y quedan plasmados los instantes que serán mis recuerdos... Las memorias que me harán recordarte cuando ya no estés presente y hasta evocar después de incontables vueltas del calendario el tono de tu voz y tu aroma tan preciso y peculiar.

La ausencia no borrará de mi piel la sensación indescriptible que experimenté al abrazarte y no me será necesaria la cercanía para determinar las dimensiones físicas con las que tu cuerpo llenó mi vida entera.

¿De qué podría escribir para hablarte en silencio?

Quizá una vez más de las letras que se guardan y de que eres y has sido hasta ahora la única persona que entendió a la perfección todo lo que yo puedo decir sin escribir... 

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