La misma calle de los distintos pensamientos
Hace apenas unas cuantas semanas atrás, por diversas circunstancias me tocó volver a utilizar el transporte público.
No fue por mucho tiempo, pero ese lapso fue suficiente para que al volver a casa, durante los últimos días en que el verano se negaba todavía a irse, los pensamientos y recuerdos de otros años ya vividos, volvieran para seguirme los pasos muy de cerca.
Sucedió en la última hora del día en que caminaba ya sin prisa por las calles iluminadas, entre ráfagas deslumbrantes provenientes de los faros de vehículos a toda prisa, o alguno que otro haz de luz artificial de postes compitiendo contra la brillantez de la luna.
Fue ahí, mientras sumaba pasos que acortaran la distancia, que vinieron a mi mente imágenes de otros tiempos para proyectarse en el presente, tal como si observara en la acera de enfrente a cualquier otra persona transitando al mismo tiempo por ahí.
Lo primero que vi fue la imagen de mi misma (con varios años menos), en la época en que recorrí ese mismo camino acompañada de Miriam (una de mis más grandes amigas). En ese entonces ambas éramos estudiantes universitarias y en el regreso a casa, optábamos por destinar el dinero del transporte de la zona centro a la casa, para comprarnos un elote o una raspa y después de eso nos íbamos caminando hasta el punto donde nuestros caminos se dividían, porque ella llegaba a su casa y a mi me tocaba todavía caminar unas cuantas cuadras más.
Todas las veces que recorrimos de ida y vuelta las aceras de la zona centro, hablando de todo y nada; a veces riéndonos de cosas demasiado simples (que si rememoraramos de nuevo, sólo a ella y a mi nos darían risa); sirvieron para afianzar una amistad que ya llevaba años en ese entonces y prevalece hasta el día de hoy.
En el presente, intencionalmente provoqué eso de regresar cada uno de esos días caminando a casa, para pasar por la esquina donde casi acaba la zona centro y aún se encuentra un escalón alto que es la entrada a un local que cierra temprano... Era justo en ese punto donde me sentaba con Poncho cuando salíamos a caminar juntos. En este punto coronológico del tiempo en que me encuentro ahora, pasé 5 días seguídos por ahí, y los 5 días lo extrañé.
A pesar de que el recorrido durante tanto tiempo ha sido el mismo, cada día encontré recuerdos diferentes. Yo ni siquiera los buscaba, salían a mi encuentro de manera espontánea; fue así como recordé que hay lugares muy precisos donde recuerdo exactamente el punto donde escribí un post de Historia en La Canción con un tema de Susana Harp que me fascina y se titula "El Caracol".
También hubo esquinas y callejones donde instantes del presente y del pasado se mezclaron, aceras solitarias en las que todos estos años he ido y regresado con calor o frío, soñando despierta con los audifonos y el alma concentrados en alguna canción que sonaba en mis oídos mientras mi cuerpo iba caminando, pero mi alma se desprendió y volaba hasta algún lugar muy lejos de ahí.
Hubo tantas veces que pasé sin poner atención a quienes se cruzaron a mi paso, por ir escribiendo mensajes de texto en otro celular que ya no es el que hoy llevo y que al presionar un diminuto botón viajaban hasta un país pequeño al otro lado del continente y recibían respuesta inmediata a pesar de los miles de kilómetros de distancia, en los días calurosos, cuando el sol antes de despedirse impregnaba las banquetas de un color naranja:
Por la misma calle de los distintos pensamientos, también caí en la cuenta que la ciudad entera está repleta de pedazos de mi vida. La mayoría de mis vivencias habitan en ese camino del que en este instante escribo, pero existen también otros lugares de esta eterna ciudad desértica en los que yo todavía recuerdo haber recorrido de la mano de mis padres para llegar hasta la casa de mi abuela.
En esa etapa en la que el camino para llegar hasta ahí no era una elección propia, persiste un sitio exacto donde mi madre estuvo a punto de dejarme olvidada en el transporte por ir demasiado agobiada con los brazos ocupados cargando a mi hermano menor (quien en ese entonces era un bebé), con la pañalera a cuestas sobre el hombro y todavía sujetando con la otra mano a mi hermano mayor... Pasados los años y en el presente nos reímos al acordarnos de ese incidente, pero para la niña que fui en ese entonces fue un instante desesperante y traumático.
Supongo que no soy la única a quien le pasa esto, y en cada rincón del planeta hay calles y rincones donde han quedado atrapados pedazos de la vida de cada persona en forma de momentos y pensamientos, tal como si fuesen trozos de papel que se salen de la bolsa y quedan tirados por ahí, vagando a merced del viento...
El tiempo pasa, algunas casas cambian de color o se deterioran conforme se van volviendo más antiguas, pero a la par que surgen nuevas construcciones o edificios que quizá antes no estaban, cada instante en que cada uno de nosotros hemos ido y regresado por esas mismas calles para llegar hacia cualquier punto distante o cercano se convierte en un recuerdo del pasado y al mismo tiempo en una proyección del tiempo al que aún no hemos llegado tampoco.
Si soy sincera, para mi son el tipo de imágenes con las que no me gusta encontrarme de frente y a las que a toda cosa intento sacarles la vuelta rodeando por otra cuadra o distorsionando un poco el camino de siempre. La incertidumbre y la idea de volverme una persona mayor que en el futuro no pueda volver a caminar por si misma por cada uno de esos mismos sitios buscando recuerdos o creando otros nuevos, son de las pocas cosas que en verdad me asustan...
Por la misma calle de los distintos pensamientos he caminado contenta, preocupada, enamorada, con el corazón roto o en paz... He ido y regresado y en esos pocos días, a la par de encontrarme con proyecciones de como he sido y soy ahora, me sentí un poco triste también al percatarme de que a pesar de que en el presente mi camino es muy distinto, cada día en el recorrido voy buscando encontrar un poco de la chica que yo antes era.
Por esos días descubrí algunas pistas... La más importante fue la idea de este escrito que hoy finalmente materializo en letras, y aunque mis pasos aún continuan siendo en solitario me llevaron a descubrir en el silencio lo mucho que me gusta estar viva y seguir caminando por si a mi paso descubro algo nuevo que antes no estaba, mientras mi alma intenta sorprenderse o atrapar alguna historia para venir hoy a compartir entre Páginas Sueltas y de Colores.
La verdad, he perdido ya la cuenta de todas las veces que he pasado en mi vida por cada una de esas calles... Tampoco sé si habrá otros días en que por alguna circunstancia tendré que volver a casa caminando; lo único que si tengo claro es el hecho de que mientras este disfraz de humano lo permita buscaré recorrer sin prisa la misma calle de los distintos pensamientos.
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